Haddad-Manuela ahora comandan la guerra política por el retorno democrático
- Opinión
Fernando Haddad y Manuel d´Avila, dos figuras jóvenes políticamente formadas durante los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, comandarán desde ahora la guerra política contra la derecha golpista y xenófoba, para alzarse con un triunfo que restituya a los brasileños los derechos conculcados durante los dos años del régimen de facto encabezado por Michel Temer.
El primer problema que enfrentan para hacer el traspaso de los votos de Lula al dúo-dinámico Haddad-Manuela es el tiempo desperdiciado. Con la decisión de Lula de esperar hasta el último día, se perdieron dos semanas de campaña electoral en la televisión, a apenas tres semanas de las elecciones.
El Partido de los Trabajadores (PT) aguantó hasta el último día y la última hora estipulada como plazo por el Tribunal Superior Electoral (TSE), para hacer oficial el cambio que ya se veía venir. Y, a partir de este 11 de septiembre el partido más grande de la centroizquierda no tendrá más a su líder histórico, Luiz Inácio Lula da Silva, como abanderado presidencial, encarcelado desde abril e imposibilitado de candidatearse.
En esos años de gobiernos del PT, Haddad fue ministro de Educación y alcalde la populosa Sao Paulo, y la joven y carismática Manuela fue dirigente estudiantil, diputada estadual y federal y ahora es titular del Partido Comunista. Ahora tendrán que remar desde atrás para acercarse a la posibilidad de una segunda vuelta.
“Nosotros ya somos millones de Lulas, de hoy en adelante Fernando Haddad será Lula para millones de brasileños, hasta la victoria, un abrazo del compañero de siempre, Luiz Inácio Lula da Silva”. Esas fueron las últimas líneas de la Carta al Pueblo escrita por el expresidente para expresar su respaldo a la flamante candidatura presidencial de Haddad-Manuela para los comicios del próximo 7 de octubre. “Quiero pedirles de corazón a todos los que votarían en mí, que voten al compañero Fernando Haddad”, propuso Lula.
La persecución sigue, la lucha también
En la tarde del 11 de septiembre, el juez provincial de primera instancia Sergio Moro, en una sentencia esperada desde el inicio mismo de la Operación Lava-Jato, sentenció al ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, sin dudas la figura más popular del escenario político brasileño, a nueve años y seis meses de cárcel y lo inhabilitó para ocupar cualquier puesto en la administración pública por los próximos 19 años.
Después de meses de exigir infructuosamente justicia, Lula, extornero mecánico de 72 años, fundador de la Central Única de Trabajadores, del PT y dos veces presidentes, no puede disputar su sexta elección presidencial. “Los tribunales prohibieron mi candidatura a la presidencia, prohibieron al pueblo brasileño votar libremente, nunca acepté las injusticias ni las aceptaré, hace más de 40 años que defiendo la igualdad y la transformación de Brasil”. “Le pido una sola prueba a Moro”, dijo.
Hasta el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas exigió que se le reconocieran sus derechos tras demostrar que en actual sistema político instituido a partir de agosto de 2016 después de la caída de Dilma Rousseff, se violan las garantías que caracterizan a las democracias, lo que fue descalificado por algunos jueces de las cortes superiores con argumentos falsos, entre ellos el de que Brasil no tiene porque sujetarse a los términos del Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles.
El domingo pasado, tanto la candidatura de Lula y como el Pacto de la ONU fueron vilipendiados por el comandante del Ejército, general Eduardo Villas Boas, quien que no se permitirá una victoria de Lula y en forma elíptica insinuó que tampoco una de Haddad.
La historia del soborno, repetida miles de veces por la prensa hegemónica, fue uno de los pilares del golpe institucional (judicial-policial-empresario-parlamentario) que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff hace dos años, pero cuyo objetivo clarísimo siempre fue el de liquidar la figura política de Lula da Silva.
Lo sigue acusando, sin prueba alguna (no existe ningún registro de propiedad a nombre de Lula), de haber recibido, como soborno, un departamento de poco más de 200 metros cuadrados en Guarujá, un decadente balneario a unos 70 kilómetros de San Pablo, por valor de poco más de 700 mil dólares, empeñado por el banco estatal Caixa Económica, como parte del acuerdo de suspensión de pagos y recuperación judicial de la constructora, la OAS, su dueña.
El analista Darío Pignotti señala que la presidenta era nada más que un escollo en el camino de los que armaron el golpe: el actual senador Aécio Neves, derrotado por ella en las elecciones del 2014, con el pleno aval del expresidente Fernando Henrique Cardoso; los medios hegemónicos de comunicación; los partidos políticos que se dejan comprar por el mejor postor, sea de donde sea; el gran capital nacional; y, claro, los intereses de las multinacionales que ahora pretenden beneficiarse de la nueva situación.
Para que ese cuadro se completase, era y es necesario liquidar a Lula y a su partido, el Partido de los Trabajadores (PT), agrega. La llegada de Michel Temer y sus secuaces tuvo como objetivo primordial imponer “reformas” que, en realidad, significan liquidar todo lo que se construyó, en términos de derechos sociales, no solo bajo los gobiernos de Lula y Dilma, sino de los últimos más de 50 años y, en el caso de los derechos laborales, más 70.
Lula da Silva se transformó en el primer ex presidente condenado por corrupción gracias a la actuación de un juez provincial cuyo autoritarismo y parcialidad son más que evidentes y ya no solo para juristas, sino para crecientes parcelas de la opinión pública que no se dejaron idiotizar por los medios hegemónicos de comunicación, con la hegemónica TV Globo a la cabeza.
Los números
Haddad, creció del 4 al 9% en la intención de voto en el sondeo de Datafolha de esta semana, y deberá seducir en tres semanas a 147 millones de votantes diseminados en un país de 8,5 millones de kilómetros cuadrados. Los sondeos indican que un porcentaje considerable de electores está dispuesto a votar a quien tenga la bendición de Lula, el líder preso.
El desafío es, al menos, salir segundo en los comicios del 7 de octubre para pelear la presidencia en la segunda vuelta del 28 de ese mismo mes, seguramente ante el capitán retirado del Ejército, el ultraderechista Jair Bolsonaro (internado tras recibir una puñalada en un acto proselitista), con entre 19 y 22% de intención de votos en las encuestas donde Lula superaba el 40% y que dejaron de publicarse por decisión del grupo monopólico Globo.
Tras ser descartado Lula, el líder de los sondeos sigue siendo Bolsonaro (del PSL, Partido Social Liberal) con 24%, dos puntos más que hace dos semanas, ya considerando los efectos del ataque que no fueron los esperados por su comando de campaña), y el segundo colocado es el neodesarrollista Ciro Gomes (PDT, Partido Democrático Laborista) quien pasó de 10% a 13% y amenaza con quedarse con votos de simpatizantes del PT.
Marina Silva, del partido Red Sostenibilidad fue la única que perdió votos, cayendo de 16% a 11% mientras que el ex-gobernador del Estado de São Paulo, el neoliberal Geraldo Alckmin (candidato preferido del establishment, del PSDB, Partido Social Demócrata Brasileño) ganó sólo un punto y alcanzó el 10%
La distancia entre el primero y el quinto es de solamente 4%. La última encuesta preguntó si votarían por un candidato indicado por Lula, y 33% de los entrevistados dijo que lo haría seguramente mientras que otros 16% dijeron que tal vez. El sondeo también indica que 41% de los electores no votaría jamás por un candidato apoyado por Lula, lo que demuestra que el lulismo también tiene un límite de crecimiento.
Haddad y Manuela
Fernando Haddad, de 55 años, es un académico brasileño, profesor de economía política en la Universidad de São Paulo y militante del PT desde 1997. Fue ministro de Educación en 2005 y obtuvo gran éxito al crear programas de inclusión de jóvenes negros y de las favelas de Brasil en las universidades federales.
Luego fue elegido alcalde de Sao Paulo con el 55% de los votos, desplegando proyectos urbanísticos y de ocupación de los espacios públicos por la población, pero no logró la reelección en el 2016, año en que la destitución de Rousseff y las acusaciones contra Lula da Silva hicieron del rechazo al PT la pauta principal de los comicios.
Su compañera de fórmula presidencial será la periodista gaúcha Manuela D´Ávila, de 37 años y militante comunista. Fue una reconocida dirigente estudiantil (vicepresidenta y vocera de la Unión Nacional de los Estudiantes, UNE, entre 2001 y 2003). En el 2006, fue elegida diputada federal y en su segundo mandato, a partir de 2010, pasó a ser líder de la bancada comunista en el parlamento
Manuela lanzó su precandidatura presidencial en enero, presentándose como “la candidata feminista”. Mantuvo su intención de ir a la primera vuelta hasta agosto, cuando aceptó la invitación de formar parte de la fórmula con el PT.
Ahora, ambos deberán remar desde atrás para ubicarse en la segunda colocación, al menos, y acceder a la segunda vuelta electoral, en una campaña donde los analistas suponen que se destacará la invisibilización de la candidatura del PT por los medios hegemónicos, la injerencia de los militares y los discursos xenófobos y quizá, también, más actos de violencia.
Juraima Almeida
Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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