Visita a la Aldea Global de las Alternativas a la crisis del clima

11/12/2015
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Hay alternativas al cambio climático provocado por la industrialización basada en el petróleo, y están al alcance de la gente, como parte de una transición a la era postcapitalista que ya está en marcha.

 

En Montreuil, una municipalidad suburbial gobernada por el Partido Comunista, al oriente de París, tomó forma la Aldea Global de las Alternativas, bulliciosa exposición de las soluciones a la crisis climática, durante dos días de las jornadas de la sociedad civil organizadas por la Coalición Clima 21, paralelamente a la cumbre por el clima que se desarrolla en la capital francesa.

 

Desde que la expresión «aldea global» fue acuñada en los sesenta por Marshall McLuhan parecía contradictoria y con bemoles. El sociólogo canadiense aludía a la instantaneidad de las comunicaciones mediante ondas electromagnéticas y le tenía sin cuidado que el espacio radioeléctrico estuviera siendo rápidamente corporativizado por multinacionales de la comunicación. Así que ahora tampoco le importará (ya está muerto) que la gente se haya apropiado del término al mostrar al mundo que las alternativas a la crisis climática existen. Y funcionan.

 

Nacida en París, Claire Dutrillaux ha estado en el centro de la aldea global como integrante de la organización Alternatiba que ha venido realizando estos actos desde 2010 y forma parte de la coalición. Ella expone el concepto de la aldea global:

 

“La idea es que la gente conozca que las alternativas ya existen, que las soluciones para luchar contra el cambio climático ya están disponibles, sólo hay que conocerlas y difundirlas porque a veces no hablamos de las soluciones de impacto, que funcionan bien, porque son cosas del pueblo que aparentemente no valen nada, que no pasan por esas grandes cadenas mediáticas. Pero aunque sean básicas, son soluciones eficientes.”

 

El tren de la transición ya arrancó

 

“La fuerza de Alternatiba radica en que cada uno de nosotros quiere cambiar el sistema, no queremos que cambie el clima sino el sistema. Es un mensaje anticapitalista que junta lo económico, con lo social y lo ecológico, pero no al modo del desarrollo sostenible que se queda en la superficie. Estas no son sólo palabras, son acciones concretas que colocamos en el centro de un pueblo durante el evento para formar e informar de la transición en marcha,” dice la jóven activista.

 

Dutrillaux subraya que en el movimiento permea la visión política de no esperar a que los gobiernos tengan voluntad de resolver la crisis sino de empezar la transición desde los pueblos y las comunidades con las propias fuerzas. Y aclara:

 

“Queremos una transición lo más pacífica posible aunque de todas formas vamos a estrellarnos con un muro si no cambiamos. Buscamos una transición lo más agradable que se pueda, en vez de ir a golpear el muro con nuestras cabezas. Estamos en un proceso de adaptación activa y consciente.”

 

Ella explica la notable presencia de tantos jóvenes en el movimiento: “En Europa tenemos muchos viejos ya jubilados, que hicieron las luchas revolucionarias de los años sesenta y setenta. Ahora hay un nuevo tipo de movilización militante que ha nacido porque yo creo que el mensaje proyectado es inspirador, alegre y ofrece cambios posibles. Como el lema que Attac (otra organización integrante de la coalición) ha logrado difundir y colocar en los foros sociales mundiales: Otro mundo es posible. Ese es también el mensaje de las acciones de Alternatiba.”

 

“Los jóvenes —sostiene— tenemos más utopía y necesitamos creer en la posibilidad del cambio, pero si vas a un grupo militante en el que todos están diciendo: ‘ya hicimos el intento y no se puede cambiar nada’, pues eso no te motiva y no vas a entrar con ellos. Aquí demostramos que el cambio es posible, y enseguida hacemos una fiesta.”

 

“Muchas organizaciones hacen actividades, conferencias muy serias de las que sales muy deprimido. Pero nosotros hacemos todo: conferencias serias pero también llevamos gente que te invita a hacer algo concreto por el planeta. Y luego la fiesta. Todo en el mismo paquete.”

 

Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción, venido a la aldea global desde Madrid, coincide en este punto:

 

“Estamos en la búsqueda de ideas que empoderen, que inspiren y que muestren la construcción de alternativas en el mediano y largo plazo, y tal vez por eso el movimiento que tiene ese nombre, Alternatiba, con b, que ha surgido en el País Vasco francés. De repente tiene tanta gente joven que se aglutina porque se siente atraída por un discurso que no enfatiza tanto los anti, contra REDD o contra las falsas soluciones, o contra los combustibles fósiles, sino que estamos ya en un proceso de construcción de otro sistema.”

 

Explica que ahora mismo hay muchas transiciones en marcha, en el sector educativo, en el campesino, en el sector productivo, pero la brecha entre el mundo rural y el urbano es todavía muy grande. En la mega ciudad es mucho más difícil construir alternativas porque el capitalismo ha individualizado tanto los problemas como la búsqueda de soluciones.

 

Kucharz considera que la transición energética está presente en muchos países. Ahí está la lucha contra el extractivismo y la construcción de otro modelo que no dependa de la depredación; también las monedas locales y la creación de sistemas financieros alternativos, o el cooperativismo, las cajas populares de ahorro y crédito y cooperativas que incursionan en la generación de energías renovables.

 

Según él, el modelo más desarrollado es la agroecología para la soberanía alimentaria, tal vez porque responde a la necesidad más inmediata y porque, como en el tema energético, es un poco más fácil llevar a cabo esa transición.

 

“En el sector de servicios estamos también notando transiciones. Hay cada vez más mercados de economía social y solidaria, con cambios importantes. Y creo que también aquí ha estado muy presente la cultura–una cultura contrahegemónica, que no busca beneficios económicos sino acompañar las luchas y resistencias.”

 

“Y tal vez una de las cosas más importantes que estamos viendo es que los sindicatos están cada vez más comprometidos con el cambio de modelo. Aquí en la aldea ha estado presente el movimiento sindical y nos ha dejado su reflexión de abandonar las metas del crecimiento y del desarrollo infinito, tema que está cobrando mucha importancia dentro del sindicalismo y eso es para agradecer a mujeres y hombres que participan en esa lucha.”

 

Dutrillaux cuenta que en el caso de las energías renovables han impulsado colectivos de habitantes de un territorio determinado para desarrollar energías limpias mediante proyectos cooperativos. Y esto en Francia va completamente en contra de una estrategia de centralización energética impuesta inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, que impulsó la energía nuclear como la solución. La centralización más extrema que puede haber, por sus implicaciones armamentistas.

 

“En Francia tenemos un estado social que gestiona hospitales, escuelas y que se ocupa de todo un poco, y la generación de energía es también tema del estado”, explica.

 

“Pero nosotros decimos: vamos a invertir un poco de nuestro propio dinero en producir electricidad. En lugar de poner el dinero en un banco, lo pondremos en un proyecto que tenga un sentido. Puede ser también poner un poco de dinero para ayudar a un paisano que quiere comprar una tierra.”

 

Por ejemplo, un grupo de once amigos recién egresados de la escuela de agricultura están ahora en la fase final de su proyecto de instalación agropecuaria. Han comprado una finca grande para hacer producción ecosistémica, cultivando cereales para elaborar cerveza ellos mismos. Los residuos de los cereales alimentan a los cerdos cuyos excrementos sirven de abono. Es un proyecto integrado en el que los desechos de unos son insumos para otros, en una economía circular.

 

Además los terrenos y la instalación de la finca fueron posibles gracias a un organismo llamado Terre d’lien (tierra de vínculo) que recauda fondos por toda Francia para apoyar este tipo de proyectos. “Se trata de organismos de la sociedad civil porque aquí el estado sólo apoya la agricultura industrializada. Estamos en una fase terrible en toda Europa por políticas agropecuarias, impulsadas sobre todo por Alemania, que corporativizan e industrializan todo, hasta la gestión de los bosques”, señala Dutrillaux.

 

Casi todas las leyes se expiden en el Parlamento Europeo en Bruselas. En el caso de los carburantes los europeos están obligados a usar en sus automotores un 20 por ciento de combustible de origen agrícola. Eso promueve un tipo de agricultura que acaba con los pequeños campesinos y concentra las tierras en manos de terratenientes modernos altamente industrializados. Hay incluso fincas de ganado vacuno para producir leche y metano, porque existe un jugoso subsidio de la Unión Europea para producción de ese gas destinado a la generación de electricidad.

 

“Si tienes vacas y quieres reciclar el metano, está bien. Pero si tienes una instalación ganadera para producir metano con el fin de acceder al dinero de las subvenciones, eso no sirve para resolver los problemas que ya tenemos con la explotación animal industrializada que causa serios daños al ambiente”, razona Dutrillaux.

 

Cómo empezó todo

 

En el principio fue Txetx Etxebery, que todavía sigue a la cabeza de Alternatiba. Se trata de un vasco sindicalista que ha luchado en el frente ambiental desde una perspectiva social. Para Claire Dutrillaux esto es importante porque hay ambientalistas que sólo ven por los animales, los árboles o la belleza de la naturaleza, pero para Etxebery también cuentan los seres humanos.

 

“Ha advertido que si seguimos como vamos, tendremos guerras por los recursos naturales, y ya las tenemos, y problemas de exiliados climáticos, que ya tenemos, pero mucho más, si seguimos así. Es un punto de vista preocupado por el planeta pero también por la gente.”

 

En el País Vasco francés nació la organización BIZI que ha impulsado la dinámica de Alternatiba a instancias de Etxebery, y que realizó su primera actividad en 2010–justo después de Copenhague. Dutrillaux recuerda que había un pequeño grupo preocupado por el fracaso de la COP15 en Dinamarca, que en 10/10/10 realizó el primer evento Alternatiba, y ahí surgió el formato del movimiento.

 

“Fue la primera Alternatiba, muy pequeña, que casi nadie habla de ella. La más oficial es la de 2012, una ya grande que hubo en Bayona,” recuerda. “Creo que la fortaleza del movimiento es haber podido conjuntar muchas fuerzas, ONG y organizaciones sociales que estaban en la desesperación de ver que nada cambia. Txetx tiene una fuerza de convicción y tiene una visión sobre las cosas bellas que podemos hacer al transformar el mundo afrontando la necesidad del cambio de manera propositiva.”

 

La Coalición Clima 21 surgió en Francia en 2014 y ha sabido mantener durante más de un año y medio una conformación muy compleja, de muchos actores, de movimientos diversos, desde los más anticapitalistas hasta organizaciones de cooperación más tradicionales, respetando las diferencias ideológicas, y las tácticas y estrategias de cada quien.

 

Esto ha sido posible porque ha habido consensos básicos sobre los que se ha trabajado en este breve lapso de construcción del proceso francés. El principal es que se tiene muy claro que la cumbre oficial no dará salidas ni respuestas eficaces a la emergencia climática.

 

Así la coalición ha utilizado el proceso de la COP21 no tanto para esperar que los gobiernos acuerden algo útil sino para fortalecer los propios movimientos sociales y de resistencia.

 

En ese sentido, ha logrado radicalizar un poco a los sectores no tan anticapitalistas que la integran, afirma Kucharz. “Se han dado también procesos como el de Attac y movimientos sociales, en los que hay una crítica de fondo al capitalismo pero además se busca empoderar a los movimientos y las personas al construir las alternativas desde los pueblos y las ciudades.”

 

“El proceso ha tenido un recorrido muy interesante de acciones de desobediencia civil, como por ejemplo la confiscación de sillas a los bancos para denunciar el fraude fiscal, las inversiones criminales en los combustibles fósiles y la complicidad de las instituciones financieras en las causas estructurales de la crisis climática. También están los actos que Alternatiba ha generado en diferentes ciudades grandes de Francia, donde han acudido decenas de miles de personas.”

 

Kucharz hace el recuento de alternativas desde la agroecología, desde la Confederation Paysanne, de La Vía Campesina, hasta las apuestas por el cambio del modelo de producción y consumo y energético. “Aquí en Francia recientemente hubo luchas muy importantes contra el fracking que han logrado su prohibición. También la confluencia de luchas sindicales, campesinas y ecologistas, por ejemplo para impedir la construcción de un nuevo aeropuerto en Notre Dame des Landes.

 

Todas estas luchas han ayudado a fortalecer a la Coalición Clima 21. Para Kucharz, Montreuil y su aldea global son un momento más de esa construcción de confluencias entre diferentes actores con muy claras diferencias. “Estamos aquí dejando claro que nada es neutral sino que se están haciendo apuestas políticas alternativas y obviamente se tiene claro que hay que cambiar también el poder político.”

 

Reconoce que quizás no hay aún una reflexión al respecto. Justo hoy tienen lugar elecciones locales y regionales en Francia y según los sondeos hay un crecimiento de la extrema derecha. No hay un análisis desde los movimientos sobre cómo este proceso de lucha de alternativas al sistema capitalista también responde a una crisis de la izquierda en Francia y al peligroso aumento del Frente Nacional de Marine Le Pen.

 

El balance

 

Según Kucharz la Aldea Global de las Alternativas ha sido un encuentro muy internacionalista, muy diverso, han estado representadas las comunidades más afectadas por la crisis climática de África, América Latina y Asia. “Ha habido actividades muy bien preparadas y muy importantes.”

 

Por ejemplo, Naomi Klein y 350.org organizaron un juicio a Exxon Mobil, una de las grandes empresas petroleras estadunidenses. Consiguieron testimonios desgarradores de comunidades impactadas por las actividades de la corporación en Finlandia, Alaska, Nigeria, planteando la necesidad de llevar a los criminales climáticos ante cortes internacionales.

 

El auditorio repleto albergaba a medio millar de personas cuando el juicio fue iniciado por Naomi Klein, la canadiense autora de best sellers inspiradores de luchas altermundistas (su más reciente: Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima), y el activista estadunidense Bill McKibben, némesis de las corporaciones de combustibles fósiles, y autor del ensayo La terrible nueva matemática del calentamiento global. La petrolera fue declarada inapelablemente culpable.

 

También ha servido Montreuil para que algunos movimientos tengan espacios de convergencia en la lucha por el agua y la tierra, en comercio y clima y la lucha contra las trasnacionales. “Este fue un encuentro de contenidos, de intercambios culturales, de mostrar que hay un polo de la sociedad civil que no cree en el proceso de la COP21 y que no está sentado esperando a que salga algo del otro lado sino que está metido en la construcción de alternativas, vinculando muchas luchas contra el sistema capitalista con la lucha por la justicia climática.”

 

“Se sintió una energía muy especial cuando se hizo la asamblea de las 196 sillas que fueron confiscadas en los bancos en estos últimos meses por una campaña coordinada para denunciar el fraude fiscal de los bancos y la hipocresía de que no hay dinero para el fondo verde del clima.

 

“Y se habló mucho, tanto aquí en la Aldea de las Alternativas como en la cumbre de la sociedad civil, de una transición ecológica justa. Y se sabe que hay suficiente dinero para financiar esa transición justa que podría suponer un cambio del modelo.”

 

Algunos activistas de otros países han traído una propuesta que se está discutiendo que consiste en aprovechar lo que ha logrado la coalición francesa, esa diversidad ideológica de los actores, sin tener un manifiesto común y sin imponer al otro líneas de pensamiento, para lanzar el movimiento a escala global. “No sé si esto sería útil o posible a nivel internacional —dice Kucharz—, no lo he reflexionado suficientemente. Sé que estamos en un momento de cierta fragmentación de los movimientos populares en muchos países y eso dificulta tener mayor fuerza, incidencia y la posibilidad de cambiar las relaciones de poder, pero no tengo claro que el ejemplo francés pueda servir para aglutinar diferentes redes y movimientos internacionales.”

 

Destaca que en la construcción del movimiento global hacia el futuro “va a desaparecer el referente de las cumbres oficiales, porque cada vez más gente tiene claro que se trata de un camino fracasado y el tiempo que se pierde ahí se resta en la movilización y en las alternativas.”

 

“Por lo tanto, creo que estamos en un buen camino al fortalecer los movimientos y este tipo de espacios pero tenemos que reflexionar más qué nombre le damos, porque igual lo de ‘justicia climática’ o el ejemplo de la Coalición Clima 21 nos pueden servir metodológicamente para algunos aprendizajes, porque lo han hecho muy bien las organizaciones francesas.”

 

“Como parte de Ecologistas en Acción, que hemos acompañado como muchos otros aliados internacionales a la Coalición Clima 21 desde agosto del 2014, estoy bastante impresionado y agradecido de la enorme capacidad organizativa que han tenido los movimientos y organizaciones de Francia para desarrollar este espacio. Uno se ha sentido muy bien acogido aquí y ha habido una energía muy especial y ahora estamos preparando la acción para el 12 de diciembre, ojalá que también salga muy bien”, concluye Kucharz.

 

Entre los inspiradores del movimiento climático francés, de acuerdo con Claire Dutrillaux, se encuentra Gandhi y sus tesis de desobediencia civil pacífica, pero muchas influencias se pueden rastrear desde Mayo del 68 hasta la Comuna de París. O en Iván Ilich y la desescolarización. Una musa actual ha sido Vandana Shiva.

 

“Cada uno tiene sus autores. Es que somos algo intelectuales en Francia y nos sobran las referencia políticas —dice, riendo—, y luego tenemos una especie de Gandhi pequeño aquí, se llama Pierre Rabhi, un paisano que ha venido del norte de África que tiene una extensa reflexión sobre la educación alternativa. Es como poeta y campesino y ha construido una finca experimental agroecológica donde capacita sobre soberanía alimentaria.”

Paris, 11 diciembre 2015

 

- Alfredo Acedo es periodista, comunicador y asesor de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), de México, integrante de La Vía Campesina. Colabora con el Programa de las Américas, www.cipamericas.org/es. Esta nota forma parte de la serie “Crónicas de la COP”.

 

http://www.cipamericas.org/es/archives/17953

 

 

https://www.alainet.org/pt/node/174218

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