"El factor memoria es fundamental para las próximas elecciones"

01/12/2015
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 cristobal aljovin libro
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El historiador Cristóbal Aljovín, especialista en cultura política durante el siglo XIX realiza un análisis sobre la coyuntura política de nuestro país respecto a las próximas elecciones 2016. En esta entrevista evalúa la importancia de los partidos políticos en la sociedad peruana y analiza el desempeño de los principales candidatos políticos como Keiko Fujimori, Alan García y César Acuña. Su percepción sobre el actual escenario electoral es que todavía nos encontramos en un periodo de inestabilidad porque “todo puede cambiar”; sin embargo, destaca el factor de la memoria como un componente determinante para la orientación que tomará el electorado peruano, pues dos de los principales candidatos están vinculados a procesos políticos muy cuestionados en la historia de nuestro país.

 

P.- ¿Cómo podríamos definir la cultura política del siglo XXI?

 

R.-Es difícil de definir porque se está definiendo constantemente. Yo creo que la cultura política del siglo XXI es más igualitaria; la gente se percibe igual que los otros aunque no exista la igualdad. Por ejemplo, si piensas cómo las personas se percibían antes del gobierno de Velasco, había una idea más fuerte de jerarquía social, como una jerarquía “natural” y si eso lo jalas un poco más atrás era más fuerte y mucho más en la época colonial. Lo que podemos ver ahora es una sociedad donde la gente se percibe como iguales; es una sociedad también de masas, la gente está más desligada de un centro que puede generar tanto una cultura de libertad como de autoritarismo. En América Latina esto, sobre todo, ha generado una fuerte cultura de autoritarismo por el miedo al desorden.

 

P.- Durante el siglo XIX, existía la idea de que los partidos políticos eran “malos” para la democracia. ¿Cuál cree que es la percepción de la sociedad hoy en día sobre estos? ¿La aparición de agrupaciones políticas sin un coherente plan de trabajo puede significar algo?

 

R.- Primero, lo que has dicho es verdad para una buena parte del siglo XIX y para otra, no tanto. En las primeras décadas del siglo XIX, lo que nosotros llamamos republicanismo temprano hubo una fuerte crítica al faccionalismo que se puede relacionar con los partidos y que se va rompiendo en la segunda mitad del siglo XIX en donde los partidos pueden ser vistos como algo positivo para el sistema político. La idea no parece tan tirada de los pelos, si uno piensa que un partido político implica obediencia. Por ejemplo, que los diputados en el Congreso no fueran totalmente independientes, sino que dependieran de su partido. Entonces, de algún modo, muchos de los grandes teóricos de la democracia en el siglo XIX percibían a los partidos políticos como que estaban destruyendo el ethos [patrón de comportamiento] democrático porque los congresistas ya no debatían dentro del Congreso, sino obedecían órdenes dentro del partido.

 

Todo depende de cómo lo mires; lo que sí es cierto es que a fines del siglo XX hay una fuerte crisis de los partidos políticos no solo en el Perú sino en muchos otros países del mundo y hay un serio problema de representación. Lo que la gente siente es que los partidos políticos generan una falsa representación política; la gente se aglutina ahí, no por una cuestión ideológica, sino por interés de ser elegidos al escaño parlamentario. Entonces, es paradójico que en el siglo XX la percepción de la crisis democrática es la pérdida de legitimidad de los partidos políticos y en el siglo XIX, la aparición de los partidos políticos genera un sentimiento de decadencia del sistema democrático. Personalmente, sí creo que es terrible la pérdida de influencia de los partidos políticos porque crea un gran desorden.

 

P.- ¿Qué tipo de electorado podemos encontrar en nuestro país?

 

R.- Yo creo que es un electorado bastante confundido y oportunista en el sentido de que basta que un candidato les lance unas cuantas promesas que crean que les beneficia a ellos y votan por esos candidatos. Digamos, la dinámica que se genera no es la más indicada para refortalecer el sistema democrático.

 

P.- ¿Todavía se puede hablar de una “geografía electoral”? En el sentido de que ciertas regiones del país se encuentran políticamente “dominadas” como el tradicional caso del norte y su asociación con el Apra?

R.- Yo creo que sí, no por un partido político, pero sí por una pasión política. Por ejemplo, si tú ves donde se concentran los llamados “señores anti sistemas” o críticos al establishment[grupo de poder] ves que es en el sur andino. Entonces, sí hay un mapa que, muchas veces, no es tan claro como antes porque antes el dueño de ese mapa era el Partido Aprista en el Norte; sino que hay una pasión en el sur andino que puede ir hacia diferentes posturas políticas. Entonces sí hay una geografía política en el Perú, está claro. Y, por ejemplo, también, uno cree que en el Perú, los movimientos sociales han muerto y eso también es mentira, los movimientos sociales perviven hoy día y con muchísimas fuerza en muchas zonas rurales.

 

P.- Las primeras elecciones del siglo XIX; por un lado, intentaban legitimar al reciente Estado independiente y; por otro, los caudillos que llegaban al poder a través de estos procesos terminaban legitimando sus propios intereses. Esta es una dinámica que se sigue repitiendo hasta nuestros días a pesar de que existe un mayor control electoral y gubernamental. ¿Es esta una característica de sociedades que tienen un electorado poco informado o políticamente inactivo?

 

R.- No creo que el electorado peruano sea poco informado, yo creo que está bastante bien informado, sino que la dinámica política crea mucha confusión o malas decisiones. Lo que se genera en el siglo XIX es una concepción de que la política debe representar a la nación, al pueblo, y esa representación debe darse a través de las elecciones y genera muchas veces la legitimidad política del gobierno, no del Estado. El Estado se puede legitimar a través de buenas políticas de salud de educación, por ejemplo.

 

P.- La idea del “mal menor” se ha repetido en las últimas elecciones que en algunos casos ha sido contrarrestada con la aparición de un outsider [candidato ajeno al sistema político], pero nunca por una parte significativa del electorado que decida hacer un voto nulo o en blanco efectivo. ¿Cómo se puede explicar esta contradicción?

 

R.- No me parece raro que la gente vote por un mal menor. Las elecciones terminan implicando una suerte de negociación colectiva sobre qué tipo de rumbo quieren que el país tome. El problema es si el mal menor es tomado con un sentimiento de mucha distancia o es simplemente un mal menor en relación a alguien que a uno le hubiera parecido un mejor presidente.

 

P.- ¿Por qué en las últimas elecciones la diferencia del porcentaje de votos entre el primer y segundo puesto ha sido mínima? ¿A qué se debe que no encontremos resultados avasalladores como el de Alan García en 1985?

 

R.- Bueno, lo común es que las diferencias sean pequeñas; de 4 o 5% que es un montón en política. Más bien es raro encontrar a un candidato que gane por un porcentaje mucho mayor. A mí no me parece que eso sea un problema en la política; el problema es la poca legitimidad que el sistema tiene porque todos asumen que los candidatos si llegan al poder no van a cumplir con lo que prometen; entonces ahí sí hay una cosa grave.

 

P.- Las elecciones primarias abiertas realizadas por el Frente Amplio reflejaron una iniciativa positiva en un sector de la izquierda, ¿cuál fue el impacto de estas elecciones en el escenario político? ¿Está generando la izquierda una concientización social que responda a maneras más integradoras y democráticas de hacer política?

 

R.- No creo que hayan ganado tanto en estas elecciones primarias. Sé que participó muchísima gente: 20 000 personas; puede ser que hayan educado a un colectivo humano, me parece positivo, pero tampoco creo que esto se vaya a reflejar en una mayor cantidad de votos, por lo menos en un futuro cercano. Muchas veces en la política el futuro lejano está demasiado lejano que nunca llegas; lo importante también es a mediano plazo lograr algunos cometidos.

 

 

P.- Se puede decir que la fragmentación de la izquierda ha sido un problema para llegar al poder, pero no para ejercer influencia en la contienda política. ¿Tiene la izquierda alguna posibilidad de éxito en las elecciones del 2016?

 

R.- Primero creo que hay varias izquierdas como hay varias derechas. Hay una izquierda más vinculada a provincias, más vinculada a la cuestión anti minera, a movimientos sociales. Hay otra izquierda más urbana, más abierta al capital. Entonces creo que hay diferentes izquierdas como hay diferentes derechas y centros. Además no creo que estas diferencias entre izquierda y derecha sean tan fuertes como lo fueron hace 30 años atrás. Que les vaya bien en las elecciones del 2016, momentáneamente lo dudo, pero también es verdad que en un proceso electoral, donde un porcentaje altísimo de la sociedad no está contenta muchas cosas pueden ocurrir.

 

P.- Podría plantearse este mismo problema para la derecha que actualmente se encuentra dispersa. A diferencia de la izquierda que en sus múltiples divisiones tiene a un representante, en la derecha no encontramos una organización que defienda alguna postura “unitaria”, sino que más bien responde a intereses personales. ¿Podemos encontrar algún partido que se auto considere de derecha?

 

R.- Creo que los partidos están tratando de evitar ser tildados de izquierda o de derecha. No encuentran un beneficio para hacerlo así; y más bien lo que están tratando es que en la mente de los votantes existan un conjunto de ideas por los cuales el votante deba votar para ellos. No creo que se quiera iniciar el debate entre izquierda o derecha. Ser de izquierda no te genera un voto muy alto, como ser de derecha tampoco. Creo que no quieren una confrontación ideológica y más bien les gustaría a todos ponerse en el centro, centro izquierda, centro derecha.

 

P.- ¿La candidatura de Cesar Acuña podría considerarse como una presencia necesaria del regionalismo en el escenario político? ¿Es acaso el reflejo de la tan idealizada manera de hacer política que vaya de la periferia a la capital?

 

R.- No me parece. No porque la candidatura no implique eso, sino porque él no está creando una imagen de la periferia al centro. Lo que yo creo que está creando es la imagen de una persona de escasos recursos que la supo hacer, que tiene esas virtudes de un emprendedor de éxito. No me da la impresión que la cuestión de la periferia esté tan fuerte en él; además tiene que conquistar el voto de Lima.

 

P.- Existe una contra campaña hacia las candidaturas de Keiko Fujimori y Alan García que apela a la “memoria”: a que el peruano “olvida fácil”. ¿Qué tan importante es este componente en el escenario electoral?

 

R.- Fundamental. Por lo menos, de un 20% hasta un 40% influye esta remembranza a la memoria que les quita voto a ellos. Lo que pasa es que las elecciones son un proceso en el cual tú empiezas en un punto y terminas en otro y en verdad es muy difícil saber lo que va a pasar en el medio. Por ejemplo, el caso de Alan García; cuando empezó esto sabía que tenía el problema de los narcoindultos, pero no sabía que iba a existir el problema del plagio. Como Keiko sabe que le van a sacar el tema del maltrato a las mujeres o la corrupción de su padre. Pero digamos que una elección también te va generando una dinámica que muchas veces es difícil de saber qué es lo que va a ir ocurriendo en el transcurso de ella.

 

P.- Estos mismos candidatos, además, están asociados a una figura icónica para desarrollar sus campañas. Keiko, a su padre y Alan, en menor medida, a Haya de la Torre. ¿Qué sucede con los otros candidatos? ¿Cómo enfrentarse estratégicamente a figuras tan populistas y avasalladoras?

 

R.- Creo que lo que has dicho es cierto con Keiko y no cierto con Alan. Creo que Alan hace tiempo se ha escapado de Haya de la Torre. Puede ser que el primer Alan estaba vinculado a la figura de Haya de la Torre, pero después no. Creo que los votantes de tu generación no sepan quien es Haya de la Torre. En el caso de Keiko sí está atrapada con la figura de su padre y en verdad el mérito de Keiko es ser hija de su padre. Ella no tiene ningún mérito si no fuera Fujimori. En el caso de Alan García, su mérito es propio.

 

 

P.- En este sentido, para el electorado peruano, la candidatura de Keiko Fujimori asociada a la figura de su padre todavía es percibida como una figura integradora de distintos sectores a nivel nacional ¿Las alianzas que está forjando Keiko Fujimori, por ejemplo, con Vladimiro Huaroc intentan perpetuar esta percepción?

 

R.- Me imagino que sí. Como te digo una elección es un proceso, si la apuesta de Keiko de seguir el discurso de Harvard funciona va a continuar, si ve que está perdiendo votos va a regresar. Yo creo que lo que Keiko quiere hacer, y me imagino si es inteligente lo haría, es ser una fujimorista light no ser una Martha Chávez, pero tampoco te puedes ir a jugar el rol de Susana Villarán porque nadie se lo va a creer. Keiko sabe que tiene un voto duro y ese voto duro va a ser suyo siempre; entonces, lo que ella tienen que conquistar es el otro voto.

 

P.- ¿Existe la posibilidad de la aparición de un outsider para el escenario electoral del 2016?

 

R.- Bueno, no lo sé, todo depende de quiénes se inscriban, cuando termine la inscripción ya no hay posibilidad de outsider. Es difícil, pero mira la historia de Fujimori, de nadie conocerlo terminó siendo presidente de la República. Lo que sí es cierto es que un porcentaje altísimo de la población que vota con pocas ganas; entonces hay una posibilidad de que el voto pase a otra persona, pero no sé a quién.

 

Fuente: Gran Angular

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Foto: Javier Dueñas

 

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