Pompa y circunstancia
01/03/2015
- Opinión
Tabaré Vázquez y Raúl Sendic saludan al público en Avenida del Libertador.
Foto: Sandro Pereyra
Un discurso inaugural es un plan de gobierno. Constituye una expresión de propósitos frente a la cual juzgar la gestión del mandatario que lo pronuncia. Y una oportunidad única de marcar la impronta ante la comunidad internacional, reunida en el bautismo del nuevo gobierno. Comenzar un mandato genera un clima de buena onda o al menos de expectativas que suele aprovecharse para definir, a trazos gruesos, pertenencias o ajenidades. Pero el conciso mensaje leído ayer por el presidente ante la Asamblea General fue llamativamente diferente a todo lo escuchado hasta ahora en ocasiones semejantes. Tabaré Vázquez se apartó de la tradición para dedicar la totalidad de su discurso a un racconto de “principios y valores” artiguistas en la hora cero de su gobierno. En 25 minutos, hizo un repaso histórico más que parco en anuncios concretos. Ni el rol del Estado, ni las desigualdades que azotan al continente, ni la política económica, la seguridad o el cambio climático con el que piensa embanderarse estuvieron en boca del nuevo presidente: toda la carne en el asador quedó reservada para el discurso de la noche, transmitido por cadena nacional.
Sobre educación, salud y vivienda, el nuevo presidente aludió a la búsqueda de acuerdos transversales que crucen las fronteras partidarias. Fue cuando, en el marco de una narración histórica sobre la figura de Artigas atada al “modo de vida del pueblo uruguayo”, aseguró que los “valores” del gobierno artiguista serán “los referentes axiológicos que inspirarán y animarán las políticas y medidas concretas que desde nuestro gobierno impulsaremos”. “Inspirados en estos valores, los uruguayos y las uruguayas podemos y debemos proponer, analizar y discutir juntos, con respeto, sobre los distintos caminos para lograr la mejor educación pública para nuestra gente”, afirmó. También para “obtener una salud de calidad e igual para todos” y “una vivienda digna para la totalidad de los habitantes”. La alusión a la política exterior del país también estuvo ausente en el primer discurso. Sí hubo una mención a “los conflictos bélicos [...], los excluidos, el hambre crónica y la desnutrición”, y otra, implícita, a Estado Islámico, cuando comparó la “generosidad” de Artigas y su “clemencia para los vencidos” con “el momento actual donde se inmolan víctimas, se graban por televisión y tristemente se muestran como si fuera un espectáculo circense o deportivo”.
Aun sin que hubieran formado parte del discurso inaugural, varias señales pusieron el tema internacional al tope de la agenda en la asunción del nuevo gobierno. Los dichos del presidente saliente a Brecha acerca de que el canciller Rodolfo Nin Novoa “no tendrá” un “perfil latinoamericanista”, el regreso del “regionalismo abierto” al lenguaje político y la ausencia de Cristina Fernández, Nicolás Maduro y Evo Morales en el estreno fueron sintomáticos. El enojo expresado por Raúl Sendic por el faltazo de la presidenta argentina, Cristina Fernández -“Me hubiese gustado que viniera”-, es un indicio de una nueva vuelta de tuerca en la relación con Argentina. El cambio de mando coincide, además, con uno de los países del continente, Venezuela, en situación de terremoto latente.
El vendaval político en ese país tiene lugar en momentos en que Uruguay ostenta la presidencia pro témpore de la Unión de Naciones Suramericanas. Una comisión que integran los cancilleres de Brasil, Colombia y Ecuador fue mandatada para visitar Venezuela y reunirse con el gobierno y la oposición. Fuentes políticas dijeron a la diaria que Uruguay ya solicitó una fecha para el encuentro, que el país caribeño deberá definir cuanto antes. Sobre la posibilidad de que Uruguay emita una declaración, Nin dijo que eso aún “no está pensado”.
La ausencia del vicepresidente estadounidense, Joe Biden, tuvo otro motivo, distinto del “resfrío” que adujeron en un primer momento: los aspectos logísticos de las ceremonias de traspaso de mando no convencieron a la avanzada de 50 personas que llegó hace una semana, explicaron fuentes de la Embajada de Estados Unidos. La ausencia de Evo Morales tiene raíces más profundas: el boliviano nunca tuvo buena química con Vázquez, que pegó un faltazo inicial en su primera toma de posesión, hace nueve años.
Sí estuvieron presentes ayer la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, la de Chile, Michelle Bachelet, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, el de Cuba, Raúl Castro, el de Paraguay, Horacio Cartes, y el de Perú, Ollanta Humala.
Palabras y mensajes
Una vez ubicado en el centro del hemiciclo de la Asamblea General, Vázquez se confundió en un abrazo con su competidor en la última elección, el nacionalista Luis Lacalle Pou. A diferencia de 2005, al leer su promesa de respetar la Constitución eligió la fórmula protocolar más breve. Inmediatamente después, lanzó un beso a su familia, ubicada en el palco de honor, que su esposa respondió con una guiñada. Fue la única vez que se salteó el rígido protocolo. El contraste con José Mujica -que se expresó como un continuo desde la ceremonia en el Parlamento hasta la cadena nacional de la noche- no sólo fue evidente en los discursos, sino también en la gestualidad. En un reestreno circunspecto, Vázquez se ató al protocolo. Sus primeras palabras fueron dedicadas a “los 30 años ininterrumpidos de democracia en el Uruguay”, y profirió además un homenaje a otro ex presidente que, como él, transitó dos veces por la cúspide del poder: Julio María Sanguinetti. La apelación ensalza la figura del ex mandatario justo cuando varias miradas revisionistas vienen a cuestionar su papel en la transición.
No hubo, en cambio, referencias al gobierno saliente, hacia el que Vázquez evitó alusiones. Sobre el fenómeno Mujica, que tanto sacudió los convencionalismos del país y a la comunidad internacional, no hubo una sola referencia. Ni siquiera gestos. Vázquez sí se permitió una referencia personal: “Hoy la vida me da una segunda oportunidad”.
Tras su paso por el gobierno, el ahora ex presidente ganó el centro del ring de la política instalando temas de agenda, acercándose en imagen a eso de “un hombre común con responsabilidades importantes” que suele repetir con su impronta. La omisión de una lectura sobre el gobierno que termina -aun cuando muchas de sus realizaciones explican, en buena medida, su victoria electoral- abre un sinfín de interpretaciones sobre el período que comienza. A diferencia de los recorridos de Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle, Jorge Batlle y hasta el propio Vázquez, que una vez que abandonaron el poder evitaron durante un tiempo prudencial hacer comentarios sobre sus sucesores, en una especie de “año sabático” de la política, Mujica ya anunció que no guardará silencio. Y que lo suyo no será, ni por asomo, el reposo del guerrero. Habiendo dejado la conducción del país en el momento estelar de su carrera, la presencia de Mujica en el Parlamento -con todas las implicancias de su enorme gravitación política- insinúa una pulseada en el liderazgo de la izquierda entre dos líderes chocantemente distintos.
El ejemplo más reciente, muy socorrido en la narrativa oficial -“Tabaré se replegó cuando él fue presidente, ahora será al revés”-, no termina de ajustarse al escenario político actual: el predicamento actual de Mujica y su autoridad política son incomparablemente mayores que los de hace cinco años. A nadie escapa que será imposible disimular ese elefante. Aunque algunas voces en el Frente Amplio convocan a valerse de su peso y autoridad para consolidar “desde afuera” al gobierno, la tendencia en el entorno del ex presidente es a restarle trascendencia a su influencia. Habrá que ir viendo cómo se desentraña este jeroglífico y qué interpretación hace el nuevo gobierno de los cambios que deja en la cultura política el paso de Mujica por la presidencia. De esa lectura dependerá en buena medida la suerte del nuevo gobierno, que ayer asumió con pompa y circunstancia.
02 • Mar • 2015
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