Ecología política, sustentabilidad y poder social

31/05/2008
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 445: La agonía de un mito: Cómo reformular el "desarrollo"? 06/02/2014
Vivimos tiempos tan inimaginables como inesperados, en los que las críticas anticipadamente hechas desde hace décadas se hacen efectivas, confirmando que los procesos sociales son mucho más lentos de lo que se suponía. Entramos a un “fin de época”, a la fase terminal de la civilización industrial, tecnocrática y capitalista, en la que las contradicciones sociales y ecológicas se agudizan y en el que la norma son cada vez más los escenarios sorpresivos y la ausencia de modelos alternativos. Dos fenómenos encabezan esta crisis de civilización: de un lado, la crisis ecológica con el calentamiento global y el fin de la era del petróleo en primera fila, y en segundo término, la crisis financiera y económica provocada, y largamente anunciada, por la voracidad insaciable del capital.
 
Desde la perspectiva de la ecología política, tres fenómenos operan como puntos de referencia de la crisis del mundo contemporáneo: (a) El deterioro y descrédito evidentes de la clase política en la mayor parte de los países (Estados y partidos), la cual ha quedado ampliamente rebasada, independientemente de su orientación ideológica, por la complejidad y la velocidad de los procesos contemporáneos (ecológicos, económicos, tecnológicos, informáticos, y culturales); esto se expresa en la falta de proyectos alternativos a la altura de las circunstancias actuales.
 
(b) La creciente sujeción de esa clase política, socialmente ineficaz y corrupta, por parte de los principales enclaves económicos del mundo contemporáneo (corporaciones, bancos internacionales, empresas), es decir, por el capital en su fase corporativa y global. 
 
(c) Finalmente, la difusión y multiplicación de innumerables iniciativas, proyectos y movimientos ciudadanos en varias partes del mundo, pero especialmente en Latinoamérica. Estos proyectos surgen como reacciones frente a la posibilidad, cada vez más apuntalada por la investigación científica, de un colapso ecológico de escala global, que por primera vez en la historia pone en duda la supervivencia de la especie humana, es decir plantea la idea de que el Homo sapiens es una especie mortal.
 
Dos grandes tipos de movilizaciones parecen dominar el espectro de estos movimientos ciudadanos: las movilizaciones anti-sistémicas realizadas en la última década mediante la participación coordinada de cientos de miles de ciudadanos organizados en pequeños grupos, redes y otras formas novedosas de protesta; y el desarrollo de proyectos territorializados dirigidos a la construcción del poder social mediante formas ecológicamente viables de producción, comercio y consumo, la autogestión y la democracia participativa, por lo común orientados por el nuevo paradigma de la sustentabilidad.
 
¿Cómo se construye el poder social?
 
La movilización de las ciudadanías y sus organizaciones (asambleas de barrios, comunidades, cooperativas, grupos gremiales, organismos de gestión, etc.) alcanza su forma de poder social, cuando se salta de la protesta o la mera resistencia al control efectivo de espacios: barrios de ciudades, comunidades, municipios, cuencas, regiones. Cinco criterios permiten visualizar una plataforma mínima para la construcción del poder civil o ciudadano:
 
(I) El poder social se construye no en abstracto sino en los espacios concretos de los territorios; es decir se realiza una práctica política territorializada, no meramente discursiva.
 
(II) El poder lo construyen los conglomerados sociales (no partidos políticos ni gobiernos, ni empresas o corporaciones) en iniciativas, proyectos o movimientos de carácter multi-sectorial. Es decir, por núcleos organizados y conformados por diferentes actores o agentes sociales, ensamblados mediante el consenso (democracia participativa), y en los que participan tanto los actores locales (habitantes o usuarios de un cierto territorio) como aquellos que sin pertenecer al territorio se encuentran articulados a aquellos a través de los flujos de información, monetarios, asistenciales, educativos y tecnológicos.
 
(III) El poder se construye para favorecer, mantener y acrecentar el control social de los habitantes o usuarios locales o territoriales de una cierta región sobre los procesos naturales y sociales que les afectan, única manera de garantizar la calidad de vida y el bienestar de las ciudadanías locales y regionales.
 
(IV) El poder social se construye en lo concreto de manera incluyente, mediante la orquestación de habilidades, conocimientos y roles, más allá de las particularidades de los participantes, y a través de la discusión, la auto-crítica, la disolución de las diferencias y la complementariedad de visiones y puntos de vista.
 
(V) El poder social requiere, además, de conocimientos acerca de la realidad social y natural del territorio. Por ello resulta importante la participación de científicos y técnicos con conciencia ecológica y social. Ello supone el involucramiento de universidades, tecnológicos y otros centros académicos que se vuelcan a apoyar el proceso de empoderamiento civil, dotados de nuevos enfoques, métodos e instrumentos; es decir de una ciencia y tecnología descolonizada y desenajenada.
 
La construcción del poder mediante las premisas anteriores busca entonces el empoderamiento social (de los individuos y sus familias, las comunidades, las regiones, etc.), frente a y por encima de los otros dos poderes que hoy dominan a la sociedad: el del estado (poder político) y el del mercado (poder económico). En su desarrollo y expansión, el poder social va imponiendo en cada territorio, pautas o modalidades de organización social autogestiva, que al sumarse y unificarse van creando “zonas de resistencia”, que enfrentan cada vez con más fuerza a los otros dos poderes (político y económico), gestando, de paso, nuevas sinergias que se orientan hacia la transformación gradual de la sociedad y que, en ocasiones, terminan por desplazar súbitamente al poder político. Lo anterior supone la creación de “zonas liberadas”, de territorios autónomos donde la organización social logra el control del espacio, los recursos naturales, el abasto, las transacciones económicas, la información, la educación y la cultura.
 
La “micropolítica doméstica”
 
La construcción del poder social comienza en la familia, en la edificación de un hogar autosuficiente, seguro y sano, que comparte con otros hogares una misma “micropolítica doméstica”. Ello se logra mediante la implementación de acciones en relación a aspectos como la alimentación, salud, energía y otros, todo lo cual surge, a su vez, de la toma de conciencia, ecológica y social, de los miembros de la familia, de un cambio de actitudes. En fin, de la adopción de una nueva filosofía por y para la vida.
 
En el caso de la alimentación, se trata de que el hogar alcance donde le sea posible, el auto-abasto de alimentos sanos, nutritivos y producidos bajo esquemas ecológicamente adecuados (agricultura orgánica o sustentable), y su obtención desde redes y mercados solidarios, justos y orgánicos. El hogar debe buscar también la autosuficiencia en agua y energía, lo cual implica la adopción de tecnologías adecuadas, limpias, baratas y seguras. La vivienda debe estar construida con materiales locales, no tóxicos y producidos ecológicamente. Finalmente, la salud se alcanza por el consumo de alimentos sanos, materiales no tóxicos, agua limpia, adecuados dispositivos sanitarios, y el empleo no de una sino de varias tradiciones médicas (por ejemplo, desde la acupuntura hasta las diferentes medicinas industriales).
 
Los hogares autosuficientes, sanos y seguros, conforman las células últimas del poder social, y sólo alcanzan a realizarse cuando forman parte de redes, cooperativas o comunidades de territorios bien definidos. Estos representan un segundo nivel de organización social y surgen de la agregación solidaria de los primeros. Un tercer nivel puede alcanzarse cuando se logra la articulación a escala de barrios urbanos, ciudades pequeñas, municipios y micro-regiones, y así sucesivamente.
 
Todas estas formas de organización se alcanzan más fácilmente cuando existe la participación de “agentes técnicos”: investigadores, promotores, animadores. Sin la construcción del poder social, la toma del poder político (que corre en paralelo) se ve limitado en sus acciones reivindicadoras, incluso se torna inocuo o disfuncional al ser dominado o controlado por las fuerzas anti-sociales (como los mercados dominados por el capital).
 
Latinoamérica – datos clave
Población Total
546,723,509
Población Rural
160,000,000
Población Campesina
65,000,000
Población Indígena
40-55,000,000
Número de lenguas
725
Datos basados entre otros en www.exitoexportador.com; Díaz-Malaquez 2002 (http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/geologia/v05_n10/pla...); indicadores de FIDA 2000; Gregor-Barie, 2003; Moreno-Fernandez, 2006 (www.juridicas.unam.mx/publica/ibrev/rev/derhum/cont/51/pr/pr35.pdf)
 
Sustentabilidad y poder social en Latinoamérica
 
A diferencia de los países industriales, donde existen experiencias ciudadanas en las periferias urbanas y semi-urbanas, o bien ejecutadas por actores neo-rurales (habitantes urbanos que retornan al campo), en la América Latina la mayor parte de las iniciativas encaminadas a construir el poder social es representado por sus poblaciones rurales campesinas e indígenas. Ello, en parte, se explica por la enorme presencia de la población campesina (unos 65 millones) y el gran número de habitantes indígenas (40 a 55 millones), pertenecientes a unas 800 culturas, que en el caso de varios países conforman conglomerados sociales dominantes (Guatemala, Perú, Bolivia, Ecuador), o son propietarios de enormes territorios. Esto último es el caso de Colombia, donde la población indígena representando solamente el 2% de la población nacional, posee el 25% del territorio y el 80% de las áreas forestales; en México el campesinado y las comunidades indígenas detentan la mitad del territorio, las cuatro quintas partes de los bosques y selvas y el 20% del agua; y Brasil con un territorio indígena de 100 millones de hectáreas.
 
El recuento de los movimientos sociales de inspiración ecológica y/o sustentable actuales revela un panorama complejo y notable. Incluye formas incipientes o avanzadas, núcleos autónomos o mezclados con los gobiernos o partidos, y en escalas locales, micro-regionales, regionales o de carácter nacional. Entre los más notables deben contarse el Movimiento de Campesino a Campesino con 10.000 promotores y 500.000 familias beneficiadas en el norte de Centroamérica, y la Asociación Coordinadora Indígena y Campesina de Agroforestería Comunitaria Centroamericana (ACICAFOC), que lleva a cabo proyectos de manejo de bosques, agua y servicios ambientales, eco-turismo, producción y comercialización. 
 
También debe incluirse a la COICA (Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica), organización regional fundada en 1985, representando 400 diferentes pueblos o culturas de 9 países (1.5 millones de personas), cubriendo más de 7 millones de km2. Otras iniciativas son el Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, que en el año 2000 durante su 4o. Congreso (11.000 participantes), adoptan la agro-ecología como su modelo para la producción. A la fecha, el MST ha realizado varias jornadas anuales de agro-ecología (5.000 participantes) y creado 12 Escuelas Autónomas de Agroecología, además del Centro “Chico Mendes” de Agroecología en Paraná.
 
En Cuba, el sector no estatizado y campesino representado por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (231.000 socios en 1998) con 1.689 millones de hectáreas, producen: 85% del tabaco, 81 % del frijol, 67% del maíz, 60% del cacao, 68% de los frutales, 51% de la miel, 50% de las hortalizas, 47% del café, 50% de la acuicultura, 40% del ganado, 37% de la carne de cerdo, 30% de la leche del país. Ellos fueron el único sector productivo que se mantuvo al margen de la tremenda crisis que sufrió el país tras el desabasto del petróleo provocado por la caída de la antigua URSS. El movimiento más avanzado lo conforma sin duda los clubes y organizaciones de vecinos que frente a la crisis alimentaria se organizaron con el apoyo del movimiento agroecológico, para restablecer huertos urbanos orgánicos, un movimiento de autogestión que hoy reúne a miles de ciudadanos. Hacia 2003, 200 mil predios generaron 3.4 millones de toneladas de alimentos, incluyendo el 65% del arroz, 45% de las verduras, 38% de las frutas, 13% de raíces y tubérculos y 6% del huevo. Además, hoy en Cuba también existe un proyecto ecológico nacional que incluye bio-fertilizantes (5 millones de ton para 475.000 ha), control biológico de plagas (276 centros y 4 plantas industriales), áreas naturales protegidas, energía alternativa, manejo y mejoramiento de suelos y otros.
 
En los países andinos las luchas políticas y por la defensa de los territorios se entremezclan con las que se hacen por los recursos naturales, las prácticas agrícolas tradicionales y el agua (como en Cochabamba, Bolivia). Finalmente, en México, disponemos de un repertorio de experiencias por buena parte del centro y sur del país, desde las comunidades y cooperativas productoras de alimentos orgánicos, las organizaciones forestales, las comunidades erigidas en defensa del agua, o con proyectos ecoturísticos, etc. En México existen unas 15 regiones con más de mil comunidades con proyectos hacia la sustentabilidad encabezadas por Oaxaca (616), Chiapas (134), Michoacán (94), Quintana Roo (100) y Puebla (100) y organizaciones estatales y de escala nacional.
 
Iniciativas ciudadanas
Utilizando el parámetro de la huella ecológica por un lado, y el índice de bienestar humano de la Organización de las Naciones Unidas, un grupo de investigadores confeccionaron un método para cuantificar el nivel de sustentabilidad de los países, definido como aquel que alcanza un mínimo grado de bienestar social y un nivel de consumo que no excede la capacidad de renovación de la biosfera (bio-capacidad) (Moran, et al, 2008). La aplicación de ese índice a 93 países, entre 1975 y 2003, reveló que, no obstante los conocimientos acumulados y las medidas adoptadas durante ese período, la sociedad humana se ha vuelto menos, no más sustentable, con excepción de un país (Cuba) (véase www.footprintnetwork.org). Los resultados también ubicaron a Latinoamérica como la región “menos insustentable” del globo.
 
En una región donde se realizan nuevos proyectos políticos mediante el triunfo electoral, también existen innumerables proyectos ciudadanos, esencialmente rurales, que caminan en la vía de la sustentabilidad y el poder social y que conforman formas novedosas de resistencia frente a la crisis de civilización que hoy se padece. Estas iniciativas parecen contener elementos de una enorme importancia porque, a diferencia de los impulsos anti-sistémicos o de la izquierda convencional, ofrecen alternativas territorializadas basadas en lo local, la autogestión, la democracia participativa o de base y el manejo adecuado de los recursos de la naturaleza. Por todo ello, es posible anticipar que en el futuro inmediato estas iniciativas cobrarán una mayor importancia y serán los ejes o pivotes de nuevas fórmulas emancipadoras (llámense “modernidad alternativa”, “decrecimiento” o “post-desarrollo”), en las que un cambio en las articulaciones de los grupos humanos con la naturaleza correrá en paralelo con nuevas formas de relaciones sociales. Todo indica que es este el camino que permitirá superar la crisis, de carácter global, que la civilización industrial ha generado.
Bibliografía
 
Moran, D, et al 2008. Ecological Economics 64: 470-474
 
Toledo, V.M. 2006. Ecología, Espiritualidad, Naturaleza. Jitanjáfora Ediciones. 175 pp.
 
Toledo, V.M. 2001. La Paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa. UNAM y Ediciones Quinto Sol.
 
Zermeño, S. 2004. La Desmodernidad Mexicana. Editorial Océano.
 
Zibechi, R. 2006. Espacios, territorios y regiones: la creatividad social de los nuevos movimientos sociales. Contrahistorias 5: 39-60.
 

- Víctor M. Toledo, mexicano, es docente e investigador en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas, Universidad Nacional Autónoma de México.

https://www.alainet.org/pt/node/141374

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