La insoportable liviandad de los constructores del Desierto
- Opinión
En un editorial publicado el domingo 19 de abril de 2009, por el diario El País de Montevideo, el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti se despacha a gusto contra quienes no pueden defenderse, porque han sido exterminados. Pese a ello, Sanguinetti, que cuando fue presidente no vaciló en acallar y congelar los reclamos de las organizaciones de los derechos humanos y de la sociedad en su conjunto e hizo lo imposible por evitar el enjuiciamiento a los torturadores y asesinos de la dictadura uruguaya, se dedica a atacar a lo que califica como “la involución del charruismo”. Sanguinetti se relame en denostar a aquel pueblo originario que, como él mismo expresa, fue “barrido” del mapa Oriental y al que despectivamente califica de “tribu” charrua”. Pero veamos algo de lo que dice, y que felizmente, Internet mediante, cualquiera puede consultar en los archivos del diario montevideano:
“No hemos heredado de ese pueblo primitivo ni una palabra de su precario idioma, ni el nombre de un poblado o una región, ni aun un recuerdo benévolo de nuestros mayores, españoles, criollos, jesuitas o militares, que invariablemente les describieron como sus enemigos, en un choque que duró más de dos siglos y les enfrentó a la sociedad hispano-criolla que sacrificadamente intentaba asentar familias y modos de producción, para incorporarse a la civilización occidental a la que pertenecemos.”.
Observen que coincidencias interesantes. En ambas orillas del Río de la Plata , se sigue sosteniendo el mismo discurso, el mismo que esgrimen orgullosos los defensores de la Campaña de Roca. La historia se repite una y otra vez.
Como si el párrafo anterior, no fuese suficiente, Sanguinetti finge bajar los decibeles, y con una inocencia propia de una Caperucita en un bosque repleto de lobos amigos, señala que: “en nuestra vida republicana nadie quiso eliminar a los charrúas como personas sino barrer su toldería, modo de vida incompatible con la vida criolla, refugio de delincuentes, constante aliado del invasor portugués y del "bandeirante" traficante de esclavos, que procuraba allí la gente para secuestrar niños guaraníes o mujeres blancas y venderlas en Brasil.” ¿No nos suena como familiar la letra de este tango trágico? ¿No nos suena a la naturalización de la victima transformada en victimario? ¿A la transformación de aquel que es despojado, en saqueador? No olvidemos aquellas penosas estrofas del Martín Fierro “Ha nacido indio ladrón y como indio ladrón muere”. Tampoco olvidemos quien convirtió en nuestro poema Nacional al Martín Fierro. Fue nada menos que Leopoldo Lugones, el hombre que glorificó al golpe del fascista Uriburu, y cuyo hijo, fue el famoso Comisario General Lugones “inventor” de la picana. Nada menos. Retomando al ex presidente, todos los calificativos caen sobre aquellos que fueron “barridos”: son ladrones, contrabandistas, delincuentes, esclavistas, secuestradores.
Más adelante habla de lo “poco genocida” que fue la campaña contra los charruas. Extraño término en verdad, casi un debería patentarlo como neologismo. Quizás Sanguinetti escuchó de oídas los dichos del autor francés, Jacques Ruffié, que para el desastre demográfico ocurrido en América lo deconstruye con una liviandad increíble denominándolo “genocidio sin premeditación”. Fue un genocidio sin querer, como en el caso uruguayo fue “poco genocida” según la particularísima visión de éste ex mandatario.
¿Cómo es posible que un ex presidente y un académico francés, ambos actuales, sostengan semejantes disparates? Es muy simple, el racismo se encuentra tan naturalizado que cuesta percibirlo. Tantos años de una pedagogía de la desmemoria y de la amnesia colectiva inculcada por la escuela del status quo, tanta dictadura rioplatense, tanta impunidad, llevan a la naturalización de la inversión de las pruebas inculpando a las victimas, aunque estén ya muertas.
Es hora de desterrar esta pedagogía del terror y de la desmemoria que mantiene en la invisibilidad a la historia, las matanzas y los pueblos. Es hora de recuperar la patria fraterna que buscaron hombres íntegros como Moreno, Castelli y Artigas.
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