Agroenergía: la encrucijada agraria del siglo XXI

10/03/2007
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Ante la sobredeterminación absoluta del contexto del calentamiento global y de los impactos del cambio climático sobre todas las formas de vida en el planeta, y el agotamiento paulatino de las reservas de petróleo (además del alto costo que significa mantener el aparato militar para controlar las existentes), la necesidad y la urgencia de promover energías “limpias” para alimentar el crecimiento y el desarrollo económico ocupa un lugar central en los debates públicos en todo el mundo, como si se tratara de un problema nuevo.

En este escenario de crisis energética y transición hacia fuentes de energía “sostenibles y renovables” (como las energías eólica y solar), "es la promoción de la agroenergía a nivel mundial la que de lejos constituye la estrategia mediática más agresiva", recibiendo mayor inversión privada y contando con el apoyo de programas públicos estructurados y de las agencias internacionales en todos los países (Tokar 2007).

Sin embargo, no conocemos aún cuáles son las posibilidades reales y las limitaciones de la transición de la matriz energética e industrial del petróleo (incluyendo los combustibles, pero también los plásticos, la industria química, los textiles, etc.) hacia las energías renovables como la agroenergía y los biocombustibles, entre otras.  Sabemos que estas nuevas matrices y tecnologías serán adoptadas progresivamente, a lo largo de las próximas décadas, y lo que será “el fin de la civilización del petróleo”, es, por ahora, un proceso de transición, búsqueda y experimentación de alternativas, que se inicia apostando fuertemente por la agroenergía, sea ésta o no factible y viable a largo plazo.

Este movimiento agrícola global para atender la demanda mundial de energía significa desde ya una ofensiva, todavía poco dimensionada en sus efectos, sobre las áreas rurales, a pesar de que las evaluaciones de estos impactos en América Latina y en Brasil ya indican que la asociación entre el agronegocio y los biocombustibles amenaza con intensificar el modelo de agricultura industrial y la propagación de los transgénicos, afectando la biodiversidad, los territorios indígenas, las poblaciones y los modos de vida tradicionales (Bravo 2006, Schlesinger 2006la).

Esta lectura de este fenómeno ha ganado espacio y ha motivado declaraciones de organizaciones y coaliciones ambientalistas de varios países (RALLT 2007, GRR 2007 2006, GFC 2006) que denuncian la amenaza que representa la fiebre de los biocombustibles e incentiva a otros sectores de la sociedad, como los movimientos campesinos y la pequeña agricultura, a tomar parte en este debate político que urge acciones coordinadas entre el Norte y el Sur.

Sintonizando con esta coyuntura, proponemos una lectura parte de que la apuesta por la agroenergía y los biocombustibles es una estrategia global para la reproducción del capitalismo, que viabiliza la continuidad del proceso de producción y circulación de mercancías, y que tiende a concentrar todavía más las empresas que ya detentan el control sobre las cadenas del sistema agroalimentario mundial.

En esta etapa de acumulación, la expansión del agronegocio de la energía y sus efectos se caracterizan por ser un nuevo vector de conflictos socio-ambientales, en especial por sus implicaciones en la soberanía alimentaria, en la medida que, entre las contradicciones que encierra este modelo global, se destaca el esfuerzo por integrar la agricultura familiar y campesina al modelo de agricultura de energía como solución para la generación de empleo, renta y permanencia de la población en el campo.

Sin embargo, esta integración alterará sustancialmente la correlación de fuerzas, la relevancia y el sentido de la lucha por la reforma agraria, ya que la cuestión más relevante en estos tiempos de agroenergía estará determinada -incluso para los partidarios entusiastas del modelo- por “los términos en los cuales se definirá la competencia por tierra agrocultivable (y agua) entre los cultivos de energía y los de alimentos en el mundo” (Brown 2006).  Esta competencia define los términos de la cuestión agraria en el siglo XXI.

Antes de asumir apresuradamente la tarea de producir el combustible que el mundo necesita, en el ritmo que este patrón de producción, consumo industrial y acumulación del capital nos impone, es fundamental reflexionar profundamente sobre lo que queremos y estamos plantando para el futuro.  De hecho, es importante considera si estamos rompiendo con nuestra matriz colonial y de dependencia o sólo actualizando los términos de la explotación y reiterando antiguas ecuaciones de sumisión.  En esta lógica, cabe considerar, críticamente, hasta qué punto el discurso de promoción de la soberanía energética se plantea a expensas de hipotecar las premisas de la soberanía alimentaria.

Agroenergia: el nuevo frente del agronegocio

Como podemos comprobar en Brasil, a diario la población es alertada de que está viviendo un momento histórico de cambio de paradigma: de la era del petróleo, a la era de los biocombustibles y de la agroenergía, en la que la “energía se siembra”.

En esta era, la tendencia es que el rol de la agricultura, en la definición de la economía global y del capitalismo, se vea claramente fortalecido, en la medida en que tendrá un vasto y virtualmente ilimitado mercado para la producción de combustibles para automóviles.  "Países tropicales y subtropicales que pueden producir caña de azúcar o aceite de palma africana serán capaces de explotar completamente sus condiciones naturales que permitirán condiciones de crecimiento a lo largo de todo el año, confiriéndoles una fuerte ventaja comparativa en el mercado mundial".  Los productos agrícolas ahora serán disputados por las cadenas de la agroindustria, pero también por las biorefinarías y petroquímicas, es decir, visto como algo "positivo", el precio de la comida será determinado por la competencia entre el supermercado y la gasolinera, hecho que, para los entusiastas del modelo, "deberá favorecer los precios pagados a los productores rurales, además de resolver la presión social para crear oportunidades de trabajo y desarrollo en el campo" (Brown 2006).

Para tener una idea de la importancia del nuevo papel atribuido a la agricultura y al campo en el marco de la economía mundial, para sembrar cultivos destinados a producir   agrocombustibles,  especialmente líquidos para automotores, y de cómo esta tendencia debe crecer en el corto plazo, la FAO estima que “en los próximos 15-20 años veremos a los biocombustibles generando el  25% del total de la demanda mundial de energía”. Sin embargo, esta previsión no es acompañada por ninguna previsión oficial de la FAO sobre la extensión o localización de las tierras que serán ocupadas para la producción de estos nuevos cultivos.

No obstante, como cualquier otra actividad agrícola, el futuro y la posibilidad de expansión de la agroenergía en el mundo depende de dos factores indisociables: tierra agrícola y agua. En Brasil,  estimaciones oficiales indican que hay 100 millones de hectáreas disponibles  para el desarrollo de los cultivos energéticos (sobre todo de la soja, caña de azúcar, palma africana y bosques energéticos). De este dato, se excluyen las áreas protegidas, los parques nacionales y las tierras ya ocupadas con cultivos agrícolas alimenticios y fibras.

Otra estimación es más preocupante: ‘La primera ventaja comparativa de Brasil  proviene de la posibilidad de incorporar nuevas áreas a la agricultura de energía sin competir con la agricultura de alimentos y con los impactos ambientales limitados a lo socialmente aceptado. Así, el área de expansión de los cerrados, la integración agricultura-ganadería, los pastos degradados, las áreas de repoblación y las actualmente marginadas –como el Semiárido Nordestino– suman cerca de 200 millones de hectáreas” (Plan Nacional de Agroenergía 2006-2011, p.50).

Soberanía alimentaria Vs. agronegocios


Al radicalizar el modelo de integración de la agricultura en los moldes del sistema que tenemos hoy, optar por la agroenergía -y con esto, una radical disputa para asegurar el control estratégico de la Tierra- amenaza con hipotecar definitivamente las premisas de la soberanía alimentaria, tanto práctica como políticamente.

La relación con la soberanía alimentaria como bandera política evoca hoy la trayectoria de una década de defensa del derecho de los pueblos a autodeterminar su producción y las políticas agrícolas, de acuerdo a sus necesidades internas, antes que suplir las exportaciones.  En este principio central también se basa el protagonismo de los movimientos sociales del campo, aglutinados en la Vía Campesina, en el contexto de la resistencia a la globalización y la reorganización de la izquierda mundial, en el movimiento “por otro mundo posible”.

Pensar cómo se articulan las contradicciones entre la agroenergía y la soberanía alimentaria tiene como objetivo promover la coordinación y la coherencia entre el discurso y las prácticas de los movimientos campesino y ambientalista, desde una visión ya indisociable de reforma agraria, aliada a la defensa de la biodiversidad, y de un proyecto integral de transformación de la sociedad y redefinición de la izquierda, sobre bases ecológicas

Así como la necesidad de ecologizar la política, la politización de las graves amenazas ecológicas (además del ecologismo de mercado) refuerza el sentido de abrir un diálogo con sectores amplios de la sociedad sobre la urgencia de reducir drásticamente el patrón de producción y consumo de mercancías, y con esto, de la demanda de energía que deberá recaer sobre el campo.  Estas cuestiones se relacionan directamente con los grandes temas que afectan el conjunto de la sociedad, tales como el cambio climático y el calentamiento global, pero también el modelo económico y el papel que tienen hoy los agronegocios.

En América Latina, y en especial en los países del Cono Sur, el modelo de los agronegocios –emblematizado en la expansión de la soja– es hoy el gran proyecto político que domina los criterios de inserción de nuestra región en el mercado global.  El proceso de territorialización productiva del agronegocio (Moreno 2005), como eje de integración de la región, concretada y visibilizada en el mega plan de los proyectos del IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de Sur América), determina el sometimiento de los ecosistemas y de los recursos naturales para la producción de materias primas de exportación, impuesta como la única vía de desarrollo y de progreso de nuestros países.

En esta perspectiva, más allá de la evaluación pragmática de los programas de agroenergía y sus impactos locales en los arreglos productivos, generación de empleo, renta, permanencia del hombre en el campo, autoabastecimiento energético, etc., es crucial tomar cierta distancia, utilizando una analogía, para mirar el bosque y no sólo el árbol.  Esta crítica resulta una tarea inmediata, sobre todo en el contexto nacional, puesto que Brasil es el mayor promotor de este modelo en el mundo, además de incentivar los biocombustibles como vector central para la integración energética y económica del MERCOSUR.

La implementación del modelo de producción y exportación de biocombustibles de los países del Sur para atender las necesidades de consumo de los países del Norte puede, por lo tanto, caracterizar la forma más reciente de legitimar la ocupación de nuestros territorios, dominados por los agronegocios y por las transnacionales, perpetuando el proyecto colonial, de sumisión de los ecosistemas y de los pueblos al servicio de la producción y el mantenimiento de la forma de vida de otras sociedades.

Retos para la agenda política

Los desafíos, mucho más que las oportunidades que surgen con la apuesta por la agroenergía y por los (agro) biocombustibles, deberían ser asumidos urgentemente en la agenda política de aquellos que defienden la soberanía alimentaria, principio que corre el riesgo de volverse obsoleto e ineficaz para dar cuenta de la coyuntura que se presenta y que impone una reflexión consecuente sobre lo que representa la arremetida y la estrategia global de la agroenergía.

Sin solucionar la situación de desnutrición y de hambre en que viven millones de habitantes del planeta, y aún más, con la distorsión vigente de los precios agrícolas en el comercio mundial, en función de las políticas de dumping y de la concentración de poder en unas pocas empresas que controlan el sistema agroalimentario mundial (lo que es señalado como causa principal de la destrucción de la agricultura campesina y familiar y del consecuente éxodo rural en todo el mundo), la expansión y la utilización masiva de cultivos alimentarios industriales para abastecer la producción y exportación de combustible para el transporte y circulación de mercancías y para sustentar el modo de vida de la sociedad urbano-moderna-industrial de los países del Norte, deberá constituir una cuestión central no sólo para las poblaciones del campo sino para el conjunto de la sociedad.

Este es el proyecto en curso y, se puede suponer, como ocurre hoy con las reservas de petróleo, que la transición hacia los biocombustibles introducirá una nueva geopolítica para asegurar el control de estos territorios, concentrando todavía más el poder en las empresas transnacionales que, en el marco de la biotecnología, del paquete tecnológico de los transgénicos y del régimen internacional de comercio y protección de la propiedad intelectual (TRIPS/OMC), les garantizará el control estructural sobre la producción mundial de alimentos.

El proceso que llevó a la formulación y negociación del Protocolo de Kyoto (1997) es resultado del reconocimiento de la comunidad internacional de que el “calentamiento global” es producto de dos siglos de actividad industrial alimentada por la quema del carbón y los combustibles fósiles, y de la creencia en el desarrollo y en el progreso de la forma de civilización urbana-moderna, en concreto materializada en aquello que comemos, con qué nos vestimos, en qué habitaciones vivimos, cómo nos transportamos, cuánta agua y energía consumimos en función de nuestro ideal de comodidad y bienestar, cómo y qué tipo de mercancías producimos.

Para resolver la crisis de energía que consume a este modelo de sociedad, viabilizada a través de la agroenergía, las bases de reproducción del capitalismo están siendo redefinidas para su mantenimiento.  La centralidad de la crisis energética para el proceso de acumulación del capital –con el término de las reservas de petróleo– tiene la capacidad de impulsar un debate global sobre otros modos de producción de vida con un proyecto radicalmente distinto.  En el centro de la discusión está el papel fundamental de los biocombustibles para mantener esta misma forma de sociedad o transformarla.

Referencias citadas:

Bravo, E.  (2006), Biocombustibles: encendiendo el debate en América Latina, Ed.  Red por una América Latina Libre de Transgénicos/ RALLT, Quito.

Brown, L.  (2006), How food and Fuel Compete for Land, in Globalist, 01/02/2006.

Moreno, C.  (2006) Soberania energética X Soberania Alimentar: caso do Brasil, Boletim WRM, especial sobre Biocombustibles, n.  112

Plano Nacional de Agroenergia 2006-2011, 2da edição revisada, Ministério da Agricultura, Pecuária e Abastecimento, Secretaria de Produção e Agroenergia. http://www.biodiesel.gov.br/docs/PLANONACIONALDOAGROENERGIA1.pdf

RALLT
(Red por una América Latina Libre de Transgénicos), WRM (Movimento Mundial por los Bosques Tropicales, Rede Alerta contra o Deserto Verde, OilWatch Sudamérica (2007) Queremos Soberania Alimentaria, No Biocombustibles !

Schlesinger, S.  Ed.  (2006a) Agronegócio e biocombustíveis : uma mistura explosiva – Impactos da expansão das monoculturas para a produção da bioenergia .  Núcleo Amigos da Terra/Brasil, Rio de Janeiro

(2006b) Soja: o grão que cresceu demais
FASE e Action Aid, Rio de Janeiro

Tokar, B.  (2007) The New Energy Debates.  Z Magazine online, Volume 20, n.1 Available at http://zmagsite.zmag.org/Jan2007/tokar0107.html

Camila Moreno es becaria semi-senior CLACSO, cursa estudios de doctorado en Agricultura, Desarrollo y Sociedad en la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro.  Es investigadora asociada de Terra de Derechos, Brasil.

* Una versión más larga de este artículo, en portugués, se encuentra en: http://alainet.org/active/16472, con el título: Agroenergia X Soberania Alimentar.

https://www.alainet.org/pt/node/126243
Subscrever America Latina en Movimiento - RSS