Adelante África!
01/02/2007
- Opinión
El Foro Social Mundial realizado en días pasados en Nairobi, Kenia, fue una oportunidad especial para conocer una ínfima parte de África. Los representantes de este continente, como su vida diaria, mostraron que los africanos tienen ritmo propio, ritmo tan universalizable como uno de sus principales problemas: la pobreza.
La pobreza se muestra en dimensiones gigantescas y es común observar, tanto en la vida diaria como en el discurso de propios y extraños, algunos de sus principales efectos: delincuencia, prostitución, sida, corrupción. En segundo término se observan, ya para los observadores más acuciosos, otros efectos como: subordinación, clientelismo, fuga (migración) e integración compleja en los países del norte.
Para quienes vivimos en países con herencia colonial, mucho de lo visto, escuchado y leído no es nuevo, a no ser, claro, la diferencia temporal de los procesos, por ejemplo la mayoría de los países de América Latina ya van a cumplir alrededor de 200 años de independencia, en cambio la mayoría de los países africanos van por los 50. Sin que ello quiera decir que es cuestión de tiempo, pues en la ciencia social es casi ya un consenso evitar ver la historia universal como una sucesión infinita de acontecimientos territorializados.
Tanto en África como en América Latina, la herencia colonial ha configurado una relación muy compleja entre nuestros países independientes y soberanos, sus sistemas de gobierno y sociedad civil, y los países que colonizaron gran parte del mundo e impusieron su régimen de gobierno.
En estas relaciones son cada vez más comunes y crecientes los sentimientos y actitudes contradictorios: la atracción mutua, producto de tantos elementos que los colonizadores terminaron compartiendo o imponiendo, según el punto de vista, con los colonizados: la lengua, imitaciones maltrechas de sistemas legales, impositivos, políticos, noción universal de las aspectos básicos del desarrollo social contemporáneo; por tanto un conjunto de afinidades que están presentes y no se las puede negar. Al mismo tiempo, un proceso de repulsión que por el lado del colonizado reclama la restitución de lo destruido, o transformado, para ponerlo sutilmente, y desde el colonizador la desatinada certeza de las insuficiencias de nuestros pueblos para encontrar un camino adecuado a sus propias aspiraciones.
Desde la reflexión boliviana, es necesario rescatar y avanzar en la construcción más fina del concepto de descolonización que ha tenido resonancia política en los últimos años y es central en el discurso y algunas acciones del gobierno del MAS, encabezado por Evo Morales. Como algunos entendemos, descolonizar es mirar el pasado con el ánimo de descodificar el presente, comprenderlo, en la necesidad de enriquecer la vida institucional, modificarla, transformarla, quitarle aquellos elementos que agobian a los países y que se han enraizado en sus culturas, en sus nacionalismos y regionalismos. Se trata por tanto de formar una actitud crítica ante la construcción de futuros escenarios institucionales, de manera que por una parte se mantenga la apertura para cambiar las herencias que nos frenan y por otra se promuevan transformaciones respetuosas con las culturas y ambiciosas con los actuales retos de los pueblos. Nótese que evito la sobrevaloración del pasado, así como la fatalidad del futuro.
Descolonizar es un proceso de construcción abierto a la recuperación crítica del pasado y la creatividad con el futuro. Descolonizar es una demanda de los pueblos colonizados, aunque para avanzar en asuntos prácticos es necesaria la transformación de las instituciones internacionales, de las naciones poderosas y de los líderes del mundo. Descolonizar es hacer ejercicios cotidianos, desde el poderoso, para evitar actitudes que a título de solidaridad internacional, seguridad mundial y cualquier otro argumento globalizador imponga criterios y acciones que no han sido debidamente procesados por los actores locales, nacionales y en algunos casos continentales. Descolonizar es hacer el ejercicio, desde el dominado, para evitar la pereza y el cómodo discurso que a título de cambio estructural universal no adopta acciones locales, nacionales y continentales para tomar la historia en sus propias manos.
La sonoridad que Bolivia ha adquirido en el mundo, principalmente en los globalizadores antisistémicos, las apologías de los grandes oradores del círculo del Foro Social Mundial, las infinitas voluntades que los acompañan y embellecen con coros diversos e innumerables, son señales muy claras de lo que fue redundante en Nairobi “pasar de la aclamación a la acción”; empero es necesario escuchar a los que con cautela indican que “hay que preservar el espacio de la sociedad civil”.
En esta coyuntura de agotamiento y reinvención de los espacios universales, es tentador hablar por el otro, por el que se entiende el más desvalido, en este caso es casi de consenso referirse a África. Sin embargo, por mi parte solo diré ¡Adelante África hermana!
Oscar Bazoberry Chali es Director General de CIPCA.
CipcaNotas No 176, Año 6. Enero de 2007. www.cipca.org.bo
La pobreza se muestra en dimensiones gigantescas y es común observar, tanto en la vida diaria como en el discurso de propios y extraños, algunos de sus principales efectos: delincuencia, prostitución, sida, corrupción. En segundo término se observan, ya para los observadores más acuciosos, otros efectos como: subordinación, clientelismo, fuga (migración) e integración compleja en los países del norte.
Para quienes vivimos en países con herencia colonial, mucho de lo visto, escuchado y leído no es nuevo, a no ser, claro, la diferencia temporal de los procesos, por ejemplo la mayoría de los países de América Latina ya van a cumplir alrededor de 200 años de independencia, en cambio la mayoría de los países africanos van por los 50. Sin que ello quiera decir que es cuestión de tiempo, pues en la ciencia social es casi ya un consenso evitar ver la historia universal como una sucesión infinita de acontecimientos territorializados.
Tanto en África como en América Latina, la herencia colonial ha configurado una relación muy compleja entre nuestros países independientes y soberanos, sus sistemas de gobierno y sociedad civil, y los países que colonizaron gran parte del mundo e impusieron su régimen de gobierno.
En estas relaciones son cada vez más comunes y crecientes los sentimientos y actitudes contradictorios: la atracción mutua, producto de tantos elementos que los colonizadores terminaron compartiendo o imponiendo, según el punto de vista, con los colonizados: la lengua, imitaciones maltrechas de sistemas legales, impositivos, políticos, noción universal de las aspectos básicos del desarrollo social contemporáneo; por tanto un conjunto de afinidades que están presentes y no se las puede negar. Al mismo tiempo, un proceso de repulsión que por el lado del colonizado reclama la restitución de lo destruido, o transformado, para ponerlo sutilmente, y desde el colonizador la desatinada certeza de las insuficiencias de nuestros pueblos para encontrar un camino adecuado a sus propias aspiraciones.
Desde la reflexión boliviana, es necesario rescatar y avanzar en la construcción más fina del concepto de descolonización que ha tenido resonancia política en los últimos años y es central en el discurso y algunas acciones del gobierno del MAS, encabezado por Evo Morales. Como algunos entendemos, descolonizar es mirar el pasado con el ánimo de descodificar el presente, comprenderlo, en la necesidad de enriquecer la vida institucional, modificarla, transformarla, quitarle aquellos elementos que agobian a los países y que se han enraizado en sus culturas, en sus nacionalismos y regionalismos. Se trata por tanto de formar una actitud crítica ante la construcción de futuros escenarios institucionales, de manera que por una parte se mantenga la apertura para cambiar las herencias que nos frenan y por otra se promuevan transformaciones respetuosas con las culturas y ambiciosas con los actuales retos de los pueblos. Nótese que evito la sobrevaloración del pasado, así como la fatalidad del futuro.
Descolonizar es un proceso de construcción abierto a la recuperación crítica del pasado y la creatividad con el futuro. Descolonizar es una demanda de los pueblos colonizados, aunque para avanzar en asuntos prácticos es necesaria la transformación de las instituciones internacionales, de las naciones poderosas y de los líderes del mundo. Descolonizar es hacer ejercicios cotidianos, desde el poderoso, para evitar actitudes que a título de solidaridad internacional, seguridad mundial y cualquier otro argumento globalizador imponga criterios y acciones que no han sido debidamente procesados por los actores locales, nacionales y en algunos casos continentales. Descolonizar es hacer el ejercicio, desde el dominado, para evitar la pereza y el cómodo discurso que a título de cambio estructural universal no adopta acciones locales, nacionales y continentales para tomar la historia en sus propias manos.
La sonoridad que Bolivia ha adquirido en el mundo, principalmente en los globalizadores antisistémicos, las apologías de los grandes oradores del círculo del Foro Social Mundial, las infinitas voluntades que los acompañan y embellecen con coros diversos e innumerables, son señales muy claras de lo que fue redundante en Nairobi “pasar de la aclamación a la acción”; empero es necesario escuchar a los que con cautela indican que “hay que preservar el espacio de la sociedad civil”.
En esta coyuntura de agotamiento y reinvención de los espacios universales, es tentador hablar por el otro, por el que se entiende el más desvalido, en este caso es casi de consenso referirse a África. Sin embargo, por mi parte solo diré ¡Adelante África hermana!
Oscar Bazoberry Chali es Director General de CIPCA.
CipcaNotas No 176, Año 6. Enero de 2007. www.cipca.org.bo
https://www.alainet.org/pt/node/119043
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