El movimiento sindical a la hora de la integración regional

11/12/2006
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  • Opinión
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La Cumbre Social por la Integración de los Pueblos que se desarrolla en Cochabamba, Bolivia, del 6 al 9 de diciembre de 2006 tiene, por lo menos, dos significados profundos para todos nuestros países. Confirma que la fase del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), impulsada por los Estados Unidos, con el apoyo de sus aliados regionales, está bloqueada. Y pone en evidencia que se ha abierto la fase de la integración regional entre los países del sur del hemisferio.

Desde los movimientos sociales, y más específicamente desde el movimiento sindical, hemos aceptado el reto de construir propuestas de lo que serían los parámetros para una integración regional de nuestros pueblos, alternativa a los proyectos que nos han querido imponer desde Washington.

Nueva coyuntura regional

Sucedió casi al mismo tiempo. El partido del presidente de los EEUU, George W. Bush, sufrió una fuerte derrota en las elecciones parlamentarias de su país, por un cada vez mas diseminado sentimiento de oposición del pueblo norteamericano a uno de los ejes de su política externa: la invasión y ocupación militar de Irak, donde los costos humanos aumentan día a día y no se avizora un proceso de estabilización del país. Y la victoria del candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) a la presidencia de Nicaragua, Daniel Ortega. Eso, a pesar de que el gobierno norteamericano – a través de su embajada y de enviados especiales en Managua – hizo todo tipo de amenazas a la población de ese país tratando de chantajearla para que no votara en Ortega.


Poco antes, en la segunda vuelta electoral de Brasil, hubo una fuertísima polarización política entre Lula, candidato a la reelección por el PT (Partido de los Trabajadores), y Alckmin, candidato de una coalición de derecha. Uno de los temas de polémica fue justamente el ALCA: Alckmin defendió una reaproximación con los Estados Unidos y criticó la política externa del gobierno Lula de priorizar al Sur. Al explicitar sus posiciones programáticas neoliberales (en este tema y otros como las privatizaciones) Alckmin sufrió una pérdida de casi dos millones y medio de votos (en relación a lo que obtuvo en la primera vuelta), mientras Lula aumentó su caudal en más de 20 millones de votos. Este resultado muestra el descrédito del neoliberalismo en la población. Pero así y todo, las fuerzas conservadoras (con las empresas transnacionales a la cabeza) buscan ahora rearticularse y presionar al gobierno de Lula y a la sociedad brasileña, por lo que solamente la presión de un fuerte movimiento social por la continuidad y profundización de la agenda del Sur impedirá retrocesos.

Pero esos no fueron problemas puntuales para la estrategia del gobierno de Bush.  Hay que considerar que de unos años a esta parte varios países de la región se han liberado de la condición de actores **coadyuvantes de la estrategia norteamericana, juntándose a Cuba hasta entonces el único país que tenía una política externa independiente. Fue así que la principal estrategia de los Estados Unidos para dominar nuestra región, el ALCA, entró en crisis en el 2003-2004, por la acción combinada de varios gobiernos y bajo la presión ejercida por los movimientos sociales en los respectivos países.

Ahora bien, no se habría alcanzado tal escala de resistencia a esa estrategia imperialista sin que ya a finales de los ’90 se hubiera comenzado a articular las acciones de monitoreo por parte de la sociedad civil de lo que venía siendo negociado entre los gobiernos y las movilizaciones de resistencia, con la constitución de la Alianza Social Continental; y sin que a inicios del  2002, con el lanzamiento de la Campaña Continental de Lucha contra el ALCA, se constituyera un amplio proceso unitario continental con los más diversos movimientos sociales en una perspectiva antiimperialista.

Mirando todo el período histórico en que nos encontramos, estos hechos que registramos nos llevan a una conclusión que aunque es obvia, no deja de ser sorprendente y de grandes repercusiones políticas: se ha abierto o se está abriendo una nueva coyuntura regional, donde la dominación imperialista está cada vez más cuestionada y al mismo tiempo los actores sociales, partidarios y gubernamentales se colocan – con reales posibilidades de implementar – proyectos alternativos a los de aquella dominación. Esta Cumbre tiene como una de sus tareas avanzar en ese camino.

Antiguas integraciones y nuevos desafíos

Pero, la idea de una “integración regional” entre países del Sur no es nueva. De hecho, varios procesos de “integración” ocurrieron a lo largo del siglo pasado. Los mismos se dieron, sin embargo, en un contexto de gobiernos que no cuestionaban la hegemonía de los Estados Unidos y, en consecuencia, esa “integración” era apenas otra forma  de hacer de nuestros países un apéndice de la economía norteamericana.

Si miramos  a los procesos sub-regionales que están en curso, como el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), veremos que su constitución no se dio partiendo de las necesidades de los pueblos involucrados, sino que fueron sometidos en su origen y desarrollo a la lógica del programa neoliberal, es decir, a los intereses del gran capital. Así, esos procesos hoy día crujen bajo la presión que viene desde varios países para alterar su carácter y su orientación estratégica.

Sin embargo, por ser procesos entre países del Sur tienen potencialidades que no deben ser desperdiciadas. De hecho, si cada país tratara de construir su alternativa de superación del neoliberalismo aisladamente de los otros, ciertamente encontrará dificultades mucho más graves que si el esfuerzo se da entre varias naciones. Por eso, a pesar de las críticas que tenemos a tales estructuras sub-regionales, continuamos insistiendo en que es necesario aprovecharlas para impulsar otra integración regional.

Ahora bien, concomitantemente a la nueva coyuntura a que nos referimos se plantea un nuevo y aún más desafiante proceso de integración regional: la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN). Esta Comunidad podría ser expresión de las nuevas fuerzas sociales y políticas que vienen moldeando la política regional desde un número creciente de países. Pero ese resultado va a depender de una fuerte disputa que ya está en curso y en la cual los movimientos sociales tenemos que intervenir activamente. 

Fuerzas que tratan de bloquear ese cambio

Pero, ¿sobre qué y con quién se da esa disputa en América del Sur? En primer lugar, hay que ver que las fuerzas progresistas no están solas en el escenario regional. El gobierno de Bush, al fracasar en el ALCA, orientó su presión hacia la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC) con algunos países (como el caso de Chile, Perú y Colombia). Esos acuerdos evidentemente ahora se constituyen en un escollo para que toda la región avance en el sentido de una integración contra-hegemónica. Ahora bien, no es de nuestro interés congelar esa dicotomía entre países sometidos a la hegemonía norteamericana y los que resisten. Debemos buscar formas de reaproximarlos a un proyecto regional común contra-hegemónico.

De otro lado, todo proceso tiene como punto de partida la matriz económica heredada de la historia anterior de nuestros países. Nuestras economías están fuertemente orientadas a buscar su dinamismo en las exportaciones a las metrópolis.  La infraestructura existente en nuestros países nos conecta a los mercados de consumo de Estados Unidos y Europa, pero no a nuestros vecinos. En nuestros países tienen un papel preponderante los grandes capitales transnacionales, sobretodo los norteamericanos. Más recientemente, han surgido también las “multilatinas” (empresas multinacionales cuyas matrices se ubican en países de la región). Esos grandes capitales, aplicados a la producción o a la especulación financiera, presionan a nuestros gobiernos, incluso a los gobiernos progresistas, y tratan de torcer este nuevo proceso de integración para que también se sometan a sus intereses.

Sólo la organización, la movilización y las luchas sociales van a contrarrestar la inercia que las fuerzas conservadoras, apoyadas en esas condiciones económicas, buscan imponer a nuestros países y a los procesos regionales.

Sujetos de la integración contra-hegemónica

Para que podamos salir victoriosos en esta disputa hay algunos prerrequisitos.

En primer lugar, la búsqueda de la unidad de las fuerzas sociales progresistas. Desde la ASC y la Campaña Continental contra el ALCA hemos construido un patrimonio común de luchas unitarias de un amplio abanico de organizaciones sociales que se orientaron a la resistencia contra el proyecto imperialista y que ahora deben apuntar a la construcción del proyecto alternativo. La Cumbre de Cochabamba la entendemos como un momento de esta construcción.

Dentro del sindicalismo regional también estamos abocados a similar tarea. En el marco de la reciente fundación de la nueva Confederación Sindical Internacional (CSI), fruto de la fusión de dos centrales mundiales,  hemos defendido que se avance aún más integrando en la CSI a todas las centrales sindicales nacionales interesadas en luchas unitarias internacionales.  Al interior de este proceso estamos realizando la fusión de la ORIT (Organización Regional Interamericana de Trabajadores) y de la CLAT (Confederación Latinoamericana de Trabajadores) de la cual deberá surgir una nueva central continental. Como parte de esta misma estrategia venimos impulsando la realización de foros sindicales de las Américas (el primero, durante,  la Cumbre en Mar del Plata en noviembre de 2005, el segundo, durante el Foro Social Mundial en Caracas,  en enero de 2006, y el tercero se llevará a cabo en Cochabamba) que convocados por la ORIT cuentan con la participación activa de centrales sindicales de todas las orientaciones político-ideológicas de nuestro continente, sin exclusiones:  un caso singular de experiencia unitaria en el sindicalismo mundial, que no tiene paralelo en otro continente, por lo menos desde finales de la década del 40 del siglo pasado, cuando se inició la “Guerra Fría”.

En segundo lugar, nuestra intervención en el proceso de integración tiene que buscar cambiar la agenda prioritaria establecida por los gobiernos. Los temas sociales tienen que ganar una prioridad que hoy día aún no los tienen. El movimiento sindical continental ha presentado la Plataforma Laboral de las Américas, proponiendo un conjunto de puntos que, aplicados, significarían una recuperación de la perspectiva de derechos sociales, laborales y sindicales que los gobiernos neoliberales buscaron borrar en los años de auge neoliberal. Esta perspectiva solo se cumplirá si la integración regional se combina con un esfuerzo para superar la fase neoliberal a que fueron sometidos nuestros países.
 
Por último, no habrá otra integración regional sin participación del pueblo organizado en las decisiones que tomen los gobiernos. La CSN debe crear espacios donde los más diversos movimientos sociales de cada país puedan recibir información, exponer sus puntos de vista, definir prioridades para la integración y monitorear lo que efectivamente los gobiernos realizan. Si para parar al ALCA se combinó la acción de gobiernos y la movilización social, también para avanzar en una integración regional que cuestione la hegemonía norteamericana y que apunte a la superación del neoliberalismo en nuestra región,  necesitaremos, nuevamente, de la acción de gobiernos combinada con la presión de movimientos sociales comprometidos con el cambio, partidos de izquierda y progresistas aliados a esa perspectiva, la intelectualidad progresista, las iglesias que han hecho una opción por los pobres, entre otros sectores sociales.

- João Felício, es secretario de Relaciones Internacionales de la Central Única de los Trabajadores (CUT) de Brasil.

https://www.alainet.org/pt/node/118704
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