China: La política exterior

14/07/2005
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
III.- La política exterior de China En ningún otro país es más obvia la relación entre política interior y política exterior que en China. Toda política exterior es una extensión de la política interna que promueve un gobierno. En China todo lo que se hace hacia fuera tiene un referente directo y explícito en lo interno. China pasó por una época de más de un siglo (1829-1949), en que Europa y después EEUU, también, la abordaron, la sometieron y la violaron mediante engaños diplomáticos, maniobras financieras y guerras. Un paseo por la costanera de Shanghai refleja a través de la arquitectura de sus sólidos edificios sobre una ribera la presencia de las “colonias” europeas que dominaban China en el siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX. Incluso, un museo en la torre de televisión “Perla Oriental”, que domina a Shanghai, reproduce ese período de la historia china. Es un recordatorio, dicen los chinos, de que esa historia no se repetirá. China no será más colonia de país alguno y que el trabajo de su pueblo sólo será para beneficio de sus propios hijos. Cuando triunfó la revolución en 1949, la “nueva” China fue inmediatamente rodeada militarmente por EEUU y sus aliados europeos. El Partido Comunista, que encabezó la revolución, recurrió de una vez a la fuerza de la enorme población campesina del país. Para defender el país del enemigo externo tuvo que organizar a los productores del país. Los ataques contra China provenían del Pacífico y del sur-este. La cordillera Himalaya la protegía en el sur y hacia el norte y oeste encontró a un aliado en la Unión Soviética. Desarrolló una política exterior dual: Defensa contra la agresión norteamericana y acercamiento hacia la URSS. En el plano interno China tuvo que dedicarse a reorganizar su economía para producir los alimentos que necesitaba su población y, además, a crear las defensas contra las agresiones exteriores. En apenas 20 años logró ambos objetivos. Rechazó las agresiones norteamericanas y logró aumentar la producción de alimentos a los niveles básicos que demandaba su población. En el camino neutralizó a EEUU y, también, rompió su alianza con la Unión Soviética debido a diferencias estratégicas. Con la reconstrucción del país se inició otro período en la historia china. EEUU reconoció la importancia de China y estableció relaciones exteriores en 1972. Ya lo habían hecho otros grandes países industriales de Europa. En pocos años China tenía relaciones diplomáticas con casi todos los países del mundo y era dueña de una curul permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. EEUU reconoció diplomáticamente a China pero nunca cambió su política militar de agresión. Mantuvo y sigue manteniendo un gobierno rebelde en la isla china de Taiwán. Le suministra armamentos y mantiene relaciones comerciales muy importantes. Los gobiernos de turno en Taiwán que antes se proclamaban los legítimos gobernantes de toda China ahora tienen una posición ambivalente. Un partido quiere la independencia otro sigue con ideas de grandeza pasada. La China de Pekín le ha planteado a la isla de Taiwán un arreglo político que implica reconocer un país, con dos sistemas. Es decir, que Taiwán se reincorpore a la madre China conservando sus instituciones económicas y políticas. Taiwán perdería su política exterior y su ejército. (De hecho, su política exterior y su ejército son instituciones diseñadas en Washington). La propuesta de Pekín es muy similar a la negociada con Hong Kong. La política exterior de China es milenaria, hace cuatro mil años sus marineros navegaban los mares comerciando y estableciendo tratos con pueblos de todos los puntos cardinales. Su poderío, sin embargo, no estaba en el océano o en los pueblos lejanos. China siempre sabía que toda política exterior exitosa depende de la fuerza que tiene el país en su interior. Cuando Pekín se olvidó de esta regla, o fue obligado por las potencias occidentales a entregar sus riquezas internas, fue derrotado y sometido a la más humillante sumisión. La revolución china cumplió 50 años y la realidad mundial es otra muy distinta. Sin embargo, China tiene muy clara cual es su estrategia para el futuro. Por un lado, convertirse en un país con una estructura social capaz de ofrecerle a toda su población los elementos más avanzados en materia de organización y producción. Esto implica bienestar y seguridad (defensa). Su política exterior es un calco de esta estrategia para el desarrollo interno del país en el siglo XXI. China se ha convertido en el centro industrial del mundo. Tiene las fábricas más avanzadas, cuenta con las tecnologías más sofisticadas, está enviando astronautas al espacio y tiene el sistema educativo más grande del mundo. Su política exterior es integrarse al mundo moderno desde arriba, participando al nivel más alto. EEUU, Europa así como Japón e, incluso, Rusia, habían preferido una China sumisa, abierta a la explotación internacional. La realidad, sin embargo, no se puede acomodar a los deseos. (La realidad no se acomoda a la teoría). Las potencias han aceptado la realidad de la Nueva China y están haciendo negocios con el país más poblado del mundo (1.4 mil millones de habitantes). En la actualidad, China es el país más productivo del mundo después de EEUU al cual pronto sobrepasará. China es el segundo usuario más grande del Canal de Panamá. Ocupa el segundo lugar en producción naviera. Es el importador más grande de hierro y cobre. Hace apenas algunas décadas, China tenía una población que pasaba hambre bajo regímenes que se dejaban dictar políticas internas. En la actualidad, ha experimentado un giro de 180 grados. Hice un paseo por el río Yangste, en Shanghai, y pude observar el Bunde (lo viejo) de un lado y del otro a Pudong (lo nuevo). Lo que más me impresionó no fueron los edificios. Fueron los miles de chinos que paseaban conmigo sobre el río en decenas de naves turísticas. No había un solo indicio de esa China imperial que terminó entregada al colonialismo occidental. En sus caras se reflejaba decisión y entusiasmo. - Marco A. Gandásegui, hijo, es profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e Investigador asociado del CELA. Texto parte de una serie de 10 artículos que el autor preparó después de realizar una gira de diez días - entre el 20 y 29 de abril de 2005 - como miembro de una delegación de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá que visitó cinco ciudades, privilegiando centros académicos, productivos y culturales de la República Popular de China.
https://www.alainet.org/pt/node/112562
Subscrever America Latina en Movimiento - RSS