Mitología del cuerpo

04/08/2003
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El cristianismo platónico dividió, con espada maniqueísta, cuerpo y alma. La Iglesia se apropió del alma y entregó el cuerpo a los cuidados del brazo secular. Enemigo de la carne, el espíritu se creyó tanto más cercano a Dios cuanto menos encarnado fuera. Por eso, el matrimonio, un sacramento, llegó a ser considerado por la teología agustiniana "estado de pecado consentido", y el sexo, portal de Satanás. Por su lado, el brazo secular, instituciones públicas y privadas, traficaba con cuerpos de esclavos y prostitutas, y entregaba a la tortura inquisitorial el cuerpo cuya lengua no profesara que la verdad es hija de la autoridad eclesiástica. Ahora el cuerpo se niega a ser rehén del espíritu. De la esquizofrenia del alma irguiéndose sobre la carne pasamos a la carne superpuesta al espíritu. Modelado por la erotización del mercado, el cuerpo adquiere valor proporcional a su adecuación a los criterios de belleza estimuladores del consumo. En un país de hambrientos y de cuerpos escuálidos, lo llamativo de las formas induce a un puñado de hombres y mujeres a someterse a regímenes y tratamientos crueles. Gastan tiempo y dinero para adecuarse a los cánones de la vanidad física, como la araña que teje su propia tela narcisista, de la cual se vuelve prisionera. No existen academias especializadas en la mortificación del espíritu y todavía no se inventó la transfusión de conocimientos y valores de una persona a otra o del computador a la mente, de modo que se hicieran coincidir la estética de la apariencia con la belleza de la esencia. De la ascética mortificadora del cuerpo pasamos ahora a su exaltación pagana. En el deporte se le exigen desempeños cada vez más excepcionales, sobre todo en agilidad (gimnastas y jugadores) y velocidad (corredores y nadadores). En el trabajo se le impone una carga estresante, sea en la actividad física, mal remunerada, sea en el esfuerzo mental. En casa se le llena de medicamentos, para dormir o para despertar, para reducir la melancolía o para mejorar sus contornos. En cuanto a esto, el avance tecnológico nos desapropia del cuerpo. ¿Qué hacer con él si ya no produce? Y la libido es controlada socialmente como valor comercial. Es lo que Marcuse llamó "resublimación represiva" de la sexualidad. El cuerpo esculpido según el modelo griego desnudo, sano, fuerte y bello, es la creación mitológica más reciente, aunque desprovisto de alteridad. La liberación aleja de la lucha de clases para centrarse en el cuerpo, ya que el neoliberalismo trata de suprimir la pregunta sobre el sentido de la existencia. Para él basta con disfrutarla. Merleau-Ponty enfatizaba que tenemos un cuerpo y somos nuestro cuerpo. Invertimos en su preservación (prácticas higiénicas y culinarias), en su presentación (cosméticos y vestuario) y en sus expresiones afectivas (señales emocionales). Tales expresiones son nuestro talón de Aquiles, sobre todo si nuestro cuerpo es un pozo de rencores, resentimientos, envidias, y hace de la lengua un puñal afilado que rebana, en tiras de desamor, el respeto al otro. En Jesús Dios asume el cuerpo humano. "El Verbo se hizo carne", proclama el evangelio de san Juan. La práctica de Jesús se caracterizó por el rescate del cuerpo: si estaba enfermo lo curaba; si estaba oprimido lo liberó; si condenado, perdonado; si excluído, lo acogió. Y siempre lo amó. Jesús dejó que tocaran su cuerpo, hasta el punto de que una prostituta le lavó los pies y se los secó con los cabellos, los besó y los ungió con perfume (Lucas 7,36-50). E hizo de dos recursos indispensables para la sobrevivencia del cuerpo, la comida y la bebida, pan y vino, sacramento, en el cual su cuerpo eucarístico nos es dado como alimento para la vida eterna, desde que, ahora, sepamos, en el amor, dar testimonio de que la vida es tierna. Creo que el Universo es el vientre en el que estamos siendo engendrados para la vida donde todo dolor será erradicado por la soberanía del amor. Traducción de José Luis Burguet.
https://www.alainet.org/pt/node/108100
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