Visiones y silencios mediáticos
21/04/2002
- Opinión
"En la medida que pasaban las horas del sábado (13 de abril) y pasaba de
canal a canal, me parecía que estábamos en Suiza, que aparentemente en el
país no estaba pasando nada, cuando en realidad había tantas cosas en la
calle, pero que favorecían el regreso de Chávez, que los medios optaron por
el silencio y eso me causaba más stress". Esta opinión de un estudiante de
Comunicación Social, en el marco de una reflexión en aula, refleja lo que
vivió la mayoría de la población de Venezuela en un día crucial para nuestra
sociedad, en el cual los medios hicieron silencio.
Este silencio tuvo una mayor resonancia porque el papel de los medios de
comunicación, en los días previos, fue más de bien de estruendo, de hacerse
sentir y de hacernos partícipes a todos, minuto a minuto y detalle a detalle
de lo que aconteció durante el jueves 11 y el viernes 12 de abril:
multitudinaria marcha de oposición, muertes en el centro de Caracas,
alocución presidencial con la pantalla dividida para seguir presentando lo
que ocurría en las calles, derrocamiento del presidente Chávez y asunción
provisional de Pedro Carmona.
He conversado con al menos una decena de periodistas en ejercicio
profesional, ninguno asume como propia la versión dada por los canales de
televisión y principales periódicos, de que las amenazas "chavistas" (que son
ciertas) hayan sido la razón verdadera para hacerse eco de un dramático
silencio informativo. Algunos de esos colegas, especialmente los de prensa
escrita, tuvieron en sus manos información importante que sencillamente se
encontró con la orden de que no circularía la prensa ese domingo 14 de abril.
Un estudiante se preguntaba cómo podría ser la tarea de un historiador,
dentro de 20 ó 30 años, que intente reconstruir lo ocurrido en estos días de
abril y su fuente sea -entre otras - estos medios. Será, seguramente, una
lectura incompleta.
El país pasó de un extremo a otro en 48 horas, con el derrocamiento de Chávez
por el alto mando militar, la instalación de un gobierno interino encabezado
por Carmona y el regreso al poder del jefe de Estado elegido en las urnas en
diciembre de 1998. La cobertura informativa, general pero especialmente la
televisiva, también pasó de un extremo a otro entre el jueves y el domingo.
La abundante e inmediata información sobre la caída de Chávez y el ascenso de
Carmona tuvo como contracara el casi absoluto mutismo sobre el retorno del
presidente.
Esta crisis política vivida en el país pone sobre el tapete la necesidad de
debatir sobre la responsabilidad de los medios de informar a la ciudadanía
más allá de sus intereses.
Los medios asumieron un rol opositor, se asumieron como representantes de una
oposición al presidente Chávez, y al encauzar sus labores diarias en esa
línea perdieron de vista que su rol social primordial es informar, contarle a
sus lectores y audiencias lo que efectivamente ha ocurrido, aún cuando esto
vaya en sentido contrario a lo esperado (y aupado) por la persona y la
empresa que informa.
En algún momento, para tratar de zanjar una innecesaria polémica iniciada por
él mismo, Chávez ha hecho deslinde entre los periodistas, que a fin de
cuentas son empleados, y los medios, que son empresas y sus propietarios.
Esta experiencia debería colocar en debate no sólo la parcialidad del medio,
sino también la responsabilidad del periodista, en medio sí de duras
presiones, pero teniendo en claro que su nombre o su cara son los que dan la
imagen (parcializada o imparcial) de un medio.
La tarea de informar en sí misma no resulta fácil si se le pretende hacer con
profesionalidad y una buena dosis de imparcialidad. Ambos elementos se
relacionan, sin duda. Cuando un reportero sale a la calle además del
grabador va con su corazoncito, sale con sus propias creencias o visión del
mundo, pero de ningún modo eso debe ser una plataforma de proyección a través
de la cual informe lo que pasa.
Lo que vimos en abril, y hemos venido viendo en los últimos meses, va en otro
sentido y se refleja cuando una misma periodista asume actitudes tan
diametralmente opuestas si su entrevistado es oficialista o de oposición; al
primero casi no lo deja hablar y le pone en entredicho cada afirmación, con
el segundo es tan indulgente que nunca lo cuestiona a lo largo de la
entrevista. Eso lo tenemos a diario.
No será en este espacio en el que analizaremos la política estatal, aunque es
imposible dejar de mencionar la errática conducción de los medios del Estado,
durante el gobierno de Chávez, que al quejarse de la "conspiración mediática"
de las empresas privadas, ejerce similar actitud desde los aparatos
comunicacionales oficiales.
Una muestra de ello lo hemos tenido en los diferentes rounds entre gobierno y
oposición de estos meses: la pantalla oficial encadena al resto con sólo una
cara de lo que pasa, mientras que la pantalla comercial también se encadena
entre sí para mostrarnos apenas una parcialidad del país. Esa esquizofrenia
mediática, como la bautizó Tulio Hernández en un artículo reciente, nada bien
le ha hecho ni al gobierno (que es de todos y no sólo de los que le apoyan),
ni a los medios, cuya credibilidad -que también es para todos- debe ser
puesta seriamente en duda por actuar como una de las partes en conflicto en
el marco de esta crisis.
El presidente Chávez ha hecho un uso excesivo y arbitrario de las cadenas
nacionales de radio y televisión, como advirtió la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH). Es un error tremendo creer que con las cadenas, el
gobierno logrará contrarrestar la prédica opositora de los medios de
comunicación. Pero igualmente fallida, en aras de dar respuesta a su misión
de informar, han tenido las empresas y los periodistas que de forma marcada
han silenciado una parte de lo que pasa en el país.
Los hechos ocurren, pasan, aunque no se presentan a través de la visión
massmediática, pues los medios sólo reflejan una realidad (o una parcela de
la ella) y no la crean, aunque muchos -incluidos altos funcionarios
oficiales- lo crean así.
El presidente de Globovisión, Alberto Federico Ravell, negó que existiera un
acuerdo entre los canales de televisión para ocultar las manifestaciones
"chavistas". Globovisión, al transmitir 24 horas de noticias al día, es
decir que su función principal es informar, fue el canal que más se colocó en
falta el sábado 13 de abril cuando en su pantalla no se reflejaba lo que
ocurría en las calles. Ravell, en el corto mandato de Carmona, había dicho
el día 12 que las televisoras rompieron el cerco que Chávez intentó ponerles
poco antes del golpe de Estado, cuando ordenó sacar del aire sus señales.
"Nos la jugamos", afirmó el presidente de Globovisión en esa oportunidad.
Gracias a sistemas satelitales y a la televisión por cable, varios canales
venezolanos esquivaron la censura que intentó poner el gobierno, el jueves
11. Sin embargo, no exhibieron esa misma audacia y prefirieron retraerse
ante los riesgos que implicaba salir a la calle a reportar el inminente
retorno de Chávez al poder.
Desde afuera del manejo de empresas mediáticas, pero estando en la línea de
informar como periodista en ese momento, un grupo de estudiantes de
comunicación nos sugería que ante una situación tan dramática como la vivida,
y para justamente contrarrestar la imagen "antichavista" con la que son
vistos por los "chavistas", los medios debieron "ingeniárselas" para informar
y demostrar que, a pesar de las amenazas, defienden la libertad de expresión
y el derecho a la información.
Las opciones manejadas en el ejercicio, teniendo una imposibilidad de salir a
la calle por el temor a ser atacados, eran variadas: desde enviar periodistas
menos conocidos y sin la identificación del medio, hasta llamar por teléfono
y sacar al aire llamadas con fuentes confiables, pasando por apelar a las
señales internacionales que si estaban informando (y sin ser agredidos los
periodistas) de lo que ocurría en la calle.
De forma paradójica, las señales internacionales de televisión por
suscripción, básicamente a la mano de una clase media urbana, no sirvieron en
esta ocasión para saber lo que ocurría en el resto del mundo, sino para
conocer lo que pasaba dentro del país. Quien tenía acceso a estos canales,
especialmente CNN, servía de altoparlante a través de teléfonos celulares
(que colapsaron esos días) para reproducir de boca en boca lo que no era
dicho por los medios nacionales.
Las razones de seguridad argumentadas por los medios venezolanos, según
percibí personalmente -en un recorrido por el centro de Caracas la tarde del
sábado y portando una credencial de prensa-, surtió un efecto negativo porque
reafirmó entre los partidarios del presidente Chávez, la postura opositora de
las empresas comunicacionales, que al jugarse una carta política
sencillamente dejaron de informar, profesional e imparcialmente, sobre lo que
acontecía.
El nuevo período político y social que se abrió, tras el retorno de Chávez al
poder, lo inició el presidente con un mensaje bien claro y directo a los
medios. El mandatario pidió perdón a los propietarios con los que se peleó
públicamente, reconoció que se había exagerado la política de las cadenas
nacionales y llamó a sus simpatizantes a que no atacaran a los periodistas,
camarógrafos y fotógrafos.
Más allá de poner en duda o validar las palabras del jefe de Estado, lo que
debe rescatarse de su discurso es la revisión de actitud y posiciones
pasadas. De ninguna manera olvidamos que en buena medida la crisis se
agudizó por un estilo presidencial de la confrontación y de la incapacidad de
generar alianzas, entre otras causas, pero la necesidad de hacer una revisión
-en el papel jugado- no corresponde únicamente a Chávez.
Un punto que aparece de forma ineludible en agenda tanto para periodistas,
estudiosos, profesionales y gremios del sector, es la apertura de espacios
para analizar el tipo de periodismo que se venía haciendo en el país, y
pensar en el tipo de información a la que tenemos derecho los ciudadanos de
este país. De esta reflexión no escapa, por supuesto, el gobierno y los
diferentes entes del Estado con una labor comunicacional, como el Canal 8,
Radio Nacional y la agencia Venpres.
Globovisión, a través de Ravell, dio un primer paso en lo que parece la
dirección necesaria, según apunta la investigadora Elizabeth Safar: "Los
medios de comunicación radiotelevisivos le deben explicaciones a su público
si quieren conservar algo de credibilidad". Ravell admitió que "hubo un día
sin la información adecuada" y reconoció que "el rol de los medios se
desvirtuó por todo lo que estaba pasando en el país".
La exigencia de un marco adecuado para la libertad de expresión en el país,
va acompañada según la Constitución vigente, de que se garantice a los
venezolanos el "derecho a la información oportuna, veraz e imparcial". La
necesidad de que esto no sea letra muerta quedó en evidencia en este movido
mes de abril.
* Andrés Cañizález. Director de la revista Comunicación, que edita el Centro
Gumilla, y profesor de la UCV.
https://www.alainet.org/pt/node/105799
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