¿Para qué nos sirven las identidades?
01/11/1999
- Opinión
La identidad ha jugado un papel fundamental en la formación de los movimientos
sociales contemporáneos, sobre todo en los movimientos feministas y en el
movimiento de lucha contra el racismo.
La identidad ha sido, ayer igual que hoy, un concepto clave que ha tenido presencia
dentro de nuestras estrategias. Por eso al hacer cualquier intento de análisis de
nuestros movimientos y de las luchas emancipatorias será necesario retomar el tema
de la identidad enfocando la mirada hacia lo que hemos entendido por ésta, el papel
que ha jugado y las implicaciones de este quehacer identitario para el logro de esa
sociedad de libertad, justicia y respeto por la que pretendidamente trabajamos.
Cuando yo digo soy mujer o soy negra o soy las dos cosas ¿a qué sistema de
representación de mí misma estoy apelando? ¿Cuáles mecanismos de inteligibilidad
estoy poniendo en marcha? ¿Qué significado tiene para quien me escucha el ser
negra, el ser mujer? ¿Hay como tal un ser "negro", una esencia negra? ¿Podemos en
República Dominicana, en El Caribe hablar de una identidad negra?
Ciertamente el quién soy, el quiénes somos ha sido objeto de grandes preocupaciones
ontológicas desde el principio de la construcción del pensamiento filosófico
occidental.
La construcción de la identidad.
Las subordinaciones han producido sistemas de diferencia artificial, estática,
estable, predeterminada, que han llevado a la construcción de estereotipos de
identidad, que se asignan a las/os individuos de acuerdo a determinadas
características, regularmente físicas, que comparten con un grupo determinado.
Así, si eres de un sexo determinado se presupone que deberás tener un género
determinado; si eres de un determinado color de piel y tienes unas determinadas
facciones, es decir, si se te asigna una raza, se presupone que deberás tener una
forma particular de comportarte, de mirar el mundo, de relacionarte, de
espiritualidad.
Que esto sea cierto o no, no es sólo el problema, también lo es el comprender que
el hecho de que existan estos elementos comunes tiene que ver con una historia
común de opresión, más que con una naturaleza común. ¿Qué es ser mujer más que lo
que nos han dicho que seamos, lo que se nos ha impuesto, lo que nos ha encarcelado?
¿Qué tienen las mujeres y las/os negras/os en común más que aquello que sirvió para
su opresión? Dime una característica de un grupo subordinado y te hablaré de su
subordinación.
Hemos vivido dentro del movimiento feminista tensiones muy fuertes producidas por
la necesidad de reconocimiento de las múltiples opresiones que viven las mujeres,
que las hacen ser sujetas de múltiples identidades. La ilusión de una identidad
común entre las mujeres ha llevado a una política de representación que reproduce
el sistema de exclusión y privilegio entre las propias mujeres, de acuerdo al grupo
de identidades de otro tipo (raza, etnia, clase, opción sexual) que asuman.
Por igual se han producido tensiones fuertes entre el llamado movimiento negro y el
movimiento feminista, siendo que en el primero se ha producido un rechazo amplio al
reconocimiento de la existencia al interior de la comunidad negra, de la
subordinación de las mujeres, así como de otras formas de opresión.
Lo que ha pasado innumerables veces es que las mujeres, doblemente subordinadas
como mujeres y como "negras", han tenido que priorizar una de sus opresiones. Sólo
para poner un ejemplo traigo aquí el caso de O.J. Simpsom donde las mujeres negras
norteamericanas se vieron en la encrucijada de optar por admitir que Simpsom era un
homicida y agresor de las mujeres, es decir, denunciar la doble moral patriarcal; o
por denunciar la doble moral de la justicia blanca y, en lo concreto, defenderlo.
Como sabemos las mujeres afroamericanas decidieron que su primera lealtad era con
su comunidad negra y se hicieron así cómplices del sistema común de subordinación
de las mujeres que atraviesa tanto a la sociedad blanca como a la afroamericana.
Dentro del feminismo la cosa ha ocurrido al contrario, siendo que las negras han
tenido que subordinarse a la primacía de origen blanco, productora de teorías y de
los discursos interpretativos de las mujeres. En esa medida han quedado mayoría de
veces excluidas.
Hasta ahora la estrategia del movimiento de mujeres negras dentro del feminismo ha
sido la de incorporar la categoría de exclusión por raza al interior del discurso
de las identidades, asumiendo la idea de múltiples discriminaciones que operan en
las mujeres; como también el recurso al respeto a la diversidad, asumiendo en todo
momento el sexo-género como el eje primario y común de opresión... Esto ha tenido
un efecto moderado: todavía las negras, las indígenas, las lesbianas, son colocadas
en las mesas de los paneles en representación de su llamada identidad, no por el
valor de sus discursos y sus aportes teóricos.
Así, el problema queda planteado en términos que diluciden ¿de qué manera el
feminismo va a lograr ser el espacio de todas al mismo tiempo que apela a una
solidaridad de identidad primaria? Como bien comienzan a señalar las feministas de
la desconstrucción y de la indecibilidad, apelar a una identidad común de las
mujeres comienza a resultar un ejercicio poco movilizador, cuando no legitimador
del sistema binario de poder. Las mujeres no son las mujeres a secas y tenemos que
ir profundizando acerca de los procesos de subjetivación de las mujeres a partir
del entrecruzamiento de las variables múltiples de identidad: sexo, raza, clase,
orientación sexual. En este sentido "¿Qué pasa cuando un individuo se identifica
con múltiples categorías de diferencia? ¿La lesbiana negra, es primero una negra,
después una lesbiana, y después una mujer? ¿O es vista como una lesbiana negra, que
primero es una lesbiana, luego una negra, y luego una mujer? ¿El ama de casa
blanca, es primero blanca, luego una ama de casa, luego heterosexual, y luego una
mujer?" (Elam, 1997,5)1
Reconocer lo que no encaja
Me parece importante recuperar las propuestas de la tradición del feminismo de la
diferencia... Habrá por igual que apelar a la restitución de los orígenes
africanos de nuestra identidad de hoy, no para ser africanas/os, no para perpetuar
lo que somos hoy, esa mezcolanza de seres que intentan olvidar parte de su
procedencia o que sistemáticamente se las han hecho olvidar (como a las
mujeres)sino para que, partiendo de este reconocimiento de lo que hemos sido y lo
que somos, de los mecanismos de incitación, de subyugación, que han operado en
estas definiciones de identidades, comencemos a abrirnos a las posibilidades de
construcción de nuevas identidades, no prefiguradas, ni estables, ni polarizadas.
Para comenzar a reconocer en nosotras/os lo que no encaja, lo que hemos tratado de
ocultar para ser aceptadas/os y reconocidas/os dentro del sistema binario de
identidad.
Comenzar a revalorizar estos pequeñísimos espacios de desconstrucción, como
espacios de subversión de la lógica falogocéntrica de construcción del poder como
dominio. Comencemos a abrirnos a las posibilidades de construcción de nuevas
identidades, no prefiguradas, ni estables, ni polarizadas. Para comenzar a
reconocer en nosotras/os lo que no encaja, lo que hemos tratado de ocultar para ser
aceptadas/os y reconocidas/os dentro del sistema binario de identidad.
El reto está en cómo construir una política que abandona lo fácil de la
certidumbre, que nombra en la partida, para luego desconstruir lo nombrado.
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1. Elam, Diane. Hacia una solidaridad sin fundamento. Revista Feminaria No. 20,
oct. 97, Argentina (Síntesis del ensayo "¿Hasta dónde nos sirven las identidades?:
Una propuesta de repensar la identidad en los movimientos feministas y étnico-
raciales")
* Yuderkis Espinosa, Dominicana, miembra de la Comisión Organizadora del VIII
Encuentro
* Este documento es parte de
Feminismos Plurales
Serie Aportes para el Debate No. 7.
https://www.alainet.org/pt/node/104540
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