Cuando las cifras gritan
10/08/2014
- Opinión
Es altamente revelador el más reciente informe del Banco Mundial sobre el PIB de los países, en el cual se muestra como los países latinoamericanos que han apostado por la integración regional experimentaron un espectacular crecimiento en su conjunto del 305 % en el período comprendido entre los años 2003 y 2013 al pasar de 885.450.226.084 dólares a 3.584.590.567.168 dólares.
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Ese espectacular crecimiento del PIB del bloque Mercosur-Alba lo coloca como la quinta potencia económica del mundo, solo superado por la Unión Europea, Estados Unidos, China y Japón, estando, con ese ritmo, en proceso de convertirse en muy poco tiempo en uno de los polos políticos y económicos más importante del planeta, tal como lo soñó el comandante eterno.
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Hay que acotar sin embargo que hay dos países que no acompañan el ritmo de crecimiento del bloque Mercosur-Alba que son Cuba con sólo 90% de 2003 a 2011 y Nicaragua con el 111 %, de 2003 a 2013, consecuencia de poseer sistemas económicos muy influenciados por las ideas estalinistas y que sirven para no seguir esos ejemplos.
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Por otra parte México, que se concentró fundamentalmente en su comercio con Estados Unidos después de un muy publicitado acuerdo, sólo creció un 77% al pasar en el año 2003, (cuando era el país con más alto PIB del subcontinente) de 713.284.260.880 a 1.260.914.660.977 en 2013 y de tener un PIB más alto que Brasil hoy es de aproximadamente de la mitad.
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Estas cifras no dejan ningún lugar a dudas de que el camino que debemos seguir los países latinoamericanos para alcanzar nuestro desarrollo es el de la integración regional y no el de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos en que la asimetría es tal que siempre se sale perdiendo. Ante una realidad tan contundente, todo lo demás que se hable son puras pendejadas.
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La reaccion norteamericana
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Estas nuevas realidades económicas en el hemisferio han hecho que Estados Unidos reaccione visceral y desesperadamente para tratar de impedir la consolidación de un polo de desarrollo económico latinoamericano que debilite la dominación imperial en la región que ejercen por medio de sus grandes transnacionales.
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Muestra de ello han sido el fracasado episodio insurreccional de “la salida”; la “decisión” de un juez norteamericano de violar la soberanía argentina privilegiando a los llamados fondos buitres; el apoyo descarado al narcotraficante Uribe en Colombia; el frustrado intento de aplicar a Venezuela la Carta Democrática en la OEA, etc.
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Es por ello que hay que ver con preocupación la denuncia de José Vicente sobre la estrategia emprendida recientemente por el Departamento de Estado de tratar de dominar, mediante la presión o la compra, a ciertos países caribeños para sumar los votos necesarios para aplicar la Carta Democrática a Venezuela y así tratar de dar un duro golpe a la integración latinoamericana.
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Ante ese peligro, pienso que es el momento en que Venezuela debe liderar un movimiento en la región que logre la implosión de ese mamotreto que es la OEA, que ante el final de guerra fría perdió su razón de ser e impulsar la institucionalización de organismos como Unasur, el Alba y la CELAC que permitan su reemplazo.
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O por lo menos lograr que cualquier aplicación de la Carta Democrática se apruebe por consenso exceptuando, claro está, al país investigado. De esta forma se evitaría la tentación de utilizar a la OEA como vehículo para satisfacer circunstanciales ambiciones de cualquier Estado.
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Hay que aprovechar la presencia de líderes de avanzada en la región como Cristina Kirchner, Evo Morales, José Mujica etc., para lograr este objetivo haciéndoles ver el peligro que representa para la integración latinoamericana una OEA de nuevo controlada por Estados Unidos, si este país logra concertar el apoyo de los pequeños países caribeños.
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La experiencia vivida por nuestro país con la “salida” es aleccionadora. De nada hubiese servido el apoyo a Venezuela expresado por los líderes de los países de Unasur con sus 400 millones de habitantes, si Norteamérica se hubiese agenciado los votos de esos países pequeños que no suman más que unos pocos millones de pobladores y hubiese logrado la aplicación de la Carta Democrática a nuestro país.
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Ese espectacular crecimiento del PIB del bloque Mercosur-Alba lo coloca como la quinta potencia económica del mundo, solo superado por la Unión Europea, Estados Unidos, China y Japón, estando, con ese ritmo, en proceso de convertirse en muy poco tiempo en uno de los polos políticos y económicos más importante del planeta, tal como lo soñó el comandante eterno.
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Hay que acotar sin embargo que hay dos países que no acompañan el ritmo de crecimiento del bloque Mercosur-Alba que son Cuba con sólo 90% de 2003 a 2011 y Nicaragua con el 111 %, de 2003 a 2013, consecuencia de poseer sistemas económicos muy influenciados por las ideas estalinistas y que sirven para no seguir esos ejemplos.
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Por otra parte México, que se concentró fundamentalmente en su comercio con Estados Unidos después de un muy publicitado acuerdo, sólo creció un 77% al pasar en el año 2003, (cuando era el país con más alto PIB del subcontinente) de 713.284.260.880 a 1.260.914.660.977 en 2013 y de tener un PIB más alto que Brasil hoy es de aproximadamente de la mitad.
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Estas cifras no dejan ningún lugar a dudas de que el camino que debemos seguir los países latinoamericanos para alcanzar nuestro desarrollo es el de la integración regional y no el de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos en que la asimetría es tal que siempre se sale perdiendo. Ante una realidad tan contundente, todo lo demás que se hable son puras pendejadas.
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La reaccion norteamericana
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Estas nuevas realidades económicas en el hemisferio han hecho que Estados Unidos reaccione visceral y desesperadamente para tratar de impedir la consolidación de un polo de desarrollo económico latinoamericano que debilite la dominación imperial en la región que ejercen por medio de sus grandes transnacionales.
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Muestra de ello han sido el fracasado episodio insurreccional de “la salida”; la “decisión” de un juez norteamericano de violar la soberanía argentina privilegiando a los llamados fondos buitres; el apoyo descarado al narcotraficante Uribe en Colombia; el frustrado intento de aplicar a Venezuela la Carta Democrática en la OEA, etc.
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Es por ello que hay que ver con preocupación la denuncia de José Vicente sobre la estrategia emprendida recientemente por el Departamento de Estado de tratar de dominar, mediante la presión o la compra, a ciertos países caribeños para sumar los votos necesarios para aplicar la Carta Democrática a Venezuela y así tratar de dar un duro golpe a la integración latinoamericana.
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Ante ese peligro, pienso que es el momento en que Venezuela debe liderar un movimiento en la región que logre la implosión de ese mamotreto que es la OEA, que ante el final de guerra fría perdió su razón de ser e impulsar la institucionalización de organismos como Unasur, el Alba y la CELAC que permitan su reemplazo.
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O por lo menos lograr que cualquier aplicación de la Carta Democrática se apruebe por consenso exceptuando, claro está, al país investigado. De esta forma se evitaría la tentación de utilizar a la OEA como vehículo para satisfacer circunstanciales ambiciones de cualquier Estado.
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Hay que aprovechar la presencia de líderes de avanzada en la región como Cristina Kirchner, Evo Morales, José Mujica etc., para lograr este objetivo haciéndoles ver el peligro que representa para la integración latinoamericana una OEA de nuevo controlada por Estados Unidos, si este país logra concertar el apoyo de los pequeños países caribeños.
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La experiencia vivida por nuestro país con la “salida” es aleccionadora. De nada hubiese servido el apoyo a Venezuela expresado por los líderes de los países de Unasur con sus 400 millones de habitantes, si Norteamérica se hubiese agenciado los votos de esos países pequeños que no suman más que unos pocos millones de pobladores y hubiese logrado la aplicación de la Carta Democrática a nuestro país.
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