¿Por qué persiste la violencia en el Cauca?
- Opinión
Por supuesto, el Cauca no es la excepción. A pesar de los acuerdos de paz con las Farc y la desmovilización de esta organización guerrillera, la violencia continúa haciendo sus estragos en diversos territorios de Colombia. El Choco, el Catatumbo, el Bajo Cauca Antioqueño, Ituango, Tumaco, Buenaventura, el Valle del Cauca, el Sur de Córdoba, el Putumayo, el Caquetá y otros territorios son escenarios de una violencia que no da muestras de ceder.
Lo que dice la ONU, hoy
Según Naciones Unidas el año pasado se presentaron en Colombia 36 masacres. Ese organismo acaba de informar que la tasa nacional de homicidios en 2019 fue de 25 por cada 100.000 habitantes, lo que indica la existencia de un nivel de violencia endémica (Ver https://bit.ly/32ziKMK ).
Los hechos recientes del Norte del Cauca
Pero en el Cauca, especialmente en los municipios del Norte del departamento, la violencia es de unos niveles muy graves. En localidades como Suárez, Corinto, Toribio, Miranda, Caloto, Jambaló, Buenos Aires, Puerto Tejada, Candelaria, Jamundí, Argelia y Balboa, la violencia es un fenómeno social crónico que golpea con especial saña a las comunidades indígenas, a los afrodescendientes, a las mujeres y campesinos.
En estos territorios las poblaciones se acostumbraron a vivir con la violencia, pues el Estado no logra tener el monopolio legítimo de la misma y en muchos casos sus instituciones armadas y los funcionarios están involucrados en el uso de la violencia para acumular poder y riquezas ilícitas.
Un reciente reporte periodístico indica que según diferentes publicaciones registradas por la revista Semana, en los últimos 15 meses, fueron asesinados 101 nativos en resguardos del norte del Cauca, situación que fue calificada por las autoridades indígenas como un genocidio silencioso, con patrones comunes (Ver https://bit.ly/2wdVuaQ ).
La ACIN (Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca) aseguró que la cifra solo corresponde a nueve municipios, en los cuales se pretende llenar de miedo a la población y producir, en consecuencia, desplazamientos masivos que permitan un control más amplio del territorio por parte de actores armados ilegales (Ver https://bit.ly/2wdVuaQ).
La mortandad también afecta a otros sectores sociales del norte del Cauca. Es el caso del asesinato del dirigente sindical Mario Tálaga Wallis, quien el pasado domingo fue encontrado flotando en aguas del río Cauca, en inmediaciones del corregimiento El Hormiguero de Cali, en límites con el municipio de Puerto Tejada (Ver https://bit.ly/2wdVuaQ).
Tálaga Wallis, quien presentaba visibles heridas causadas con arma de fuego, el pasado jueves 20 de febrero había sido reportado ante las autoridades como desaparecido luego de que saliera de su casa, ubicada en el barrio Altos de París, para dirigirse a su labor cotidiana como cortero de caña en una de las suertes asignadas por contratistas de un ingenio azucarero.
La información suministrada a los medios indica que los ejecutores de estos asesinatos se transportan en motocicletas de alto cilindraje, con contadas excepciones, asesinan entre una y dos personas por ataque, operan con mayor regularidad los fines de semana o festivos (Ver https://bit.ly/2wdVuaQ ).
La alerta que lanzan las autoridades indígenas sobre el genocidio, revela que la diferencia con épocas anteriores radica en que muchos de los asesinatos en territorio indígena eran consecuencia de fuertes combates y lanzamiento de artefactos explosivos desde las montañas. Hoy, los homicidios son premeditados contra personas estratégicas al interior de las organizaciones, señala el informe periodístico.
Luis Mario Tálaga, de 48 años, fue aspirante al Concejo de esta ciudad nortecaucana por el Polo; como líder social representó a los trabajadores de la caña en diferentes eventos sindicales realizados en Barrancabermeja, Bogotá, Popayán y en Buenaventura (Ver https://bit.ly/2wdVuaQ ).
El mismo domingo, 23 de febrero 2020, fue encontrado muerto, por varios impactos de bala, el señor Marco Tulio Chocué Fernández. Los hechos ocurrieron en el sector San Rafael, cerca de Eucaliptos, vía hacia Buenavista, jurisdicción del municipio de Corinto, norte del Cauca.
Mientras tanto, otra ciudadana, Nórida Yasmín Mutis Adrada, fue asesinada con arma blanca en hechos ocurridos en el corregimiento de El Plateado, zona rural del municipio de Argelia, al sur del departamento del Cauca (Ver https://bit.ly/2wdVuaQ).
Según testigos, la víctima, oriunda del municipio de Balboa, se encontraba en una cantina hasta donde llegó el homicida que le hizo un reclamo supuestamente por un servicio sexual, y luego la apuñaló.
El mismo domingo, a las 12 de la noche en el barrio Los Pinos del corregimiento de Mondomo, jurisdicción del municipio de Santander de Quilichao, norte del Cauca, fue asesinado el menor Jorge Stiven Castañeda, de 17 años.
Según las autoridades, supuestos integrantes de las disidencias de las Farc dispararon contra un grupo de personas que estaban en un establecimiento público; en el sitio murió Castañeda, y resultaron heridos Edgar Espitia Molina, 15 años; Alex Yuley Fernández, 15 años; Jefferson Alvarado de 22 años, Daniel Alejandro Espinoza Medina de 18 años y Oliver Luis Cano Guillen de 24 años, los tres últimos de nacionalidad venezolana (Ver https://bit.ly/2wdVuaQ ).
Violencia continúa
Tenemos un cuadro geográfico bien definido de uso de la violencia contra grupos poblacionales de diverso origen que se sostiene hasta esta tercera década del siglo XXI.
La violencia en la región, como la de toda la formación social colombiana ha sido objeto de los más diversos estudios (Ver https://bit.ly/2PuF3xS). Las explicaciones de la misma reúnen variados enfoques.
Los estudios sobre la violencia en Colombia
El estudio de la violencia en Colombia, y por consiguiente la del Cauca, ha presentado diversos momentos como lo señala con rigor Carlos Ortiz (Ver https://bit.ly/392d7ci ). Jefferson Jaramillo Marín nos ha dado una muy completa descripción y análisis sobre las investigaciones de tal fenómeno (Ver https://bit.ly/2TkIgBc ). Mónica Zuleta igualmente ha hecho un denso trabajo sobre el fenómeno en La violencia en Colombia: avatares de la construcción de un objeto de estudio (Ver https://bit.ly/2TjCakB ).
Los trabajos de Gonzalo Sánchez y del Centro de Memoria Histórica son de obligada referencia en cualquier acercamiento a dicha fenomenología. ¡El Informe Basta Ya! es un punto de obligada referencia para quien pretenda dar cuenta de la violencia colombiana (Ver https://bit.ly/385ELUr )
El más reciente estudio sobre la violencia colombiana fue el informe elaborado para la Mesa de diálogos con las Farc en La Habana conocido como “Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia”. Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, de Febrero de2015 (Ver https://bit.ly/2VtfvVG ).
Lo que llama la atención es que no obstante estos estudios tan amplios y reputados, y haber llegado a unos acuerdos para poner fin al conflicto social armado con las Farc, la violencia persista con tanta perversidad tal como se registra en los municipios caucanos señalados.
Se podría decir que vivimos una “paz imperfecta”, en la que conviven momentos de violencia con procesos de paz, tal como lo sugieren importantes estudios contemporáneos realizados en la Universidad de Granada, España, por Francisco Muñoz (https://bit.ly/2veUDH4 ).
Sin embargo, tal aseveración no parece ser satisfactoria.
Además, no parecen ser suficientes los enfoques que vinculan la violencia con el tema de la tierra, la miseria, la exclusión política y con las economías ilícitas.
Hay algo más que eso que debe ser objeto de estudio.
Los estudios de Blair y Han
Al respecto quiero citar en estas notas preliminares dos textos que considero parecen bastante pertinentes para explorar nuevas rutas explicativas de la violencia y otras formas de abordarlas para lograr su erradicación definitiva.
Elsa Blair en Aproximación teórica al concepto de violencia: avatares de una definición (Ver https://bit.ly/384AmRU ) nos ofrece una reflexión teórica sobre el fenómeno de la violencia que resulta conveniente rescatar. Su trabajo desarrolla una aproximación y una “lectura crítica” del concepto de violencia y problematiza su dificultad de conceptualización dada la variedad semántica de la palabra que, como deja ver, es inmensa y termina por nombrar cosas bastante disímiles. Luego de una reflexión general sobre el concepto y sus avatares, se detiene en buena parte de lo que ha sido la discusión sobre el tema en Colombia. Para hacer esta reflexión, la autora se apoya en diferentes y amplios referentes teóricos, que han sostenido su actividad investigativa durante los últimos años (Ver https://bit.ly/384AmRU ).
Más recientemente el filósofo Byung-Chul Han ha dado a conocer un estudio de bastante profundidad sobre la violencia.
Me refiero a las “Topologías de la violencia”, obra en la que Byung-Chul Han da continuidad a su análisis de la sociedad contemporánea, después de libros como La sociedad del cansancio o La sociedad de la transparencia, centrándose en este caso en la violencia, que, según sus tesis, es omnipresente en la sociedad tardomoderna, aunque no se perciba como tal (Ver https://bit.ly/2HYAPKC ).
En su texto Han plantea que hay cosas que nunca desaparecen. Entre ellas se cuenta la violencia. Su forma de aparición varía según la constelación social. En la actualidad, la violencia ha mutado de visible en invisible, de frontal en viral, de directa en mediada, de real en virtual, de física en psíquica, de negativa en positiva, y se retira a espacios subcomunicativos y neuronales, de manera que puede dar la impresión de que ha desaparecido (Ver https://bit.ly/2HYAPKC ). Pero la violencia se mantiene constante. Simplemente se traslada al interior. La decapitación en la sociedad de la soberanía, la deformación en la sociedad disciplinaria y la depresión en la sociedad del rendimiento son estadios de la transformación topológica de la violencia (Ver https://bit.ly/2HYAPKC , que es el enlace al texto de Han citado a continuación).
Han afirma, y lo cito largamente para atrapar el sentido de su reflexión, que hay cosas que nunca desaparecen. Entre ellas se encuentra la violencia. La Modernidad no se define, precisamente, por su aversión a esta.
“La violencia solo es proteica (cambiante en sus formas). Su forma de aparición varía según la constelación social. En la actualidad, muta de visible en invisible, de frontal en viral, de directa en mediada, de real en virtual, de física en psíquica, de negativa en positiva, y se retira a espacios subcutáneos, subcomunicativos, capilares y neuronales, de manera que puede dar la impresión de que ha desaparecido. En el momento en que coincide con su contrafigura, esto es, la libertad, se hace del todo invisible. Hoy en día, la violencia material deja lugar a una violencia anónima, desubjetivada y sistémica, que se oculta como tal porque coincide con la propia sociedad.
“La topología de la violencia se refiere, en primer lugar, a toda manifestación macrofísica de la violencia, que se presenta como negatividad, es decir, estableciendo una relación bipolar entre el yo y el otro, entre dentro y fuera, entre amigo y enemigo. En general, suele darse de un modo expresivo, explosivo, masivo y materialístico. Forman parte de esta, la violencia arcaica del sacrificio y de la sangre, la violencia mítica de los dioses celosos y vengativos, la violencia de la muerte del soberano, la violencia de la tortura, la violencia exangüe de la cámara de gas o la violencia viral del terrorismo. Sin embargo, la violencia macrofísica puede tomar una apariencia más sutil y expresarse, por ejemplo, como violencia lingüística. La violencia de una lengua hiriente también remite, como la violencia física, a la negatividad, pues resulta difamadora, des-acreditadora, denigradora, o desatenta. La violencia de la negatividad se distingue de la violencia de la positividad, basada en la spamización del lenguaje, en la sobrecomunicación y la sobreinformación, en la masificación lingüística, comunicativa e informativa.
“La sociedad actual evita cada vez más la negatividad del otro o del extranjero. El proceso de globalización ha acelerado la desaparición de las fronteras y las diferencias. La supresión de la negatividad no se puede equiparar con la desaparición de la violencia, pues junto a la violencia de la negatividad existe también la violencia de la positividad, que se ejercita sin necesidad de enemigos ni dominación.
“No solo el exceso de negatividad es violencia, sino también el exceso de positividad, la masificación de lo positivo, que se manifiesta como sobrecapacidad, sobreproducción, sobrecomunicación, hiperatención e hiperactividad. La violencia de la positividad probablemente sea mucho más funesta que la violencia de la negatividad, pues carece de visibilidad y publicidad, y su positividad hace que se quede sin defensas inmunológicas. La infección, la invasión y la infiltración, características de la violencia de la negatividad, son causa de infarto.
“En este sentido, el sujeto de rendimiento, propio de la Modernidad tardía, es libre, pues no se le impone ninguna represión mediante una instancia de dominación externa. En realidad, sin embargo, goza de tan poca libertad como el sujeto de obediencia. Si la represión externa queda superada, la presión pasa al interior. Y eso hace que el sujeto de rendimiento desarrolle una depresión. La violencia se mantiene constante. Simplemente se traslada al interior. La decapitación en la sociedad de la soberanía, la deformación en la sociedad disciplinaria y la depresión en la sociedad del rendimiento son estadios de la transformación topológica de la violencia. La violencia sufre una interiorización, se hace más psíquica y, con ello, se invisibiliza. Se desmarca cada vez más de la negatividad del otro o del enemigo y se dirige a uno mismo.
Broek plantea que “en el pasado, de acuerdo a Han, la violencia social era externa, flagrante, basada en la relación del sujeto subordinado con el soberano, en la que la vida o la muerte se deciden unilateralmente, desde la instancia de autoridad. A este tipo de sociedad la llama "de la decapitación", pues la voluntad es ajena al sujeto, y el poder se ejerce con carácter absoluto (Ver https://bit.ly/396m3xx ).
“Más tarde, la sociedad evolucionaría hacia una sociedad disciplinaria, en la que las relaciones estructurales perpetúan un estado de dominación del poseedor del capital sobre las masas trabajadoras. En su terminología llama a esta sociedad una "de la deformación", por su capacidad de formar a su antojo las necesidades de la explotación capitalista y la identidad de los sujetos involucrados. En nuestros tiempos, la violencia se ejerce desde dentro, pues cada ciudadano la ejerce sobre sí mismo, y se genera el fenómeno de la autoexplotación, en el cual el ser humano ejerce su libertad para encarcelarse a sí mismo en un individualismo que satisface las demandas del capital y la globalización. Han caracteriza a esta sociedad como la sociedad "del rendimiento", que produce fenómenos psíquicos como la depresión, o el burnout y el déficit de atención por hiperactividad (Ver https://bit.ly/396m3xx ).
“Mientras que en las sociedades que nos anteceden la violencia operaba por negatividad, esto es, incitando una reacción inmunológica, de defensa, pues las líneas de confrontación eran claras, hoy día el problema sería un exceso de positividad, que ofusca toda negatividad y desplaza la violencia al interior de uno mismo, a pesar de las apariencias de prosperidad y libertad que prevalecen. Con estas ideas, Han entabla un diálogo con algunos pensadores que le han servido de contraparte o de inspiración, como Schmitt o Ehrenberg o Foucault, el cual es una obvia referencia en su armazón conceptual, por su análisis de la violencia estructural y de la presencia del poder en las relaciones de la sociedad disciplinaria (Ver https://bit.ly/396m3xx ).
“Pero Foucault no tuvo tiempo de asistir a la emergencia de una sociedad en la que las relaciones de poder se difuminan y se interiorizan, en las que la ideología y las líneas de confrontación han desaparecido, y en la que la transparencia elimina toda subjetividad negativa o crítica con el sistema que uno ha interiorizado. De la misma manera, Han critica a Negri, por ejemplo, por mantener un marco conceptual marxista de análisis, ya que las clases han desaparecido y solo existe un sistema único, que exige de uno la participación en el sistema global del capitalismo, que, a pesar de invadir nuestra intimidad, se presenta como un sistema de positividad y libertad absolutas, en el que las identidades son fluidas y moldeables, a diferencia de la sociedad disciplinaria, donde las identidades eran fijas.
“A la sociedad moderna la llama Han, como dijimos, sociedad del rendimiento, pues el valor de la realidad y de los individuos se establece sobre la base de su producción económica y de su contribución al crecimiento del sistema, lo que ocurre con la anuencia de los que participan, embriagados por la positividad presente de consumo infinito, comunicación global, despliegue constante de la intimidad, sin lugar al misterio o al secreto, dado que el sistema nos necesita con ilusión de libertad y con disposición para el consumo, a fin de funcionar a cabalidad. Para lograr este estado de cosas, la sociedad requiere de nosotros la autoexplotación, en la que víctima y verdugo son lo mismo, esto es, ejercer una violencia íntima que nos lleva al cansancio, al infarto social y a la depresión, la enfermedad por excelencia de esta sociedad de violencia microfísica”, plantea Broek.
Nos toca acudir a esta plataforma filosófica y sociológica para adentrarnos en las profundidades de este mal que nos sigue carcomiendo acá en el Cauca.
En próximas reflexiones retomaremos lo planteado por Blair y Han.
Popayán 27 de febrero del 2020.
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