A 20 años del levantamiento del 90, la resistencia de los 500 años continúa
30/05/2010
- Opinión
Después de 500 años de largas luchas de resistencia contra la opresión colonial, en 1990 el pueblo indígena consiguió posicionarse en el contexto nacional e internacional como el sujeto político articulador de la lucha popular en el Ecuador. A la racista sociedad blanco-mestiza no le quedó otra opción más que aceptar el importante rol político del pueblo indígena, así como su inmenso valor cultural como fundamento de la Nación, que los excluyó durante cinco siglos. Empieza de ésta manera un nuevo momento político para el movimiento indígena, no menos importante que los anteriores, pero si distinto. Distinto en razón del carácter nacional que adquieren sus organizaciones; de su participación política en ciertas instancias del poder oficial; de su gran presencia en el contexto internacional como una de las primeras, sino la primera, organización indígena con un claro proyecto político en el Continente; por su demanda de construir un Estado Plurinacional en un país pluri-cultural, pluri-étnico y pluri-limguístico; y, sobre todo, por la dirección política que asume dentro del movimiento social ecuatoriano.
Cabe recordar que estos veinte años, posteriores al levantamiento del 90, la dirección política del movimiento indígena en la lucha popular permite consolidar un programa político nacional que articulaba casi la totalidad de las demandas populares, expresadas en el rechazo a la política neoliberal, al TLC, a la Base de Manta, al Plan Colombia. En este proceso de lucha se logró detener la aplicación total del neoliberalismo, gracias al derrocamiento de tres gobiernos que trabajaron bajo los lineamientos político-económicos neoliberales. Se logró además desenmascarar el carácter colonial, clasista y racista del Estado Nacional, lo cual fue fundamental en la construcción y consolidación de una conciencia política de izquierda en el país. De hecho, lo más avanzado del mandato constitucional redactado por la Asamblea Constituyente de Montecristi, en el 2008 (El Estado Plurinacional, Los derechos de la Naturaleza y el Sumak Kausay) fue posible por la presión ejercida por la movilización indígena-popular. Últimamente, las movilizaciones indígenas han conseguido frenar la aprobación de leyes, como es el caso de la ley del agua propuesta por el régimen, la misma que afecta intereses populares fundamentales. En definitiva, la sociedad ecuatoriana le debe mucho al movimiento indígena y a su organización política, quiera o no reconocerlo.
Para los herederos del viejo poder colonial y los ejecutores del nuevo colonialismo que se quiere implantar en los años venideros, el movimiento indígena y sus organizaciones políticas son su primer enemigo. Es fácil darse cuenta que para el Gobierno de la Revolución Ciudadana el enemigo no es ni la vieja oligarquía, ni la partidocracia, y menos la burguesía naciente que se consolida con este proceso, sino el mundo indígena, y sobre todo sus organizaciones políticas. Al inicio de este Gobierno muchos pensamos que no siendo un gobierno de izquierda, si podía ser un aliado de los intereses indígenas y populares, sin embargo ya en el contexto de la Asamblea Constituyente empezaron a decantarse los intereses ciertos de Alianza País. Ya en aquella época pudimos observar las dificultades con que el movimiento social, y principalmente el movimiento indígena, se encontró para que el boque de Alianza País acepte temas fundamentales como: el Estado Plurinacional, los Derechos de la Naturaleza, la soberanía alimentaria, el mandato agrario, el agua, entre otros. Allí ya comenzó el distanciamiento del gobierno respecto de las organizaciones sociales, el mismo que hoy es tan claro para todos, pues no solo ha marcado distancia, sino que ha asumido una clara política en contra del movimiento indígena-popular.
La historia de éste país ha sido la historia del ejercicio pleno del poder de dominación colonial, el cual conquistó, colonizó, encubrió, explotó y explota al pueblo colonizado. Sus formas de dominación son ya conocidas por todos nosotros, sabemos perfectamente que la manera de garantizar la colonización, que no es otra cosa que el sometimiento violento de aquellos pueblos que hasta hoy se resisten y luchan en contra de la expansión capitalista, es la destrucción de su cultura. En este sentido, es fácil identificar la política colonialista del actual régimen, las acciones que el gobierno de la Revolución Ciudadana ha lanzado contra el mundo indígena y sus organizaciones políticas, tiene la clara intención de afectar sus mecanismos de defensa, de resistencia y de lucha, los cuales se soportan en sus formas culturales. La cultura que los pueblos ancestrales han construido, a lo largo de estos 518 años de colonización, está preñada de estrategias de resistencia que nos han servido para sobrevivir simbólica y materialmente.
A veces es más fácil pensar que ciertas declaraciones y ciertas acciones del régimen caracterizadas por insultos, desacreditación, acusaciones, amenazas, represión en contra de las movilizaciones indígenas, son producto de las locuras de un presidente autoritario que desconoce el mundo andino-indígena, sin embargo, si uno revisa la lógica de dominación inherente al sistema colonial, la respuesta del régimen calza dentro de ésta lógica utilizada por más de 500 años en el todo el mundo colonizado. ¿Qué es esto de decir que quiere sanción para las madres que sacaron a sus hijos a las últimas movilizaciones en contra de la ley de aguas? De repente quiere que se respete el derecho positivo de los niños, cuando esos mismos niños han sido empobrecidos a extremos inhumanos por todos los gobiernos coloniales. Acaso no sabe el presidente que el mudo indígena no es un mundo de individuos con derechos ciudadanos, sino un mundo de comunidades, donde las acciones no son de individuos de derechos, sino de tejidos comunitarios que albergan y protegen hombres, mueres, jóvenes, niños y viejos? ¿Acaso no sabe el presidente que desde que empezó esta resistencia con lo único que contamos es con nosotras madres y con nuestro hijos para defender, no su futuro, sino su presente, nuestro presente? Acaso no sabe el presidente que ya no creemos en el cuento de los derechos ciudadanos y menos los individuales, que nunca han existido en este país y menos para los indígenas?, o ¿cree que la justicia ordinaria respeta los derechos humanos de la población carcelaria?, condenada a una sobrevivencia inhumana producto de un poder judicial siempre al servicio del poder hegemónico.
Hemos sobrevivido durante ya 518 años a la avanzada colonial capitalista, a pesar de todas las políticas económicas, culturales e ideológicas que se han usado y se siguen usando para liquidar la organización indígena y popular. Ahora entramos en una nueva fase de la colonización, quizás las más compleja y definitiva, el capital va a tratar de arrasar con todo pueblo que se resista a la radicalización de su lógica extractiva, a su, quizás, último y fatal negocio. La naturaleza y las comunidades humanas que la habitan y la defienden van a ser el primer enemigo del capitalismo y sus nuevos Estados, en los próximos años. Se vienen tiempos difíciles y sin embargo y como siempre con ley o sin ley la tierra es nuestra, con ley o sin ley el destino es nuestro, de los runas habitantes de éste planeta nunca del capital y sus patrones.
- Natalia Sierra, socióloga, docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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