Entre la oposición Uribista y la mayoría Santista

16/03/2014
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Llegó por fin con los espasmos de este 9 de marzo la criatura anunciada; la de los malos augurios. La que desafía a los mejores exorcistas: el uribismo, con su jefe en persona; siempre su mano de santico antioqueño cruzada sobre el corazón, el sombrero liviano que lo aureola como campesino, y el pesado fardo de su mesianismo conservador.
 
Eso sí, en compañía de la buena estrella de su propia epifanía electoral: lo acaban de apadrinar 2 millones de votos de un total de casi 12 millones válidos. Lo que no está nada mal en unas elecciones parlamentarias, en las que sus competidores gozaban del control sobre el Gobierno y sobre el Congreso.
 
El éxito de Uribe
 
Son 19 los senadores en que toma forma la nueva criatura, convertida así en una poderosa minoría, cuyo peso equivaldrá a casi un 18% de la representación (la que va a ser mucho menor en la Cámara, desde luego apenas un 9%). Todo un éxito en términos electorales si se piensa que arrancaba de cero en materia de representación parlamentaria; pero no tan avasallador como lo suponían sus más fieles seguidores quienes llegaron a pensar en medio de la agitación de su entusiasmo en los imposibles 4 millones de votos (o 40 senadores); cuando en realidad su propio partido había tenido 2.800.000 votos, cuatro años antes; con mermelada y con poder.
 
Se trata de un peso que siendo significativo no le alcanza para quebrar la mayoría del santismo, que suma las representaciones de los liberales, los de Cambio Radical, posiblemente los del partido conservador, si Juan Manuel Santos gana la presidencial y los del Partido de La U; éste último con una votación sorprendente de modo que aunque pierde curules, se sitúa adelante del propio Uribe.
 
No destruye la mayoría santista, pero la disminuye. Desconfigura relativamente su condición de “aplanadora” al bajar de un 80% a poco más de un 60% (con los conservadores, o 50% sin ellos). Y sobre todo, simbólicamente, le introduce un contrapeso de impugnación permanente, frente al que no podrá mirar para otro lado como si no existiera.
 
Representación fragmentada
 
Una veintena de senadores y sus 12 representantes convierten al uribista Centro Democrático en una de las más grandes facciones parlamentarias, sobre todo si se tiene en cuenta solo al Senado. Así, los uribistas conforman una de las tres bancadas mayoritarias dentro de un conjunto parlamentario muy fragmentado, compuesto por nueve partidos, ninguno de ellos con una fuerza mayor al 25%.
 
La implantación del uribismo, como partido parlamentario en el paisaje partidista (uno más), ratifica esta fragmentación multipartidista en la que se ha multiplicado como células que se dividen de lo que antes era el bipartidismo liberal-conservador; claro, sin llegar a atomizarlo. Simplemente obra como un factor de sustitución: reemplaza en un amplio segmento ciudadano el vínculo que unía a esos votantes con el Partido de la U, con el Partido Conservador y quizá con el Partido Liberal; segmento ese que así pasa a sentirse atado al movimiento de Uribe y no a los otros partidos, precisamente los que estaban anclados en un electorado próximo al discurso del ex – Presidente.
 
Este último le arrebata el cupo de 7 senadores al Partido de La U, que previamente se los había “usurpado” al hombre de la Seguridad Democrática; y que ahora baja de 29 a 21 curules. Lo mismo hace con 3 curules que pertenecían al Partido Conservador; mientras deja estancado al Partido Liberal en sus 17 senadores cuando esperaba obtener unas 24.
 
De esta manera, la representación queda distribuida, desde el punto de vista del formato interpartidista, en cuatro fracciones parlamentarias relativamente grandes, el uribismo, los ex – uribistas de La U, y los partidos Liberal y Conservador. Así mismo, por cuatro o cinco grupos relativamente pequeños; a saber, Cambio Radical, El Polo y Los Verdes; además de Opción Ciudadana y El mira (este último solo en la cámara). Se trata entonces de un movimiento del establecimiento tradicional (cambio radical) y dos partidos de oposición ubicados a la izquierda dentro del espectro político.
 
Equilibrios de poder en la representación
 
Un hecho quedó consumado: Uribe recuperó su control sobre una porción de la representación política; algo que estaba en el fondo de su decisión al separarse del gobierno santista, al que ayudó a elegir. Lo más significativo, sin embargo, está constituido por dos efectos dentro del juego democrático; uno que concierne al equilibrio y a los pesos de la relación entre los partidos; y el otro que se refiere a la polarización dentro del eje gobierno-oposición.
 
Por una simple operación aritmética, lo que gana Uribe, lo pierde la coalición de gobierno. De ese modo, el 18% conseguido en el senado se convierte en el mismo porcentaje sustraído al peso de la coalición santista.
 
Se sabe que a la fragmentación parlamentaria se le superpone el efecto contrario, el del coalicionismo, una fuerza centrípeta, la que atrae a los partidos hacia un centro gaseoso o incluso viscoso, inconfesable pero cierto, el del poder, o como dicen algunos coloquialmente, el de la “mermelada”. Es el efecto que da aliento a las coaliciones de gobierno, las mismas que durante los últimos 12 años (Uribe y Santos) han sido verdaderas coaliciones hegemónicas, por cuanto han acaparado más del 75% de la representación.
 
Ahora, esta coalición no será súper hegemónica; simplemente, mayoritaria; aunque eso sí todavía holgada, según lo muestra la suma de los partidos amigos de Santos.
 
El factor polarización
 
Aun cuando esta mayoría de la coalición garantiza lo gobernabilidad, el buen suceso del uribismo asegura un juego de fuerzas más equilibrado entre gobierno y oposición; una oposición que debe tener a su cargo el control sobre la administración y su configuración como alternativa política.
 
Sin embargo, en la competencia democrática, una cosa es la dimensión de los equilibrios y muy otra el problema de la orientación, ideológica o política, que enfrenta a unos partidos con otros.
 
Como quedan las cosas, la llegada del uribismo no implica solamente nuevos equilibrios en la representación. Ahora habrá una oposición particularmente intensa, por temas de la agenda (el proceso de paz) o por algo peor: el estatuto ideológico que se le asigna a la seguridad y a la constitución del otro como un enemigo, desviaciones estas, habituales en la subcultura uribista.
 
La oposición nueva se reconfigura como una derecha, con acentos populistas y demagógicos, capaz de levantar la denuncia estigmatizadora que se apoya en los miedos y resentimientos colectivos. Lo cual se expresa por ejemplo en machacar sin rubor el estribillo de que “Santos lleva al país al castro-chavismo”.
 
Todo ello, dicho con esas resonancias de exageración por el derrumbe que se aproxima o de caricatura moral con la que se pinta al adversario, discursos estos muy propios de los populismos teñidos de fascismo.
 
Incidencias y perspectivas políticas
 
Lo que la democracia podría ganar con un juego más abierto de alternativas, lo pierde con el ejercicio oscuro de una oposición animada por el propósito de etiquetar al otro como un enemigo ideológico y moral. Si por un lado se abre un mejor terreno para el control sobre el gobierno de turno en términos de eficacia y transparencia; por otro, se corre el riesgo de una inestabilidad en el juego parlamentario con efectos negativos sobre la gobernabilidad y las relaciones entre gobierno y Congreso.
 
Allí radica el reto histórico de Santos, si es que consigue ser reelegido y no se le crece ahora un candidato bajo la euforia de sus enemigos o si no se le crece Peñaloza, catapultado por la consulta verde, mecanismo este de probada eficacia política. O escapa al asedio del uribismo, con una fuga hacia adelante en las reformas y en la paz, al tiempo que construye una alianza con la opinión pública. O, dentro de la más conspicua tradición de las élites colombianas, cede al chantaje de la nueva oposición, soslaya las reformas, y renegocia con la derecha uribista.
 
Ricardo García Duarte
Politólogo – Abogado
 
 
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 391
Semana del 14 al 20 de marzo de 2014
Corporación Viva la Ciudadanía
 
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