Podemos tantos, vivir juntos y bien en tan frágil planeta?

15/05/2011
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Qué es vivir juntos bien, Con quién vivir juntos bien, Para qué vivir juntos bien, Por qué vivir juntos bien y Cómo vivir juntos bien.
 
He ahí los cinco interrogantes que planteaba Jacques Derrida [1] en la Ponencia presentada en el “Colloque des intellectuels juifs en langue française” (París) en diciembre de 1998 [2] y que después de ocho años de su muerte, continúan siendo un manual de esperanza para la convivencia humana, en un mundo turbulento con señales inequívocas de degradación, tanto en términos físicoespaciales como espirituales, a causa del propio ser humano.
 
La lectura de este discurso me trajo a colación el escueto pero impresionante artículo que escribió recientemente Claudia López en el periódico de la Universidad Nacional de Colombia bajo el título “Este año nacerá el habitante 7.000 millones ¿Qué le diremos sobre el mundo en que vivirá?[3]
 
Aquí a su vez se esbozan unos interrogantes que guardan, sin nombrarlo y seguramente sin proponérselo, grandes similitudes filosóficas con el texto en cuestión del pensador argelino francés.
 
Dice que frente a los desafíos actuales de la globalización y la supervivencia del género humano, se pone de relieve la pregunta sobre si estamos dispuestos a aceptar que tenemos derechos y responsabilidades frente a otros seres humanos que no son nuestros connacionales, no comparten nuestro territorio y posiblemente no conoceremos nunca.
 
Y haciendo referencia al concepto de ética cívica global a la que define como “pensar en nosotros mismos no solo como ciudadanos de una ciudad o un país particular, sino también del mundo”, le hace eco a las siguientes tres preguntas promovidas por los becarios de la Universidad de Yale: “¿Podemos acordar un sistema de responsabilidades y de derechos en nuestra calidad de habitantes de la tierra? ¿Qué responsabilidades frente a otros seres humanos, a los que no nos vinculan lazos de nacionalidad, estamos personalmente preparados a asumir? ¿Cómo podemos cambiar nuestro pensamiento de lo local a lo global?[4]
 
Entonces, ¿cómo debemos vivir juntos en un planeta que rebosará los 7.000 habitantes dentro de menos de tres años? Derrida lo aclara fecundamente al afirmar que no es lo mismo vivir juntos que vivir bien, que no es lo mismo vivir sólo con determinado grupo humano que con todas las personas sin discriminaciones, que no es lo mismo vivir sin norte y sin horizonte que con claros propósitos hacia el porvenir y pensando en las futuras generaciones, que no es lo mismo vivir de cualquier forma, sobrevivir simplemente y vivir de la forma en que hemos vivido hasta hoy, que hacerlo de manera distinta, solidaria, dichosa, plena, no vivir por obligación, sino con conciencia de lo que somos como género humano en una misma casa que se llama planeta tierra, “eso significa entenderse en la confianza, la buena fe, la fe, comprenderse, en una palabra, concordar”, dice. [5]
 
Ahora, yo me cuestiono: ¿Podremos vivir tantas personas juntas y de un modo bueno con los imperativos de la actual sociedad basada en la propiedad privada per se, en la ganancia como el afán más ansiado y promovido para disfrutar de lo bueno que tiene la vida y en el egoísmo más cruel? ¿O será necesario disponer de otro tipo de sociedad basada en la solidaridad, en la ciudadanía global, sin barreras nacionales, en el aseguramiento para cada ser humano de unos mínimos de vida decente a la altura de los avances alcanzados por la humanidad en todos los órdenes: filosófico, científico, material, espiritual, médico, pedagógico, jurídico?
 
Con acontecimientos como el holocausto nazi, tan macabros no por la sevicia con fueron ejecutados sino por la magnitud y frialdad con que se realizaron contra millones de seres colocados en la más absoluta indefensión y sumisión, pareciera que todos los avances logrados por la humanidad hasta entonces, no significasen nada.
 
Darrida, da a entender en la conferencia mencionada (Confesar-Lo imposible), que a propósito de tan espeluznante tragedia humana, se produjeron logros importantísimos en muchos campos, entre ellos el campo del derecho internacional con la erección de instancias supranacionales de juzgamiento de los responsables del genocidio judío y otras comunidades, con lo cual surge el concepto de “crimen contra la humanidad”, declarado ya por muchos países como “imprescriptible”. Y concluye que a pesar de la insuficiencia que tenga, estas instancias y estos conceptos representan “un progreso irreversible”, y señala que llevan aparejado un sentido de “arrepentimiento, de confesión y de petición de perdón”. [6]
 
Continúa la incertidumbre de si los avances de antes y después de la Segunda Guerra Mundial en materia de Derechos Humanos e instituciones que soportan su defensa y protección, son suficientes para demeritar, sofocar, disuadir o impedir la aparición de nuevos holocaustos y soluciones finales. Cabría preguntarse si hechos de invasión “legítima” de pueblos y exterminio “legal” de oponentes por motivos económicos, ideológicos, políticos, religiosos o étnicos, pueden enmarcarse dentro del concepto de “crimen contra la humanidad”, aún así no tengan la extensión del genocidio nazi y aún así se hayan realizado por motivos aparentemente loables, a nombre de la paz, de la democracia, de la civilización: Corea, Vietnam, Iraq, África, para nombrar los casos más representativos, entre cientos de lugares donde se libraron, se han librado y se siguen librando sangrientas guerras.
 
¿Podemos tantos, vivir juntos y bien en tan frágil planeta, ante tanta incertidumbre y ante crecimiento tan desbordado de la población y concentración tan desmesurada del poder y la riqueza y a pesar de los avances de la humanidad?


[1] Filósofo argelino nacido el 15 de julio de 1930 y muerto el 8 de octubre del 2004.
[2] Ponencia presentada en el “Colloque des intellectuels juifs en langue française” (París)
diciembre 1998. Versión castellana de Patricio Peñalver..
[3] UnPeriódico. Universidad Nacional de Colombia. No. 135, 11 de julio de 2010. Bogotá. Pág. 4
[4] Proyecto Ética Cívica Global, Programa de Asociados Mundiales de la Universidad de Yale.
[5] Ponencia presentada en el “Colloque des intellectuels juifs en langue française” (París)
diciembre 1998. Publicado en ISEGORÍA/23 (2000). Pág. 17
[6] ibid. Pág. 34
https://www.alainet.org/es/articulo/149760
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