A propósito de las descomunales ganancias de Microsoft:

3.5 billones de dólares de más pobreza

10/03/2007
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La enorme riqueza de las personas más ricas del mundo, contrasta con la penuria de millones de seres en todo el planeta y afianza el dicho de que las "e-economías", o sea las nuevas economías afincadas en la informática y las telecomunicaciones, son las más prósperas, según se desprende del informe Forbes, en su última edición del 2007.

Bill Gates sigue ocupando el primer puesto en fortunas acumuladas, logro conseguido, principalmente, por el control que ejerce sobre el software que produce Microsoft en forma monopólica y se encuentra instalado en casi el 90% de las computadoras del mundo. Una buena razón para creer en la globalización como paradigma de riqueza desaforada para unos cuantos, validos de artilugios, subterfugios e imposición del poder de las multinacionales, las cuales actúan como arietes económicos y financieros de la banca multilateral, que les abre paso en cuanto gobierno sumiso encuentran en el orbe.

La industria de los programas de computadora, así como la dedicada a la producción y distribución de música, con todo el embeleco antinacional, antidemocrático y discriminatorio que significan los derechos de autor, la propiedad intelectual, las patentes y marcas, y los diseños industriales, propalados por la OMPI, Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, adscrita a las Naciones Unidas, no ha servido más que para proteger y apalancar el dominio de los más pudientes, bien pocos, sobre millones de seres humanos. Viéndolo bien, todas estas producciones son el resultado del trabajo hacendoso de cientos de millares de trabajadores y trabajadoras que laboran en las grandes industrias y a quienes se les reconoce magros salarios, pero cuyas invenciones e ingenio explotan sin control, con la acucia de Estados apátridas sin apegos nacionales, y patentan a nombre del emporio.

Estas producciones digitales deben considerarse patrimonio de la humanidad y las Naciones Unidas crear un Fondo de reconocimiento personal, liberándolas para uso general sin necesidad de la fementida licencia, que es la patente de corzo que se esgrime para empobrecer a la población en la misma medida en que pocos usufructuarios atesoran fortunas descomunales. Muchos horas de trabajo y sufrimiento humano deben existir en esos 56 mil millones de dólares obtenidos por el magnate de Microsoft y en esos 3.5 billones de dólares que acumularon solo 946 personas de la Tierra el año pasado. El sentido común enseña que cuando algo aumenta en un lado es porque decrece en el otro, es decir, se acumula en una parte porque se sustrae a rajatabla esa suma, al amparo del poder del capital y de la política, en otros sitios del mundo entero.

Esa ganancia desmedida debe tener un límite, en el valor y en el tiempo, en una sociedad que se ufane de respetar el estado social de derecho, poniéndole coto a las prácticas francamente filibusteras de los gigantes de la industria informática y sonora, para hablar de solo dos casos, que expolian sin límite los derechos de autor y propiedad intelectual, sin ser sus artífices directos, cobrando abusivas tarifas por las licencias de sus productos.

Frente a los programas informáticos hay, como en todo en esta vida, alternativas que no están impregnadas de la artimaña del ánimo de lucro, sino de servicio, y lo que ha hecho Estados Unidos, y los gobiernos que le sirven de parapeto a las grandes multinacionales, es imponer condiciones de uso de mercancías producidas socialmente, so pena de sanciones económicas si llegasen a decidir el uso de software libre en el sistema informático público. Microsoft ejerce una presión disimulada para que su sistema operativo y aplicaciones indispensables sean los que se instalen en las computadoras cuando realiza donaciones de paquetes de “software”, en apariencia gratuitos, a instituciones educativas, y acude a otros astucias por el estilo, para que los gobiernos municipales "se casen" con sus productos y desechen la endiablada idea de propiciar el uso de sistemas operativos alternos, iguales o más eficientes y confiables que Windows, como se ha probado con la plataforma Linux y aplicaciones tipo Open Office.

Es imprescindible que la mancomunidad de naciones establezca un fondo de apoyo a los derechos de autor y a la propiedad intelectual, por el cual se le done al productor directo del programa informático, con carácter de utilidad pública acreditada por un comité científico idóneo, una suma significativa por una sola vez, y se proscriba la licencia y la propiedad individual como sinónimo de despojo, para que cualquier persona en el mundo los aproveche sin más costos que el valor del medio físico, sin comercialización, otorgándole una etiqueta de valor patrimonial de la humanidad.

Microsoft y congéneres de idéntica laya monopólica ya han recibido más que suficientes dólares por un mero programa que cualquier ingeniero es capaz de producir y masificar sin restricciones económicas. De resto, es poder, control, piratería legal y sumisión.

En otras áreas también lucrativas, dos colombianos no escapan a ese afán de riqueza a costa de los derechos de sus semejantes y aparecen en la lista Forbes: Julio Mario Santodomingo, puesto 132, con 5.770 millones de dólares y Luis Carlos Sarmiento Angulo, puesto 167 con 4.700 millones de dólares. Cabe decir que el primero hace poco hizo una cuantiosa donación de unos 24 mil millones de pesos para una universidad bogotana, cuando en sus negocios leoninos le había birlado 20 veces dicha suma al fisco colombiano en la venta de Bavaria a SabMiller por 7.600 millones de dólares, y el segundo recibió, según las noticias locales, un valor exagerado por sus acciones de Orbitel, honrando ambos linces de las finanzas la doble moral con que actúa la plutocracia colombiana.

- Carlos Arturo Cadavid V. es Administrador de Redes y capacitador en TIC, socio de la Escuela Nacional Sindical (www.ens.org.co), del CLUB del Técnico y socio fundador de Somos Telecentros (http://www.tele-centros.org.). Candidato del Polo Democrático Alternativo al Concejo de Medellín.

Artículo de opinión publicado en la Revista de la CUT Antioquia, Lazos de Unidad No. 47, Medellín, Colombia, Abril-Mayo del 2007, y en Momento Médico, Asmedas, No. 90 de Mayo y Junio del 2007.

https://www.alainet.org/es/articulo/123063
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