Los últimos meses de Bush en el poder
Irán: ¿el último vuelo del halcón?
22/06/2008
- Opinión
Los días pasan, el final se acerca. Sin embargo, George W. Bush continúa con su campaña mundial contra Irán y no se descarta que su legado sea un nuevo frente bélico.
Cuando el martes 20 de enero de 2008 George W. Bush deje la presidencia de Estados Unidos, una página importante de la historia universal se cerrará. Sin embargo, a siete meses de aquel día no se puede prever qué se escribirá en las últimas líneas del “capítulo Bush”.
Cómo si el legado de sus ocho años de gobierno fuera poco, el primer mandatario estadounidense aún no se resigna a abandonar lo que su gobierno denomina “lucha contra el terrorismo internacional”. Irán, la vieja obsesión de Bush, figura en lo más alto de la lista de pendientes que el texano se dispone a resolver de aquí al fin de su mandato.
A cualquier ciudadano del mundo le resultará difícil imaginar que el presidente saliente de un país emprenda un acto de magnitud tal como una acción bélica contra otra nación. Sobretodo, si se tiene en cuenta que el presidente entrante sería quien debería asumir no sólo el conflicto en sí mismo, sino también las consecuencias económicas, políticas y sociales que este tipo de operaciones trae consigo.
A pesar de esto, serán muy pocos los que se sorprenderán si Bush encara un ataque a Irán. No sólo por sus antecedentes sino teniendo en cuenta que en los últimos días Bush manifestó públicamente que “todas las opciones están sobre la mesa” respecto a Teherán. Es decir, a pesar de quedarle apenas siete meses de estadía en la Casa Blanca, el primer mandatario no dejará en manos de su sucesor la decisión final sobre la cuestión Irán.
Los hechos -además de las palabras- son señales para corroborar que la opción iraní sigue siendo primordial para Estados Unidos y sus aliados. El pasado viernes, el diario estadounidense The New York Times informó que durante la primera semana de junio, Israel llevó a cabo un ensayo militar simulando un ataque a instalaciones nucleares iraníes.
El matutino cita a funcionarios del gobierno estadounidense que confirman la información. Sin embargo, Tel Aviv aún no se ha pronunciado respecto a esta posibilidad.
Según New York Times, más de 100 cazas F-16 y F-15, helicópteros de rescate y aviones de reportaje realizaron las maniobras, sobrevolando Grecia y el este del Mediterráneo. Durante los ejercicios, la fuerza aérea se alejó unos mil 500 kilómetros, la distancia entre Israel y las instalaciones iraníes de Nataz.
Para el periódico estadounidense, las maniobras tenían dos objetivos. Por un lado, poner en práctica los detalles técnicos de un eventual ataque. Por otro, Israel estaría lanzando un mensaje tanto a Estados Unidos como a la Unión Europea (UE), Irán y otros países, de que está dispuesto a reaccionar violentamente si los esfuerzos diplomáticos no arrojan los frutos pretendidos.
Esta información se complementa con las declaraciones vertidas hace algunos días por el vice primer ministro de Israel, Shaul Mofaz. “Si Irán continúa con su programa para conseguir armas nucleares, le atacaremos", manifestó Mofaz al diario Yediot Aharonot. Según The New York Times, el funcionario hizo ese comentario el día posterior al ensayo.
Las afirmaciones de Mofaz no sorprenden si se tienen en cuenta los dichos de Bush y su aliado fundamental el premier israelí, Ehud Olmert. En definitiva, Tel Aviv es el principal mentor del lobby contra Teherán y abanderado de ejercer presión internacional.
La pregunta es: ¿soportarán Bush y su vicepresidente, Dick Cheney, las presiones de sus incondicionales israelíes?
Es necesario considerar un dato clave. La gestión de Olmert al frente del Estado hebreo está debilitada. La coalición de gobierno que integra le ha restado el apoyo y desde varios sectores se le exige dar un paso al costado.
Por esto, Olmert y sus hombres más cercanos han recrudecido las acusaciones y las presiones en la cuestión Irán. La experiencia demuestra que muchos gobiernos a lo largo y ancho del planeta han utilizado la cuestión bélica cuando sus administraciones tambaleaban. La gestión Olmert: ¿se sostendrá con Irán?
Del otro lado del mundo, las elecciones del 4 de noviembre en Estados Unidos se posicionan como un factor clave no sólo para los ciudadanos estadounidenses, sino también en el ámbito internacional.
Actualmente, las encuestas preelectorales marcan una tendencia favorable al demócrata Barack Obama por encima de su contrincante republicano, John McCain. El senador por Illinois ha manifestado una posición más flexible respecto a Teherán mientras su contrincante ha continuado el discurso belicista de Bush.
En este contexto, los republicanos intentan desprestigiar la postura de Obama de establecer instancias diplomáticas con el gobierno de Mahmud Ahmadineyad. Para esto, reinstalan el discurso de la seguridad dentro de la ciudadanía estadounidense y los peligros a los que se somete el mundo si Teherán “no es frenada”.
Es decir que más allá de que Barack Obama no plantee -ni mucho menos- sentarse a negociar con Irán, la campaña de McCain comienza a centrarse en los riesgos que significaría un presidente “dialogador”.
La vieja dicotomía estadounidense que plantea que los demócratas basan sus campañas en la economía y, por su parte, los republicanos centran la atención en las cuestiones de seguridad interior y exterior.
En resumen, con un McCain en desventaja en las encuestas preelectorales y con un Obama dispuesto a continuar la vía diplomática en la cuestión iraní, ¿Cómo puede ayudar George W. Bush a su copartidario?
La respuesta al interrogante está en lo que ha caracterizado al texano durante sus ocho años de mandato: su capacidad para generar escenarios de confrontación donde la seguridad estadounidense este en peligro. Ya sea por medio de Osama Bin Laden o de armas químicas y de destrucción masiva, Bush y sus laderos han encontrado la fórmula de encontrar respaldo a sus acciones bélicas.
Por esta razón, no debería descartarse que la “amenaza iraní” se convierta en el caballo de batalla para la campaña republicana.
Pese a que dentro de Estados Unidos, persiste la desaprobación por la actuación del país en Irak, lo cual perjudica ampliamente las aspiraciones republicanas, ¿qué pasaría si Washington emprende una nueva aventura militar?
El supuesto hecho verdad por la Casa Blanca de que Irán enriquece uranio con el objetivo de desarrollar armas nucleares parece insuficiente para agredirlo militarmente. A pesar de esto, los movimientos de Israel y las tropas estadounidenses desplegadas en Afganistán, Irak y el Golfo Pérsico llevan a la conclusión de que a pesar de la debilidad de argumento, todas las opciones efectivamente “están sobre la mesa”.
Por lo pronto, durante su “gira del adiós” por Europa, Bush consiguió que la UE ejerciera mayor presión diplomática y económica sobre la República Islámica.
En este momento, el principal escollo sigue siendo Rusia que plantea la necesidad de atenerse a las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en especial a los informes del Organismo Internacional de Energía Atómica. Este cuerpo no ha aportado elementos que incriminen a Irán.
En diciembre del año pasado, una evaluación realizada por las agencias de inteligencia estadounidenses llegó a la conclusión de que Irán suspendió su programa de armas nucleares en 2003. Poco cambio -ese dato- en las estrategias de Washington.
La duda más grande se plantea en el peso que puede tener la postura de Rusia (o China) frente a las ambiciones estadounidenses e israelíes.
A pesar de esto, parece que el paso siguiente de la vía diplomática ya está en marcha. Las necesidades del gobierno de Olmert, sumadas a las aspiraciones republicanas y los viejos anhelos de la dupla Bush-Cheney, ubican a Irán en la mira de los halcones.
La historia demuestra que las guerras pueden hacer ganar o perder elecciones, sostener o derribar gobiernos. Asimismo, pueden aportar un buen banquete de recursos naturales. Con este panorama, la opción iraní no debe ser descartada.
No hay dudas que George W. Bush está condenado a figurar en varias hojas de los libros de la historia universal. Sin embargo, el hombre parece empecinado en querer ocupar un espacio aún mayor.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
http://www.prensamercosur.com.ar
Cuando el martes 20 de enero de 2008 George W. Bush deje la presidencia de Estados Unidos, una página importante de la historia universal se cerrará. Sin embargo, a siete meses de aquel día no se puede prever qué se escribirá en las últimas líneas del “capítulo Bush”.
Cómo si el legado de sus ocho años de gobierno fuera poco, el primer mandatario estadounidense aún no se resigna a abandonar lo que su gobierno denomina “lucha contra el terrorismo internacional”. Irán, la vieja obsesión de Bush, figura en lo más alto de la lista de pendientes que el texano se dispone a resolver de aquí al fin de su mandato.
A cualquier ciudadano del mundo le resultará difícil imaginar que el presidente saliente de un país emprenda un acto de magnitud tal como una acción bélica contra otra nación. Sobretodo, si se tiene en cuenta que el presidente entrante sería quien debería asumir no sólo el conflicto en sí mismo, sino también las consecuencias económicas, políticas y sociales que este tipo de operaciones trae consigo.
A pesar de esto, serán muy pocos los que se sorprenderán si Bush encara un ataque a Irán. No sólo por sus antecedentes sino teniendo en cuenta que en los últimos días Bush manifestó públicamente que “todas las opciones están sobre la mesa” respecto a Teherán. Es decir, a pesar de quedarle apenas siete meses de estadía en la Casa Blanca, el primer mandatario no dejará en manos de su sucesor la decisión final sobre la cuestión Irán.
Los hechos -además de las palabras- son señales para corroborar que la opción iraní sigue siendo primordial para Estados Unidos y sus aliados. El pasado viernes, el diario estadounidense The New York Times informó que durante la primera semana de junio, Israel llevó a cabo un ensayo militar simulando un ataque a instalaciones nucleares iraníes.
El matutino cita a funcionarios del gobierno estadounidense que confirman la información. Sin embargo, Tel Aviv aún no se ha pronunciado respecto a esta posibilidad.
Según New York Times, más de 100 cazas F-16 y F-15, helicópteros de rescate y aviones de reportaje realizaron las maniobras, sobrevolando Grecia y el este del Mediterráneo. Durante los ejercicios, la fuerza aérea se alejó unos mil 500 kilómetros, la distancia entre Israel y las instalaciones iraníes de Nataz.
Para el periódico estadounidense, las maniobras tenían dos objetivos. Por un lado, poner en práctica los detalles técnicos de un eventual ataque. Por otro, Israel estaría lanzando un mensaje tanto a Estados Unidos como a la Unión Europea (UE), Irán y otros países, de que está dispuesto a reaccionar violentamente si los esfuerzos diplomáticos no arrojan los frutos pretendidos.
Esta información se complementa con las declaraciones vertidas hace algunos días por el vice primer ministro de Israel, Shaul Mofaz. “Si Irán continúa con su programa para conseguir armas nucleares, le atacaremos", manifestó Mofaz al diario Yediot Aharonot. Según The New York Times, el funcionario hizo ese comentario el día posterior al ensayo.
Las afirmaciones de Mofaz no sorprenden si se tienen en cuenta los dichos de Bush y su aliado fundamental el premier israelí, Ehud Olmert. En definitiva, Tel Aviv es el principal mentor del lobby contra Teherán y abanderado de ejercer presión internacional.
La pregunta es: ¿soportarán Bush y su vicepresidente, Dick Cheney, las presiones de sus incondicionales israelíes?
Es necesario considerar un dato clave. La gestión de Olmert al frente del Estado hebreo está debilitada. La coalición de gobierno que integra le ha restado el apoyo y desde varios sectores se le exige dar un paso al costado.
Por esto, Olmert y sus hombres más cercanos han recrudecido las acusaciones y las presiones en la cuestión Irán. La experiencia demuestra que muchos gobiernos a lo largo y ancho del planeta han utilizado la cuestión bélica cuando sus administraciones tambaleaban. La gestión Olmert: ¿se sostendrá con Irán?
Del otro lado del mundo, las elecciones del 4 de noviembre en Estados Unidos se posicionan como un factor clave no sólo para los ciudadanos estadounidenses, sino también en el ámbito internacional.
Actualmente, las encuestas preelectorales marcan una tendencia favorable al demócrata Barack Obama por encima de su contrincante republicano, John McCain. El senador por Illinois ha manifestado una posición más flexible respecto a Teherán mientras su contrincante ha continuado el discurso belicista de Bush.
En este contexto, los republicanos intentan desprestigiar la postura de Obama de establecer instancias diplomáticas con el gobierno de Mahmud Ahmadineyad. Para esto, reinstalan el discurso de la seguridad dentro de la ciudadanía estadounidense y los peligros a los que se somete el mundo si Teherán “no es frenada”.
Es decir que más allá de que Barack Obama no plantee -ni mucho menos- sentarse a negociar con Irán, la campaña de McCain comienza a centrarse en los riesgos que significaría un presidente “dialogador”.
La vieja dicotomía estadounidense que plantea que los demócratas basan sus campañas en la economía y, por su parte, los republicanos centran la atención en las cuestiones de seguridad interior y exterior.
En resumen, con un McCain en desventaja en las encuestas preelectorales y con un Obama dispuesto a continuar la vía diplomática en la cuestión iraní, ¿Cómo puede ayudar George W. Bush a su copartidario?
La respuesta al interrogante está en lo que ha caracterizado al texano durante sus ocho años de mandato: su capacidad para generar escenarios de confrontación donde la seguridad estadounidense este en peligro. Ya sea por medio de Osama Bin Laden o de armas químicas y de destrucción masiva, Bush y sus laderos han encontrado la fórmula de encontrar respaldo a sus acciones bélicas.
Por esta razón, no debería descartarse que la “amenaza iraní” se convierta en el caballo de batalla para la campaña republicana.
Pese a que dentro de Estados Unidos, persiste la desaprobación por la actuación del país en Irak, lo cual perjudica ampliamente las aspiraciones republicanas, ¿qué pasaría si Washington emprende una nueva aventura militar?
El supuesto hecho verdad por la Casa Blanca de que Irán enriquece uranio con el objetivo de desarrollar armas nucleares parece insuficiente para agredirlo militarmente. A pesar de esto, los movimientos de Israel y las tropas estadounidenses desplegadas en Afganistán, Irak y el Golfo Pérsico llevan a la conclusión de que a pesar de la debilidad de argumento, todas las opciones efectivamente “están sobre la mesa”.
Por lo pronto, durante su “gira del adiós” por Europa, Bush consiguió que la UE ejerciera mayor presión diplomática y económica sobre la República Islámica.
En este momento, el principal escollo sigue siendo Rusia que plantea la necesidad de atenerse a las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en especial a los informes del Organismo Internacional de Energía Atómica. Este cuerpo no ha aportado elementos que incriminen a Irán.
En diciembre del año pasado, una evaluación realizada por las agencias de inteligencia estadounidenses llegó a la conclusión de que Irán suspendió su programa de armas nucleares en 2003. Poco cambio -ese dato- en las estrategias de Washington.
La duda más grande se plantea en el peso que puede tener la postura de Rusia (o China) frente a las ambiciones estadounidenses e israelíes.
A pesar de esto, parece que el paso siguiente de la vía diplomática ya está en marcha. Las necesidades del gobierno de Olmert, sumadas a las aspiraciones republicanas y los viejos anhelos de la dupla Bush-Cheney, ubican a Irán en la mira de los halcones.
La historia demuestra que las guerras pueden hacer ganar o perder elecciones, sostener o derribar gobiernos. Asimismo, pueden aportar un buen banquete de recursos naturales. Con este panorama, la opción iraní no debe ser descartada.
No hay dudas que George W. Bush está condenado a figurar en varias hojas de los libros de la historia universal. Sin embargo, el hombre parece empecinado en querer ocupar un espacio aún mayor.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
http://www.prensamercosur.com.ar
https://www.alainet.org/es/articulo/128371
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