TPPRI, TIFA, TLC

Las nuevas formas del imperialismo

13/02/2008
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En el improvisado discurso con el que el lunes pasado anunció la renovación parcial de su gabinete ministerial, el presidente Vázquez decía: “...hubo un crecimiento económico y desarrollo de la actividad productiva y de la actividad de servicios que responde a la llegada de inversiones. ¡Como nunca hay inversiones extranjeras en el Uruguay! y vinieron, no porque por azar buscaron ahí en el mapamundi un lugar, y dijeron acá es Uruguay. No, vinieron porque saben de las condiciones de seguridad, las reglas claras de juego, la transparencia y el apoyo que tiene las inversiones que llegan al país.”
 
Y continuaba: “Esto es inserción internacional, y yo podría dar las cifras de inversión internacional que hoy tiene el país, que no las conoce en toda su historia. Cuando se dice que el Uruguay crece y hay más trabajo y menos desocupación, porque las condiciones internacionales que se han dado en este momento son excepcionales, eso es verdad, pero es media verdad, porque estas mismas condiciones excepcionales que hay a nivel internacional para el Uruguay, hay para todos los países del mundo y hay países que no han crecido, ni han llevado adelante un desarrollo, como ha llevado Uruguay. Esta es una realidad incontrastable, también apoyada por números y podría hablar del respecto que a nivel internacional se tiene por Uruguay.”
 
Dejando de lado la veracidad de la afirmación de que “hay países que no han crecido” (¿con cuales países nos está comparando el presidente Vázquez? ¿Con Afganistán?), yo me pregunto: ¿No será que los inversores extranjeros (finlandeses, españoles, estadounidenses, ahora hindúes, mañana chinos) vienen al Uruguay progresista porque se les brindan jugosos beneficios y prebendas? A pesar de ser un hecho dramático, no deja de causar gracia que estos tratados hablen de la protección de las inversiones “mutuas”. Hasta ahora ninguna empresa uruguaya ha podido instalarse en Finlandia, ni en España, ni en Estados Unidos, y –obviamente– tampoco podrá instalarse alguna en India. Entre otras razones porque el capital no está aquí sino en el norte. Pero además, no hay una sola empresa uruguaya, ni siquiera las estatales, que tenga el tamaño necesario como para alternar en esos mercados.
 
Por otro lado, hasta el momento estas inversiones –tan maravillosas según el presidente Vázquez– sólo están contribuyendo a mejorar las estadísticas macroeconómicas. De hecho, no han generado un aumento importante en la cantidad de puestos de trabajo y tampoco en su calidad. Tampoco pagan impuestos pues se instalan en régimen de Zona Franca, y en el caso de la industria forestal –por ejemplo– están obligando al país a invertir fuertemente en la reconstrucción de gran parte de su red carretera y ferroviaria.
 
Esto de los tratados de protección de inversiones no es un invento ni un mérito uruguayo. Es la forma jurídica que ha adoptado e impone en todo el mundo el gran capital trasnacional para continuar con su crecimiento desenfrenado e insostenible. Antes, estos fines se obtenían mediante la guerra y las invasiones (en algunos casos, ahora también, pues esa ha sido la estrategia usada en Irak, invadido por empresas estadounidenses luego de ser invadido por su ejército). Ahora, cuando puede, el imperialismo firma tratados de protección de inversiones o tratados de libre comercio con sus colonias. Puedo aceptar que la socialdemocracia uruguaya no pueda o no quiera oponerse a esta nueva forma de expoliación, pero no acepto que –además- nos quiera convencer de que eso es un mérito propio, y menos todavía de que es algo maravilloso.

COMCOSUR al Día, Montevideo/13.02.08/

https://www.alainet.org/es/articulo/125656
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