¿A quién le conviene? A los delincuentes de todo tamaño. Desde ladrones de bicicletas hasta genocidas, torturadores, mafiosos. Una de sus armas tácticas más importantes es el miedo. Por eso, entre nosotros, quien se anima a declarar habiendo sido afectado por un hecho delictivo o habiéndose enterado de visu o por oídas, o es un valiente o es un desaprensivo. El ambiente de temor a las venganzas de los afectados por las denuncias ha cundido de manera general e intensa. Porque, es evidente que los represores, poderosos de por sí y por las trenzas que los ligan a los poderes económicos, caminan tranquilamente por nuestras calles como desafiando el juicio de la historia y los reclamos de las víctimas. Pero además, hay la evidencia de que en la mayoría de los casos, los culpables aparecen, fraguados o reales, pero nunca se llega a establecer fidedignamente la culpabilidad, y muchas veces todo termina en la nada, por falta de pruebas. Sin contar que, deliberadamente, se suele dejar correr el tiempo para brindárselo a los complicados a fin de que puedan hacer desaparecer pruebas y eliminar o comprar a los testigos que no alcancen a morirse de muerte natural. El caso de Jorge Julio López el albañil que fue testigo decisivo en el juicio al torturador Etchecolatz, ha venido a reavivar el miedo. Todo lo que se hará para brindar protección a los posibles testigos de violaciones de los derechos humanos elementales, no logrará superar esa barrera de miedo construida en base a un razonamiento muy simple. ¿Para qué te vas a meter exponiéndote a ser boleta, si después los que tienen plata o los que están arriba siempre terminan jorobándote a vos? Bienvenidos sean todos los análisis de situación y las decisiones oficiales que cambien las disposiciones actuales para que los testigos puedan contar con mayor protección. A mí se me ocurre otra reflexión, a propósito de todos los juicios emitidos sobre el caso, y particularmente después de las declaraciones de Hebe Bonafini al salir de la audiencia con el presidente. En primer lugar creo que López merece todo nuestro respeto. Porque quieras que no, ha sido un testigo valiente. Que rompió el cascarón del miedo de los argentinos. Como también merece este respeto el juez que, amenazado, no dejó de cumplir con su deber. ¿Que López se quebró y no pudo aguantar psíquicamente el enfrentamiento con este torturador cínico que incluso hablaba de la justicia divina? ¿Qué después de la trascendencia que tuvieron sus declaraciones tuvo miedo y está escondido? ¿Qué fue realmente secuestrado por la banda que sigue minuciosamente los procesos de los militares represores y cuenta con vinculaciones muy estrechas con instituciones y personal de seguridad?¿Que fue utilizado para señalar, desde esa derecha que quiere más represión y disminución de la edad de imputabilidad, las fallas en seguridad atribuibles al gobierno? En cualquier hipótesis creo que López merece todo nuestro respeto, aunque aparezca alterado psíquicamente o abandonando su escondite (tan perfecto que no ha podido ser descubierto por todos los organismos de seguridad combinados). Nuestro respeto, como una colaboración a ir formando un clima distinto del miedo. Es fácil darse cuenta de que con el miedo, los valientes que se animan a testimoniar son fácilmente señalables y se hace relativamente sencillo amedrentarlos o castigarlos. Si al revés, se aumentara el número de testigos dispuestos a declarar, la identificación se torna más difícil y también el plan de acallarlos con cualquier método. Complementando cualquier disposición oficial que ojala resulte más eficaz, considerando además de la protección brindada a los testigos concretos, el desarme de los organismos integrados por gente complicada con la violación de los derechos humanos o sirviendo a esos intereses, ayudémonos a vencer el miedo aun conservando una prudencia elemental frente a los riesgos personales o familiares. - José Guillermo Mariano (pbro) Fuente: http://www.sintapujos.org