El freno a los poderosos

21/08/2006
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La tregua y alto el fuego firmados el 11 de agosto, origen de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, trajo alivio a la inquietud mundial producida por la cruel guerra del oriente medio. Esa noche dormimos casi tranquilos y al amanecer nuestras incertidumbres recibieron la confirmación de que se había dado finalmente, aun antes de la llegada de las fuerzas de paz de la ONU y cumpliendo con el mutuo acuerdo, el cese de hostilidades. Las dudas y escepticismos provienen siempre de una experiencia repetida con demasiada frecuencia: los poderosos se sienten capaces de desafiar la opinión mundial y las resoluciones de cualquier organización internacional. Pareciera que aquellas sospechas han quedado una vez más, confirmadas. No son únicamente los libaneses y Hisbollah quienes denuncian la violación. Es el mismo Secretario general Kofi Annan. No es cuestión entonces de interpretación, como pretende Israel, que presenta el ataque como un hecho de legítima defensa ya que se trata de impedir el suministro de armas por parte de Irán o, como otros dicen, de una operación tendiente a liberar a los soldados israelíes secuestrados hace un mes. En ambos casos los reclamos tienen cierta apariencia de justicia ya que Israel resulta en ellos víctima en el pasado o en el futuro. No hay, sin embargo, justificación posible. No sólo porque todos conocen la fragilidad de la tregua y que cualquier detalle será aprovechado para reiniciar las hostilidades que históricamente obedecen a raíces muy profundas, sino porque la paz mundial se pone en peligro si los intereses de los poderosos siguen siendo los definitivamente valiosos y atendidos en el concierto que ya es desconcierto de las naciones, después de las decisiones imperiales del Sr. Bush y de la agresión israelita que prácticamente hacen burla de la seriedad y respetabilidad de la ONU. No será raro que todos los que se embanderan en esta posición que, fundamentalmente es la de las Naciones Unidas, sean acusados de antisemitas entendiendo por esa denominación únicamente a los judíos, que han logrado afirmarla mundialmente sólo para ellos. No se trata de antisemitismo, como tampoco lo entienden los intelectuales judíos que en su proclama advierten al Gobierno israelí sobre lo problemático e injusto de su postura. Se trata de humanitarismo. Además, con toda la repugnancia que guardamos y sentimos a flor de piel, hacia las discriminaciones que llevaron a distintos holocaustos y genocidios a través de la historia, sería irracional mantener una postura discriminante en este caso en que se juega la paz del mundo y la dignidad de cada ser humano. Toda violación de la tregua, franca o disimulada, es reprobable. Ahora ha sido Israel el violador y es posible que para hacerlo se ampare en la impunidad de los poderosos. - José Guillermo Mariano (pbro) Fuente: http://www.sintapujos.org
https://www.alainet.org/es/articulo/116667

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