Debates para la paz: La policía comunitaria

04/10/2005
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  • Opinión
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Imaginémonos que un día tocan el timbre de nuestra casa y al abrir la puerta nos encontramos con una pareja de policías que, después de saludarnos atentamente, nos invitan a participar de una reunión con los vecinos de la cuadra. En esa reunión los policías se presentan ante los vecinos: quiénes son, si son limeños o del interior, su vocación policial, años que sirven en la PNP, si tienen familia, etc. Además, los policías, anfitriones de la reunión, facilitan que los vecinos se conozcan y se fortalezcan los lazos de pertenencia con el barrio, asentamiento o urbanización de que se trate, y a partir de esto, discutir los problemas que atañen a la seguridad ciudadana. Cuando en los días siguientes un vecino se cruce en la calle con la pareja de policías, se saludarán cortésmente e intercambiarán preguntas ¿cómo está la familia?, etc. El simple hecho que se puedan llamar por su nombre o apellido servirá para establecer la confianza y respeto tan necesarios para que el binomio vecino-policía actúe a favor de una eficaz prevención de los delitos y poder ejercer con legitimidad social la autoridad en caso que sea necesario. Aunque para muchos, tanto desde afuera como al interior mismo de la PNP, esto pudiera parecer una quimera lo cierto es que ya es una realidad en otros países desarrollados. Pero, curiosamente, estamos interesados en aprender de éstos, por ejemplo, sus logros y modelos económicos, el buen funcionamiento de sus instituciones y el régimen democrático, etc, pero cuando se toca el tema de la reforma policial, es decir, avanzar en el campo de la policía comunitaria, la duda y el escepticismo parecen ganarnos a todos. Es que el modelo de policía comunitaria supone la afirmación de un camino democrático en la búsqueda de la seguridad ciudadana. Una estrecha relación entre el vecino y el policía no sólo redundaría en una mejor información para la comisaría, útil para planificar mejor la lucha contra la delincuencia común, sino, también, para que los policías conozcan mejor los hábitos, necesidades y aspiraciones locales que muchas veces no son tomados en cuenta por la institución policial. Y es sobre este conocimiento que la PNP debería llevar a cabo la educación de los vecinos para prevenir el delito, considerando el hábitat vecinal como un espacio amenazado tanto por la gestación interna de la delincuencia como por ser receptores de la acción delincuencial externa. Esto último es muy importante. Generalmente la educación vecinal a favor de la seguridad ciudadana no repara suficientemente en los riesgos surgidos al interior del propio núcleo familiar, como si la policía sólo debería educar para la prevención contra una delincuencia exterior que agrede a los vecinos. Pero, quizás, una particular ventaja de una mejor relación entre el policía y el vecino residiría en que se inauguraría un espacio para el apoyo pero también para la crítica y fiscalización del que hacer policial; los vecinos no debieran ser solamente una fuente de información o aplicados asistentes a las charlas policiales, siempre necesarias, sino también quienes con su cotidiana evaluación del comportamiento de los efectivos policiales contribuyen a la superación de ciertos hábitos dañinos y depuración de los malos elementos de la PNP. Por último, aunque por eso no menos importante, al involucrase el efectivo policial en la dinámica y problemática de la seguridad vecinal se verá presionado por un sin número de demandas y obligado a buscar soluciones a los mas variados problemas. Se dejará de lado el burocratismo y se afianzará su iniciativa y creatividad, condición básica para mejorar la eficiencia institucional. - Carlos Tapia G. es investigador de CEPRODEP.
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