¿Chile transgénico? ¡No Gracias!
29/07/2003
- Opinión
En las últimas semanas los chilenos nuevamente hemos sido
sorprendidos por las políticas de hechos consumados del
Ministerio de Economía: la propuesta de masificar la producción
transgénica y subsidiar con recursos públicos un desarrollo
tecnológico en esa dirección.
La propuesta de la Comisión para el Desarrollo de la
Biotecnología, montada por el subsecretario de economía Álvaro
Díaz, con financiamiento del BID, plantea en el corto plazo,
(junio de 2004) cambiar el actual marco regulatorio sobre
transgénicos, hoy restringidos a la reproducción de semillas
para re-exportación, hacia la autorización y promoción masiva de
cultivos transgénicos para consumo y distribución en el país.
La excusa del Ministerio de Economía para subsidiar la
investigación y producción transgénica es agregar valor a la
economía nacional y mejorar la competitividad del sector
exportador. Para ello, sin ningún proceso de participación, ni
de consulta sobre las prioridades científicas y tecnológicas del
país, ha establecido alianzas con empresas de biotecnología,
norteamericanas y canadienses, y algunas cámaras empresariales
chilenas y además ha elaborado un informe y plan de acción para
ser aprobado por el Presidente de la Republica, aunque en las
líneas programáticas para el Chile Transgénico ya aparecen
asignadas y los planes de ejecución establecidos para los 3
próximos años.
¿Será que el Ministro Rodríguez Grossi y el Subsecretario Díaz
están enterados que Chile trata de transitar hacia la democracia
y que establecer políticas, leyes y reglamentos entre cuatro
paredes ya no debiera usarse?
El informe del Ministerio de Economía al presidente señala que
los montos públicos invertidos en investigación sobre
transgénicos en Chile los últimos diez años equivalen a 73,4
millones de dólares; cifra elevadísima si la comparamos con el
financiamiento que reciben otras áreas de ciencia y tecnología
de mayor urgencia y prioridad nacional.
La mayor parte de esta inversión vinculada a transgenia en
especies forestales como pino y eucaliptos y especies
agrícolas, como papas, maíz, tomates, vides y nectarines. Ello a
pesar de que es justamente este último sector, el de los
alimentos transgénicos, el que presenta mayor rechazo, no sólo
en la población chilena, sino especialmente entre los
consumidores de los países receptores de nuestras exportaciones.
Este hecho, evidencia el camino errado que ha tomado el gobierno
en relación con el desarrollo biotecnológico.
El signo más evidente del camino equivocado del Ministerio de
Economía al pretender imponer esta política biotecnológica para
la producción y la exhortación transgénica, es la moratoria de
la Unión Europea desde 1998, para evitar el ingreso de
productos transgénicos.
A lo anterior se suma la reciente prohibición de las
importaciones de miel y canola orgánica desde Canadá, ya que
los productores de dicho país no han podido garantizar que sus
productos están libres de contaminación a raíz del polen de los
cultivos transgénicos. Estos antecedentes implican el cierre de
mercados a productos que potencialmente pudieran ser
contaminados por la cercanía de cultivos transgénicos.
Al respecto, hay que recordar que nuestro país acaba de firmar
un acuerdo comercial con la Unión Europea y que por ello el
Ministerio de Agricultura ha señalado que basará su política
sobre transgénicos en la cautela, en la posición de menor costo,
frente a la confrontación entre la Unión Europea y Estados
Unidos sobre el tema y con consulta a todos los sectores.
La entrada en escena del Ministerio de Economía, con su insólita
propuesta de desarrollo biotecnológico, totalmente ajena a las
tendencias políticas y económicas en curso, ponen en alto riesgo
los actuales nichos de mercado de los productos chilenos.
En efecto, frutas, vinos, productos hortofrutícolas y
alimenticios en general, podrían verse gravemente afectados de
optarse por una política biotecnológica que incremente la
presencia de transgénicos en el país.
Al respecto, el director de Comercio de la Unión Europea ha
señalado recientemente que la UE exige un completo plan de
trazabilidad para cada Organismo Modificado Genéticamente,
además de su etiquetado; y que la masificación de transgénicos
en Chile puede generar consecuencias comerciales.
Hoy día el escenario internacional es muy claro al respecto.
Debido al rechazo de los consumidores hacia los productos
transgénicos, incluso al interior de Estados Unidos, la mitad de
las empresas biotecnológicas de ese país, creadas en la década
de los 70, han debido cerrar o fusionarse y la mayoría de las
pequeñas ha quebrado.
En un intento por revertir esta crisis el Departamento de
Agricultura de Estados Unidos invitó el mes pasado a los
Ministros de Agricultura de los países en desarrollo, para
presentarles la agricultura transgénica como "la revolución
verde del siglo 21".
Paralelamente, el presidente Bush, inauguraba en Washington la
Asamblea de la Industria Biotecnológica norteamericana con un
encendido discurso contra la Unión Europea por cerrar sus
mercados a los productos transgénicos; amenazándola con
presentar el caso ante la Organización Mundial de Comercio.
En este contexto internacional, la propuesta de desarrollo
biotecnológico para Chile que lidera el Ministerio de Economía
no sólo constituye una amenaza de contaminación genética de
nuestra biodiversidad y una opción científica y tecnológica
inconsulta, sino que además constituye una decisión
irresponsable de un grave impacto para la economía nacional.
Esperamos que el Presidente Lagos y el parlamento implementen
procedimientos democráticos en esta decisión sobre las
prioridades científicas, la protección del patrimonio natural y
el resguardo del nicho de producción limpia y sana que Chile
pretende instalar a nivel internacional.
* Sara Larraín. Directora Programa Chile Sustentable
https://www.alainet.org/es/active/4184?language=es
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