Ausencia de certeza jurídica, eje de la absolución de los militares
Caso Myrna Mack: 13 años de impunidad
12/05/2003
- Opinión
La falta de certeza jurídica hace que un país sea inviable. El
sistema de administración de justicia de Guatemala no tiene
capacidad de dar certeza jurídica y, ante el mundo, nuestro país
se perfila como una nación donde los órganos judiciales siguen
siendo inoperantes, débiles y dispuestos a otorgar impunidad a
los grupos de poder que lo tienen aprisionado.
La sentencia emitida por la Sala Cuarta de la Corte de
Apelaciones, que absolvió a los militares acusados de ordenar el
asesinato de Myrna Mack, tiene como eje central una serie de
inconsistencias judiciales y anomalías jurisdiccionales. En unas
pocas líneas, donde el razonamiento y la legalidad están
ausentes, se dejan sin efecto los hechos probados durante el
juicio celebrado en septiembre del 2002.
El Tribunal Tercero de Sentencia concluyó que eran hechos
probados, entre otros, los siguientes: Myrna Mack fue asesinada
por sus investigaciones sobre la población desarraigada; el
coronel Valencia Osorio transmitió la orden para asesinar a Myrna
Mack y fueron utilizados los recursos del Departamento de
Seguridad del Estado Mayor Presidencial (EMP) para cometer el
crimen.
La Sala Cuarta no podía cambiar los hechos probados en el juicio,
ni pronunciarse sobre aspectos que no fueron impugnados por las
partes. Su mandato se limitaba a analizar si de los hechos
probados se deduce la comisión de un delito. Un hecho probado en
primera instancia es que Valencia transmitió la orden para
asesinar a Myrna Mack.
Correspondía entonces analizar si la orden transmitida por
Valencia (hecho admitido por el acusado y su defensa en el
recurso de apelación especial) causó la muerte de Myrna Mack.
Pero la Sala, actuando en correspondencia con los intereses del
poder militar, absolvió a Valencia y dejó intacto el motivo por
el cual Valencia fue condenado.
La absolución se basa en que, según la Sala, hay una supuesta
contradicción en la sentencia del 2002, porque para ellos no
queda claro que en el EMP se fraguó el crimen. Ante la
contradicción, que sólo existe en la mente de los magistrados, la
Sala resolvió que el crimen no se fraguó en el EMP y, por lo
tanto, Valencia es inocente.
Quedó absuelta una estructura militar considerada por los
expertos y los informes del REMHI y de la Comisión de
Esclarecimiento Histórico, como un centro donde se planificaban y
cometían graves crímenes. Y, de manera automática, la Sala
resolvió que, si la estructura no tiene vínculos probados con el
crimen, tampoco sus integrantes. Deja fuera de toda
consideración la responsabilidad individual de Valencia Osorio y
los otros acusados. Para absolver, la Sala solamente citó
principios doctrinarios, copiados literalmente de un Manual de
Derecho Penal. La sentencia es tan inconsistente que ellos
mismos fueron incapaces de presentar un razonamiento que la
sustenten.
Por lo demás, la Sala Cuarta emitió sentencia sobre hechos y
argumentos que no fueron expuestos por las partes procesales, de
manera que se extralimitó en sus funciones y violó los requisitos
mínimos del contralor de la apelación especial. La Sala absolvió
al EMP, cuando el caso Mack, por trece años, ha enjuiciado a
personas para que afronten su responsabilidad individual. El
juicio es contra las personas, no contra la estructura militar.
Las repercusiones serán nefastas para la administración de
justicia, si ahora se pretende vincular la responsabilidad
individual a la responsabilidad institucional.
LA LUCHA ES SIGNO DE ESPERANZA
La absolución de los oficiales militares acusados de ordenar el
asesinato Myrna Mack ha despertado un renovado sentimiento de
falta de esperanza. No es para menos, si la impunidad y la
denegación de justicia son los componentes esenciales de la
respuesta institucional del Estado de Guatemala.
Esa falta de esperanza es el resultado acumulado de observar que
la impunidad sigue imperando pese a trece años de intensa
búsqueda de justicia. En todos esos años, la familia Mack Chang
y quienes se han solidarizado con su lucha, han logrado palpar
como algo tangible la denegación de justicia.
El Estado de Guatemala, responsable primario de comportamientos
criminales como el que segó la vida de Myrna Mack, sólo ha
ofrecido encubrimiento, negación de la verdad, presiones,
amenazas, el exilio de numerosas personas, muchas mentiras y el
asesinato del investigador policial José Miguel Mérida Escobar.
El caso Myrna Mack, al igual que muchos otros que no han podido
ser ventilados en los tribunales, exponen la magnitud de la
debilidad y la inoperancia de los órganos judiciales.
Los casos de violación de derechos humanos quedan entrampados en
el Ministerio Público o en las primeras fases del proceso penal;
los dirigentes del crimen organizado burlan a la justicia y sólo
quedan expuestos al poder punitivo los eslabones más débiles de
la cadena criminal; y las denuncias por corrupción se estancan
porque las estructuras del Estado protegen a quienes se
enriquecen a su sombra.
El comportamiento institucional del sistema de administración de
justicia sigue respondiendo a los parámetros impuestos desde la
época del conflicto armado interno. Su inoperancia agrava los
conflictos sociales y fomenta la violencia en la población
insatisfecha, como lo ejemplifican algunos casos de linchamiento
y otras manifestaciones de "justicia" por mano propia.
Pese a los avances alcanzados en los últimos años, están intactas
las estructuras que fomentan la impunidad y la corrupción en el
sector justicia; los cambios son de forma y no de fondo, de tal
manera que la debilidad y la inoperancia son las características
más sólidas del sistema.
El acceso a la justicia sigue siendo negado por un sistema que se
opone a ampliar sus horizontes hacia el derecho indígena, los
mecanismos alternativos para solucionar conflictos y los procesos
de reforma institucional que, en el mediano y largo plazo,
podrían dotar a la sociedad guatemalteca de un mejor servicio
público de justicia.
Debido al impacto causado por la sentencia absolutoria en el caso
Myrna Mack la indignación ante la impunidad se ha replanteado con
mayor fuerza. Sin embargo, la denegación de justicia se
manifiesta a diario, en todas las regiones del país, aunque sólo
veamos su magnitud y fuerza cuando se afecta a sentencias de
relevancia. Hay muestras de impunidad que tal vez nunca lleguen
a ser del dominio público, pero que causan igual frustración y
falta de esperanza a quienes la sufren.
En el caso Myrna Mack, como ocurrió en el caso Gerardi, la Sala
Cuarta de Apelaciones respondió a los parámetros de la impunidad
y del poder militar oscuro y espeso que mantiene cooptados a los
órganos judiciales. Así han actuado, en otros casos, muchas de
las estructuras de la justicia en respuesta a los intereses de
los grupos de poder político, económico, militar o criminal.
La absolución de los militares del caso Mack es hoy la prueba más
concreta de que el sistema de administración de justicia sigue
afectado por la incapacidad, la inoperancia, la aquiescencia a la
impunidad y la falta de voluntad política para brindar un
verdadero acceso a la justicia.
Pero esta experiencia amarga y negativa no debe acabar con la
esperanza. Es el momento preciso de buscar, en el mismo centro
de la denegación de justicia, las claves para mantener la
esperanza.
Guatemala sigue afrontando los problemas y los conflictos que nos
mantienen cerca de la confrontación y falta de solidaridad. El
proceso social que nos haría alcanzar mejores estadios de
convivencia no puede ofrecer resultados sólidos de la noche a la
mañana. Por eso, cada día, a cada momento, debemos renovar
nuestro compromiso con la paz, la verdad y la justicia,
levantándonos después de cada caída, irguiéndonos ante los
tropiezos y las experiencias desalentadoras.
Algunas claves son la persistencia, la tenacidad y la capacidad
de sobreponerse a la adversidad. El caso Myrna Mack no ha traído
a esta sociedad sólo desaliento. También ha desnudado al sistema
de justicia y ha puesto en evidencia un parte del horror que
sufrieron miles de familias guatemaltecas. Ahora es el momento
de rescatar lo que hemos aprendido en trece años de proceso
judicial. Conocemos a la impunidad. Sabemos qué es, cómo es,
cuáles son sus mecanismos, cuál es su fuente de poder. ¡Que su
poder y su fuerza no nos asuste ni nos haga desmayar!
No descansemos entonces. Vayamos nuevamente a la búsqueda de
justicia, renovemos la lucha por conseguirla y el compromiso de
edificar, para nosotros mismos y para las siguientes
generaciones, una sociedad donde la justicia represente los más
altos valores humanos y guíe el comportamiento de quienes vivimos
en este país.
Exijamos al Estado, a los jueces, a los fiscales, a los
magistrados y a los policías que respondan a los parámetros de la
justicia y no de la impunidad.
Renovemos hoy nuestra esperanza en la justicia
Mantengamos el reto a la impunidad
Guatemala, 13 de mayo de 2003
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