El avance de la derecha
28/05/2002
- Opinión
Con el triunfo de Álvaro Uribe en Colombia se ratifica que la transición
a la democracia en América Latina ha servido para que la derecha avance
y, junto con ésta, el poderío de Estados Unidos en la región. La
izquierda, en todos sus matices (desde la guerrillera hasta la de tipo
socialdemócrata y populista), es la gran perdedora de esta transición.
Ya no hay siquiera disimulo. Se trata de una derecha pro-estadunidense
sin hipocresías, descarnada, directa, indigna y desnacionalizada desde el
Río Bravo hasta la Patagonia. La excepción en el continente es el ex
monaguillo Chávez, presidente populista al que ya se le dio un susto para
que ablandara su discurso y moderara sus políticas antimperialistas.
Fuera del continente, como una auténtica isla (en varios sentidos), queda
Cuba, cuyo presidente todavía resiste a la avasalladora política
hemisférica de Estados Unidos.
La era de las dictaduras y de los regímenes autoritarios como el mexicano
ya terminó, dejó de ser útil a los intereses de Washington. Primero
fueron sustituidos por regímenes de democracia restringida, de acuerdo
con los proyectos de la Comisión Trilateral. Para esa fase fueron útiles
los gobiernos de tipo socialdemócrata, pero resultaron tan ineptos y
corruptos que la derecha tomó la estafeta, con el beneplácito de las
clases medias latinoamericanas preocupadas por su capacidad de compra (en
medio de enormes espirales inflacionarias) y por la persistencia de
movimientos campesinos armados. De la democracia restringida se pasó a
la democracia electoral sin límites y, con ésta, a las garantías de
libertad en todos los órdenes, comenzando por el económico. Junto con el
modelo democrático se dio la liberalización económica, como dos
condiciones atadas y, gracias a los endeudamientos externos necesarios
para las políticas sociales demagógicas de los regímenes socialdemócratas
y similares del anterior periodo, el Fondo Monetario Internacional se
convirtió en el hado sin el cual los gobernantes latinoamericanos se
sienten incapaces de gobernar ("o cumplimos con las exigencias del FMI o
me voy": dijo recientemente Duhalde, presidente de Argentina).
¿Por qué la derecha está avanzando electoralmente? En primer lugar, y
aunque parezca perogrullada, porque la izquierda ha desaparecido o no se
encuentra a sí misma ni parándose frente a un espejo. En segundo lugar,
porque amplios sectores de la población, especialmente los jóvenes,
perdieron confianza en la política y en los políticos y no se han
percatado que, con su abstención, le abonan el terreno a las fuerzas más
conservadoras. En tercer término, porque los partidos tradicionales, de
derecha y de izquierda, han caído en el desprestigio por no haber logrado
resolver problemas que los grupos conservadores (también dueños o
víctimas de la televisión y la radio) han considerado inadmisibles; de
aquí que no han sido partidos los que han triunfado en México, Venezuela,
Perú, Colombia, Chile y otros muchos países, sino personas que han sabido
capitalizar, con partidos al vapor o arrastrando a sus partidos (solos o
en coalición), los deseos de cambio de quienes sí votan, crean o no en la
política. Y, finalmente, porque los sectores conservadores que todavía
acuden a las urnas son, por lo mismo (otra perogrullada), de derecha y,
obviamente, no votarían por quien no les garantice orden y seguridad,
algo de honestidad, estabilidad económica y, por qué no, una buena
relación con Estados Unidos que, guste o no, es la potencia económica de
la que dependen las economías del hemisferio y más ahora con la
globalización económica que --se dice-- es irreversible.
La trampa de la transición a la democracia ha sido que ésta sólo se ha
entendido en términos electorales y como garantía de todas las
libertades. Si se garantizan todas las libertades no pueden restringirse
–se argumenta-- las libertades económicas basadas en la libre empresa.
Si la democracia es libertad de elección y que los votos legitimen al
gobernante, no importa entonces el número de votos, sino el mayor
porcentaje de los que votaron a favor de un candidato. Todo lo demás
sale sobrando, y lo grave es que muchos (todavía) se lo creen. ¿Qué tipo
de crisis, y de qué profundidad, será necesaria para que esa gente que
vota por la derecha reaccione y se dé cuenta de que "otro mundo es
posible" aunque todavía no esté definido? ¿Qué alternativa podría
proponerse a la crisis de la política, de los partidos y de la llamada
representación popular? Mientras encontramos respuestas, la derecha sigue
avanzando.
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