La doctrina Bush
20/09/2001
- Opinión
Nunca antes, ni siquiera a partir
de que Estados Unidos se sumó a la Segunda Guerra Mundial,
habíamos escuchado una amenaza como la de Colin Powell: "O
nos ayudan o sufren las consecuencias". El garrote del Tío
Sam ha sido levantado "contra todo país que no asista a
Estados Unidos en su cruzada contra el terrorismo", según
la elocuente nota de Cason y Brooks en La Jornada del 17 de
septiembre.
Parecieran las declaraciones de un capo di mafia a otros
jefes, que hemos oído en muchas películas sobre el crimen
organizado en Estados Unidos. "O están con nosotros o en
contra nuestra" dijo la señora Clinton después de haber
parecido inteligente cuando su marido era presidente de
Estados Unidos. Guerra de pandillas, esto es lo que nos
propone el gran imperio, a nombre de los valores que dice
representar y con los cuales como argumento ha actuado
impunemente contra todos los pueblos del mundo que se han
cruzado en el camino de sus intereses. Lo que está
planteando ahora el gobierno de Estados Unidos es una
guerra contra la soberanía de todos los pueblos: 1) si no
los ayudan contra el terrorismo, y 2) si los ayudan. En
ambos casos el gobierno imperial está pisoteando la
soberanía de Estados-nación soberanos, pues está dictando
sus condiciones como si fuera el amo del mundo y no un país
más del concierto de naciones. La vieja Doctrina Monroe:
"América para los americanos", se convirtió 178 años
después en la Doctrina Bush: "El mundo para los
americanos"; y lo peor del caso es que los estadunidenses,
en su mayoría, se la creen --y también otros gobiernos,
como el nuestro, presto a subordinarse a la gran potencia
sin consultar a los mexicanos.
Para estos momentos ya da igual si el ataque a Nueva York y
Washington fue originado por las fuerzas más militaristas y
reaccionarias de Estados Unidos o por un grupo
fundamentalista islámico. Las consecuencias (sólo faltaba
el pretexto) son las que importan: Estados Unidos le ha
declarado la guerra al mundo al no tener ubicados --dice su
gobierno-- a los autores del ataque. Por eso el presidente
de ese país ha dicho que es “un conflicto sin campos de
batalla”, ya que se han señalado como tales los territorios
y la población de todos los países que no ayuden al imperio
en su venganza contra quienes osaron violar su territorio.
Las leyes internacionales y la soberanía de los países
dejaron de existir porque Estados Unidos no sólo ha
decretado estado de guerra en su territorio sino en todo el
mundo.
Desaparecidos el supuesto comunismo y la Unión Soviética,
fue el narcotráfico el pretexto para inmiscuirse en otros
países; pero como éste era y es negocio, incluso para la
CIA (el opio de Afganistán y Pakistán, por ejemplo) y para
no pocos grupos económicos de Estados Unidos, incluidos
algunos bancos como Citibank, la lucha contra las drogas
(que han matado más estadunidenses que los ataques del 11
de septiembre), tendría que ser más matizada, menos
frontal, menos efectiva, más tolerante. Había que encontrar
otro pretexto para "justificar" los intentos del imperio
para controlar el resto del mundo y, de paso, acrecentar el
ya gigantesco negocio de las armas (acaban de subir las
acciones de la fábrica de pistolas Sturm Ruger). Con esta
intención o sin ella, el pretexto ya se dio. La guerra ha
sido declarada, y lo más preocupante es que a sus
promotores no les interesa más la opinión mundial ni la
oposición que pudiera darse, pues el que no esté con ellos
estará en su contra y "sufrirá las consecuencias". Una
amenaza entre pandillas, la prepotencia del fortachón de la
cantina, el sentimiento de supremacía y, de una vez, ya
encarrerados, el racismo y la dominación económica (porque
la economía también es una amenaza por la vía de bloqueos,
como ha ocurrido ya contra Cuba e Irak). El mundo para los
americanos y para quienes les juren apoyo y lealtad, que
siempre, en sus cálculos supremacistas, serán socios
menores o subordinados, pero socios al fin: se salvarán de
la ira imperial, ¡bravo!
Históricamente somos culpables de no haber advertido a
tiempo el peligro nazi cuando Hitler ganó el poder en
Alemania, y se desencadenó una guerra brutal que arrastró a
muchos pueblos. Tenemos la responsabilidad histórica, otra
vez, de darnos cuenta, sin necesidad de paranoias, del
peligro de otra guerra, de otra guerra que será distinta de
las anteriores, como las anteriores también fueron
distintas de las precedentes. Ojalá los próximos
acontecimientos me corrijan.
https://www.alainet.org/es/articulo/105324
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