Civilizaciones, mentalidades, imaginarios
26/02/2014
- Opinión
Antes de la modernidad, o la historia de la modernidad que se inicia en 1.492, los pueblos a pesar de sus dificultades y guerras, vivían de manera sostenible por miles y miles de años. No eran historias y procesos románticos, pero en sus desarrollos existían niveles de sostenibilidad ya probados por investigaciones actuales. Cierto también que desde siempre existían catástrofes naturales, muchos de ellos han destruido civilizaciones enteras, como Tiwanacu. Pero en procedimientos naturales. O causas naturales. El inicio de la modernidad selló definitivamente la ruptura del hombre con la naturaleza: se rompieron miles de años de procesos sostenibles y de reciprocidad entre el hombre y la naturaleza. La agresividad de la modernidad, de su pensamiento y manera de ver el mundo, destruyó el equilibrio de las civilizaciones que convivían con la naturaleza. El conquistar la naturaleza, del pensamiento moderno, significó también conquistar y esclavizar a las otras civilizaciones que no tenían como costumbre, como mentalidad, la destrucción de la naturaleza. Sino la reciprocidad y el compartir de sus beneficios, no hasta destruirlo. En 1.492 la conquista e invasión de occidente a otros continentes, supuso lamentablemente el inicio de la destrucción del mundo. Hoy, esos límites son evidentes. Hambre, desnutrición, guerras, contaminación ambiental, sofisticación de la muerte, proliferación nuclear, violencia cotidiana de mafias poderosas que controlan estados enteros, desesperanza y duda sobre el futuro del hombre. Es decir, la modernidad destruyó el mundo sólo en 500 años.
Revertir esos procesos insanos y modernos costará tanto como volver a diseñar otros imaginarios, otros modelos de vida parecidos a los que nuestros antepasados ya diseñaron. Para empezar hay que cambiar las mentalidades modernas, modernistas y modernizantes de nuestras sociedades.
Enfermas por tanta modernidad y seudo competitividad. Enfermas porque se creyeron el cuento del progreso y la modernidad como demiurgos supremos de la vida. Que sin esas condiciones no existe vida o, lo que es peor, los humanos somos “atrasados”, “incultos”, etc. Vocabularios inventados por la modernidad para descalificar al distinto, o extraño. 500 años de modernidad por supuesto que afectaron en las mentalidades, en las mentes y maneras de pensar. Se enraizaron y se cosificaron hasta ser el peor obstáculo mental, para pensar otras cosas distintas, para pensar otras posibilidades más creativas como ya tuvieron nuestros antepasados.
Revertir semejantes monstruos mentales modernos nos costará generaciones. Porque los encantos de esa modernidad son la miel más poderosa, para los jóvenes desencantados por tantos fracasos ideológicos y políticos. La modernidad es su rincón de desahogo y creatividad. Revertir la agresiva forma de la modernidad, que encubre además lo racista y pigmentocrático del origen: occidente, costará también sacrificios en las transiciones hacia otras formas de vida. Pues los principales instrumentos de la modernidad (autos, industrias, barcos, aviones, etc) son contaminantes y anti naturaleza.
Por muy finos, lindos, atractivos y eficientes que sean son destructivos y anti naturaleza. Ya que las mentes que las crearon no pensaron nunca en la reciprocidad con la naturaleza, en la sostenibilidad de las nuevas generaciones, sino sólo en el goce y disfrute del presente egoísta y mercantilista. Revertir esas agresiones y agresividades modernistas, mentales, costará mucho porque hay que cambiar todo los sistemas educativos. Sistemas educativos esencialmente modernistas, modernizantes y contaminantes. Sistemas educativos absolutamente ignorantes respecto a pensar otros modelos, otras formas de desarrollo más sostenibles y limpios, menos agresivos que los occidentales.
Existe suficiente información en Occidente sobre su equivocación. Sobre los límites de esos modelos agresivos y desarrollistas, destructivos. Sobre todo a nivel de las mentalidades, que es la parte más destructiva. Porque lo moderno es por antonomasia totalitario. Ignora otras formas de pensar, o de procesos sociales. Porque lo moderno es excluyente, no desea o permite inclusión sino como consumistas o mercantilistas. Lo moderno destruyó culturas enteras, con sus aportes y formas distintas de pensar este mundo. Con sus sabidurías, con sus mentalidades absolutamente distintas a la moderna. En sí lo moderno, ya es contundente, no fue precisamente un aporte a las culturas del mundo. Lo tecnológico e informático pasa demasiado desapercibido ante los enormes desafíos humanos, pues hambre, sequías, pobreza, marginación y discriminación siguen siendo los constantes con tanta modernidad. Y en Bolivia un pequeño grupúsculo, mínimo y en manos de colonias extranjeras como hasta hoy, se ha beneficiado de esas promesas de la modernidad. Han sido tan excluyentes como su modernidad, y han destruido el país con esas muzas de la modernidad. Pero aún así en su ceguera mental creen que la modernidad sigue siendo lo bueno, lo que hay que asumir para resolver nuestras miserias, mentales y materiales.
Por el lado espiritual, la modernidad sólo nos dejó comportamientos individualistas, mezquinos, de envidias, de mafias, anti grupales y comunitarias. El estado republicano en esencia tenía esos derroteros de comportamientos humanos: la ley de la selva. Terreno abonado para esas mentalidades modernas y mezquinas, excluyentes y racistas. Y curar esas cegueras mentales que cunden cotidianamente entre nosotros, costará mucho tiempo y mucho esfuerzo e inteligencia.
La Paz, 25 de febrero de 2014.
https://www.alainet.org/es/articulo/83487?language=es
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