Los pueblos indígenas en la coyuntura

04/03/2016
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Los pueblos indígenas hemos estado absolutamente marginados de la historia y sus instrumentos, como el Estado, en nuestros propios territorios. En realidad la historia moderna es simplemente el relato de la marginación, explotación y engaño monumental de las leyes republicanas para la expoliación de nuestras tierras y riquezas. El nacimiento de la hacienda y de las otras riquezas tiene ese origen. En estos años del llamado proceso de cambio se configuraban algunos avances más. Al menos en el orden simbólico se han dado. Pero las deudas históricas, sociales y económicas siguen vigentes como el legado más crucial de lo que se llama historia. Las coyunturas ideológicas como políticas no han resuelto aún las estructurales exigencias, desde las otras historias, desde las periferias o desde las profundidades tectónicas de nuestras nacionalidades. Cierto es que el peso colonial tiene mucho que ver con todo esto, pues los mismos indios aceptamos como normal la dominación, como normal que el poder no esté en nuestras propias manos: de quechuas, aymaras y guaraníes. Y eso es por supuesto un proceso más largo, más complejo como más arriesgado.

 

Procesos de autoestima territorial, económica y de identidad cultural social son procesos de toma de consciencia de nuestros propios valores históricos. Eso aún no está presente en el imaginario de nuestras nacionalidades, sino como primeras manifestaciones en las democracias formales y occidentales, como parte de los ordenamientos mundiales hacia el tercer mundo. Esos esquemas son nomás de control remoto de los poderes occidentales, para impedir que nuestros nacionalismos étnicos fluyan como el agua, para que nuestros nacionalismos étnicos no se atrevan a ser ellos mismos. Las mediaciones políticas son fuertes, porque la legalidad republicana así lo dice y así lo obliga. Y la legalidad republicana siempre es totalitaria y castiga toda posibilidad de emprendimientos políticos que no estén enmarcados en la legalidad republicana. De eso ya sabemos en la historia tradicional. Los avances que se han hecho son importantes; pero los límites ya los vemos como en anteriores procesos.

 

Hay que asumir como en tantas eventualidades en la memoria larga. Son siglos de eternas promesas que se arrastran como en las calendas griegas. Uno más es uno más en la larga marcha por la reconstitución de nuestras nacionalidades, y sus instrumentos operativos que están presentes en las maneras de organizarnos, en las formas económicas como en nuestras mentalidades. La manera maquiavélica como se conducen nuestros destinos, ya pasará como bien sabemos y recordamos de otros procesos que ofrecieron también el cielo por asalto; pero que al final se quedaron nomás en el infierno.

 

En todo caso las cosas están más claras y concisas. Las ideologías son nomás ficciones de moda occidentales, de la memoria corta, demasiado coyunturales aunque demasiado poderosas e influyentes. Planteadas en terrenos guerreros y sangrientos típicamente occidentales: o estás conmigo, o estas en contra mía. O blanco o negro. Los resultados se pueden saber. Esos esquemas de la modernidad totalitaria no son para nuestras realidades, mucho más holísticas y de complementariedades de distintos o incluso absolutamente diferentes. Lógicas que no están presentes en las mentalidades de la guerra occidentales. Para ellos la eliminación del enemigo es el paradigma más importante políticamente. El daño causado al mundo es incalculable: guerras mundiales, bombardeos masivos, guerras preventivas, etc. Su lado cavernario guerrero es el más explotado y querido. Es el sentido de su existencia.

 

Ni modo, todavía estamos a merced de estas mentalidades de la modernidad y la guerra, todavía estamos de sirvientes de ese derrotero sin sentido y sin imaginarios con nuestras nacionalidades y nacionalismos étnicos milenarios. Por supuesto asaltados y destruidos por la conquista europea hace cinco siglos. Los avances son importantes, cada paso y cada conquista por muy milimétrica que sea es importante. Serán las bases precisamente para las construcciones de nuestros Estados que se vienen inevitablemente. Me anima el sentimiento de al menos sospechar sobre el futuro, de eso que es parte de la enfermedad occidental y que ya tienen condimentos nuestros, propios y genuinos. Dependerá sólo de nosotros mismos el seguir conquistando terreno firme. Pero ya hay signos esperanzadores.

 

Pasarán las modas ideológicas, pasarán las poses guerreras y sangrientas si es que seguimos en la línea de  volcar nuestras fuerzas en la reconstitución de nuestros nacionalismos. Es inevitable como necesario y urgente. La bulla guerrera occidentaloide tiene por objetivos el meter miedo y bronca, que sigan en ese juego, lo nuestro es seguir los derroteros milenarios, esas vertientes que hay seguir alimentando desde la memoria larga. La impostura es parte de la enfermedad ideológica, porque su papel es precisamente encubrir las profundas debilidades mentales y circunstanciales de los ideologizados, de los que dominan la palabra y la hipocresía como el arte de la pinta discursiva. Dejemos que eso siga su curso enfermizo, las tareas son más importantes como la reconstitución de nuestros Estados, perdidos en la memoria y en el aplastamiento de la conquista.

 

Estamos aquí porque ya está sucediendo, y si hay destino pues nos toca protagonizar lo que ha sido coartado y destruido por la mentalidad guerrera de occidente.

 

La Paz, 4 de marzo de 2016.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/175804?language=es
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS