Evo y la Teología de la Liberación

31/07/2013
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El presidente Evo Morales dijo recientemente que si la Iglesia Católica relanza la Teología de la Liberación, su gobierno estará ahí para acompañar esa doctrina con el propósito de consolidar la liberación de los pueblos, en alusión al anuncio del Papa en Brasil.
 
Evo muy animado tras las palabras espontáneas del pontífice, sacó a luz uno de sus testimonios que reflejan el compromiso de todo cristiano asumiendo en concordancia con la Teología de la Liberación: Evo enfatizó que “para ser cristiano hay que ser revolucionario” y “hay que servir al pueblo”.
 
Las palabras del primer mandatario nos colocan en la justa dimensión de lo que significaría a estas alturas “revolucionar” la Iglesia en este momento, ya que el anterior Papa, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) mantuvo en la congeladora cualquier intento de aplicar la Teología de la Liberación desde sus prácticas liberadoras y una verdadera opción por los pobres.
 
El nacimiento de la Teología de la Liberación
 
Conviene a propósito de esta alusión proyectiva para los cambios en la Iglesia Católica, conocer algunos elementos de cómo nace la Teología de la Liberación en ésta parte de América. Y es que allá por los años 70, un grupo de teólogos reflexionaron sobre los cambios ocurridos en los pueblos y en la propia Iglesia Latinoamericana.
 
La toma de conciencia de los pueblos de su dependencia; las luchas que le tocó al pueblo enfrentar para instaurar procesos de liberación; la presencia comprometida de los cristianos en esas luchas desde los movimientos sociales y la aparición de lo que fueron las Comunidades Eclesiales de base, fueron señales de la aparición de ese nuevo pensamiento.
 
Esas reflexiones desde la praxis cristiana de liberación, esas formas organizativas de los movimientos de iglesia de las bases que surgieron y que posteriormente se fueron sistematizando, constituyeron la referencias de la doctrina que posteriormente se llamaría Teología de la Liberación.
 
Su metodología vino de la mano de importantes aportes, que como Paulo Freire, el gran pedagogo brasileño, ayudaron a diseñar, aquel conocido proceso del: ver-juzgar-actuar. Donde se parte de la realidad (ej. pobreza, exclusión social, dependencia económica, etc.), hasta llegar a descubrir las causas.
 
Es en este momento importante de profundización donde se dialoga con las ciencias sociales modernas capaces de explicar las verdaderas causas de los problemas en el continente y en el mundo.
 
Finalmente se pretende encontrar vías de solución y respuestas concretas, es decir: actuar, para ello se plantean alternativas para transformar la realidad: es el momento en que la fe ilumina la praxis cristiana de liberación.
 
Esta metodología convierte a la Teología de la Liberación, no en una teología meramente académica, ni al margen de la historia, sino en un pensamiento vital, práctico y comprometido. Es una teología profética, que denuncia el pecado, anuncia el Reino y se orienta a la transformación de la realidad.
 
Claro que ese nacimiento de la Teología de la Liberación, provocó diversas reacciones y una serie de conflictos, se vieron errores que, como toda obra humana, la Teología de la Liberación pudo haber cometido, su conflictividad en última instancia nace de haberse acercado a la realidad y al evangelio.
 
Pero en todo nacimiento hay que situar el contexto donde emerge esa propuesta y habrá que decir que, ese nuevo pensamiento se da después del Concilio Vaticano II, donde se vivió un clima de pobreza, de creciente represión, bajo gobiernos militares que propugnaban la doctrina de la seguridad nacional.
 
Exilio, cautiverio y martirio
 
La década de los 70 fue para América Latina, al margen de algunas excepciones, años de exilio y cautiverio. La opción por los pobres de la Iglesia, tuvo un alto precio: persecución, torturas y martirio.
 
Los nombres que asumen a cabalidad el evangelio desde su práctica nos muestran hasta donde se asume la cruz, como testimonio de plena identificación con el pueblo: El asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero en el Salvador; persecución, tortura y asesinato a Luis Espinal en Bolivia, simbolizan esta situación martirial.
 
Es en esas circunstancias que la Iglesia Pueblo de Dios, se vuelve sospechosa, peligrosa, por asumir la defensa de los intereses de los más pobres. Es en este clima que se comprenden las reacciones contra la iglesia liberadora y las críticas a la Teología de la Liberación de parte de los sectores poderosos de la sociedad.
 
En esta coyuntura se dan otros hechos que colaboran a enervar las posturas muy ortodoxas. La revolución nicaragüense de 1979 en la que participaron muchos cristianos en las Comunidades de Base. Algo así pasaba en Cuba cuando revisaba su postura dogmática contra la religión.
 
Fue el clima de conflictos y tensiones al interior de la Iglesia y surgían voces que hablaban de frenar el movimiento conciliar, de restauración, de involución. Los defensores de esta corriente provenían de campos diferentes: algunos de la minoría conciliar que en el Vaticano II no logró imponer sus puntos de vista y que ahora recobra fuerza.
 
Otros pertenecían a los sectores políticamente conservadores que llevados por un antimarxismo visceral, querían emprender una cruzada anticomunista, algunos eran antiguos teólogos del Vaticano II que se sentían asustados y que “escaparon” ante el sesgo de los acontecimientos.
 
Hablar de los grandes teólogos que marcaron ese tiempo, sin duda cabe hay que nombrar a los gestores que tuvo esa doctrina, desde el peruano Gustavo Gutiérrez, los brasileños Leonardo Boff y Frei Betto, Camilo Torres en Colombia. Pero también estaban Ricardo Antoncich, Juan Luis Segundo y en Centroamérica los jesuitas: Ignacio Ellacuria y Jon Sobrino.
 
Ese fue el escenario, el discurso, la metodología y los actores de un largo proceso que no culminó su tarea, sino que hizo que la propia realidad condujera a replantear nuevos desafíos a la luz de los cambios político-sociales en América Latina y por sobretodo, las posturas de la Iglesia que como vimos en el Vaticano de este último tiempo, retrocedieron en el intento de posicionar el contenido liberador del evangelio.
 
Volviendo al principio de este artículo diremos, ¿entenderá la Iglesia boliviana que bajándose y escuchando al pueblo sencillo y humilde, sin antes estrechar la mano de los oligarcas de este tiempo, es posible construir una teología como la vivió Lucho Espinal hasta dar la vida por el pueblo?
 
- Luis Camilo Romero, es comunicador boliviano para América Latina y El Caribe.
https://www.alainet.org/es/articulo/78182?language=es
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