El poder y la necesidad de cambiar

09/04/2013
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En 1929 la Masacre de las Bananeras, en la zona del Departamento del Magdalena, Norte de Colombia, evento que relata Gabriel García Márquez en algunos de sus escritos, marcó la vida y el desarrollo social y económico de una zona geográfica que vio como el miedo se instituyo para darle paso a la permisividad social y politica frente a los usos y abusos, no solo de los recursos naturales en esa zona de la región Caribe colombiana, sino que también se consolidaron las castas políticas y sociales en toda esa región y que a través de los años, concibieron a las entidades administrativas del Estado que son en su origen generadoras de bienestar social, como la caja menor para suplir y satisfacer sus necesidades personales y familiares.
 
Rafael Escalona, en su canción Señor Gerente, nos daba muestra de esa situación “Señor Gerente cómo voy a hacer, para pagarle lo que me prestó, llegó el Gusano y se comió el Arroz y ahora no tengo con qué responder, y el Gerente me contestó, no te preocupes Rafael, la caja ( la Caja Agraria, entidad financiera del Estado ) te lo arregla bien, para eso soy Gerente yo…¨.  Evidentemente que era todo un despilfarro y malversación de los bienes del Estado, de los bienes del pueblo, bienes y créditos a los que seguramente los pequeños agricultores les era imposible acceder por la cantidad de papeles e impasses burocráticos a los que debían someterse.
 
En octubre de 2009, durante el nefasto gobierno de Álvaro Uribe, nos topamos con una situación de corrupción parecida: el famoso programa de Agro Ingreso Seguro, que al final, considero yo, ha sido uno de los fiascos mas grandes de la historia de Colombia, un programa para básicamente pagar deudas electorales y seguir enriqueciendo a los gamonales, principitos políticos en el Magdalena y en otros departamentos de Colombia, que se volvieron ricos por culpa de sus amigos gerentes, en este caso seria el ministro de agricultura, delfín del Presidente Uribe, Andrés Felipe Arias, mientras aún hoy los campesinos siguen viviendo del miedo infundado por esas mismas castas lumpen burguesas que dominan en las regiones de Colombia.
 
Este comportamiento puedo argüir que se debe en gran parte, a que en la región Caribe colombiana seguimos sumergidos en el mismo centralismo de hace quizás doscientos años. Es por eso que considero que es hora de asumir una posición y una actitud diferente hacia la construcción de una Región Caribe colombiana con un desarrollo ordenado y responsable de infraestructuras que ahonden en el camino de un territorio otrora pujante, un plan de construcción y pavimentación de carreteras, de promoción, desarrollo y fortalecimiento de cooperativas, de la mediana y de la pequeña empresa, de la consolidación de organizaciones culturales, sociales, comunales, campesinas, que permitan una participación más activa y decisiva en la vida política de nuestros departamentos.
 
Se hace entonces imprescindible, que se fortalezca la educación pública, la construcción de nuevas escuelas rurales y urbanas. Es el momento para que todos tengamos que sentir ese poder, el poder que cada uno tiene para cambiar, sentir la necesidad de apropiarse y de proteger  los recursos naturales,  los recursos públicos, para un mejor desarrollo regional.
 
En la actualidad en Colombia se habla de Paz, un tema no nada nuevo, que ahora se pone de moda, aunque exista incredulidad e incluso aparezcan los siempre enemigos de la paz con justicia social, los siempre servidores de los intereses extranjeros; pero seguimos hablando de Paz, hablamos de desarrollo, de minería, de campesinos, de indígenas, de recolectores de basura, de cafeteros, se habla de todo, siempre relacionado con el interior del país, y le llamo interior del país a esa zona que conocemos como todo aquello que no es la costa Caribe colombiana; pero cuando hablamos de nuestros recursos, nadie se inmuta, acabaron con los mangles de Salamanca, con los peces de muchos ríos de la Sierra Nevada por culpa del glifosato, acabaron con el tren, con el muelle de Puerto Colombia, con el carbón, que ahora desechan indiscriminadamente en las playas de Santa Marta y hasta están acabando con los equipos deportivos y la costa sigue sin decir nada, pensando que los  paisas son lo mejor y que mientras haya carnaval y ron, lo demás esta demás.
 
Aun así, Colombia sigue hablando de Paz, de negociaciones, pero hay que darnos cuenta de que hablar de Paz en Colombia, es hablar de festivales sin muertos, de playas llenas de turistas, de elecciones libres y de la democracia participativa, seguimos hablando de moda y de mas moda, hablamos de elecciones, donde se sigan eligiendo desde hace más de treinta años los mismos caciques con los mismos apellidos.
 
Hablar de Paz en Colombia, tiene un significado bastante oprobioso, porque es como decía el tirano paramilitar ex-presidente, la Paz de la confianza inversionista.  Lo  que significa abrirle camino al otro y cerrarle paso al nuestro, es pensar en los que mandan y no en los que se han vistos obligados a obedecer, todo por culpa de la estrategia gamonal de sembrar ignorancia y recoger obediencia. Porque seguiremos con la moda de hablar de elecciones y no de procesos electorales, seguiremos hablando de Paz a secas y no de, construcción de la Paz como un proceso sostenible por nuestro futuro común.
 
Conversar de Paz, con P mayúscula, es hablar en libertad y escuchar sin prevenciones, sin doble juego ni compromisos y mucho menos pensar en ganar o perder. Conversar es escucharse el uno al otro y el otro al uno, en búsqueda del bien común, del bien colectivo sin condiciones y siempre respetando y protegiendo los derechos de cada lado y es por eso que se hace necesario que se inicien las conversaciones de cómo visionar un país, más que unas negociaciones de como repartirse los elogios de la Paz. Quizás necesitamos palabreros, como solían o suelen hacer algunos de los pueblos originarios del Caribe colombiano. Traer uno o varios palabreros para que sean mediadores a la salida política del conflicto colombiano. Y para conversar de Paz, tendríamos que conversar de memoria, de reparación, de participación electoral y de educación, entre otros temas.
 
Como Región Caribe colombiana, como Costa Caribe, como Nación Caribe, tenemos que darnos cuenta y asumir el hecho de que, uno de los grandes problemas no había sido precisamente la guerra entre el Estado y los grupos insurgentes, que sí es cierto este fenómeno ha marcado el quehacer costeño, pero se debe asumir y reconocer que mucho más perjudicial ha sido la corrupción electoral y administrativa, el olvido del Estado central, la depredación sin escrúpulos de los recursos naturales por parte de empresas multinacionales con la complicidad de curacas iluminados y de la ignorancia generalizada en la población.
 
Es que en la Región Caribe Colombiana, tenemos que luchar contra el centralismo, contra la violencia que produce el estar obligados a votar siempre por dos o tres familias, las mismas de hace más de 30 años, herederos de colonos que al final pudieron llegar al poder porque ese era su objetivo y misión, y se aprovecharon del centralismo, del olvido de la burocracia centralista y claro, se profundizó para sus bienestares la pobreza material; se profundizó el analfabetismo, la ignorancia, la falta de oportunidades académicas y la falta de fiscalización real del ente emisor.
 
Desde el Caribe Colombiano, tendríamos que pronunciarnos y exponer nuestros puntos, porque no se trata de promover el desarme para un bando, para que de esta forma el bando oficial pueda maltratar, explotar y practicar todo tipo de vejámenes contra el obrero, contra el campesino, contra los pueblos originarios y afrocolombianas, que dejen las armas los que están en rebelión, para así profundizar en las raíces del pueblo, la ignorancia, el analfabetismo, la corrupción administrativa, el robo y el saqueo indiscriminado de los recursos públicos y de los recursos naturales.
 
Es por esto que la Región Caribe Colombiana, debe descolonizarse de los virreyes locales, quienes han desviado durante décadas, los recursos de la Región para beneficio familiar. Es imposible seguir creyendo que en una región geográficamente bendecida aún hayan personas, seres humanos que no se alimenten bien o que simplemente no se alimenten, cómo creer y aceptar semejante barbaridad, mientras los políticos siguen pensando en un cese al fuego, en un cese de hostilidades con un grupo en subversión que aún sigue peleando por las mismas razones de hace mas de cinco décadas, entre otras, el hambre y la exclusión social.
 
Creo que lo que necesita Colombia y en particular la Región Caribe colombiana es una fuerte cohesión social, con una gran calidad humana y sensibilidad política, no politiquera, no burócrata.  Hay que aumentar el valor del voto, que deje de costar un plato de sancocho, una camiseta, una botella de ron o un puestito de trabajo por uno o dos años, hay que darle el valor que tiene y se merece el voto, el valor de la consciencia, el de saber que se vota libre y conscientemente, que se sabe que ese voto servirá para educar hijos, para proteger mujeres, niños y niñas, en fin se necesita una verdadera reestructuración  cultural, social y política. Creo que debemos pasar de la lucha armada a la lucha electoral en Paz, con inclusión y con justicia social.
 
Es el momento de darnos cuenta de que tenemos el poder y la necesidad de cambiar, cambiar la manera de como asumir a nuestra comunidad, la ciudad, el barrio y que se asuman no como una fiesta pasajera, más bien como un carnaval político y social sostenible o como diría Jaime Bateman, el gran sancocho nacional, donde somos todas y todos los que nos beneficiemos de las decisiones políticas, donde seamos todas y todos los costeños los que estemos trabajando para que las generaciones venideras puedan ser participes del bienestar creado.
 
Es el momento de darnos cuenta de que tenemos el poder político en nuestras manos y la necesidad irrestricta de cambiar, de ser mejores.
 
Explicación adicional:
¿Qué es la paz ?
https://www.alainet.org/es/articulo/75203
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