China - India, en las fronteras del odio

18/06/2020
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Foto: https://zoominternacional.com
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El valle de Galwan del sector Ladakh (Cachemira) junto al Himalaya, a 4200 metro de altura, temperaturas bajo cero y angustiante falta de oxígeno, es uno de los puntos más calientes del mundo. En ese sector designado como Línea de Control Actual (LCA) de la extensa frontera entre la República Popular China y la Unión India, de más de 3500 kilómetros, el pasado lunes murieron al menos veinte jawans (soldados) del ejército indio, según lo han reportado las autoridades de Nueva Delhi, tras los enfrentamientos que se extendieron por más de siete horas con efectivos del Ejército Popular de Liberación (EPL) chino.

 

Este ha sido el primer choque entre estas dos naciones con bajas mortales desde 1975 y el más grave desde los incidentes de Nathu La y Choen de 1967. Los choques fronterizos tienen cierta periodicidad:  el último, en 2017, se produjo cuando China inició la extensión de una ruta cercana a India y Bután, que alcanza a otras regiones más remotas como la provincia autónoma de Xinjiang. Por lo que Nueva Delhi envió cientos efectivos, para bloquear esos trabajos. Tras dos meses de negociaciones los jawans debieron abandonar sus posiciones y las obras se reiniciaron.

 

Fuentes indias indicaron que la escaramuza se produjo el lunes 16 de junio, por la noche, cuando patrullas indias sorprendieron a efectivos chinos en un punto, según Delhi, cinco kilómetros dentro de su territorio. La refriega se habría iniciado cuando un oficial indio cayó a la garganta de un río, tras ser empujado por un efectivo chino, con quien se encontraban discutiendo acerca de cuál era la patrulla que había violado los límites de una frontera que jamás fue trazada con el acuerdo de China, y que los indios han tomado como buena tras haber sido establecida por los británicos en 1914. A esta se la conoce como la Línea McMahon, un antojadizo trazo con el “acuerdo” inicial de Tíbet, el que finalmente rechazaría y al que China jamás subscribió.

 

La trifulca inicial hizo que cientos de efectivos de ambos bandos hayan concurrido al lugar, generando discusiones y empujones. Según se supo,  los muertos fueron a causa de golpes y armas blancas, ya que, por acuerdos anteriores, los efectivos de ambos países no pueden circular con armas de fuego en los sectores más críticos. Nueva Delhi, al tiempo que reconocía las veinte bajas, dijo que China había perdido cuarenta cinco hombres, lo que no fue corroborado por Beijing.

 

Estos sucesos son un paso más en la escalada iniciada el pasado mes de mayo, cuando en ese mismo sector,  en la noche del cinco al seis, tras una pelea a puños, piedras y palos, se encendieron todas las alertas, aunque en esa oportunidad solo hubo unos cuantos contusos y se replicó el día nueve con algún suceso similar, (Ver: China India: La frontera de la nieve ardiente.) dando la oportunidad  al presidente norteamericano Donald Trump a ofrecerse como mediador, oferta que fue desestimada por ambos contendientes.

 

Beijing, respecto a los hechos del lunes,  se negó a confirmar cualquier baja entre sus hombres, pero si acusó a India de haber cruzado la frontera en dos oportunidades. La tensión fronteriza si bien siempre está latente, se reavivó en abril pasado cuando, según fuentes indias, miles de efectivos del Ejército Popular de Liberación (EPL) se instalaron a lo largo de la Línea de Control Actual, intentado evitar que India refuerce sus instalaciones militares en ese sector fronterizo. La LAC fue establecida después de la guerra que mantuvieron ambas naciones en 1962, la que finalizó con una tregua y la creación de ese límite provisorio, que no ha evitado cientos de enfrentamientos de muy baja intensidad, que cada tanto eclosionan. Los territorios reclamados por ambos países tienen una extensión de más de 90 mil km cuadrados en el este del Himalaya y otros 38 mil en el oeste.

 

La presencia de China en las áreas en disputa se corresponde con lo vertido por un funcionario del ex presidente George W. Bush, Ashley Tellis, especializado en asuntos estratégicos asiáticos: “China ha tomado posesión física al ocupar territorio donde antes esporádicamente tenían presencia algunas patrullas”. Esta avanzada china sorprende a India, después de que hubo cancelado los ejercicios anuales de formación en Ladakh, a raíz del Covid-19, en plena expansión en la Unión, donde ya murieron cerca de 12 mil personas.

 

Según algunos observadores indios, el EPL habría avanzado algunos kilómetros, en territorio que se arroga India ocupando un sector importante del valle del río Galwan, el lugar de los choques del pasado lunes. Esa ocupación podría interrumpir la construcción de un camino de importancia estratégica para India.

 

A principio de junio, el ejército chino realizó una serie de maniobras en las que movilizó miles de paracaidistas que, en cuestión de horas, pudieron llegar desde la provincia central de Hubei a una apartada cordillera del Himalaya, donde los hombres del EPL, se movieron con velocidad a pesar de las bajas temperaturas y la falta de oxígeno, según destacaron medios chinos. Algunos analistas interpretaron ese ejercicio como un mensaje a Nueva Delhi, sobre que podrían esperar de cruzar las fronteras. Mientras que Modi, el pasado miércoles,  declaró que: “el sacrificio de los soldados no sería en vano y que India es capaz de dar una respuesta adecuada si se le provoca”.

 

De ambos lados de la Línea McMahon, se intensifican las amenazas y las acciones poniendo en alerta al mundo frente a un posible choque entre dos potencias nucleares.

 

Lo que vendrá

 

Pocos días después de los incidentes de principios de mayo, ambas partes han estado trabajando para disminuir la escalada, objetivo que parecía estar dando sus frutos, pero sin duda los muertos del pasado lunes, han llevado la cuestión a foja cero, lo que hace que la situación mucho más enmarañada, quitándole tiempo para extender las negociaciones, la que deberán ser encabezadas por las máximas autoridades de ambas naciones:  el presidente Xi Jinping y el primer ministro Narendra Modi.

 

Un conflicto desatado podría traer consecuencias geopolíticas desconocidas,  ya no solo para la región, sino para el mundo. China e India son las dos naciones más pobladas de la Tierra,  disponen de armamento nuclear y se encuentran viviendo convulsiones internas graves,  que podrían repercutir seriamente en el plano exterior.

 

China vive las revueltas de Hong-Kong, alentadas desde occidente, prácticamente atada de manos, obligada a actuar de manera casi quirúrgica para no sobrepasarse en la represión.  En las últimas semanas, su marina tuvo incidentes con buques de Malasia y Vietnam,  en el Mar Meridional de China, al tiempo que cuando uno de sus portaaviones que debió navegar en aguas cercanas a Taiwán, dio pie a los medios occidentales para comentar la noticia como una nueva amenaza a la isla, reclamada por China como propia.

 

Además de profundizarse el conflicto en la LAC, no sería “extraño” que estallen nuevas protestas, ya no solo en Hong-Kong, sino también en la provincia autónoma de Xinjiang, donde la cuestión de la etnia uigur, mayoritariamente musulmana, siempre esta pronta a exigir su independencia, al igual que las provincias de Nepal y Tíbet. A lo que se debe sumar la guerra comercial declarada por Donald Trump y los recientes roces diplomáticos con Australia.

 

Como aliados,  China cuenta la siempre inestable relación con Moscú y Pakistán su socio principal en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Al tiempo que Irán, otra potencia clave en el mapa asiático, debería mantenerse ciertamente equidistante ya que, tanto con China como con la Unión India, tiene lazos comerciales muy importantes.

 

A su vez,  el frente interno de India se encuentra sumamente complicado, por la siempre crítica situación de Cachemira, a la que Modi, con la decisión del año pasado de anular el artículo 370 que daba a las provincias de Jammu y Cachemira (Ver: Cachemira, a la sombra de Kali) ciertos grados de autonomía, que terminó generando semanas de choques con los separatistas cachemires, por lo que, de hecho, el ejército indio prácticamente ha ocupado la región, como verdaderos invasores extranjeros.

 

A ello, se debe sumar la controvertida Ley de Enmienda de Ciudadanía o CAA, (Ver: India, entre la guerra civil o el genocidio), también impulsada por el gobierno islamofóbico de Modi, un hinduista fanático, que ha encontrado en los 200 millones de musulmanes de la India, la mejor excusa para desarrollar el ideario ultra nacionalista o  Hindutva de su partido, el Bharatiya Janata Party  (Partido Popular Indio o BJP) con el que llegó al poder en 2014. Desde entonces, no ha dejado de originar problemas con la colectividad musulmana, expidiendo la Ley de Enmienda de Ciudadanía (CAA), con la que pretende quitar la nacionalidad a millones de topiwalas (musulmanes) que,  a pesar de haber nacido en India, no pudieron regularizar su filiación. La CCA ha provocado importantes protestas a lo largo del todo el país que ha dejado docenas de muertos e infinidad de propiedades de musulmanes destruidas el pasado mes de febrero, (Ver: India, los Dioses bastardos).

 

En el plano exterior,  las políticas de Modi fueron continuar ahondando las diferencias con Pakistán y Bangladesh, ambos países musulmanes, al tiempo que inauguró una estrecha amistad con Israel, el enemigo jurado del Islam, y renovó la alianza con los Estados Unidos, a la que Modi se dejó llevar por su ministro de exteriores Subrahmanyam Jaishankar, un fervoroso pro norteamericano.

 

Modi, sabe, tiene que saber, que está jugando con fuego, ya que no solo está desafiando a China, sino que su prédica nacionalista ha hecho que millones de hindúes salgan a las calles a respaldar sus acciones y a pedir venganza por los soldados muertos, arrastrando a casi 1400 millones de indios y a otros 1400 de chinos a las fronteras del odio, de donde se sabe, es casi imposible volver.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/207336
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