El cambio social tiene nombre y apellido

22/05/2020
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A lo largo del proceso desatado desde el comienzo de la pandemia provocada por el Covid 19, se ha instalado una discusión casi subliminal acerca del futuro de la economía y la sociedad mundial.

 

Esta discusión oscila entre la posibilidad de un fortalecimiento del capitalismo y la probabilidad que se produzca una transformación social radical. Personalmente creo que la primera opción será la finalmente triunfante. El fortalecimiento del capitalismo supone la profundización de las condiciones de producción preexistentes que las grandes mayorías denominan neoliberalismo.

 

Al respecto considero que el neoliberalismo no constituye un desvío no deseado del capitalismo, sino que se trata de este en su estado puro y mostrando su estado actual y evolución. Este proceso se autodemuestra cuando ninguna de las otras pandemias biológicas ( gripes, etc.) o sociales (hambre, genocidios, guerras, etc.) han logrado poner en crisis el modelo como el coronavirus.

 

Por otra parte,  es evidente como el Capital concentrado no solo espera salir triunfante de la actual situación, sino que da pasos acelerados para consolidar su poder y garantizar su futuro: Millones de nuevos desocupados como muestra de un ajuste feroz que ninguna otra situación anterior permitió, como consecuencia, la multiplicación de un nuevo ejército industrial de reserva  que empujará los salarios a la baja; la desaparición de miles de empresas ( en particular PYMES) cuyos mercados  serán ocupados por los grupos concentrados; la depreciación de los paquete accionarios de grandes empresas adquiridos a precios viles por los grandes consorcios; los grandes nuevos negocios generados por  la propagación del propio virus; las tasas de ganancia siderales de las destilerías de petróleo, los enormes subsidios del Estado al Capital con la justificación de ayudarlos a sostener su funcionamiento abonados con las contribuciones de toda la sociedad, estas son solo algunas de la muchas maniobras anticipadas por los capitalista para prepararse para un futuro venturoso y de mayor desigualdad social.

 

 La otra alternativa es despertarse, sacarse de encima a los enemigos,  en especial a los que se disfrazan de progresistas, pero trabajan codo a codo para mantener y profundizar las condiciones de explotación, producción y desigualdad tradicionales. Muchas de estas se ocultan detrás de eufemismos tale como: “…reconversión del capitalismo…”,  “...un mundo más justo…”, “…las grandes transformaciones que el mundo necesita…”, “…el fin del neoliberalismo…”,  “…el surgimiento de una sociedad más justa…”, “…comunismo reinventado…”, “…transición hacia el postcapitalismo…”   y muchas otras apelaciones similares que no logran darle un nombre apropiado a la tarea que es necesario emprender. Estas innovaciones,  con nombres tan poco precisos, se llama en mi barrio “Revolución”.

 

Ni dejar de usar el vocablo Revolución asegura que esta nunca llegará ni predicarla permanentemente garantiza su realización. La Revolución necesita como nombre propio que le pongamos apellidos y estos están representados por las acciones y gestiones materiales y concretas que llevemos adelante para alcanzar una sociedad igualitaria.

 

Esas acciones que se deben implementar son,  entre mucha otras:  generar un giro definitivo respecto a las políticas de la década de noventa respecto a los bienes del Estado privatizados, al respecto deben nacionalizarse todas la empresa de servicios públicos; generar tarifa de los servicios públicos como parte de una política de ingresos y que reflejen efectivamente una apropiada relación ente costos de generación, transporte y distribución y precios al consumidor; una profunda reforma agraria para todas las propiedades superiores a las mil hectáreas ( los que hablan de diez mil ha, no tiene idea de las magnitudes  es la renta agropecuaria), restablecer las retenciones al campo con criterios que graven más a los grandes productores  y no carguen las espaldas de los pequeños y más alejados de puertos y mercados; poner en discusión del Congreso de la Nación la legitimidad de la deuda externa y someter a plebiscito público la voluntad de pago; derogar los decretos que permiten a los exportadores liquidar divisas cuando quieran y volver a los históricos treinta días como paso previo a la nacionalización de comercio exterior; prohibir, controlar y castigar con cárcel efectiva a quienes transfieran activos al exterior; desarrollar los mecanismos necesarios para recuperar los depósitos de argentinos en el exterior; limitar la posibilidad de remesar utilidades al exterior sin límites, para lo cual se requiere una nueva Ley de Inversiones Extranjeras; desarrollar políticas fuertemente industrialistas y de sustitución de importaciones tanto de bienes finales como intermedios ; desarrollar una política exterior de intercambio compensado por la cual de ningún país lleguen más importaciones que lo que a los mismos se les exporta; nacionalización de todos los recursos naturales; revolución educativa tanto en los procesos de formación docente como en los contenidos y métodos de enseñanza; profunda transformación del sistema de salud pública con el objeto de ponerla en calidad  y cantidad al servicio de los sectores populares.; educación sexual en todos los niveles de la educación; planes  de desarrollo regional a efectos de potenciar las economías regionales y políticas de ordenamiento territorial; reactivación integral del sistema ferroviario; la revisión de las tarifas y subsidios al sistema de transporte; impuesto a la renta financiera como paso anterior a la nacionalización del sistema bancario; impuestos a las grandes fortunas, son los más ricos de la sociedad quienes deben financiar mayoritariamente los gastos del Estado; democracia sindical, revisión integral de todos los susidios que otorga el Estado; profunda reforma del Banco Central; incremento de emergencia a jubilados, pensionados y salarios básicos de por lo menos cien por ciento ( la anulación de los subsidios del Estado permite pagar con creces esos aumentos); decidida política de preservación racional del  medio ambiente; profunda diversificación de la matriz energética priorizando las fuentes renovables; plan de viviendas para toda la población.

 

Estos son unas pocas ideas alrededor de un gran proyecto revolucionario y transformador que deberá integrarse con miles de ideas a ser propuestas por todo los compañeros que quieran colaborar con la construcción de una sociedad más justa. No dar ninguno de estos pasos de gestión significa hablar de transformaciones para que estas nunca sean alcanzadas y disfrazar detrás de un discurso el deseo profundo y conservador que nada cambie. Las transformaciones socio-económicas tiene nombre: Revolución y también apellido: el conjunto de acciones a poner en práctica. 

 

Luis A. Yanes. / Geógrafo

Profesor Titular Análisis Espacial.

Departamento de Geografía, UBA.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/206748
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