Pakistán: El sinuoso camino de la justicia
- Opinión
El tribunal superior antiterrorista de la ciudad de Lahore declaró el miércoles 12 de febrero culpable a Hafiz Muhammad Saeed, el clérigo islamista de línea dura pakistaní, y lo sentenció a once años de prisión, juntos a su segundo Malik Zafar Iqbal.
En el juicio se lo condenó por sus vínculos y financiamiento de operaciones terroristas, además por poseer un importante número de propiedades vinculadas a organizaciones declaradas ilegales el 21 de febrero de 2019, por el Comité de Seguridad Nacional (NSC) pakistaní, a través de la Ley Antiterrorista de 1997. Entre estas, están la Jamaat-ud-Dawa o JuD (Sociedad de Predicación), también conocida como Lashkar-e-Taiba o LeT (Ejército de los Puros), un grupo armado que opera fundamentalmente en la disputada región de Cachemira desde 1990 y la sociedad religiosa Markaz Dawa-wal-Irshad o MDwI (Centro de Predicación y Orientación) y su ala de caridad Falah-i-Insaniat (FIF).
Saeed, que ya ha anunciado que apelará el veredicto, de mantenerse firme, cumplirá en realidad solo cinco años y medio ya que las dos penas las cumplirá de manera simultánea. En el mismo juicio fueron condenados a distintas penas otros 67 jefes de esas organizaciones, investigadas por el Departamento de Lucha contra el Terrorismo.
Más allá del juicio y las condenas, el tribunal no pudo establecer que Saeed haya tenido participación en la operación contra la ciudad de Mumbai en 2008, cuando comandos del Lashkar-e-Taiba, perpetraron ataques contra diferentes objetivos de la ciudad más grande de la India, con cerca de veinte millones de habitantes. En esas jornadas resultaron asesinadas 160 personas, incluidos seis estadounidenses, por lo que Washington Estados Unidos ofrecía 10 millones de dólares por su captura o datos concretos que los lleven a ello, al tiempo que Nueva Delhi lo considera el ideólogo principal de esa acción.
La detención del jefe de Jamaat-ud-Dawa se produjo el miércoles 17 de julio del año pasado, cuando se trasladaba por ruta, en algún punto de los 97 kilómetros que separan la ciudad de Lahore, de la ciudad de Gujranwala, en la provincia de Punyab, justamente pocos días antes de que el Primer Ministro, Imran Khan, viajara a Washington, a reunirse con el presidente Donald Trump, quién sin duda habrá considerado la oportuna detención del jefe religioso como un homenaje personal. Saeed, desde entonces, se encuentra recluido en la prisión central de Lahore, Kot Lakhpat en Lahore.
Tras la detención de Saeed, el juicio se instruyó a la velocidad de la luz, en tiempos de la burocracia pakistaní, considerando que se inició en diciembre y se sustanció en unos pocos meses, un verdadero prodigio para el sistema judicial de Pakistán.
El emir Saeed, durante años, permaneció en libertad aparentemente protegido por el servicio de inteligencia pakistaní, Inter-Services Intelligence (ISI). Existen fuertes sospechas que la “sociedad” entre Saeed y el ISI es responsable de los continuos ataques que, con la cobertura del Lashkar-e-Taiba, ejecuta en la Cachemira India, tal como lo ha reconocido, en su momento, el entonces presidente de Pakistán, el general Pervez Musharraf.
A la vez se ha conocido que Hameed Gul el ex jefe del ISI dirigió un conglomerado de grupos integristas y el Consejo Difa-e-Pakistan (Defensa de Pakistán), organización que abarca más de cuarenta partidos políticos y grupos religiosos extremistas que estuvo bajo la dirección de Saeed. Muchos de estos grupos, particularmente Lashkar-e-Taiba, han sido declarados organización terroristas en junio de 2014 por los Estados Unidos.
A Saeed nunca se lo logró acusar de algún delito específico, pero en 2009 fue llevado a juicio y se lo dejó en libertad al final, prácticamente por los mismos cargos junto a otros miembros de LeT, resultando absuelto. Sobre esa sentencia, muchos han desconfiado al tiempo que algunos juristas y periodistas locales insisten en que el tribunal había cedido a las presiones y amenazas de las fuerzas de seguridad y de la propia organización terrorista.
La “sociedad” Saeed-ISI es la razón fundamental por la que Pakistán es sometida a intensas presiones internacionales, su detención se produjo solo tres meses antes de que la revisión programada del GAFI (Grupo de Acción Financiera), el organismo de control internacional de financiamiento del terrorismo y lavado de dinero, con sede en Paris, que en junio de 2018, pusiera a Pakistán en la “lista gris” de naciones protectoras del terrorismo. Desde 2005, el país estaba sufriendo un creciente aislamiento internacional, no solo por su declive económico sino también por su protección al terrorismo. Casualmente unos días después de conocerse la condena contra Saeed, Pakistán ingresó a la “lista negra” de los países “no cooperantes” con el GAFI para frenar la financiación del terrorismo.
Intentando revertir ese destino, las autoridades pakistaníes iniciaron una campaña que se extendió por meses, arrestando a decenas de sospechosos de pertenecer o tener vinculaciones con organizaciones terroristas, al tiempo que incautó cientos de propiedades vinculadas a grupos prohibidos, donde funcionaban mezquitas, madrassas y sociedades dirigidas por clérigos wahabitas.
Hafiz Saeed, quien en diciembre de 2018 prometió iniciar una guerra por el antiguo principado mongol Hyderabad Deccan, que existió en India entre 1724 y 1956, ahora dividido entre los estados de Telangana, Karnataka y Maharashtra, abriendo un nuevo foco de tensión entre India y Pakistán. Saeed desde los ataques del 11 de septiembre en Nueva York, ha sido detenido en varias oportunidades sospechado de planear el ataque en 13 de diciembre de 2001 contra el parlamento indio, en Nueva Delhi, que se saldó con 15 muertos y una veintena de heridos.
Saeed también fue puesto bajo arresto domiciliario, durante el juicio en el que resultó exculpado, por los ataques contra los trenes en Mumbai, el 11 de julio de 2006, cuando siete explosiones coordinadas en cinco trenes en movimiento y dos estaciones, en horas pico y con diferencia de quince minutos cada una, provocaron casi doscientos muertos y ochocientos heridos. El objetivo había sido muy bien pensado a la hora de generar una verdadera matanza, ya que el sistema ferroviario de Mumbai es uno de los más complejos del mundo trasportando ocho millones de pasajeros al día. Un tribunal de Mumbai, finalmente terminó sentenciando a muerte a cinco de los perpetradores capturados, mientras que otros siete fueron condenados a prisión perpetua.
El gran acto
Hafiz Muhammad Saeed inició su dilatada carrera como líder e ideólogo terrorista a comienzo de los años ochenta al calor de la guerra antisoviética que se libraba en Afganistán. Su radicalización, vendría a través de su viaje a Arabia Saudita a fines de los setenta, donde cursaría estudios superiores islámicos y conocería a líderes sauditas que ya participaban de la guerra afgana. Ya de retornó a Pakistán, junto al erudito palestino Abdullah Uzzam, fundaría el grupo de predicación Jamaat-ud-Dawa wal-Irshad, al tiempo que se iniciaba en India una importante rebelión armada contra Nueva Delhi, reivindicatoria de los derechos pakistaníes sobre Cachemira, cuyos organizadores atizaron esa escalada tras la derrota de la Unión Soviética y el triunfo de la revolución islámica de Irán. El nuevo estallido en Cachemira, donde llegaban combatientes veteranos de la guerra en Afganistán, pareció predecir una victoria sobre India, la que nunca llegó.
Pero sin duda, de todas las acciones atribuidas a Saeed, los más mediáticos han sido los distintos objetivos en Mumbai, dados su espectacularidad.
Entre el 26 y 29 de noviembre de ese año, unos quince muyahidines, con un gran entrenamiento militar y de no más de treinta años, vinculados al Lashkar-e-Taiba o el cachemir Jaish-e-Muhammad (El ejército de Mahoma) llegaron a Mumbai, desde el estado de Gujarat, por mar en dos embarcaciones. Después abordaron varios gomones para llegar a las playas, desde donde se desplegaron por las atiborradas calles de Mumbai sur, la capital financiera del país, para ejecutar una docena de operaciones coordinadas, contra blancos civiles específicos, que no solo congelaron la ciudad sino toda India.
Los primeros ataques en torno a las nueve de la noche, comenzaron a producirse en la siempre atiborrada estación de trenes, Chhatrapani Shivaji, el hospital Cama & Albless, y el café Leopold, frecuentado por turistas y ejecutivos, algunos de los que fueron tomados como rehenes, además del centro judío jasídico Chabad-Lubavitch. Mientras el grueso de los atacantes se dirigieron a los hoteles cinco estrellas, Oberoi Trident y el emblemático Taj Mahal Palace & Tower, donde, tras tomar a varios rehenes, resistieron por casi dos días al asedio de los comandos de la marina, que resultaron sorprendidos por el alto nivel de instrucción y la calidad y cantidad de armamento. Los atacantes de los hoteles, seleccionaron a sus víctimas entre los huéspedes británicos y norteamericanos, quienes fueron rápidamente ejecutados; de los casi 200 muertos 25 fueron extranjeros, mientras que la gran mayoría aparentemente eran ciudadanos indios.
El panorama desbastador que presentaba la ciudad demostró que las autoridades no estaban preparadas para enfrentar semejante crisis, luego se conoció que, seis meses antes, los servicios de inteligencia indios habían alertado de la posibilidad de que se produjera un ataque a Bombay desde el mar, aviso al que nadie prestó atención.
Algunas versiones indican que diez de los quince atacantes habían sido entrenados personalmente por Hafiz Muhammad Saeed, al tiempo que en la mochila de uno de los atacantes se encontró documentos clasificados de la inteligencia pakistaní, versión tan difícil de seguir, como el sinuoso camino de la justicia, que se despliega entre Pakistán y la India.
-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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