India: Una peligrosa deriva al fundamentalismo

15/11/2019
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Desde la partición de la India en 1947, los conflictos entre la mayoría hinduista y la comunidad musulmana local, no han dejado de encontrar excusas para el enfrentamiento, más allá de que en la siempre sangrante Cachemira, las matanzas a gran escala, ataques aislados y linchamientos espontáneos han sido una constante, siempre retroalimentados por el odio que vuelve a iniciar el ciclo de venganzas una y otra vez. De esta situación, los políticos hindúes han sabido sacar mucha ventaja, por lo que ningún gobernante, a excepción de Nerhu, ha intentado detener las crisis periódicas, que termina de zanjarse con cuotas cada vez más importantes de muertes.

 

De la profundización de esta problemática, ningún político en la historia de la India moderna ha sabido sacar mayor provecho como Narendra Modi, que, desde sus días como Ministro Principal (Gobernador) del estado de Gujarat (2001-2014), ha articular el odio religioso ha llegado a ser electo como Primer Ministro de la India en 2014 y reelegido en mayo último para un nuevo mandato.

 

El 27 de febrero de 2002, apenas asumido Modi como gobernador de Gujarat, se produjo un confuso episodio en el que murieron 59 karsevaks (voluntarios religiosos) y peregrinos hindúes que viajaban a los templos de Ahmedabad, en el incendio del Sabarmati Express en las cercanías de la estación de Godhra.

 

De inmediato fueron responsabilizados radicales islámicos, lo que dio lugar al inicio de una “cacería” que se extendió en las siguientes semanas y terminó con al menos de 2 mil musulmanes muertos, ante la pasividad de la policía y las autoridades estaduales encabezadas por Modi que gobernó entre 2001 y 2014, utilizando en nacionalismo hindú como su mejor propuesta de gobierno. En sus campañas electorales en Gujarat alentó el Gujarati asmita (orgullo de Gujarati), lo que llevó a las multitudes a recibirlo en sus mítines al grito de Dekho kaun aaya, Gujarat ka sher aaya" (El león de Gujarat ha llegado).

 

Como Primer Ministro, Modi radicalizó a la sociedad y los incidentes ataques, particularmente contra los musulmanes, se multiplicaron durante los primeros cinco años. En septiembre se conoció que el gobierno estaba construyendo, en el estado nororiental de Assam, campos de detención masiva, para los casi dos millones de personas que fueron despojadas de su ciudadanía, fundamentalmente migrantes sus descendientes provenientes de la vecina y musulmana Bangladesh, que viven en el país desde hace décadas. En una campaña del Registro Nacional de Ciudadanos (NRC) se les exige a miles de campesinos pobres, que, para constatar su identidad, deberán mostrar certificados de nacimiento, de lo que carecen en su gran mayoría. Por lo que las autoridades esta legislando para otorgar la ciudadanía a inmigrantes hindúes, sijs y budistas de países vecinos, lo que no está contemplado para los musulmanes.

 

La prédica anti topiwalas (musulmanes) de Modi escala en su nuevo mandato a limites altamente peligrosos, más allá de la situación en Cachemira, la que utilizó para su conseguir su reelección en mayo pasado, siempre acompañado por los ultraderechistas del partido Bharatiya Janata (BJP, Partido Popular Indio), el Vishwa Hindu Parishad (VHP, Consejo Mundial Hindú), una organización político religiosa integrista y su movimiento originario el Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS, Asociación Patriótica

Nacional), una organización paramilitar inspirada en las hitlerianas Sturmabteilung (SA Sección de Asalto) más conocidas como los camisas pardas. Ahora incorporó a su conglomerado político al supremacista Abhinav Bharat (Sociedad Juvenil de la India), fundada en 1904 y originalmente secreta, cuyo objetivo primordial es establecer un rashtra (estado) hindú, no solo en la India, sino también en Pakistán y Nepal. Uno de sus líderes Pragya Singh Thakur, elegido diputado en mayo, días antes de las elecciones en un mitin se refirió a Nathuram Godse, el hombre que asesinó a Gandhi, como un patriota, ya que en la acalorada cosmovisión del nacionalismo hindú, Mahatma es considerado un simpatizante musulmán.

 

Modi en su segundo mandato intentará afianzar el concepto Hindutva, que parangona y define a lo indio como lo hindú, más allá del matiz de una “H” que en definitiva solo es indio. Modi profesa el hinduismo y defiende los valores hindúes, que implica a casi el 80% de los 1300 millones de habitantes, dejando fuera a los aproximadamente 190 millones de musulmanes, un 14.2%, los 25 millones de cristianos (2.3% ) y el resto de minorías como el Sijismo y el Budismo.

 

La comunidad musulmana solo ha alcanzado a promocionar 26 candidatos al parlamento indio en mayo, lo que hace prácticamente imposible poder gestionar leyes que los protejan. Mientras su historia ha sido eliminada de los textos escolares y los informes acerca de que turbas hindúes asesinan musulmanes por la sola sospecha de que han sacrificado vacas, sagradas para el hinduismo, para alimentarse, aumentan día tras día.

 

Un pleito divino

 

En esta realidad altamente sensible, la disputa sobre las casi dos hectáreas ubicadas en la pequeña ciudad de Ayodhya, en el estado de Uttar Pradesh (Provincia del Norte) por la que se ha pronunciado la Corte Suprema de la India el día nueve de noviembre, podría acarrear un nuevo motivo de conflicto entre hindúes y musulmanes.

 

La corte dictaminó que el predio en disputa durante 150 años pase a manos de los seguidores del Dios Rama, avatar de Visnú, considerado una figura histórica y el más virtuoso de la mitología hindú. Allí Modi había prometido levantar un gran templo, ya que, según las escritura, es el lugar de su nacimiento. Algunas investigaciones arqueológicas han concluido que existe evidencia de que un templo hindú se encontraba en el sitio antes de la construcción de la mezquita en 1528.

 

En ese predio estaba emplazada la mezquita de Babri, construida por el emperador mogol Babur en el siglo XVI, según los argumentos hindúes fue levantada sobre las ruinas de un templo dedicado a Rama.

 

En diciembre de 1992, bandas de fanáticos hindúes destruyeron la mezquita en apenas unas pocas horas, luego miembros de BJP iniciaron una persecución contra los musulmanes que terminaría produciendo cerca de 2 mil muertes, el quiebre del secularismo y la instalación de la lucha religiosa, fracturando al país y explotando políticamente ese conflicto.

 

Desde entonces en Ayodhya comenzó la disputa legal por esos terrenos, que se salda no solo con un veredicto a favor de la posición hindú, sino que aporta una nueva victoria para el Primer Ministro Modi, a seis meses de su aplastante triunfo electoral. En 2010, una sentencia había dividido la tierra entre musulmanes e hindúes, pero el fallo fue rechazado por las dos partes, por lo que el caso fue elevado a la Corte Suprema en agosto.

 

La construcción de un templo para Rama en la ciudad de Ayodhya es un deseo largamente esperado por los nacionalistas hindúes y un objetivo fundamental para el Bharatiya Janata.

 

La decisión de los cinco jueces fue unánime, aceptando la afirmación de los hindúes de que es el lugar de nacimiento del Dios Rama, y que la mezquita “no se construyó en terrenos baldíos” y que la creencia hindú no podía ser discutida, lo que incrementa las posibilidades de profundizar todavía más el conflicto religioso.

 

La Corte que otorgó el título de la tierra en disputa al propio dios Rama, ya que en la jurisprudencia india, un dios pude ser considerado una persona jurídica, asignará a la comunidad musulmana terrenos no lejos del sitio en disputa para la construcción de una nueva mezquita.

 

Todo el país fue puesto en alerta de alta seguridad después de la resolución judicial, en espera de nuevos disturbios. Miles de policías y tropas paramilitares fueron enviados al estado de Uttar Pradesh y alrededor de 500 activistas musulmanes y fanáticos hinduistas fueron arrestados en los días anteriores. Fuertes controles de seguridad y restricciones de movimiento se observaban tanto en calles como en rutas aledañas a la ciudad, donde la policía también levantó barricadas. Al tiempo que tanto protestas como festejos han sido prohibidas en Ayodhya.

 

Desde que Modi y el BJP tomaron el poder en 2014, la reconstrucción de un templo Rama en Ayodhya ha sido una cuestión fundamental, ya que Uttar Pradesh es el estado más poblado de la India, y fue clave en las elecciones disputadas en 2019 que consagraron a Modi para un segundo mandato. Yogi Adityanath, un monje hindú de línea dura y Primer Ministro del estado, fue uno de las voces fundamentales en la lucha judicial, que el sábado terminó con un largo conflicto aunque profundiza una peligrosa deriva al fundamentalismo

 

-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203301
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