Lluvia de fuego sobre Somalia
- Opinión
La política de Donald Trump para la cuestión somalí ha encontrado en el bombardeo sistemático de posiciones presuntamente terroristas, la solución para terminar con la insurgencia tanto de al-Shabaab (al-Qaeda) como del Daesh.
La aviación norteamericana mantiene una frecuencia de ataques sin precedentes, para el conflicto, incrementando las intervenciones aéreas de manera constate año tras año, desde la llegada de Trump a la Casablanca, produciéndole cerca de 500 bajas al grupo terrorista.
Durante el último año de la administración de Barak Obama se realizaron 15 operaciones aéreas, para el primer año del gobierno del rubicundo magnate los bombardeos fueron 31, contra al-Shabaab y cuatro contra posiciones del Daesh, que tiene una presencia mucho menor en el país del Cuerno de África; en 2018 la cifra trepó a 47 bombardeos en total y en los primeros tres meses de 2019, el número ya supera los treinta bombardeos.
A los pocos meses de la asunción del presidente Trump, Somalia fue declarada como “área de activas hostiles”, lo que autoriza a AFRICOM (Mando África de los Estados Unidos) a realizar ataques contra cualquier persona que se considere miembro del grupo militante al-Shabab, que pueda ser considerada objetivo legal, según cuatro criterios: edad, género, ubicación (si se encuentra en regiones puntuales de Somalia, en que se considera si la población da apoyo a al-Shabab) y relación orgánica o inorgánica con esa organización.
Si bien las bajas producidas a los integristas, suelen ser informadas por el AFRICOM, nunca se han dado a conocer ninguna muerte de civiles, ni siquiera de heridos, como resultado de su campaña aérea. Sin embargo, en un informe publicado el pasado martes 19 por Amnistía Internacional se detalla la muerte de 14 civiles producida en los últimos dos años, solo en cinco de las 102 operaciones aéreas de los tiempos de Trump, agregando que el verdadero número de bajas civiles es probablemente mucho mayor. Según el mismo informe: “Estos ataques pueden haber violado el derecho internacional humanitario y podrían, en algunos casos, constituir crímenes de guerra”. El informe también señala la falta de coordinación entre el ejército estadounidense y el gobierno somalí para investigar las denuncias sobre la muerte de civiles, tanto en los ataques aéreos como en las acciones terrestres de las fuerzas norteamericanas.
Según la denuncia de Amnistía Internacional, se encontraron pruebas claras de que cuatro de las cinco muertes son producto de los ataques aéreos estadounidenses y estima que el quinto caso probablemente también fue su responsabilidad.
La confusa actitud de Washington de profundizar sus operaciones en Somalia, después de haber anunciado su retiro de Siria y Afganistán, se debe a que en el país africano, la violencia integrista por momentos desbordada, nunca ha alcanzado los niveles de los dos países asiáticos, de donde Trump pretende escapar. Quizás la explicación se encuentre en las declaraciones del general Donald Bolduc, comandante de las Fuerzas de Operaciones Especiales de los Estados Unidos en África desde abril de 2015 hasta junio de 2017, en las que aclara que en la designación de Somalia como “área de actividades hostiles”, cualquier somalí puede ser asesinado por la simple sospecha de estar vinculado aunque sea remotamente con al-Shabaab. Si lo afirmado por el General Bolduc es correcto, Washington estaría ejecutando a hombres solo por cumplir alguno de los cuatro requisitos mencionados (edad, género, ubicación geográfica y posible simpática política)
Una clara muestra de la arbitrariedad de la norma, surge del informe de Amnistía, que narra la muerte de tres campesinos, un padre y dos hijos, uno de ellos de 13 años, asesinados el 12 de noviembre de 2017, en la región baja de Shabelle. Los tres campesinos salieron al sureste de su aldea a realizar tareas rurales y avisaron en su casa que dormirían en el campo y retornarían al día siguiente. Un grupo de aldeanos a la mañana siguiente, encontraron los tres cuerpos acribillados. Aunque los testimonios de 18 personas coincidieron en que ninguno de los tres era miembro de al-Shabab, la AFRICOM reconocería que había realizado bombardeaos en ese lugar, durante la noche, y afirmó que los tres muertos eran miembros de al-Shabab.
Golpe a golpe
Más allá de estar siendo golpeado duramente desde la asunción de Trump, al-Shabaab no da señales de derrota y por lo contrario sigue devolviendo golpe por golpe y continúa teniendo en la mira a la ciudad de Mogadiscio casi como un objetivo simbólico.
La última semana de marzo, una serie de ataques explosivos sacudieron diferentes lugares de la capital. El último se produjo el 27 de marzo, en una típica operación de al-Shabaab, un coche-bomba estalló en la calle Maka al-Mukarama, una de las más transitadas de Mogadishu donde murieron 15 personas y otras 17 resultaron heridas. El atentado se produjo en uno de los restaurantes más concurridos de la capital. Este ataque se produce apenas dos días después de que otro coche bomba mató a un civil e hirió a otros dos, en tanto otro artefacto explosivo mató a un docente universitario en el distrito Hodan en Mogadiscio, donde en octubre de 2017, se produjo el ataque más letal de al-Shabaab, en el que murieron 587 personas, 228 fueron heridas y otras 56 fueron declaradas desaparecidas (Ver: Somalia al borde de todo.)
El sábado 23, un ataque suicida contra el complejo ministerial, que incluye los ministerios de Trabajo, Obras Públicas y Reconstrucción de Somalia, murieron otras 15 personas, incluido el viceministro de Trabajo, Saqar Ibrahim Abdalla. Tras la explosión, varios hombres de al-Shabaab intentaron la toma del edificio y combatieron contra la guardia militar.
Durante marzo también se produjeron atentados selectivos, dirigidos contra funcionados gubernamentales y empresarios, un importante ingeniero fue asesinado por el estallido de un coche bomba y un alto funcionario del Departamento de Investigación Criminal de la policía también fue ejecutado con otro coche bomba.
El raid de ataques explosivos que terminó el ultimo día 27, había empezado el primero de marzo con un gran atentado contra el hotel Wehliye en la calle Maka al-Mukarama, la misma donde se produjo el ataque del pasado día 27 donde murieron al menos 30 personas.
El grupo terrorista, que en 2011 fue expulsado de la capital, ha logrado conseguir un gran nivel de operatividad, como si los bombardeos norteamericanos y las acciones combinadas de las tropas de la Unión Africana (UA), el ejército somalí y los pelotones de la CIA, que operan de manera secreta en el país africano, los fortalecieran más que debilitarlos. Al-Shabaab, lenta pero sistemáticamente se ha concentrado en recuperar pequeños pueblos y aldeas en el centro y el sur del país, perdidos tras la llegada de los efectivos de la Unión Africana y el ejército somalí, que debieron abandonarlos por no poder resistir al asedio contantes de los muyahidines.
La banda wahabita además ataca con frecuencia bases militares, que, tras tomarlas en muchos casos secuestra a sus soldados para incorporarlos a sus filas e incautan armamento, vehículos e instrumentales de comunicación.
En apariencia, el escaso daño que los bombardeos norteamericanos le están produciendo a al-Shabaab, solo promete más fuego desde los cielos somalíes.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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