Brasil: Construyendo la alianza antifascista
- Análisis
La manifestación convocada por las mujeres el pasado fin de semana bajo el slogan de “Ele não” ha sido la expresión más multitudinaria de la voluntad de un gran sector de las ciudadanas y ciudadanos brasileños de decirle no al fascismo que amenaza fieramente la democracia en dicho país. No es exagerado pensar que muy probablemente Brasil enfrenta el mayor dilema de su historia reciente: la elección entre el fascismo y la democracia.
Pero cuando hablamos de fascismo, no lo hacemos en el sentido de abusar del concepto -o como fuerza de expresión- sino que lo hacemos en el entendido de que efectivamente el candidato de la ultraderecha representa muchos de los rasgos que se reconocen como parte del entramado ideológico de aquello que Umberto Eco ha caracterizado como Fascismo eterno o ur-fascismo. Uno de los rasgos más propios de este tipo de fascismo es su apelación a las clases medias que se encuentran frustradas por la situación de crisis económica que las llevaría a reducir su nivel de vida y por la amenaza que representarían los grupos sociales subordinados. Si a ello le sumamos el clima de violencia urbana que se ha diseminado por las principales ciudades, la presencia permanente de la corrupción y la impunidad, entre otros factores, nos encontramos ante un escenario favorable a un discurso autoritario que se erige como la fórmula salvacionista a la crisis sistémica por la que atraviesa el país.
Si Bolsonaro se mostraba como una figura patéticamente anecdótica y aislada cuando defendía, por ejemplo, la obra de la dictadura de Pinochet hace una década, en la actualidad ha conseguido captar la adhesión de un 28 por ciento del electorado -según las últimas encuestas- acentuando su carácter autoritario y ultra conservador. Consecuentemente, sus seguidores también se vienen mostrando cada vez más agresivos y truculentos en las manifestaciones de apoyo a dicha candidatura. En su más reciente aparición pública este fin de semana, el ex capitán Bolsonaro ha señalado que no reconocerá el triunfo de otro candidato que no sea el mismo, dando una clara señal a sus colegas de las fuerzas armadas de que pueden emprender una asonada golpista, en el caso que pierda en la futura contienda electoral.
La posibilidad de un golpe se acrecienta en la medida que los dos candidatos con más chance de pasar a una segunda vuelta son el propio Bolsonaro y Fernando Haddad el abanderado del Partido de los Trabajadores (PT). Si el primero insiste en desconocer el resultado de las elecciones, su apelo a un “pronunciamiento” de los militares cobra ribetes de riesgo inminente para la democracia y el golpe ya no sería blando, sino que podría ser directamente un golpe en que se utilicen los recursos de las armas y la violencia militar.
Quizás como nunca en los últimos 32 años de vida republicana, la nación se enfrenta al dilema del fascismo versus democracia. En esa encrucijada, la cuestión que se plantea como prioritaria es si las fuerzas progresistas tendrán la lucidez de construir una alianza que permita mantener a Brasil dentro de un régimen democrático. Por lo mismo, diversas voces desde un centro moderado vienen alertando sobre la necesidad de formar un gran acuerdo antifascista en el que puedan sumarse todos aquellos sectores que se comprometan a luchar por la defensa del estado de derecho y el pluralismo, pues claramente la mayor amenaza a estos proviene de los grupos de la extrema derecha y no del espectro político de izquierda. Figuras como el ex presidente Fernando Henrique Cardoso han advertido públicamente sobre el riesgo que representa un posible triunfo de la extrema derecha y, en ese contexto, ha declarado su apoyo al candidato del PT en el probable balotaje entre Haddad y Bolsonaro.