Chile, entre el miedo y la esperanza

El camino hacia la segunda vuelta electoral deja ver el contrapunto entre un modelo que se resiste y reivindica el pasado reciente de la dictadura, y un proceso popular que expresa las demandas que se iniciaron con el estallido social de 2019.

24/11/2021
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El viejo mundo se muere.
El nuevo tarda en aparecer.
Y en ese claroscuro surgen los monstruos.

Antonio Gramsci

 

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales que dan como ganador por estrecho margen al candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast por sobre el postulante de la coalición de Izquierda, Gabriel Boric, expresa claramente el dilema al que se enfrentarán los chilenos en la segunda vuelta electoral. Por una parte, tenemos un representante de una ultraderecha rabiosa y extemporánea que en su programa se propone eliminar el Ministerio de la Mujer, junto con atacar la “ideología de género” y derogar la Ley del aborto por 3 causales. Junto con ello, es contra el Matrimonio Igualitario, la Gratuidad Universitaria y la disolución de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP).

 

El programa de Kast plantea un indulto a criminales de la dictadura que se encuentran condenados por violaciones a los Derechos Humanos, algunos con más de 800 años de condena por crímenes de lesa humanidad y también es partidario de declarar el Estado de excepción permanente en los territorios Mapuche de la macrozona sur. Pero, entre estas medidas regresivas, existe una que compromete profundamente la institucionalidad democrática: Kast está por el rechazo de la Nueva Constitución que actualmente se encuentra siendo elaborada por la Convención Constituyente. Aprobada por el 80 por ciento de la población en el plebiscito del 25 de octubre de 2020, el candidato de la extrema derecha vuelve a despertar los fantasmas de la dictadura de Pinochet, tratando de mantener por todos los medios su ilegitima Carta Fundamental de 1980.

 

El crecimiento de esta ultraderecha que enmascara posiciones decididamente neofascistas, tal como lo advertimos en un artículo anterior (La amenaza neofascista y las estrategias de contención democrática), se fue alimentando del miedo diseminado por el candidato Kast a través de sus redes y del apoyo cómplice de los medios de comunicación, especialmente la prensa escrita y la televisión. Diariamente los espectadores han sido bombardeados con tandas interminables de noticas sobre robos, asaltos, asesinatos y por el terror causado diariamente por las bandas de narcotraficantes. A ello, se suman los problemas de inmigración en la frontera norte y el conflicto con las comunidades Mapuche en la región de la Araucanía. Este último enfrentamiento entre el Estado y las empresas forestales, por una parte, y el pueblo Mapuche por el otro, hace aparecer a dichas comunidades como “terroristas” en pie de guerra contra la Nación y contra el conjunto de los chilenos y chilenas.

 

Bajo un falso ropaje de quien anhela la paz y la libertad, el ultraderechista Kast consigue mantener la adhesión de su reducto derechista y sumar votos entre quienes están saturados de ver tanta violencia y criminalidad difundida en los medios. Históricamente, la derecha chilena ha contado con un porcentaje cercano al 30 por ciento del electorado, aunque lo novedoso en este caso es que con su campaña del terror y los fake news difundidos por su comando, parte de una derecha más liberal ha decidido apoyar un candidato de una derecha más extrema, que reivindica el espanto de la dictadura cívico militar de Pinochet.

 

Por el contrario, Gabriel Boric encarna los anhelos de cambio que se expresaron en las movilizaciones que se iniciaron el 18 de octubre de 2019 y que continúan pendientes hasta ahora. Con sus eventuales debilidades, Boric y la coalición de partidos que lo apoya son los mejores garantes de que el proceso constitucional llegue a buen puerto y que las necesarias transformaciones en el plano social, laboral, previsional, tributario, ambiental, etc. permitan construir un país más inclusivo y efectivamente democrático.

 

Ante la diseminación del miedo y la amenaza de la ultraderecha, Boric y su proyecto para un nuevo Chile, expresan la esperanza de tener una patria que proporcione bienestar a las grandes mayorías y que resuelva los conflictos incubados desde hace mucho tiempo en la sociedad chilena por medio del diálogo, la tolerancia y el entendimiento.

 

Interpretando los futuros escenarios

 

Dentro de períodos claroscuros, aparecen sombras del pasado, de aquel pasado que aún duele. Las tiranías de uniforme y muerte se aparecen hoy, mostrando oscuridades amorfas y móviles, ya con otros rostros, aunque con similares códigos. Lo peor es quedarse en esas imágenes, sin levantar los rostros. La incertidumbre no se combate con negación a esa obscuridad, sino haciendo crecer la claridad. No es tarea fácil. Cuando el fascismo se disfraza de sonrisas y nuevos tonos de voz, cuando nos habla de libertad porque las rejas estarán cerrando el paso a los indeseables, induce a sus oyentes a creer que siempre serán otros y otras quienes padecerán el encierro, y no ellos mismos.

 

Observar la realidad chilena actual, después del primer turno de la elección presidencial - cuando sea el balotaje el que decidirá el sentido de los cambios y proyectemos los senderos que nos saquen de la nebulosidad de estos tiempos-, requiere fortalecer la esperanza que hace sólo algunos meses llevó a una numerosa población, a decidir que el país y su pueblo merecen una nueva Constitución. Eligió a sus representantes desde la cercanía, compartiendo reivindicaciones muy sentidas y marchas multitudinarias. Ese brillo expresado en arte, murales, carteles y consignas, ha optado por un camino ancho, por el cual avanzan los y las Constituyentes, en paridad de género y participación de los pueblos originarios. Se les acompaña y anima, a pesar de las campañas de desprestigio y de ataques a la autoestima de quienes integran esa Convención Constitucional.

 

La derecha, y particularmente aquellos que no se conforman por no alcanzar un tercio en dicha Convención, han tomado fuerza e ira para urdir una caricatura de paz y gobernabilidad, para mantener el statu quo de privilegios y las enormes brechas de desigualdad. Pero no es suficiente analizar cómo los negacionistas de violaciones de derechos humanos en tiempos de dictadura y democracia, cuya aspiración explícita es reducir el Estado, han sumado adeptos en la elección de este 21 de noviembre. Es preciso también observar el porcentaje y las características de la abstención (votó un 47% de ciudadanos y ciudadanas), la ubicación de los territorios y el perfil de aquellos votantes que inclinaron los sufragios hacia un candidato fascista del nuevo tipo (ur-fascista en la concepción de Umberto Eco).

 

En cualquier hipótesis, es necesario analizar la composición de votantes por la opción del candidato que mejor sintetiza las ideas que impulsaron una nueva Constitución. Gabriel Boric interpreta a quienes lo levantaron como una alternativa para la difícil etapa que se viene: elaborar una nueva Constitución que permita transitar hacia la implementación de un Estado Social de derechos, que abra camino para el establecimiento y garantía de derechos humanos sociales, individuales y colectivos.

 

Para abordar las tareas a realizar, se debería tener un primer diagnóstico que permita articular los aspectos comunes de los Programas de Gobierno de otros candidatos que, de modo general, se han pronunciado también a favor de la elaboración de una nueva Carta Fundamental. Esto también implica acordar políticas con quienes se declaran de Centro-Izquierda, así como seleccionar aspectos del discurso populista de Parisi (el candidato a distancia) para que, al menos un tercio de sus seguidores actúen por convicción propia, y su líder no les conduzca a una “negociación” con el candidato neofascista.

 

Muchos otros desafíos surgen como necesarios y urgentes en este periodo que culmina el día 19 de diciembre, entre ellas la de emprender conversaciones con aquellos jóvenes que no votaron el pasado 21 y que legítimamente aspiran a cambios estructurales en el modelo de desarrollo económico y social. Esta es una juventud ignorada que entre el malestar y los obstáculos cotidianos se han contagiado con la desesperanza y una justificada desconfianza en instituciones y personas que visualizan como barreras para alcanzar sus sueños de dignidad.

 

Recuperar la ilusión de los jóvenes y del mundo popular en su conjunto es la tarea urgente que se requiere para enfrentar este escenario complejo, donde las fuerzas de la reacción y el miedo buscan su espacio para convencer a los ciudadanos y ciudadanas que la mejor política es dejar las cosas tal como están, para que nada cambie en un país que justamente precisa de soluciones urgentes al conjunto de falencias que se vienen acumulando desde los tiempos de la redemocratización con sus promesas incumplidas. Ojalá en los próximos días los y las votantes le abran sus puertas y ventanas a la esperanza.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/214432
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