Mozambique: El país del kalashanikov
- Análisis
Mozambique es el único país del mundo cuya bandera blande un fusil kalashanikov y eso habla mucho de su historia.
Tras 26 años de paz a destiempo, las bandas armadas wahabitas que han asolado diferentes países del mundo islámico, desde Nigeria a Filipinas, y sus acciones han ensangrentado en demasiadas oportunidades ciudades de Europa y Estados Unidos, están en franco retroceso, a excepción de los somalíes de al-Shabab y el Talibán afgano. Ahora, parece estar surgiendo, una nueva agrupación en el norte de Mozambique, que se autodenomina Ansar al-Sunna. El bautismo de fuego de Ansar al-Sunna (Seguidores del Camino Tradicional o defensores de la Tradición) habría sido el 5 de octubre del año pasado, con un ataque muy bien planificado, contra tres estaciones de policía en la ciudad de Mocimboa de Praia, una capital distrital de la provincia de Cabo Delgado, en la costa del océano Índico. Según versiones habrían muerto una veintena de personas.
Mucho antes que los muyahidines comenzaran sus acciones, vecinos de la región habían denunciados a las autoridades de Maputo, la presencia de un grupo fundamentalista, que había tomado el control de las mezquitas y madrazas existentes en la zona, endureciendo su diatriba antiestatal, llamando a los devotos a adoptar a una versión más estricta del Islam.
En Mozambique, de sus 30 millones de habitantes, los musulmanes constituyen cerca del 18 por ciento de la población, mientras los católicos, que son la mayoría, llegan a un 30 por ciento.
El gobierno central que controla la mayor empresa de medios de comunicación del país, habría bloqueado toda información sobre la presencia del grupo terrorista.
La violencia en Mocímboa da Praia, fue escalando rápidamente desde octubre de 2017. Ansar al-Sunna ha lanzado ataques contra instituciones estatales y civiles, mientras que el gobierno, a pesar de haber realizado algunas operaciones, no ha conseguido restaurar la tranquilidad entre los vecinos. Unos 300 hombres han sido detenidos, entre líderes religiosos y extranjeros, en los distritos de Palma y Mocimboa da Praia, que están a unos 100 kilómetros de distancia. Mientras que las autoridades han obligado a los habitantes de varios poblados a desplazarse a lugares más seguros.
Las autoridades temen que el grupo comience a focalizar sus ataques contra las instalaciones de petróleo y gas, en la cuenca de Rovuma, fuente fundamental de los recursos del gobierno. Las empresas gasíferas ubicadas en la costa norte del país dicen que las reservas podrían suministrar energía a Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia por más de 20 años, por lo que Mozambique podría convertirse en el tercer exportador mundial de gas natural licuado.
También se teme que el presidente Filipe Nyusi, en el poder desde enero de 2015, acusado de corrupción y abusos, utilice el fantasma del terrorismo para endurecer la represión contra figuras de la oposición y disidentes.
Además de petróleo y gas, el norte de Mozambique es epicentro de actividades de narcotráfico. Aprovechando la profusión de las playas, calas y puertos al sur de Mocímboa da Praia y el puerto de aguas profundas de Nacala, se introducen importantes cantidades de heroína, provenientes del sudeste asiático, con destino final los mercados de europeos y sudafricanos. La nación africana, se ha convertido en una importante plaza demandante de heroína, que se ha arraigado en las comunidades más pobres, superando al tik (cristal meth) fundamentalmente en Ciudad del Cabo. La heroína que llega a Mozambique también se distribuye en centros turísticos de Zanzibar y Mombasa, alcanzando centros urbanos del litoral de Kenia y Tanzania, generalmente en pellets mezclados con marihuana y ahumados. Informes, no confirmados, señalan que junto a la droga también llegan importantes cantidades de armas.
El norte de Mozambique también se ha convertido en un importante punto de “exportación” de productos ilegales como marfil y otros derivados de animales en peligro de extinción, maderas y piedras preciosas, que producen anualmente millones de dólares.
Se ha detectado que Ansar al-Sunna utiliza los mismos campamentos y rutas que los traficantes, para conseguir evadir los controles militares, por lo que da lugar a pensar que terroristas y contrabandistas, podrían tener lazos vinculantes.
La infraestructura de seguridad de Mozambique, dada sus condiciones económicas y los nichos de corrupción, carece de recursos genuinos, por lo que cualquier formación mínimamente organizada podría superar a las tropas oficiales.
Poderosas redes criminales, con protección política, ha convertido a Mocímboa da Praia y al puerto de Nacala, en puertos francos para sus operaciones. Algunas fuentes incluso señalan que tanto las rutas del contrabando de la droga, como la llegada de armas estarían manejadas por hombres de Daesh.
Más de veinte años de actividades ilícitas han permitido a mucho hombres de “negocios”, tanto nativos como extranjeros, convertirse en multimillonarios, por lo que han empezado a blanquear sus fortunas en la construcción de grandes hoteles, además de hacer inversiones en refinerías de petróleo y gas protegidas por compañías de seguridad privadas. Estas suelen cometer abusos de todo tipo contra la población local, que ha permanecido sometida a niveles de pobreza exasperantes, además de ser víctima constante de trata.
El 4 de octubre de 2017 fue asesinado el alcalde de Nampula, Mahamudo Amurane, quien luchaba contra la trata de personas, cuando encabezaba una ceremonia en conmemoración del Día de la Paz, que recuerda el fin de la larga guerra civil 1977- 1992, que dejó más un millón de muertos, 4 millones de desplazados internos y 1700000 refugiados en países vecinos. En enfrentamiento se dio entre dos organizaciones político militares que hoy son los partidos políticos con mayor influencia: por un lado el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) originalmente marxista, hoy socialdemócrata y al que pertenece el actual presidente Filipe Nyusi, y el Frente de Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo), un partido que podríamos señalar como nacionalista.
¿Delincuentes o muyahidines?
Las acciones de Ansar al-Sunna parecen apuntar a colaborar con las múltiples bandas de traficantes: desde octubre último la campaña de terror lanzada por los wahabitas ha producido un centenar de muertos. Como ya señalamos, las acciones comenzaron el 5 de octubre pasado, cuando unos 30 hombres atacaron tres puestos de policía del distrito de Mocímboa da Praia.
Los wahabitas volvieron a atacar el 21 de octubre en el pueblo pesquero de Maluku, a unos 30 kilómetros de Mocímboa da Praia, los que fueron repelidos por las fuerzas policiales, quedando desde entonces la aldea absolutamente desierta. Otro enfrentamiento registrado se produjo pocas horas después, ya en el día 22, en el pueblo de Columbe, a unos 16 kilómetros al sur de una instalación de la corporación petrolera texana Anadarko Petroleum Corporation, cuyos directivos se vieron obligados a evacuar a los trabajadores.
Desde entonces, los incidentes han continuado, siempre en puntos de la provincia de Cabo Delgado, sin demasiadas precisiones se estima que el número total de muertos desde entonces asciende a los cien.
El pasado lunes 28 de mayo, en la localidad Olumbi, diez personas fueron decapitadas en el distrito de Palma de la provincia de Cabo Delgado, cerca de la frontera de Mozambique con Tanzania. Este es el cuarto ataque desde abril, mes en el que fueron atacados los pueblos de Diaca Velha y Mangwaza en el distrito de Palma.
En la pequeña guerra abierta entre el gobierno y Ansar al-Sunna, el pasado domingo 3, la policía habría ejecutado a nueve sospechosos de pertenecer al grupo terrorista, muy cerca de donde aparecieron los 10 decapitados, de fines de mayo, lo que podría significar una simple venganza. Frente a ello, los muyahidines respondieron este último martes matando a siete personas con machetes, quemando 164 casas y destruyeron cuatro autos durante el asalto a la aldea de Naude en el distrito de Macomia, en la provincia de Cabo Delgado.
El sábado, los islamistas atacaron la aldea Mangwaza, en el distrito de Palma, donde mataron a una persona, quemaron cuatro casas y robaron víveres. El domingo, el grupo regresó a Diaca Velha, por lo que la población local abandonó sus hogares, huyendo a la aldea cercana de Awassi, en espera de que se resuelva esta insipiente guerra, a la sombra de un kalashanikov.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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