Política y fundamentalismo religioso

03/04/2018
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Costa Rica, una pequeña pero democrática nación ha dado a Centroamérica y Latinoamérica en general clase magistral sobre lo que es política versus fundamentalismo religioso.

 

El domingo último el pueblo costarricense eligió en segunda vuelta a Carlos Alvarado como su nuevo presidente. Su eficiente sistema electoral en menos de 3 horas ya había determinado quién era el nuevo mandatario, contrario a lo que sucedió en la burlada Honduras que lo publicó un mes después al haber acomodado el TSE el fraude electoral con la complicidad del partido Nazional y el dictador JOH; además de ser bendecido por los organismos internacionales corruptos.

 

Hace dos meses la comunidad costarricense acudió a elecciones generales para elegir autoridades, entre ellas Presidente de la República. Ocho candidatos y partidos se sometieron al escrutinio popular, pero ninguno alcanzó el porcentaje requerido (40%) por lo que debieron los dos candidatos más votados participar en una segunda ronda, siendo ellos Fauricio Alvarado Muñoz del Partido Restauración Nacional, PRN conservador, que alcanzó 24.91% y Carlos Alvarado Quesada del Partido Acción Ciudadana, PAC centroizquierda, con 21.66%.

 

Varios meses antes de las primeras elecciones Carlos Alvarado se mantenía en un lugar lejano, cuarto o quinto lugar, sin embargo, su propuesta republicana y democrática convenció a sus seguidores y afines, al grado que los niveles de abstencionismo de elecciones pasadas se redujeron para darle el gane ante el fundamentalista religioso Fauricio Alvarado.

 

En las elecciones del pasado domingo 1 de abril, Carlos Alvarado se hizo aproximadamente con el 60% de los votos contra 39% de Fauricio Alvarado.

 

No estamos en contra de las religiones, ni de la fe, ni de sus seguidores, cada persona es dueña y responsable de sus actos y acciones. Sí estamos en contra de cualquier fundamentalismo religioso que quiera dominar la conciencia e ideología de los pueblos. Lo que no debe permitirse en una nación democrática es que en nombre de una deidad o religión, se trate de acaparar los bienes de un estado o los sentimientos de un pueblo para llevar agua a su molino y su bienestar personal, aún en contra de las leyes establecidas como sucedió con el fundamentalista evangélico, fallecido hace unos días José Efraín Ríos Montt que se protegió bajo el manto de las leyes y de las Fuerzas Armadas de Guatemala para masacrar y asesinar a todo un país y a comunidades indígenas, siendo sentenciado a 80 años de encarcelamiento, pero no cumplió ni uno.

 

Costa Rica desde hace varias décadas es un ejemplo para toda Latinoamérica. El 1 de diciembre de 1948 abolió el ejército nacional,--el cáncer del militarismo que consume a los pueblos empobrecidos-- y destinó millones de dólares del presupuesto nacional a la educación, la tecnología, investigación, la protección del ambiente, mejoramiento de la infraestructura y la generación de fuentes de trabajo. En tal ocasión su presidente José Figueres Ferrer dijo: "no quiero un ejército de soldados, sino de educadores".

 

Costa Rica en aplicación a sus leyes ha realizado juicio y encarcelado a varios presidentes ladrones y corruptos, entre ellos Rafael Ángel Calderón Fournier y Miguel Ángel Rodríguez Echeverría. A esto hay que agregar que en las últimas elecciones llevó a la Vicepresidencia de Costa Rica a la primera mujer negra en Latinoamérica Epsy Campbell Barr y como el primer diputado por la diversidad LGTB de Costa Rica a Enrique Sánchez Carballo.

 

Está bien si se anhela la fe, pero nunca el fundamentalismo religioso dirigido por sectas metidas en la política. ¡Costa Rica nos ha dado una gran enseñanza!

3 de abril 2018

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/192007
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