Pakistán: El Gran Juego de Donald Trump

05/01/2018
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Si alguien se preguntara la razón de los virulentos ataques del rubicundo presidente Trump contra Pakistán, la respuesta podría ocupar casi una biblioteca, aunque también se podría sintetizar en una sola palabra: China.

 

En su primer tweet del año Trump, la ha emprendido nada menos que contra Pakistán, escribiendo: "Estados Unidos ha dado ingenuamente a Pakistán más de 33.000 millones de dólares de ayuda durante los pasados 15 años, y lo único que nos han dado ellos son mentiras y engaños, porque ven a nuestros líderes como tontos”. Para rematar iracundo “Dan refugio a los terroristas a los que perseguimos en Afganistán, y ayudan poco. ¡SE ACABÓ!”. El mensaje ha producido una serie de comunicados y hechos materiales que a toda vista dejan en claro, que la crisis diplomática, está lejos de ser solucionada.

 

Con bastante más mesura, funcionarios de Islamabad, se refirieron al ataque del magnate diciendo que era “completamente incomprensible” y “contradijo los hechos”. Mientras que el Primer Ministro pakistaní, Shahid Khaqan Abbasi, firmó un comunicado donde se habla de “profunda decepción”.  Al tiempo que David Hale, el embajador norteamericano en el país, fue llamado el mismo lunes por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Pakistán, sin que se supiera los términos de la conversación.

 

La respuesta más contundente la dio el Ministro de Defensa pakistaní Khurram Dastgir-Khan en su cuenta de twiter diciendo: “Pakistán ha dado a Estados Unidos libre acceso a su espacio aéreo y terrestre, a sus bases militares y a una cooperación en materia de inteligencia que ha diezmado a al-Qaeda durante 16 años, pero no nos dieron nada a cambio, más allá de insultos y desconfianza”.

 

Con mayor sutileza y contundencia a su vez la cancillería China, ya que Beijing tiene mucho que ver en la crisis, contradijo a Trump y reconoció a Pakistán por “los tremendos esfuerzos en la lucha contra el terrorismo” y con sutil picardía milenaria agregó: “La comunidad internacional debería reconocerlo plenamente”.

 

El enardecido Trump, subido la vara, cumple una amenaza que trasteaba silenciosa desde Washington a Islamabad desde hace meses: recortar la asistencia militar por ahora en 225 millones de dólares y que, de profundizarse las discrepancias, podría alcanzar los 1200 millones, además de amenazar con quitarle la colaboración en las arduas negociaciones que Islamabad sostiene con varios de sus acreedores como el FMI, el Banco Mundial y el Grupo de Acción Financiera.

 

Es muy cierto que Pakistán ha sido esquivo a la hora de sus argumentaciones en su participación en la lucha contra el terrorismo. Basta con recordar que Osama ben Laden, el día de su muerte, fue sorprendido en una casa de seguridad a poco más de un kilómetro de la Academia Militar de Pakistán, en Abbottabad. Conociendo al poderoso Inter-Servicios (ISI), la inteligencia pakistaní, es improbable que semejante “huésped” se hubiera instalado en el país sin su anuencia.

 

El ISI ha utilizado en diferentes momentos a los grupos que dice combatir como el Lashkar-e-Toiba (ejército de los puros), acusado de los atentados en Bombay en 2006 y de otras muchas acciones en la frontera con India fundamentalmente en la “Línea de Control” (LOC) en Cachemira, o al Tehrik-e-Talibán, los talibanes pakistaníes, un regulador político en la compleja relación entre el gobierno y el ejército, casi un estado autónomo dentro de Pakistán.

 

El romance entre Pakistán y estos grupos viene de lejos, es conocido que Pakistán fungió como centro de abastecimiento, refugio y entrenamiento de los muyahidines afganos en su guerra contra los soviéticos (1978-1992) de donde emergería nada menos que los Talibanes y al-Qaeda. Durante aquella guerra, Estados Unidos dispuso del territorio y los cielos pakistaníes como si fueran propios proveyendo a los muyahidines de sofisticado armamento, aparatos de comunicaciones, logística e información satelital. Muchas versiones mencionan al Mullah Omar, fundador del Talibán, como formado en una madrassa (escuela coránica) de Pakistán y que su muerte, debido a una enfermedad crónica, entre 2011 y 2013 se produjo en un hospital pakistaní, donde se atendía y que sus restos fueron enterrados allí cerca, cuando era buscado por todos los servicio secretos de Occidente.

 

En la invasión norteamericana de 2001, tras la caída de las torres en Nueva York, una vez más Pakistán se convirtió en un portaaviones norteamericano instalado en medio de la cordillera del Hindu Kush. Al tiempo que también fue víctima de los “desajustes” de la aviación y drones norteamericanos que desde entonces y con dramática frecuencia han atacado a civiles pakistaníes en su propio país, si bien el número de esas víctimas está muy bien guardado, se calcula que desde 2001 hasta la fecha los muertos civiles podrían alcanzar los 90 mil.

 

China en el Gran Juego

 

Si bien lo que se conoce como el Gran Juego, que se desarrolló en la región a mediados del siglo XIX, y que ocupó a la Rusia zarista y el Reino Unido, hoy se sigue desarrollando con otros participantes: Estados Unidos y China.

 

Sería bueno recodar que Pakistán, donde se libra esta pugna, es hogar de casi 200 millones de personas y la única nación del mundo islámico que cuenta con armas nucleares, además de tener cuatro fronteras altamente complejas, con India, Afganistán y nada menos que Irán y China.

 

Y es justamente esa frontera con China lo que desvela a Trump. Beijing tiene una lejana amistad con Islamabad, hay que recordar que en la guerra afgano-soviética, en el marco de las discusiones por el liderazgo internacional del movimiento comunista, China operó a favor de los muyahidines y contempló el dejar hacer de los pakistaníes con mucha tolerancia.  Hoy todo aquello es historia antigua, pero China se ha convertido en una gran locomotora económica para asediar el poder de los Estados Unidos: en la creación del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) o la “Nueva Ruta de la Seda”, la primigenia unión Asia con Europa por casi tres mil años, países como Pakistán e Irán cumplen roles fundamentales.

 

Los recortes norteamericanos a la ayuda a Pakistán están obligando a la nación centroasiática a lanzarse en post de China, que prevé inversiones en el CPEC por 62 mil millones de dólares. La estrategia económica China, vigorizaría todas las economías de la región ya que se creará una interconexión terrestres y marítima que abarca toda Eurasia y el litoral del Océano Índico, con nuevos ferrocarriles, carreteras, oleoductos y gasoductos y grandes proyectos energéticos y puertos.

 

Sin duda Washington no se quedara cruzado de brazos viendo como su gran rival termina de arrebatarle quizás el más importante punto estratégico desde los tiempos de Alejandro, por lo que tiene, para perturban los planes chinos, muchas y poderosas herramientas, y, fiel a su estilo, fundamentalmente bélicas. Y para eso cuenta con la colaboración del Primer Ministro indio Narendra Modi, un furibundo nacionalista de derecha, al que la cuestión de Cachemira, lo podría llevar a una cuarta guerra con Pakistán.

 

Modo, en su afán armamentístico, mostrando una nueva posición, no tuvo pruritos en dinamitar la tradicional postura de Nueva Delhi en apoyo a los reclamos de Palestina y visitó oficialmente Israel, lo que nunca había hecho antes ningún mandatario hindú. A mediados del año pasado cerró acuerdos para la compra de armamento y la construcción en India, por parte de Israel, de una fábrica de tanques y otras unidades blindadas. Modi también firmó acuerdos comerciales con Estados Unidos a lo largo de 2017, en torno a unos 15 mil millones de dólares en armamento norteamericano, alejándose de la Federación de Rusia, quien fue históricamente su proveedor.

 

El Pentágono también podría alentar los diferentes movimientos separatistas pakistaníes intentado balcanizar a su antiguo aliado. En Beluchistán, la provincia que representa el 43% de la superficie total del país, hoy en estado de hibernación, existe un fuerte espíritu nacionalista: los sardars (caciques) baluchis, con un renovado apoyo económico y militar, pondrían reiniciar su guerra contra Islamabad. Movimientos como el BLA (Ejército de Liberación Beluchistán) el Ejército Republicano Baluchi y el Frente de Liberación de Baluchistán, se podrían reactivar de inmediato, ya que con sigilo siguen operando.

 

Al mismo tiempo, se podría reactivar el movimiento de la etnia musulmana uigur que operó tanto en Pakistán como en China con los nombres del Movimiento Islámico de Turkestán Este (MITE) que Islamabad logró derrotar en 2015 y que en China se autodenominan Mito (Movimiento Islámico del Turkestán Oriental) que, mucho más controlado, no ha podido ser del todo eliminado y pugna por la separación de la provincia de Xinjiang. Además no hay que olvidar que en toda la región de Afganistán hay aproximadamente unos 10 mil hombres del Daesh, que Washington podría incentivar para que intenten establecer su califato en Pakistán.

 

Ese histórico “Gran Juego”, que desde hace más de 150 años se viene librando en la región, sigue sin un ganador, sin embargo puede haber millones de perdedores.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. 

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

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