La última muerte de al Bagdadí

13/07/2017
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Califa Ibrahim
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Parece haberse confirmado la información dada el pasado 16 de junio y que había sido confirmada el 22 que un bombardeo efectuado contra posiciones terroristas a las afueras de la ciudad de Raqqa, al sur de Siria, por la aviación rusa, habían acabado con la vida de Abu Bakr al- Bagdadí o Califa Ibrahim, líder y fundador del Daesh.

 

Hace poco Rami Abdulrahman, el director del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), con sede en Londres, una de las organizaciones de mayor responsabilidad en el genocidio  sirio y de muy íntima relación con la CIA, tanto, que  por momentos parecen ser lo mismo, ha confirmado la noticia sobre la muerte del Califa  al-Bagdadí. Aunque todavía el Pentágono oficialmente no ha acompañado la información.

 

De confirmarse que esta es la última y verdadera muerte de al-Bagdadí, podría significar un golpe demoledor para el Daesh que se encuentra viviendo el peor momento desde su irrupción en julio de 2014, cuando, tras romper el cerco en la ciudad de Faluya, en pocas horas toma Mosul, para que justamente el 4 de julio, el mismo día de la declaración de la independencia de los Estados Unidos, desde la Gran Mezquita de al-Nuri, declarara la fundación del califato, emulado al profeta en todos sus pasos,  incluso utilizando el miswak para limpiar sus dientes, tal lo recomendó Mahoma. Para enseguida iniciar una embestía brutal, fundamentalmente contra el gobierno de Bashar al-Assad que desde 2011soportaba la invasión de miles de mercenarios pagados por Arabia Saudita y Qatar, entrenados y armados por Estados Unidos y Francia, con asistencia táctica y logística de Turquía y el apoyo de la inteligencia israelí. El Daesh, no solo acaba de perder su capital en Irak, Mosul, tras un sitio que se inició a fines de octubre del año pasado, sino que están siendo barrido de Siria y prácticamente diluido en Libia, donde en los últimos dos años habían invertido muchos de sus hombres y arsenales.

 

Abu Bakr al-Baghdadi, cuyo nombre real es Ibrahim Bin Awwad Bin Ibrahim al-Badri al-Qurayshi, también conocido como Abu Duaa, el doctor Ibrahim, Awwad Ibrahim, al-Shabah (el fantasma), y el jeque invisible por su  hábito de usar una máscara, frente a sus comandantes, nació en la ciudad iraquí de Samarra, en 1971, al norte de Bagdad, perteneciente a la tribu Bobadri, asentada en el área de Samarra y Diyala, que incluye tribus como la Radhawiyyah, Husseiniyyah, y Adnaniyyah, relacionada con la Quraysh a la que perteneció el profeta Mahoma. Ser descendiente del profeta es una de las condiciones fundamentales para ser ungido Califa. Su familia incluye a varios imanes y maestros del Corán.

 

Cursó en la Universidad Islámica de Bagdad una maestría y doctorado, basados en jurisprudencia, cultura e historia islámica y hasta la invasión norteamericana de 2003, fungió como imán de su ciudad Samarra.

 

Se incorporó al grupo de Abu Musab al-Zarqaui, Tauhid ua Yiha  (Monoteísmo y Guerra Santa), que en octubre de 2004 juraría lealtad al-Qaeda en Irak, bajo el nombre deTanzim al-Qaida wal Yihad fil Balad al-Rafidain (Seguidores de Al Qaeda y la Guerra Santa en Mesopotamia).

 

Fue internado en 2004 entre 4 y 5 años en el centro clandestino de detención de Camp Bucca, a las afueras de la ciudad de Basora en Irak, dirigido por los Estados Unidos. Allí confluían muyahidines, miembros del ejército de Saddam Hussein, militantes del Partido Baaz (Renacimiento Árabe Socialista) y prisioneros provenientes de la cárcel de Abu Ghraib, transferidos después del escándalo de torturas y abusos que se desató en 2004.

 

Según el general de división estadounidense, Antonio Taguba, los prisioneros recibían el mismo trato aberrante de Abu Ghraib, donde los detenidos eran fotografiados y filmados desnudos, en posiciones sexuales explícitas, obligados a vestir ropas de mujer y permanentemente hostigados con perros. 


Tras quedar en libertad Abu Bakr al-Bagdadí, en mayo de 2010, cuatro años después de la muerte de Abu Musab al-Zarqaui (1966-2006) y a un mes del asesinato del líder de la filial de al-Qaeda en Irak, Abu Omar al-Bagdadí, se convertiría en el líder del grupo, que desde 2006 se había rebautizado como el Estado Islámico de Irak (EII).

 

De inmediato como jefe del EII, entró en conflicto con el jefe del al-Qaeda global y heredero de Osama Bin Laden, el egipcio Ayman al-Zawahiri, a quien al-Bagdadí llegó catalogaría como  “pacifista”.

 

En 2013 se acelera la ruptura entre al-Zawahiri y al-Bagdadí. La entonces al-Qaeda de Irak, ya Estado Islámico de Irak y del Levante (ISIS o Daesh ), se incorpora a la guerra en Siria por lo que tendrán serios conflictos y más de una batalla con al-Qaeda sirio o frente al-Nusra. La orden de al-Zawahiride de que al-Bagdadí retorne a Irak, produce la ruptura definitiva. Tras abandonar Siria, el Daesh, toma las ciudades iraquíes de Ramadi y Faluya en Irak, el posterior sitio y la expansión incontenible hasta hoy.

 

Las comparaciones entre Osama Bin Laden y al-Baghdadi, efectuadas por los combatientes sunitas respecto a su destreza militar y su liderazgo religioso, jugaron muy en contra de Ayman al-Zawahiri, quien, más allá de sus méritos como organizador y estratega, no ha podido competir en carisma y personalidad.  

 

El desbande tan temido

 

Más allá de la tragedia que ha significado la presencia del Daesh tanto en Siria como en Irak, la derrota en estos dos frentes va a significar una inmediata retirada o hijra (vuelo) de los muyahidines en búsqueda de la apertura de otros teatros de conflictos.

 

La sangrienta toma de la ciudad de Marawi en el sur de Filipinas, donde desde hace ya cerca de dos meses los grupos tributarios del Daesh, como Abu Sayyaf y el Maute, resisten los esfuerzos por la retoma de la ciudad por parte del ejército y la aviación filipinas, es una claro indicio de lo que puede suceder en otros muchos escenarios y no tan lejanos como el Sudeste Asiático.

 

La acción de Marawi, según los servicios de inteligencia occidentales, habría sido planeada y concebida por el propio al-Bagdadí; más allá de que su muerte sea decididamente cierta o no, no se descarta que, como en Filipinas, su organización tenga ya trazados planes en otras geografías.

 

Tras haber probado suerte en Libia y haber sido derrotado, el Daesh es muy difícil que insista, mucho menos con la reciente toma de la ciudad de Bengazi, tras tres años de lucha, por parte del general, Khalifa Haftar, ex agente de la CIA y traidor del Coronel Gadaffi, quien desde 2011 se ha postulando como el hombre de occidente en Libia. Con esta victoria, Haftar se ha puesto muy cerca de lograr su aspiración de ungirse como un interlocutor fuerte de Europa en el país, que le permita resolver la cuestión de los casi dos millones de refugiados que en distintos puntos de Libia esperan su oportunidad para embarcarse rumbo a Europa.

 

De concretarse el sueño de Haftar, a Libia ahora no le faltaran recursos y medios para poder consolidarse y fundamentalmente detener la ola de migrantes. Por lo que el Daesh se enfrentaría a una lucha condenada al fracaso, en muy poco tiempo.

 

Yemen, en guerra desde hace más de un año con Arabia Saudita, sería un punto a considerar por la alianza de la familia Saud con este tipo de organizaciones. Los hombres de al-Bagdadí podrían servir como la tropa terrestre que jamás Arabia Saudita se ha animado a enviar para enfrentar a los chiitas Houtíes.

 

Quizás la suerte de Marawi en Filipinas señale el camino del Daesh en la mira de profundizar el conflicto en el sur filipino o en Malasia e Indonesia, donde ya existen grupos terroristas que están operando de manera espaciada pero con una base de cierta importancia.

 

En Asía Central, tanto en Afganistán como en Pakistán, la presencia de hombres del Daesh, desde hace dos años compiten abiertamente con el Talibán a ambos lados de la Línea Durand, pero quizás la antigua república soviética de Tayikistán, cuente con las condiciones objetivas más seguras para abrir un frente wahabita.

 

Tayikistán ha aportado un importante número de combatientes y mártires suicidas al Daesh. En 2014, tras la prohibición por parte del gobierno del Partido del Renacimiento Islámico de Tayikistán, se produjo un importante incremento de incorporaciones a los grupos terroristas. Tanto en China como en Rusia existen organizaciones wahabitas que podrían prepararse para ampliar sus acciones con la incorporación de los hombres del Daesh, aunque sus estrategas sabrían que sería finalmente un suicidio en masa.

 

En África existen diferentes grupos como el nigeriano Boko Haram; en todo el norte de Mali, el nuevo grupo conformado por la unión de una media docena de organizaciones Jamaat Nasr al Islam wal Muslimin (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes) y grupos divergentes de los somalíes de al-Shabaab, que han jurado lealtad al al-Bagdadí meses atrás, también podrían prestarse a recibir a sus hermanos.

 

Más allá de que esta sea, o no, la última muerte de Abu Bakr al-Bagdadí, la locura wahabita está muy lejos de su hora final.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/186789
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