Turquía: Los enredados hilos del titiritero

04/01/2017
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Foto: HispanTV erdogan hispan tv
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Desde que se inició la crisis de los refugiados en Europa, llegados, fundamentalmente, desde el corredor que se inicia en la costa turca, siguiendo a las islas griegas, para ingresar a la Grecia continental, y después comenzar a trepar por los países balcánicos en procura  de las naciones centrales, Alemania fundamentalmente, o hasta donde Dios quiera o el Diablo les permita, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha hecho revalidar la importancia que su país ha tenido históricamente, basado en su determinante posición geográfica.

 

De alguna manera, Erdogan ha devenido en el gran titiritero que utiliza la incontenible ola de desesperados que han llegado a su país en procura de Europa, incrementando desmesuradamente su poder de presión a Unión Europea (UE).

 

Ankara ha extorsionado a la UE con la amenaza de permitir que esas oleadas se prolonguen hasta el infinito; los 4.5 millones de refugiados que tiene retenidos en sus fronteras, son, en términos políticos y en consecuencias prácticas, el infinito para la UE.

 

Valiéndose de esos millones de desangelados, ha obligado a Europa a ponerse de rodillas en varias oportunidades, sacando importantes ventajas que se traducen en exorbitantes miles de millones de euros, prebendas de todo tipo, aunque no ha conseguido, después de meses de cabildeo, el ansiado ingreso a la Unión Europea.

 

La guerra en Siria se había convertido en un gran joint venture, para muchos de los interesados en terminar con el gobierno de Bashar al-Assad, y así con lo que se conoce como “la media luna chiita”, una alianza entre naciones y sectores políticos como Irán, grandes porciones de Irak, Siria con su mayoría alauitas (una rama del chiismo) y la poderosa milicia libanesa Hezbollah. Duramente enfrentados a los intereses de los Estados Unidos, Europa, las monarquías wahabitas del Golfo Pérsico, fundamentalmente Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes, además de Israel y Turquía, donde la organización ultra fundamentalista “Hermanos Musulmanes”, controla importantes sectores del gobierno turco y del partido del presidente Erdogan “de la Justicia y el Desarrollo” (AKP).

 

Si bien todo este grupo de países anti al-Assad, han comprometido ingentes recursos para alcanzar sus fines desde comienzos del 2011, se destaca  Turquía como una de las naciones más involucradas en la guerra, permitiendo que su territorio se convierta de hecho en un verdadero portaviones estacionado a lo largo de sus 900 km. de frontera común con Siria.

 

Turquía permitió que desde su territorio ingresen a Siria miles de combatientes y mercenarios que se distribuían entre las organizaciones que combatían a al-Assad: Desde los “moderados” del Ejército Libre Sirio, el al-Qaeda local o Frente al-Nusra y el Daesh o Estado Islámico, pero además habilitó hospitales, campos de entrenamiento, arsenales, centrales de comunicación e inteligencia para estos grupos terroristas.

 

Cuándo toda esta parafernalia no pudo perforar la resistencia siria, Erdogan no dudo en utilizar sus propia fuerzas armadas y de inteligencia, para operar dentro del territorio sirio con la excusa de perseguir a su archienemigo el pueblo kurdo.

 

Occidente, fundamentalmente Bruselas y Washington, no han pagado los favores de Erdogan de la manera que pretendía el Sultán: el tan mentado ingreso a la Unión Europea y la entrega del más importante enemigo interno de Erdogan, Fethullah Gülen, un santón sufí y a la vez multimillonario, exiliado en Estados Unidos desde 1999, después de romper su sociedad política con el actual presidente turco.

 

Erdogan, tras el fallido golpe de julio pasado, tuvo la excusa de virar sus posiciones y comenzó un rápido acercamiento con el presidente ruso Vladimir Putin y con los ayatolás de Teherán, e incluso declaró abiertamente que haría todo lo posible por colaborar con el gobierno del presidente al-Assad. En un verdadero ejercicio de realpolitik, la alianza pro al-Assad, debió recibir a su nuevo socio sin demasiadas preguntas.

 

Fuerzas de Turquía combaten en la ciudad siria de al-Bab, uno de los últimos enclaves del Daesh, al tiempo que acompañan a Rusia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en el proyecto de resolución sobre el apoyo al cese de las hostilidades en Siria.

 

La traición se paga con sangre

 

El cambio de posición de Ankara lo está pagando con sangre, solo en el trascurso de 2016, diez ataques terroristas de gran magnitud han dejado más de 500 muertos y miles de heridos, lo que también provoca un fuerte golpe al turismo, una de las más importantes fuentes de recursos económicos del país.

 

Sin duda estos ataques son producto del cambio de orientación en la política exterior y habrá que estar prevenidos para que no se sigan sucediendo.

 

El último ataque del año, o quizás habría que decir el primero de 2017, se produjo en la noche de fin de año, en un club nocturno del sector europeo de Estambul, junto al Bósforo llamado “La Reina”, frecuentado por las clases altas, donde un hombre, tras matar a un guardia en la entrada, abrió fuego dentro del local de manera indiscriminada contra los concurrentes que festejaban el cambio de año.

 

Se estima que en ese momento se encontraban en el local cerca de 800 personas, de las que fueron asesinadas 39 (19 eran extranjeros, entre ellos sauditas, marroquíes, libios y libaneses) y 69 resultaron heridas. Las autoridades informaron que el atacante consiguió huir del lugar tras abandonar el arma larga que había utilizado. Según algunos testigos el atacante gritó consignas en árabe.

 

Los servicios de seguridad turcos habían prohibido diferentes festejos públicos por el año nuevo, debido al riesgo de ataques terroristas. En Estambul, cerca de 17 mil policías fueron colocados en diferentes puntos de la ciudad, incluso de civil, para prevenir posibles atentados.

 

Más allá que el ataque se le pueda atribuir al Daesh, ya que la semana anterior Abu Bakr al-Bagdadí, había amenazado a Turquía por sus acciones contra su organización en Siria, la rueda de sospechosos nuevamente es muy extensa.

 

Como ha sucedido con los diferentes ataques de esta última parte del año e incluso con el asesinato del embajador ruso en Ankara Andréi Kárlov, son varios los servicios de inteligencia occidentales, Israel, las monarquías del golfo, organizaciones salafistas turcas, ex socios políticos y militares sancionados tras el golpe que podrían tener interés en perjudicar a Erdogan.

 

Con su cambio de posicionamiento, el presidente turco puede dejar al descubierto oscuros entramados que provocarían remezones políticos en los gobiernos de sus antiguos socios, por lo que, indefectiblemente, estos seguirán intentando enredar todavía más los hilos del titiritero.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

https://www.alainet.org/es/articulo/182647
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