¿Match point?
- Opinión
Ultimo partido del año… parlamentario. Sesiones extraordinarias e impuesto a las ganancias propuesto por el Ejecutivo. Mauricio Macri esperaba que Sergio Massa firmara un contrato de adhesión. Massa no lo firmó.
En subsidio, el PRO, supuso que cada uno se empecinaría en su proyecto. Había tres. Y que la reforma al impuesto a las ganancias habría de sucumbir por exceso de proyectos sin los votos necesarios.
Un golpe de astucia: proponer un proyecto en extraordinarias que no se habría votado porque ninguno, incluido Cambiemos, habría cedido para sumar mayoría. Error de cálculo. Como recuerda JL Borges, cálculo en latín significa “piedrita”. Y el error de cálculo se convirtió en piedrita en el zapato que, como todos sabemos, impide caminar. Ahí estamos.
Massa se sumó a Axel Kicillof. ¿Ofensa por despecho derivado de que el PRO no buscó pactar? Sergio pasó de adversario o socio a enemigo.
Las órdenes de Jaime Duran Barba, esta vez, no fueron Zen sino histéricas. Su discípulo, Marcos Peña, afirmó que "Sergio Massa es la persona menos confiable del sistema político argentino”; y su asesorado, Mauricio Macri, complementó con "a la larga, cuando uno es impostor, sale a la luz" y le recomendó que "con los años aprenda a ser confiable".
Las descalificaciones responden, seguramente, a un “Estado pasajero de excitación nerviosa producido a consecuencia de una situación anómala” (RAE).
La situación es anómala. Los acuerdos parlamentarios que habían funcionado hasta ahora no se verificaron. Las reacciones gubernamentales fueron propias de una “excitación nerviosa”. Pero todo indica un estado pasajero. Si así no fuera no habrá posibilidades de legislar iniciativas gubernamentales. Y el Ejecutivo debería reglamentar las leyes de un Parlamento opositor. Estado pasajero.
Todo indica que las reacciones de Macri y Peña responden a la definición de “histeria” del diccionario de la Real Academia Española (RAE). No es bueno que la histeria gobierne.
Nadie duda, excepto el trío “Duran-Peña – Macri”, que la situación exige “consenso”. No sólo porque el Ejecutivo es minoría en el Parlamento y es minoría en el territorio de gobernaciones y municipios. Sino porque el país carece de rumbo.
Hemos pasado – gracias a la inconsistencia de los que se dicen peronistas - de la instauración de un modelo neoliberal a un proceso de consolidación del DIARgobierno de la oligarquía de los concesionarios (servicios, petróleo, bancos, etc.)
El primer modelo, menemista, dominado por la economía para la deuda, con privatizaciones, desregulaciones, apertura, desmontaje del Estado de Bienestar, adhesión plena al Consenso de Washington y al proceso de globalización, participación en las guerra del Golfo, destrucción de las FFAA, eliminación del sistema ferroviario, renuncia a la moneda nacional y retiro del Estado del diseño del Desarrollo Económico y Social, duró 10 años e implosionó, por no cambiar, con la administración de la Alianza.
El segundo modelo K mantuvo las privatizaciones, el desmontaje del Estado de Bienestar (36 por ciento de trabajo en negro, 30 por ciento de pobreza), adhesión a la globalización (primarización soja dependiente) ausencia del sistema ferroviario, un Estado sin programa de Desarrollo y – sobre todo – manteniendo, a pesar del discurso, las bases de una “economía para la deuda” administrada por los intereses de la “oligarquía de los concesionarios”. Mantuvo la ley de entidades financieras de la Dictadura y aspectos centrales de la ley de convertibilidad y generó un escenario legal para la fuga de capitales que sumó 100 mil millones de dólares en el período. Este modelo, sólo en el discurso (“miren lo que yo hago no lo que yo digo” Néstor Kirchner) fue la antípoda del anterior.
Lo común a ambos modelos, lo que realmente importa, fue la declinante participación de las inversiones reproductivas en la Demanda Global como consecuencia del retiro del Estado de un programa de Desarrollo.
De la declinación de inversiones parte, por un lado, la reducción de la demanda de empleo y la baja en la productividad media del trabajo; y por el otro, la reducción de la capacidad tributaria para sostener las finanzas del Estado cuyas necesidades se acrecientan a consecuencia del incremento de los pagos de transferencia que suceden a la caída en el empleo productivo como resultado de la reducción de la participación de las inversiones en la Demanda Global.
Lo hasta aquí expuesto cubre 25 años (en realidad abarca 40 años) y pone en evidencia que la carencia de rumbo se mide por la incapacidad de financiar al Estado. Un Estado que, por otra parte, sólo se hace cargo del 50 por ciento de la educación, de la salud y de la seguridad.
¿Cómo se resuelven los dramáticos problemas argentinos? La condición necesaria es un rumbo que tenga un horizonte de permanencia en el tiempo y que rija en el territorio de la Nación. No se puede construir sin un consenso muy amplio.
El consenso, darle un sentido común y de largo plazo a la política pública, implica reconocer la igualdad de los actores, el carácter moral de los mismos y abrirse a la confianza de los compromisos. Todo eso es un supuesto necesario para compartir la identificación de los problemas y los criterios de las soluciones.
De nada vale imponer identificación de problemas o criterios de solución, si los mismos no son sostenidos por una mayoría consistente que, para ser tal, debe incluir las visiones de los distintos mundos que habitamos, el trabajo y el capital, la ciudad y la ruralidad, los distintos alineamientos partidarios, etc. Condición necesaria.
Pues bien. La realidad es que el proceso requerido para encontrar un rumbo y salir de la decadencia que la que estamos instalados hace 40 años, requiere como mínimo de un estado de ánimo que empieza por aquello de “quién esté libre de culpa que tire la primera piedra”.
Sin duda la histérica reacción del trío gobernante se debe a la sorprendente puesta en escena de la convergencia parlamentaria de los que fueran funcionarios del kirchnerismo en todas sus etapas. Muchos de ellos también lo fueron de la Alianza y del menemismo.
Pero en las huestes de Cambiemos se cuentan funcionarios del kirchnerismo, del menemismo y de la Alianza. A no olvidarlo.
El enojo, sin previo examen de conciencia, ha significado un descenso horrible en la posibilidad de construir alguna vez un consenso para un rumbo.
Y eso habla, de uno y otro lado, de una concepción pequeña, miserable, de la política y del bien común.
No se puede hacer política navegando entre la histeria y el despecho.
Lo gravísimo es que en un país con más del 30 por ciento de pobreza, con creciente desempleo, con enorme informalidad laboral, con fracasos en la estructura educativa, con una infraestructura económica y social propia de un país menos dotado que el nuestro, con un clima de inseguridad alarmante, con una estructura judicial que la sociedad no la percibe como honorable, necesitada como pocos – por todas estas y muchas falencias malas – de un consenso para diseñar un rumbo de superación, escapa a la razón que los protagonistas del poder político den rienda sueltas a sus humores viscerales convocando a la escatología política. Triste.
También es increíble que el peronismo – o lo que quede de él allí – enrolado en el FPV, haya tenido el cinismo de liderar la eliminación del pago del impuesto a las ganancias para los asalariados. Es increíble que los que se negaron sistemáticamente durante 12 años hayan abanderado la causa. Y también es increíble en los dirigentes del Frente Renovador.
El kirchnerismo es el responsable principal de la atrofia producida en el impuesto a las ganancias durante estos 12 años. Y es indignante que haya pronunciado, en la oposición, discursos de exigencia cuando en el oficialismo impidieron siquiera el debate. Cinismo puro.
Todo empezó porque Macri vino incumpliendo una promesa de campaña: terminar con el impuesto a las ganancias que pagan los salarios.
Una promesa, objetiva y precisa, cuando incumplida responde a una de dos causas y ambas graves. La ignorancia o la mentira. Ninguna tarea cumple con las artes del oficio a partir de la ignorancia o de la mentira. Para cumplir hay que conocer, no ignorar; y decir la verdad de lo que se conoce, no mentir. La verdad no alcanza. Y la ignorancia apesta.
Aclaremos antes de ir al punto de esta semana, la cuestión del impuesto a las ganancias y Macri, que en el gobierno K ha abundado la combinación de ignorancia y mentira.
La manera de haber logrado sobrevivir tanto tiempo a ambos males, fue la de poner la basura bajo la alfombra. Esa es la parte de la mentira. Y la de la ignorancia es, como dicen los rusos, que “con la mentira se puede ir, pero no se puede volver”.
Entonces la primera posible razón del incumplimiento de la promesa de campaña de Macri es la ignorancia. Macri dice que no sabía lo monstruoso de la herencia fiscal. Y una vez con las cuentas en la mano se apercibieron que no lo podían cumplir. Ignorancia inadmisible. La otra razón es la mentira a lo Menem. En este caso me inclino por la ignorancia.
La mala noticia es que - como decía JD Perón - “yo he visto a malos que se han vuelto buenos, pero no he visto jamás a un bruto volverse inteligente” . El peligro de la ignorancia.
Macri estaba seguro que las recientes lealtades, por necesidad, de los gobernadores alcanzarían para que los diputados cerraran filas con los mandatarios provinciales.
El modelo de arreglar por territorio, efecto caja, no funcionó. La pelota que tiró Mauricio, con un proyecto no negociado en el Parlamento, fue mala.
Lo había advertido el Presidente de la Cámara, Emilio Monzó: “hay que hacer más política y menos marketing”.
Para Monzó hacer política es argumentar y pactar. Y en el Parlamento eso supone pactar hasta que se tiene la mayoría de los votos. Para Peña y Duran, que habitan el pensamiento de Mauricio, los “políticos” no importan y tampoco los argumentos.
Para ellos importa “la gente” (tomados de a uno, por eso el twitter) y hacer, lograr “lo que la gente” quiere. El marketing es dar señales de haber escuchado lo que la gente quiere, “las cosas”, el metrobús, el perro viajando en subte, “no hablar de política” y no cansar con argumentos. Con “la gente” no se argumenta ni se pacta. Para ellos toda “la gente” no son todos los ciudadanos, sino la mayoría que las encuestas revelan.
Esa mayoría – en términos generales – avala a Mauricio y definitivamente repudia a los que quedaron afuera por la corrupción. Lo refiere la excelente última encuesta de Ricardo Rouvier. Ese apoyo no significa un cheque en blanco para las políticas concretas. Y es lo que dicen las encuestas que señalan un claro desencanto respecto de la política económica.
Macri tuvo una derrota en la Cámara de Diputados consecuencia de haber incumplido una promesa por ignorancia y de haber tratado de enmendarla sin argumentar y pactar. Después del retiro espiritual de Chapdmalal tal vez hayan decidido, a su manera, “ir por todo”. Al igual que Cristina, Mauricio - “apelando a la gente por twitter y marketing”- jugó su partido con la estrategia de imponer.
La diferencia es que CFK “iba por todo” sobre la base de una mayoría parlamentaria disciplinada detrás de ese concepto insólito de “lealtad” que con tanta pasión, en nombre de Perón, repiten legisladores que lo combatieron siendo feroces opositores al Perón de carne y hueso.
La tropa propia de Macri no alcanza ni para escaramuza. Y todo lo que consiguió hasta la fecha se lo debe a los miembros de su fuerza que se han dedicado a argumentar y pactar que no son los CEO ni los marketineros.
Macri parece ingresar en el “vamos por todo” y repudiar la idea de consenso y pasar a la “pureza original”. Pureza complicada porque ya vimos que en las filas del PRO hay amplio surtido de sobrevivientes de casi todas las gestiones. Si los fracasos se acumulan dentro del PRO hay toneladas.
Claro que en la oposición parlamentaria los fracasos acumulados son muchos más.
En primera fila el kirchnerismo y sobretodo su última etapa. Pocas personas en la política han tenido el don de ubicuidad de Axel Kicillof, “vení chiquito” para CFK.
Chiquito, hombre grande con look de niño, milita en el marxismo de Groucho y aplica su apotegma central “estos son mis principios pero si no le caen bien, tengo estos otros”.
El CV político de Axel es sorprendente. Pensaba cobrarle a Repsol el daño ambiental y terminó pagándole más de lo que realmente valía. Pagó de más al Club de Paris por no querer cumplir con el Art IV del FMI organismo al cuál pagaba las cuotas de socio y mantenía como director jugosamente rentado a un recomendado. Sus hombres avalaron el acuerdo secreto de YPF con Chevrón. Inventó el “barril criollo” que consiste en pagar por el petróleo más que lo que esa commodity vale en el mercado internacional. Inventó el gas nuevo para pagar 7 dólares el millón de BTU (cuyo costo difícilmente supere los 2 dólares) .Y recibió del desaparecido Carlos Bulgheroni, el más entusiasmado apoyo. Desde Nueva York y por C5N Bulgheroni “definió la unción de Kicillof como "excelente", porque el economista había tenido "un rol muy importante en muchas medidas" del Gobierno. "Es un desafío muy interesante -se entusiasmó Bulgheroni, que deberá negociar con el Estado a qué cotización se le toma la inversión que prometió traer a través del Baade, uno de los instrumentos del blanqueo-.Kicillof ha mostrado una permanente superación de sí mismo frente a los problemas." También ponderó que el economista hubiera ayudado "a destrabar el problema del precio del gas" y agregó que el nombramiento en el Palacio de Hacienda ponía "una cuota de realismo y es positivo para enfrentar esta nueva etapa". (La Nación, 20 de noviembre de 2013). Guau!!! (El Baade refiere al blanqueo que sancionó el trío Gedeon Kicillof-Moreno – Marcó)
Axel se negó durante su gestión a revisar las escalas y la capacidad de daño en los ingresos de los sectores medios del impuesto a las ganancias. El problema que se debatirá en el Senado y cuya media sanción brindó diputados, tiene su origen, en continuidad, en la gestión de Axel Kicillof. La participación de “vení chiquito” en el debate y en esa sanción referida al tema impuesto a las ganancias es, sin duda, un caso extremo de cinismo político. El cinismo político es el uso al extremo de la ignorancia y la mentira.
De un lado y del otro, la misma contribución para alejarnos de la posibilidad de un consenso sin el cual el rumbo se coloca en situación brumosa y más aún cuando el propio Macri, que goza del apoyo por el avance en el castigo a los corruptos, sanciona el decreto sobre el blanqueo que ampara a los familiares de los funcionarios y que como bien editorializa La Nación: “El Presidente no debió emplear un decreto para volver atrás con una idea que ya había sido descartada por ley. Tampoco debió poner en duda la transparencia de los actos que reclama la ciudadanía. Su decreto ha sido innecesario, inoportuno e incongruente con su propia predica”.
En este caso me inclino más por la mentira que por la ignorancia.
¿Match Point? Ignorancia, mentira y cinismo no pueden generar consenso. Y sin consenso no hay rumbo. Llega la Navidad ¿Y si hacemos un examen de conciencia?
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