Acuerdos de paz, neoliberalismo y paramilitarismo

13/04/2016
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Los recientes anuncios sobre los diálogos entre el régimen de Juan Manuel Santos y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) trajeron mucha expectativa para la región y la misma ha sembrado esperanza en millones de ciudadanos, que desean cambios políticos y sociales con resultados favorables para la gran mayoría que ha sido la más desfavorecida en medio del conflicto.

 

Sin embargo, del discurso de Santos se desprende que las condiciones son puestas por un actor y casi que obligando al otro contrincante; esto debido al anuncio del presidente Santos de no tomar dentro de las negociaciones puntos tan importantes como lo son los modelos económico y político. Esto es, sin lugar a duda, una bofetada para el pueblo pobre colombiano que ha marcado cada paso y ritmo de vida en la esperanza de ver algún día a Colombia, no como teatro de guerra promovido por las trasnacionales sino como un territorio que en verdad necesita que el campesino, que ha sufrido las calamidades del conflicto, obtenga el derecho de propiedad de la tierra. No como esclavo, tal cual es el modelo expoliador y explotador que defiende el régimen de Santos, sino como verdadero productor de frutos de país.

 

El modelo al cual se refiere Santos es el mismo que imponen, a punta de condiciones, el Fondo Monetario Internacional y sus apéndices devoradores, y que ya Latinoamérica lo conoce muy bien, porque es este el que ha dejado por sus andares estelas de pobreza y muerte para la gran mayoría, y riquezas y manjares para una minoría.

 

Una paz sin que se reconozca que el modelo económico impuesto es el causante de que se profundice el conflicto social, es un engaño a las miles de víctimas que ha generado la guerra por más de cincuenta años de guerra. Un régimen que privatiza y entrega la vida de los más pobres en las manos de las trasnacionales no puede hablar de paz, ya que el simple hecho de continuar con el modelo se convierte en el artificie de un holocausto social.

 

Un elemento importante es el secreto a voces de las relaciones del estado colombiano con gérmenes paramilitares, también es conocido como los mismos fueron creados y promovidos por quienes hoy se endulzan con Washington y sus dádivas, para un futuro plan denominado Paz Colombia; donde sus antecesores importaron elementos mercenarios como el israelí Yair Klein.

 

Ahora bien, es imposible decir que este fenómeno macabro que es el paramilitarismo esté reducido, cuando aún se sigue bañando la tierra con la sangre de dirigentes que, por pensar diferente, son asesinados; entonces el doble discurso del régimen colombiano está enmarcado en hablar de paz por los medios de información mientras cercena con plomo la vida de quienes quieren y sueñan con un país mejor.

 

El aceptar que la oligarquía continúe estableciendo las formas de vidas de millones de colombianos en situación de pobreza y donde con un cliché hablan de paz, es olvidar el origen por las cuales el pueblo colombiano buscó el camino de la rebeldía. Hablar de paz mientras no se toque lo primordial que es lo que ha generado el problema, es pan para hoy y hambre para mañana, es arar como lo dijo Bolívar en el mar y es sembrar en una montaña de piedras.

 

Ahora bien, el régimen de Juan Manuel Santos tiene claro que lograr la pacificación de Colombia, le permitiría pasar como el hombre que jamás conoció de las andanzas de su socio Álvaro Uribe Vélez y que, aun siendo Ministro de la Defensa del gobierno del número 82 de la DEA, sufrió de amnesia para olvidar de las relaciones y acciones de este agente de la CIA con los paramilitares; así como también de los falsos positivos; los cuales enlutaron a miles de familias solo con el único objetivo de mostrar resultados y generar terror psicológico dentro de las filas de la insurgencia. Para lograr este cometido, Santos sabe que cuenta con aliados fundamentales como son los medios de información al servicio de la pequeña pero poderosa oligarquía colombiana. Estos, que actúan bajo libretos elaborados, saben a quién endiosar y a quien satanizar de acuerdo a sus intereses amarillistas mediáticos, que los han convertidos en sensacionalistas y macabros.

 

Por otro lado, se encuentra el emporio de los Tratados de Libre Comercio, que si bien han puesto de rodillas a los productores colombianos y cercenado el futuro de los campesinos también han golpeado al trabajador asalariado que es robado con leyes que benefician a la oligarquía. Jugar el juego político al que está acostumbrado la oligarquía colombiana es un arma de doble filo ya que el contexto social y político en la que encuentra inmersoaColombia no está dado; pensar que habrá garantías para construir políticas sociales en pro del pueblo, sin que los enemigos de clases opten por la violencia es pensar que la burguesía algún días reivindique al trabajador, al obrero y al campesino.

 

El bastión trasnacional del imperialismo norteamericano ha sido Colombia, mientras América del Sur resiste los embates de Washington, la patria por la que Bolívar soñó se ha convertido en la puerta de entrada para que los Estados Unidos busque recuperar su tan preciado botín”.

 

12/04/2016

 

ramos.oglis19@gmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/176714
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