Causas estratégicas del asesinato de Berta Cáceres

09/03/2016
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

"No se puede confiar en el imperio, pero ni tantico así" 
Ernesto Guevara

 

 

El asesinato de Berta Cáceres es un crimen de lesa humanidad y lesa patria a la vez. Su muerte en el contexto hondureño es un grano de arena más a la violencia institucional que la dictadura del Partido Nacionalista ha implantado en la nación, producto de un patológico anticomunismo de las fuerzas fácticas y mediáticas que controlan la hondureñidad por entero.

 

El ciudadano común logra ver solamente el vértice del gran iceberg mundial, dentro de cuya mole gigantesca, en una esquina casi inadvertida geográficamente, se sitúa el mapa de Honduras.

 

El mundo sufre el acoso cruel e inhumano del capitalismo mundial, mediante su brazo armado conocido como OTAN y todos los ejércitos pertenecientes a la esfera de los países que proclaman su fementida democracia occidental.

 

Las guerras promovidas por el imperio norteamericano y europeo son, ante todo, las guerras de la explotación de diferentes materias primas universales como el petróleo, el agua, los recursos naturales (el oro, el hierro, el cobre, el antimonio, etc.), en fin, todo aquello que sirve de base esencial para el sostenimiento de una industria capitalista que es voraz, insaciable, pero a la vez, saqueadora de todo cuanto posean los pueblos regidos por gobiernos sometidos, que venden al mejor postor la soberanía de sus suelos, subsuelos y cielos abiertos a su descomunal hambre de riqueza.

 

Afganistán Irak, Libia, Siria, son algunos de los pueblos del medio oriente que han sido casi borrados del mapa de la civilización, a causa de la industria de guerra que el imperio va impulsando en todos los rincones del planeta para conseguir a troche y moche sus objetivos capitalistas.

 

Cuando ese imperio no obtiene por diplomacia, negociación o simple compra y venta de los recursos naturales de los países, recurre entonces a la guerra directa o indirecta para lograr junto con sus cómplices locales los objetivos extractivistas correspondientes.

 

En Honduras, JOH en su papel de presidente del Congreso Nacional aprobó todas aquellas leyes de expropiación de la soberanía de los recursos naturales para entregárselas a las transnacionales que desean proseguir su carrera de apropiación de la riqueza ambiental del país.

 

Así mismo aprobó las leyes que impulsan las zonas de desarrollo con las cuales según JOH, impulsaría la economía nacional, a costa de la entrega a ojos cerrados de porciones específicas del territorio hondureño.

 

Aunque parezca extraño, la relación de las guerras del medio oriente para obtener los petróleos y de más otros recursos naturales, con Honduras, la vinculación es concomitante con la política de apropiación imperial de los recursos materiales de la humanidad, pues se trata de implementar el extractivismo de las mil y una formas posibles en los pueblos tanto aquellos que lucha por la independencia como los otros que forman parte de su propio sistema denominado democracia burguesa representativa.

 

En ese complejo ovillo de causas y motivaciones que dan paso a las contradicciones ideológicas y políticas entre el imperio y los pueblos rebeldes, es necesario armar el rompecabezas de la coyuntura de la lucha soberana de los pueblos ante sus depredadores económicos.

 

El asesinato de Berta Cáceres, es la muestra palpable de que las luchas por alcanzar el respeto a las soberanías están ligadas a las empresas imperiales transnacionales. Al menos ese sería un hilo de las deducciones panorámicas correspondientes en el análisis dialéctico del caso de Berta Cáceres.

 

Vistas así las cosas, la lucha por mantener los ríos y los valles locales libres de la voracidad capitalista de explotación de los recursos naturales de los pueblos originarios de América, los gobiernos proclives al más rancio neoliberalismo, a través de sus poderes fácticos, aúpan las fuerzas inversionistas que tienen como propósito la extracción del recurso natural mediante el aval político y jurídico de las administraciones gubernamentales neoliberales.

 

Sin embargo, tales potencias necesitan de sus compinches y socios provinciales a fin de enmascarar sus garras de explotación extractivista. He allí entonces el modo en que se implican las autoridades nacionales con los explotadores extranjeros, protegidos por leyes y políticas de Estado, en la más pura alianza trágica para los intereses de los pueblos primigenios.

 

La red internacional y nacional constituye realmente un sistema muy sólido de protección a sus inversiones que claman por asegurar lo mejor posible un estado de gracia en donde no exista contradicción alguna que haga fracasar sus proyectos de explotación.

 

El Estado neoliberal mediante el cual las transnacionales ingresan a la repúblicas dependientes ponen a su disposición de estas empresas, todos los aparatos de represión que están constituidas por la iglesia, la policía, la escuela, el ejército, y últimamente los escuadrones de la muerte,  siguiendo el pensamiento marxista de Althusser.

 

Por manera que, el asesinato de Berta Cáceres, no puede dejarse de analizar desde la perspectiva de la dialéctica que nos impele a relacionar el todo con la parte.

 

El grave asunto en nuestro país es que esas fuerzas malignas represivas llevan a cabo un plan de exterminio de todos aquellos dirigentes que propugnan el impedimento de estas relaciones de explotación nacional. Los conflictos de tierras en el Valle del Aguan, de la recuperación de tierras en las costa norte, de la lucha del Consejo de los Pueblos Indígenas de Honduras por la conservación de sus ríos y valles en el occidente del país, dan cuenta de la cantidad de asesinatos de sus líderes y más connotados militantes de estas estructuras de defensa de sus tierras ancestrales.

 

Ha sido sistemático el asesinato indiscriminado de todos los luchadores por la tenencia de las tierras para superar la pobreza y miseria de la zona rural más deprimida de la nación.

 

Las fuerzas fácticas constituidas por la clase financiera, la clase terrateniente, ligados a los inversionistas capitales, junto con los aparatos de seguridad tanto jurídica como militar del Estado hondureño han lanzado un abierto combate a las estructuras organizativas sociales de Honduras.

 

En este contexto deprimente y desgarrador, el asesinato de Berta Cáceres constituye una muestra más de hasta dónde están decididas tales fuerzas coyunturales hegemónicas a alcanzar sus metas de plusvalía manchada con la sangre hondureña que plantea una refundación del Estado Nacional.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/175938
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS