Abrir el Mexe

21/01/2016
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Las presentes observaciones dan cuenta de la vida en El Mexe y la formación que éste tipo de centros educativos brindan al pueblo mexicano, ahora que nuevas luchas populares por su reapertura comienzan a levantarse con diversos encuentros y acciones para efectos de conocer nuestras opiniones sobre el normalismo rural y la importancia de luchar por este tipo de centros educativos en México para la formación de la juventud campesina y popular.

 

Bienvenidos a la realidad

 

En septiembre de 1985 becados mediante examen de selección ingresamos al Mexe, Internado para estudiantes de escasos recursos económicos, única posibilidad de estudios para muchos de nosotros. Dicho examen era el primer filtro oficial de la autoridad educativa para acreditar cierto nivel de conocimientos estrictamente cuantificables.

 

Pasado este filtro institucional, una vez aglutinados para el inicio escolar, la organización estudiantil, cuya diligencia para hospedarnos el día anterior al examen de selección era notoria y atrayente; nos daba la bienvenida. Celebraba una asamblea especial adelantando el carácter del Internado, su larga lucha de resistencia, poniendo en claro nuestra condición de relevos en esta tarea.

 

Sorprendente y cautivador para un país que tenía prohibido abrir la boca (aunque las leyes y clases gobernantes dijesen lo contrario, ejercer ese derecho conllevaba represión), el hecho de que existiese una comuna estudiantil, expresión de poder comunitario en un estado eminentemente reaccionario, en pleno ascenso del neoliberalismo. Su existencia constituía el mayor de los delitos de cara a los de arriba, siendo asediada y acusada de atrancar la modernización educativa del normalismo rural.

 

Poco a poco se nos presentarían oportunidades de comprensión sobre esas primeras percepciones de un conflicto histórico en el seno de las normales rurales. Nosotros habíamos caído en terreno fértil para que como hijos del pueblo viviéramos directamente uno de los grandes problemas educativos del país, forjándonos en los horizontes del pensamiento revolucionario.

 

La organización estudiantil ya existente, fundamentada en el normalismo rural, te hacía otro examen socioeconómico para comprobar en la comunidad de origen tu condición de clase. Una vez adentro venía el despertar a la realidad social de México, las cosas adquirían su explicación formándonos otras connotaciones del panorama social.

 

Las primeras clases escolares venían cargadas del planteo sobre el significado de la labor a la cual aspirábamos a dedicarnos, una misión con un fuerte compromiso social, del tipo de herramientas y conocimientos que necesitaríamos; al mismo tiempo que se percibía el recelo a nuestra condición social y la organización estudiantil existente. La mayoría de docentes eran adeptos al pri-gobierno, pero para nuestra joven generación eso no significaba algo desconocido, lo nuevo eran las explicaciones sobre de ello, que se ponían al alcance de todos por parte de la organización estudiantil.

 

Habiendo sido niños trabajadores no caíamos del asombro cuando en los primeros días de ingreso nuestros compañeros que ya tenían tiempo en esa escuela nos propusieron discutir el Manifiesto del Partido Comunista, no parábamos de decir ¡es cierto, es cierto!, así se produjo el encuentro con la lectura fiel del mundo, también de nuestras vidas, adelante seguía toda una secuencia de círculos de estudio para los de nuevo ingreso.

 

La labor de las aulas era uno de los aspectos de la formación a pesar de las patentes deficiencias docentes por responsabilidad directa de la autoridad educativa. Por las tardes y noches el comité de orientación impartía círculos sobre la historia del Internado, el papel de la FECSM, papel del estudiante en la lucha revolucionaria[1], la lucha de clases en México, las corrientes pedagógicas revolucionarias, la situación del pueblo, la labor educativa en su seno, movimiento obrero-campesino, el estudio colectivo de textos clásicos del pensamiento revolucionario e infinidad de otros temas puntuales sobre luchas y procesos que acontecían en México y el mundo, que finalizaban dotándonos de una sed insaciable de conocimientos, luchas, trabajo y de nuevas experiencias.

 

En la estructura de la organización estudiantil existían tres comités con funciones delimitadas con un aproximado de 30 integrantes electos en asamblea general: 1.- el Comité ejecutivo Estudiantil encargado de la dirección política, la relación con las autoridades y la organización con otras fuerzas, 2.- el Comité de Orientación Política e Ideológica abocado a la formación y propaganda, contando con colectivos de estudio muy amplios y a su vez organizados en estructuras propias, y 3.- el Comité de Lucha generalmente subordinado a las tareas generales, pero que entraba en facultades de mando ejecutor de la organización de nuestros movimientos, apoyándose en cuerpos de defensa a razón de 5 integrantes por aula para actuar frente a la represión.

 

Los liderazgos estaban distribuidos en el conjunto de estos órganos que sesionaban juntos en una reunión semanal durante todo el año como un solo aparato dirigente, teniendo sus reuniones separadas para la organización de sus respectivos trabajos particulares.

 

Con esos avatares fuimos creciendo entre lucha y estudio, nuestro encuentro con las teorías pedagógicas y sociales corría a la par. Una correlación de fuerzas que se fue configurando a lo largo de décadas facilitaba las cosas en estos campos:

 

  1. De un ángulo la existencia de mecanismos de organización estudiantil fuertes y con liderazgo exigía el desarrollo de experiencias políticas y de su formación  tan amplia como fuese posible hasta el punto de que a lo largo de todos esos años uno llegaba al debate de obras como El Capital o de las propias políticas educativas del Estado entre tantas obras y temas que en los 80´s eran motivo de discusión. El Internado seguía sus ritmos de clases, observación de la actividad del aprendizaje en las escuelas de la región, práctica educativa, cuestionamientos a la educación burguesa y sus teorías, alojamiento en comunidades, presentación de actividades culturales en diversas poblaciones, constantes movimientos y debates sobre la lucha social de la cual se formaba parte. En particular la práctica educativa rural dio origen a sus propias experiencias pedagógicas escasamente recogidas por la educación burguesa siempre sujeta a las modas extranjerizantes en la materia, esta se nutría de las fuentes generacionales de maestras y maestros, de las experiencias compartidas por sus verdaderas organizaciones sindicales, así como de la creatividad de las jóvenes generaciones porque el sistema dejó de plantearlas en sus manuales y de comprenderlas en su alto valor didáctico-formativo.

 

  1. De otro ángulo, la autoridad educativa interior, la Dirección Escolar, sometida constantemente a cambios desde arriba y al margen de la realidad social, siempre impositiva y autoritaria se debilitaba continuamente, resultando impotente para controlarnos, mucho menos para aniquilar nuestra organización, así que el gobierno estatal y federal solían hacer ese papel regularmente en la forma de cercos militares, golpizas, represiones, encarcelamientos, amenazas, diversos intentos de cierre del Plantel, campañas propagandísticas difamatorias, etc., pero sólo conseguían que nos organizáramos mejor y mantenernos siempre alertas.

 

  1. El magisterio encargado de forjarnos como educadores profesionales tan pronto se deslizaba a posiciones de derecha apoyando al Estado o la autoridad escolar, encontraba un ambiente de hostilidad en el aula, enfrentaban debates inusitados con estudiantes preparados para dar batalla con argumentos a fuerza del estudio individual y colectivo en las fuentes teóricas de la pedagogía, y de esa mancomunidad que nos daba la convivencia en una causa común. La parte magisterial cuyas posiciones eran izquierdistas apoyaba y alimentaba nuestra formación hasta donde las condiciones se los permitían. Esto creaba un movimiento cultural, pedagógico e ideológico sobre el cual ampliábamos nuestros campos de conocimiento e investigación.

 

  1. La base trabajadora era en su mayoría adepta de nuestra organización y movimientos, debido a la nula defensa de sus intereses por parte de sus autoridades sindicales. Nuestra organización estudiantil debía garantizar la integridad de sus derechos junto a la de la planta académica ante gobiernos siempre acostumbrados a golpear nuestros internados, de una u otra forma atentando contra el conjunto de quienes trabajaban o estudiábamos ahí.

 

  1. Las comunidades y organizaciones populares circundantes a nuestra atmósfera fueron siempre solidarias con El Mexe y en momentos decisivos incidieron como pilares de su custodia. En todo momento presentaron su respaldo, sus consejos, sus críticas, sus apoyos materiales, su solidaridad y acogida cuando lo requeríamos; en consecuencia tratábamos de corresponder. Existía en el ambiente esa necesidad de pasar a otros grados de organización general que permitiese el ejercicio social de administración, vigilancia, orientación e impulso del internado por todas las fuerzas populares interesadas en su sostenimiento, requiriéndose cambios a niveles que no fueron alcanzados. Ese proyecto educativo apenas logramos dibujarlo, para esos efectos hará falta un consejo del pueblo con su organización a otras proporciones estratégicas, lo cual siempre será posible.

 

  1. Otro ángulo de gran importancia lo constituyó la FECSM de larga tradición de lucha. Esta organización era una red tendida por la geografía nacional, en ese momento con 16 normales rurales, tenía una estructura organizativa semejante a la existente en cada Internado, la que le permitía coordinar sus luchas, establecer el fluido de información constante con correos humanos de uno a otro centro para brindar información y directivas, se fortalecía con el intercambio de comisiones de formación política, refuerzos para sus movimientos e intensos debates en los encuentros (congresos, seminarios, reuniones y movilizaciones generales). Evidentemente no siempre estuvimos a la altura de los procesos para dirimir sus divergencias, para superar sus inercias internas de cara al movimiento popular, o evitar discusiones innecesarias, dicho sea sin demeritar su enorme valor como una organización que durante años ha seguido reivindicando el derecho a la educación popular.

 

Esta situación fue producto de la agresión constante del sistema en un punto donde se forjaron situaciones de resistencia en la medida que sus pretensiones de cierre se hacían manifiestas, ese fue el escenario en que nos tocó estudiar y defender nuestra escuela. El Estado es el principal responsable de las condiciones que se presentaron, durante años cuestionó al movimiento estudiantil del Mexe, pero poco hizo para solventar sus necesidades, fueron sus políticas educativas y de recorte presupuestal las que nos pusieron en pie para de alguna forma sostenernos.

 

Tanta organización se explica por el largo asedio y agresiones a que este Internado en particular se le enfrentó por parte de las autoridades. Era menester precaverse y organizarse lo mejor posible, nuestras condiciones lo permitieron, dado que éramos víctimas frecuentes del recorte presupuestal, aun tomando iniciativas como las de trabajar nuestras tierras para solventar algunas prioridades.

 

El Estado eludía sus responsabilidades a la vez que con sus cruces burocráticos nos enredaba en sus laberintos sin soluciones de fondo; así que la movilización era el recurso indispensable para asegurar al pueblo que sus docentes concluyeran los estudios y fueran distribuidos en las poblaciones más apartadas.

 

Confrontaciones y organización

 

Durante 1987-1988 tuvimos que enfrentarnos a fuerzas de esas que nunca faltan cuando los gobiernos compran a precio de dos por uno algunas conciencias de muchachos, por desesperanza, ambición, la fuerza de las cosas, individualismo o por lo que sea que fuere. Con esto vino un tiempo de disputa, nos cayó encima la reacción de un grupo entreguista preferido de los gobernantes en turno, gente muy dispuesta a “negociar”, venerables oradores, habilidosos para la manipulación.

 

En esas estaban todos muy contentos con sus acuerdos sobre la liquidación del centro escolar, pero no señor, había resistencia. La confrontación interna se dio por espacio de un año hasta volver con experiencias renovadas a levantar el Internado en todos sus aspectos académicos y políticos.

 

Pasando trabajo comenzamos a dirigir ese proceso. Nos cayó encima el peso del gobierno, autoridades educativas, empresarios transportistas, burguesía comercial, capitalistas de la agricultura de ese Valle del Mezquital reverdecido con las aguas negras[2] de la gran Ciudad de México.

 

Así que se abalanzaron los medios de comunicación, clases, sectores, estratos[3] y grupos hostiles que nos circundaban, cada cual ambicionaba algo o simplemente participaba de la intriga de las clases en el poder contra nosotros. Entretanto sofocábamos el brote derechista que nos había tomado las estructuras temporalmente hasta reforzar en cada estudiante una responsabilidad política, cultural y formativa de acuerdo a las aspiraciones propias. Para que nuestros compañeros lograran ser docentes formadores, productores de la pedagogía de los oprimidos, líderes de la comunidad, organizadores del pueblo, activistas sindicales y luchadores incansables por la educación popular.

 

Es nuestra obligación recordar que esta facultad organizativa del maestro normalista rural estaba consagrada en los ejes de esta educación para que trasmitiera capacidades de autogestión y acción al campesinado y alumnado en la búsqueda del bienestar de la comunidad y su protección frente a las capas reaccionarias que le oprimían. En otras palabras, los gobernantes y la burguesía llegaron al punto de mentir sobre el origen de estas facultades del normalismo porque en un momento dado ello afectó sus intereses y sus nuevas alianzas ya no requerían de este soporte de la lucha cultural, educativa y política en el agro mexicano.

 

La confrontación inmediata que se nos aplicaba en sí se resumía nítidamente entre conservar abierto en mejores condiciones el Internado, o minarlo, reducir sus recursos, degradar la calidad de su enseñanza, desampararlo de instituciones superiores especiales de investigación-proyección, rotar su planta docente y administrativa con personal hostil, sin nociones o simplemente apartado del proyecto, rezagarlo de avances hasta cerrarlo por siempre. Nunca fue puro cuento, las autoridades cuando no se encargaban directamente de expresarlo, siempre hacían llegar sus juicios ya fuese como amenaza o como ideal de la modernización.

 

La burguesía, contraria al primer proyecto normalista vitalizado por el cardenismo en el esquema de la educación socialista, nos combatió para que no se desplegaran perspectivas propias de estos centros como ocurre en otros países en que el sistema de internado privado cumple un gran papel de plena vigencia formativa para el siglo XXI. Rechazaban el intercambio académico entre internados, negaban el derecho a retroalimentarnos con personal docente afín o que se realizasen proyectos alternativos para nuestra educación, todo lo controlaban las burocracias certificadas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) dejando una estela de crisis educativa que dura hasta nuestros días.

 

Ahora bien, independientemente de esto que tanto se nos negó, el recurso de internado con mucho más campo de acción para los hijos e hijas del pueblo es una alternativa viable, de potencial, muy necesaria, rechazada sólo por la mentalidad ultra reaccionaria de la oligarquía.

 

Cómo no estimar natural el rezago educativo bajo este arrinconamiento y abandono en lo formativo, junto a la carga de trabajo docente? Con tantas retaliaciones y degradaciones contra los estudiantes, maestras y maestros de ese estado se materializaba aquella hipótesis que Wright Mills obtuviera respecto de las dificultades del magisterio para protagonizar perspectivas pedagógicas propias.

 

En fin, era la disputa entre la promesa de educación popular insuflada con la revolución de 1910-17 versus la educación neoliberal controlada absolutamente por la burguesía o el Estado con el menor gasto posible. Su postura indefectible había que enfrentarla con determinación o pronto nos cerrarían El Mexe.

 

Como bastante se conoce el caso, los internados de ese tipo tienen una larga historia, cuentan en su haber con importantes luchas. Los gobiernos de Miguel Alemán y especialmente el de Díaz Ordaz en adelante, enfrentaron por todos los medios a estos centros educativos patrimonio del pueblo mexicano a cuya defensa éste se abocó durante muchas generaciones. Sistemáticamente el gobierno aplicó políticas de intervención y cierre violento logrando un saldo de aproximadamente 16 centros clausurados hasta antes de nuestro paso.

 

El sanguinario del 2 de octubre del 68 cerró 15 de estos centros educativos. En los proyectos históricos de la educación superior en México (UNAM-Universidades públicas estatales-Normales) tenía por propósito:

 

  1. Sepultar las aspiraciones de mando popular en esta esfera.
  2. Detener la organización y combatividad de sus sectores integrantes.
  3. Impedir el conocimiento y manejo claros del presupuesto asignado.
  4. Acotar su paso para que la educación quedase suscrita al autoritarismo del capital.
  5. Obstruir los logros de la intelectualidad progresista.
  6. Imbuir de espíritu aristocrático el sentido de la educación superior.

 

La intención quedó definida en torno al desvalijamiento de la democracia en la UNAM, la destrucción del espíritu crítico, movilizador y participativo de las universidades estatales, y para nosotros el cierre de todas las normales rurales por no corresponderse con las tendencias oligárquicas del régimen.

 

El régimen persistió en considerar las normales un puro  vestigio de una época turbulenta en que el movimiento democrático en torno al cardenismo y su antiimperialismo presionaba la lucha de clases contra la burguesía en ascenso. Pero cuando la resistencia de las que se mantuvieron en pie fue en aumento, optó por estratagemas de acorralamiento.

 

Así consolidó sus tendencias en la educación superior, a precio de desposeerla de sus raíces y perspectivas sociales agregándolas al torrente del desarrollo capitalista monopolizador.

 

Quedaba claro el propósito de eliminarnos del mapa educativo, puesto que su formato llevaba a la proliferación de organizaciones dentro de la rebeldía y el liderazgo en las comunidades de trabajo profesional frente a gobiernos priistas despóticos, pero la resistencia resultante los llevó a cambiar de táctica planteándose el desgaste para el aniquilamiento con la explicación del supuesto anacronismo. Máxime lo que ahora consideraba un desagravio al capitalismo, el hecho de que las y los normalistas cumplieran un papel en despertar la sensibilidad ante la dominación y opresión de los pueblos.

 

En la década de los 60s, 70s e inicio de los 80s la represión fue habitual, acorde con el resto de las políticas gubernamentales intransigentes. A las generaciones que nos antecedieron les tocó lidiar con las provocaciones, las palizas, la lucha clandestina, asesinatos, la cooptación de algunas dirigencias, la violencia institucional a flor de piel, expulsiones[4] y el cerco militar; teniendo sus problemas internos relacionados con la clandestinidad, las estructuras y liderazgos en exceso de poderes quizá válidos para sus momentos, pero que repercutían en una dirección estudiantil controladora de su base, poco inmiscuida en las políticas educativas internas (cuando todavía vivieron experiencias con algunas excepciones de autoridades defensoras del normalismo), bajo movimientos de reivindicación material pero una muy buena composición social de los estudiantes. Lo seguro es que indudablemente cumplieron su papel con valentía dentro de una política de preservación de su estructura sin cambios en su relación con el Estado.

 

Nos tocaba bailar a esos sones, además de soportar los sabotajes del gobierno, enfrentando la cruda represión en el marco del 1º de Mayo de 1986 a las afueras de la Ciudad de Pachuca, que por la bravía de nuestros compañeros se convirtió de una batalla desigual en alegoría de nuestra resistencia, rememorada por nosotros en los interiores del Internado durante mucho tiempo. Por su parte los gobernantes no daban excusas, menos explicaciones, reprimían con toda impunidad, sólo nuestra fuerza podía detenerlos, lo cual nos convertía en símbolo de la resistencia popular en Hidalgo.

 

La violencia del Estado ejercida contra El Mexe era recurrente, fue la política constante que debíamos frenar, enfrentar y en la medida de lo posible esquivar para mantenernos en pie. Con las provocaciones frecuentes no era nada fácil evitar las intentonas, pero algo se podía hacer, no alcanzamos a contar la cantidad de veces que El Mexe fue sometido a cercos policiaco-militares, e incluso retados por las fuerzas del orden a entrar en combate cuerpo a cuerpo, a salir de nuestras instalaciones e ir a casa, así actuaba el poder y en ocasiones los compañeros y la población dieron lecciones de valor que preservaron la integridad del Internado pese a toda la arrogancia del régimen. El hecho de que esta institución continuase existiendo llegó a depender en primer grado a la determinación de lucha, la organización y consciencia estudiantil.

 

Dado que construiríamos organización hasta en los espacios impensables del centro educativo, distribuimos las responsabilidades al estilo cooperativista para que todo mundo tuviese una tarea qué cumplir ante su escuela. Aunque se conservaron elementos de control en nuestras estructuras que operarían negativamente bajo otras circunstancias llevando a cierto aislamiento del contexto general, era a donde podíamos llegar dadas nuestras circunstancias.

 

Errores siempre los hubo, excesos también en correspondencia con el desarrollo organizacional interno que se vivía y la anulación a que se sometía la autoridad desde todos los frentes. Nuestras generaciones, las anteriores a nosotros y las que nos relevaron hicieron todo cuanto estuvo a su alcance para mantener en pie la Institución lo mejor posible dado el abandono a que las autoridades le sometían. Siempre se nos presentaban problemas comunes a toda organización, el desgaste ante la movilización recurrente, las actitudes intransigentes, las divergencias, pero siempre existió una idea suprema de salir adelante en medio de las dificultades, de autocorrección, bien que mal la causa común, servir al pueblo, nos unía una y otra vez.

 

Por momentos nos parecía que los amos del país racionaban sus tretas dado que no podían despacharnos por los mismos métodos de las décadas anteriores, sin que las autoridades dejaran de intentar esos medios tan desacreditados como infructuosos en un ambiente de más resistencia debida a los escarmientos del pasado.

 

La opción del régimen año tras año consistió en dar puerta libre a nuevos centros privados, segmentar el servicio educativo, crear planes de educación neoliberal desculturalizados de nuestras raíces, reducir la cantidad de becas disponibles para menguar nuestra fuerza numérica y quebrantar nuestra resistencia ideológica, si bien este método era lento, les garantizaba menos ruido pese a las denuncias que hacíamos: En 1985 El Mexe albergaba 800 estudiantes sin estar en toda su capacidad, para 2006 sólo contaba con 337.

 

Debíamos luchar para frenar esta reducción de becas, para que también los estudiantes hicieran bachillerato y licenciatura. Esta era una jugada que los políticos burgueses tenían pensada para dividir la educación haciendo externa e inalcanzable la formación preparatoria, privando al Internado de este servicio para que ahí sólo se estudiara la licenciatura, con la farsa oficial de la calidad en la formación profesional. Les sirvió aunque en un momento pareció que se les escapaba de las manos pues exigíamos con fuerza que se mantuvieran ambos servicios, en un movimiento nacional que finalmente no logró vencer (1989-1991).

 

Los políticos anularon el sistema de bachillerato, con esto sabían por anticipado que quienes después quisieran estudiar en el Internado ya no vendrían en su mayoría de los sectores más desfavorecidos de la población, perdiendo el pulso consciente-organizativo. Con estos trucos tecnocráticos de los estrategas educativos se fue coartando el derecho a la educación de los sectores marginados de la sociedad.

 

Su estrategia era evidente, aislarnos, tender un cordón sanitario y después ver qué ocurría, recurrir a algunas provocaciones y medir la fuerza de resistencia hasta consumar golpes severos.

 

Pedagogía popular revolucionaria

 

Entre tanto, teníamos en proyección edificar una institución sobre bases socialistas, para semejante ejercicio nos inspiraban Vasconcelos, Freire y Makarenko, sobre todo nuestra realidad nos llevaba paso a paso por ese horizonte. Hacíamos nuestro propio experimento socialista hasta llegar a la frontera de ejercer la dirección de asuntos administrativos, autogestionarios y garantes de la actividad académica.

 

Lamentablemente este paso nunca pudimos consolidarlo, por varias razones que enumeraré:

 

  1. Había resistencia de nuestro campo visual para transitar un camino más independiente respecto del Estado, con mayores responsabilidades de nuestro movimiento, es decir, nuestro horizonte revolucionario no lográbamos expandirlo.
  2. Que las condiciones presionaban a dejar sin solución esta cuestión debido a una parte de nuestra composición estudiantil con “más oportunidades” en el medio social.
  3. Faltó el reposicionamiento del movimiento popular regional para ejercer ordenamientos de la actividad educativa, pues estaba duramente golpeado por las represiones y otros controles.
  4. Que autoridades y gobierno previendo este movimiento autónomo chantajeaban con su monopolio de las plazas y recursos, permeando en un buen contingente nuestro, trayendo por resultado que no generásemos esa transición.

 

La autogestión en cierto grado se hacía en la Normal Rural de Amilcingo, Morelos, posteriormente el magisterio organizado en Michoacán demostraría sus posibilidades con la creación de las normales impulsadas en este estado, esta también sería una consigna importante en la huelga de la UNAM.

 

Cada que un movimiento se enfrenta ante la disyuntiva de vencer o ser derrotado se le presenta una brecha alternativa de avanzar a contracorriente de los ejes políticos del régimen, teniendo que enfrentar sus propias inercias mientras que no se generen situaciones generales que permitan el avance de las mayorías populares hacia su proyecto revolucionario. Hasta el momento no fue posible romper con la hegemonía burguesa en la objetividad y la subjetividad del espacio social nacional para crear dicha plataforma que traería consigo una mayor unidad popular, sobre todo, una postura propia e independiente que rescate el sentir de la educación popular.

 

En fin, bajo estas circunstancias nos presionaban, siempre fuimos incriminados de comunistas, fuimos boletinados, perseguidos, intimidados, balaceados, reprimidos, golpeados, tuvimos detenidos, se instigó nuestras familias y pare de contar. Los gobernantes quisieron cortar los vínculos de unidad popular.

 

Lo de siempre, una historia frecuente en muchos sitios, perversamente repetida en las escuelas Normales, retablo de nuestra sociedad. La realidad inmediata se agolpó sobre nosotros jóvenes amalgamados en una entreverada composición clasista: proletarios, campesinos de varios estados, indígenas (otomíes, nahuas, huastecos), más algunos otros sectores populares como huérfanos, hijos de maestros rurales, de artesanas...

 

Las condiciones generales de entonces se expresaban en estos aspectos:

 

  1. Entre la recesión que soportábamos con una política de austeridad tras las consecuencias de la anterior crisis de 1982.
  2. Las decisiones de la gran burguesía y el imperialismo de unirse al fin, con el consecuente mandato real del imperialismo sobre el país.
  3. Las tensiones sociales con un neo-cardenismo activo.
  4. La derrota del movimiento obrero.
  5. El reclamo popular por la democracia.
  6. El contexto de batallas nacionales de las que destacaban la lucha magisterial y los movimientos contra la represión.
  7. Desmantelamiento de parte del aparato estatal del nacionalismo revolucionario sustituido por un neoliberalismo repleto de promesas con agenda confeccionada por el Norte para desmantelar campo e industrias desbocando el gran movimiento migratorio imparable hasta hoy día.

 

Todo ello giraba a nuestro alrededor debiendo prepararnos para una prolongada defensa junto a los proletarios de Tula y Sahagún, los campesinos de la Huasteca y algunos otros centros educativos del estado. Era una resistencia de siete años hasta nuestro total relevo, asumida como responsabilidad de toda generación estudiantil, vivíamos de tensión en tensión, de coyuntura en coyuntura. La modernización del Estado y la modernización educativa, como formularios del régimen, operaban en nuestra contra.

 

Nos afectaban muy diversos aspectos del capitalismo que recién comenzábamos a entender, que combatíamos por intuición popular; estábamos urgidos de tejer como arañas una conciencia necesaria, de conocer el capitalismo para combatirlo con la dignidad en alto, con nuestros temores comprensibles –dadas las circunstancias– como por supuesto nuestra rigidez, las debilidades naturales o los problemas de nuestra juventud temprana, a pesar de todo había que pelear.

 

Esas luchas y esfuerzos en los espacios del Internado y fuera de éste no estaban exoneradas de otras divergencias y tendencias desviantes de la ruta, promotoras del individualismo y hasta de tradiciones retrógradas que se nos manifestaban, unas fueron superadas en tanto otras persistieron todo el tiempo.

 

Teníamos por tanto una tarea de concientización sobre las siguientes líneas:

 

  1. La primera consistía en comprender urgentemente que con nuestra inexperiencia, o nuestras insuficiencias en conocimiento no llegaríamos lejos, si bien contábamos con el bagaje de cultura popular y tradición de resistencia. Percibimos que la actividad política junto con el estudio colectivo a fondo en las fuentes de la teoría revolucionaria era una prioridad sujeta a regularización para dar la pelea. Que debíamos alimentarnos igualmente de todo recurso del conocimiento disponible. Insistíamos que debía ser un estudio abierto a todas las ideas sin perder el horizonte, es decir exigirnos más esfuerzo a pesar de nuestras grandes lagunas hasta de la técnica y herramientas de método. La ventaja que teníamos era que nuestra formación para la enseñanza beneficiaba nuestra labor. Viceversa esta realidad de la lucha complementaría la formación docente con su compromiso social.

 

  1. Exhibiéndose en uno y otro fenómeno como tendencia a la búsqueda permanente de procedimientos educativos que en general planteasen la emancipación de las clases sociales, pero que en particular promovieran soluciones sobre las condiciones de la enseñanza, que fuésemos capaces de discernir entre las distintas tendencias pedagógicas para retomar los aportes precisos en la dirección de educación obrera, campesina y popular. Por otra parte, que apreciáramos los ritmos del aprendizaje, su proceso y constancia, la conciencia táctica del proceso de aprendizaje, el desenvolvimiento de las habilidades e inteligencias escolares, su necesidad de técnicas y herramientas, la organización profunda del aula para el desarrollo del individuo, la noción de ejercicio para demostrar o lograr el conocimiento, la configuración del espacio educativo para relacionarse con las cosas del mundo, los semejantes, la colectividad y su espiritualidad. Que los recursos didácticos debiesen estar preferiblemente a disposición del aula, así como toda referencia teórica fuese demostrable en las condiciones de la comunidad.

 

  1. Que requeríamos trabajar sobre conocimientos vivos de nuestra propia realidad, menos creaciones artificiales, dogmas o supuestos al margen de nuestra historia, sí más de lo concreto, lo vital para la lucha de clases sin contentarnos con lo ya escrito, que desde luego no dejaba de impresionarnos. Era una cuestión que por lo mínimo la considerábamos indispensable, es decir prestar más atención a la vez que exigir más de los hechos. Darnos cuenta de que los mismos conocimientos ya establecidos aún en el imposible de poseerlos todos, definitivamente no alcanzaban para apreciar los acontecimientos ante nuestra vista. Que sin resbalar en cualquier tipo de reduccionismo, los conocimientos ya hechos no siempre resolvían nuestras situaciones, por lo cual para la mejor salvaguardia debíamos desbrozar más caminos, aportar explicaciones apegadas a la realidad, lo menos embrolladas posible.

 

  1. Otra más fue el resistirnos a la alucinación de ser los últimos, de haber vencido todo el campo de nuestro trabajo, de suponer que no existían nuevas perspectivas, más tejidos sociales u otros enfoques a cualquier situación. Lo más difícil todavía, aceptar que cada nuevo contexto era conveniente por el momento verlo como un nuevo punto de partida hasta fijar mejor una noción del proceso de cambio imprescindible. Nos formamos en colectividad basados en un relacionamiento de confraternidad popular para sabernos un momento del largo proceso de lucha por cumplir con lo que nos correspondió hasta cuando egresamos en el año de 1992 de dicha institución, momento en que nos desparramaron por varios estados de la república para hacer otras experiencias. Servir de puente a una mejor situación, aguardando nuevos procesos revolucionarios, es decir, arrojar resultados suficientes, útiles para los demás.

 

  1. Además que el estudio del comportamiento de la clase dominante siempre provoca la construcción de hipótesis comprensivas (deductivas) de sus líneas sobre las escaladas de su estrategia, sus tendencias y lo que estando por encima de sus deseos le es inherente a su régimen. Éramos jóvenes apurados en estudiar a un enemigo directo que nos agredía ilimitadamente. Por tanto, dicho estudio debía revestir un terreno amplio por sus contenidos y el radio de sus debates, recurriendo a fuentes bibliográficas teóricas, literarias, pedagógicas, historia, etc., de prensa escrita, informaciones sobre las posiciones del gobierno, opiniones de otras organizaciones e intercambios de información y análisis con otros luchadores sociales para mejorar nuestro proceder colectivo.

 

  1. Por último, que el conjunto de nuestro accionar debía estar sujeto a autocrítica en la lucha por el ideal de organización general acorde con las funciones y objetivos que nos propusimos para con nuestra escuela. De esta suerte vivíamos en un movimiento de culturización regenerativa y fogueo en riguroso cumplimiento de una serie de tareas trazadas por nosotros mismos. Nuestras divergencias internas se desarrollaban públicamente, podían ser enconadas sin que por ello dejasen de dirimirse con una aproximación necesaria, rectificaciones o desarrollos de nuestras líneas, debo presumir que existió una unión poderosa, un aprecio y reconocimiento muy grande entre todos mis queridos compañeros.

 

Esas ideas que fuimos forjando nos incitaban, no contaban con la redacción de algún programa especial, sólo ahora su evocación nos lleva a describirlos con puntualización.

 

A un solo tiempo se disputaba dentro del aula, en la calle, en el campo, en los espacios de organización-acción, en la formación política estudiantil, en las labores deportivas y culturales, ante las autoridades del Internado, frente a gobernadores de donde fuesen, frente a Seguridad Nacional siempre tan pendiente de nosotros, contra el imperialismo y demás especímenes.

 

Dichas generaciones estaban sujetas a presiones sobre presiones contra nuestra educación popular, contra el “gasto” del erario público en ellas, por ser “mal ejemplo para la población”. Para el régimen era impensable hablar en términos aproximados a una inversión social para la enseñanza.

 

Con lo que respecta a sus circunstancias lo mismo que a sus alternativas, nuestras generaciones quedaban forzadas a abrir los ojos, a moverse en terreno desigual ante las intensas corrientes de la sociedad capitalista en plena ofensiva contra el campo mexicano, de esta manera si el capitalismo fijaba todas sus armas y recursos, la lucha de clases asomaba en variadas dimensiones.

 

Ese Internado fue la oportunidad de conocer el país de norte a sur, de este a oeste, de encontrar nuestros pueblos y sus luchas gracias al continuo intercambio con otros centros coligados en gloriosa federación, por eso se convertía en resistente apoyo de la lucha popular regional. Por eso al Mexe debemos nuestra formación.

 

Para la década de los 90s los planes del régimen siguieron su política neoliberal en materia educativa, las provocaciones se dirigían a crear turbulencias para expulsar líderes combativos (1996), forzando condicionamientos políticos a las generaciones de estudiantes que arribaban. En apariencia se cambiaba de línea, el gobierno concedía demandas materiales, pero seguían siendo los mismos intereses con los mismos caciques del clan tradicional burgués que hacían y deshacían en Hidalgo en contubernio con el gobierno nacional a donde saltaban sus políticos una vez terminadas sus tropelías en la región.

 

Los políticos burgueses venidos en autoridades educativas no pararían, siempre contrarios a nuestro proyecto histórico educativo; restringían la “injerencia estudiantil” en las normas de la escuela para reducir su presencia. Por si fuera poco, apoyándose del cambio en la composición social del estudiantado, se debilitó la conciencia y habilidad político-organizativa estudiantil por medio de las modernas influencias ideológicas y las tradicionales promesas de los gobernadores de apertura y diálogo a la institución.

 

Notorio y comunicacionalmente difundido –todavía empalmándose con la gran huelga de la UNAM, desde donde ahora le seguíamos de cerca–, para el año 2000 los alumnos exigían más becas, pero continuaron las agresiones del régimen, el cual respondía cortando suministros de agua, luz y comida adelantando la directriz de cancelar el sistema de internado, decisión que en un primer momento fue brillantemente neutralizada por la acción popular y estudiantil, pero esta se quedó sin iniciativa más allá del gran impulso de solidaridad nacional que recibió.

 

El régimen no tardaría en vengarse “de la afrenta” por los policías sometidos a manos del pueblo en defensa del Internado, ya en 2003 suspendieron las convocatorias de nuevo ingreso, para concentrar sus baterías en el descrédito de la institución combinado con distractores frente a los estudiantes que no notaron la inmensa fuerza que se perdía ante las políticas gubernamentales.[5]

 

Tan escasamente variaron estos planes que ya en 1987 nos fueron “propuestos” por quienes habían sucumbido a la tentación del gobierno que a su vez se los había hecho tragar por buena nueva. Los políticos burgueses académicos y de carrera no son muy geniales en sus planes, simplemente hicieron su trabajo creando las condiciones indispensables para llegado el momento, aprovechar las circunstancias que eventualmente se formaron tras una larga historia bajo su régimen ¿cuántas veces en el mundo se habrá visto tal accionar?, nuestras juventudes resistieron tanto como les fue posible en condiciones cada vez más adversas ante la pérdida de fuerzas.

 

El neoliberalismo no toleraba ese extraño vestigio revolucionario formativo docente con todo lo que implicaba (formación de guerrilleros en tiempos en que el imperialismo traía sus manuales contrainsurgentes, formación de educadores arraigados en la enseñanza popular, formación de liderazgos comunitarios, formación de sindicalistas democráticos y revolucionarios).

 

Las autoridades quisieron tapar su incompetencia de hacía tiempo cerrando la Normal para que no quedase evidencia viviente, porque no hay mejor cosa para los capitalistas que junto con el entusiasmo fetichista por sus productos se ignore el alcance de sus atropellos. La habían emprendido contra las Normales vanguardistas en todo este escenario: Mactumactzá, Ayotzinapa y Tenería.

 

Así en años recientes El Mexe fue transformado en algo alejado de su propósito para llevarlo al esquema neoliberal, un elefante blanco disfuncional pero que impedía la reorganización popular mientras se demolía parte de su infraestructura aludiendo una nueva institución para comerciar la educación pública.

 

La política oficial repetida al pie de la letra durante los últimos 40 años fue que la demanda de maestras y maestros disminuía, por tanto los internados de este tipo eran innecesarios. A tal punto que hacen parecer irreversible este tránsito, lo que no puede anular la realidad de que siempre habrá lucha bajo otras circunstancias.

 

Con más razón las normales sobrevivientes deben seguir su camino de la mano del pueblo. Quienes recorrimos parte de su historia padecimos esa amenaza, que la burguesía pondría a prueba todas sus energías para combatir esos “nidos de guerrilleros”, palancas de formación de un magisterio rebelde, centros de convivencia comunitaria.

 

Hace falta ver con profundidad y detalle los rasgos de la sociedad capitalista, lo cual permite calcular la conectividad de todas sus fuerzas. Tener presente esta organicidad en el nivel de su actual conformación será un paso para replantear los terrenos de la lucha que la supere.

 

Aquella es una gota de agua en el mar del capitalismo, que estimuló nuestras primeras dudas sobre la sociedad imperante. Hay muchas formas de conectarse con los fenómenos del mundo, por el alcance analítico o de la experiencia directa, todas son válidas siempre que se usen en la búsqueda de la verdad.

 

Así pues, este testimonio transita una delgada línea que asoma la integralidad del capitalismo, un contexto de confrontación, de subordinaciones, con medios particulares de lucha, de creación de relaciones solidarias, nada más que eso. Lo evocamos en homenaje a estas y otras luchas, porque creemos en la fertilidad de la vida del pueblo para proyectar su visión clasista, contra el olvido de un proyecto educativo constantemente agredido, además porque nos constan todas sus realidades como parte de la costura de una trama más complicada.

 

Recuperar El Mexe

 

Los gobiernos sucesivos sustentaron el cierre del sistema de Normal Rural en calidad de Internado por las razones que a continuación sintetizamos:

 

  1. Que resultaba muy costoso para la Federación, y con sus recursos se cubrirían amplios espacios en materia educativa en el estado, lo cual no ocurrió, la educación sigue estancada con bajos recursos.

 

  1. Que las necesidades de maestros en el estado aminoraron a tal punto que resultaba absurdo continuar con esa Institución, congelando los recursos para nuevas plazas, precisamente en un estado en que la población rural permanece marginada del acceso a la educación, con alto déficit de infraestructura, deserción escolar en primaria y carencia de recursos humanos.[6]

 

  1. Que había demasiadas instituciones de educación superior, cuando en realidad su demanda ha crecido redundando en insuficiencias para otorgar educación a una juventud que se ve forzada a emigrar por falta de alternativas de estudio y trabajo.

 

  1. Que la Institución no presentaba perspectivas, cuando era posible transformarla en un polo de investigación pedagógica regional que acentuase otros niveles educativos de posgrado y de diversidad educativa en sus niveles de licenciatura de cara a las prioridades del estado.

 

  1. Que la labor normalista se había desviado de sus propósitos, cuando estaba en las entrañas del proyecto originario concebir a la educación como una lucha en sí misma, entablada por el pueblo para superar sus lamentables condiciones de vida y de trabajo.

 

La educación es lucha: 1.- es una confrontación de múltiples aspectos y dimensiones, de proyectos, objetivos y diseños de clase, 2.- es una lucha social por el conocimiento dentro y fuera del aula, 3.- es batalla ideológica por armarse o desarmarse al sujeto de conciencia social, 4.- es realización de las pugnas y confrontaciones sociales como enseñanza, 5.- es conflicto por el espacio hacia lo público o lo privado, 6.- es brega por cultivar y dignificar al ser humano o verse sometido a esclavitud material y espiritual, 7.- la educación es objeto y campo de disputa entre todas las clases y sectores sociales.

 

La educación tiene lugar en un enorme espacio de acción social cultural donde se conjugan interrelaciones de clases y conflictos sociales sobre la apropiación de las mentes creándose múltiples contextos, estructuras y coyunturas en que se lucha por la supervivencia cultural del sistema o la proyección del cambio democrático y revolucionario.

 

Pero el golpe era necesario por razones neoliberales en torno a la depredación del capital sobre los recursos y derechos del pueblo, y estructurales por cuanto el régimen mismo se reconstituyó para aplastar toda resistencia popular. El asalto fue al estilo autoritario del priismo, sin importar la patente violación de sus leyes y las normas que rigen la educación normal. Así se llegó al cierre del Mexe en 2008, es evidente: suprimir esta fuente de educación popular que además se había convertido en un problema político movilizador del descontento social.

 

Las razones para abrir el Internado son mayores, si se mira de frente a las necesidades educativas que este centro puede aportar a resolver en un proceso de mayor alcance que el precedente. Pero no será posible si el pueblo y sus sectores de lucha no se ponen en marcha.

 

El Mexe tiene las condiciones que permitirían la apertura de su sistema de enseñanza pedagógica e investigativa altamente calificada si tomamos en consideración varias estrategias:

 

  1. El presupuesto estatal que se le conceda tendría que enfocarse con toda transparencia a cubrir algunas de sus prioridades de pago de académicos, trabajadores y alimentos, en tanto otros recursos pueden obtenerse de sus recursos agrícolas propios y otras posibles obras productivas. Se requeriría una verdadera contribución oficial en equipamiento didáctico y otros recursos necesarios.

 

  1. El Mexe es una alternativa muy importante para los hijos e hijas del pueblo en las condiciones actuales de capitalismo salvaje que les despoja, expulsa y condena a una vida de miseria. El Internado permitiría a varios miles de jóvenes optar por un trabajo gratificador, digno y profundamente necesario al país.

 

  1. Se necesitaría un consejo popular amplio que custodie el buen desempeño de su labor administrativa y pedagógica. Consejo integrado por el cuerpo académico, administrativo, trabajador, estudiantil, comunitario y organizacional.

 

  1. Podría formar programas de maestrías en áreas específicas de educación para un cuerpo externo de educandos principalmente venidos de la propia base magisterial urgida de acceso a estudios superiores.

 

  1. Se presionaría la formación de planes de estudio acordes con las necesidades educativas del estado y sus distintas vertientes de licenciatura en la enseñanza primaria (educación física, educación artística, educación indígena, investigación educativa, especialidades en las diversas ramas de la enseñanza básica, educación básica general, educación especial, historia, etc.), al paso que tiene expectativas de instruir en la enseñanza primaria y alfabetización verdadera de la población rural, además de dar cabida a nuevas carreras tecnológicas y de biodiversidad destinadas al campo mexicano.

 

  1. El Mexe pronto podría aportar culturalmente en el ámbito de instituto o universidad de la educación básica enfocada a la educación popular atrayendo intelectualidades que aportasen a esas perspectivas.

 

  1. La posible colaboración educativa de este centro y otro tipo de universidades permitiría resolver las lagunas y problemas recurrentes de actualización de los conocimientos o experiencias, siendo por tanto viable el establecimiento de puntos de contacto a estos niveles.

 

 

 

El régimen actuó en forma arrogante sin detenerse a extraer el aspecto benéfico para la población,  pero así como la educación fue una conquista popular, la reapertura de esta institución es también una tarea que reside esencialmente en sus manos.

 

Es viable defender los ejes históricos de la educación normalista encontrando sus raíces en la emergencia rural de la actualidad, una educación integral: política, académica, productiva, cultural, comunitaria y deportiva donde se agreguen las pautas de acceso a las nuevas tecnologías y los recursos comunicacionales que requieren las nuevas generaciones.

 

Si al gobierno no le interesan estas nobles causas frente al pueblo, es hora de que éste último se ponga en pie para crear sus propias alternativas, presionando en todos los sentidos hasta remontar su actual situación por un proceso democrático y revolucionario.

 

Para recuperar El Mexe de las garras del neoliberalismo retomando su misión con más bríos hay que presionar desde todos los ámbitos de la vida social del pueblo hidalguense, especialmente es bandera de sus sectores más golpeados.

 

Reabrirlo no será fácil porque el régimen lleva largo tiempo imponiendo sus inercias y criterios en la agenda educativa, pero es una demanda que debe trascender pacientemente en los movimientos y amerita concretarse en acciones específicas. En todos los espacios se debe luchar por ello y el magisterio debe aportar enormemente a este esfuerzo.

 

El escenario popular a través del normalismo

 

La burguesía se propuso destruir el simbolismo normalista con su concepción central de educación integradora y social antes de que esta le contaminara el radio cultural educativo del país que como queda dicho, valora de su exclusiva incumbencia, para lo que instauró los elementos de la ideología individualista y enajenante.

 

El normalismo rural es una expresión del sentir y proyecto de educación para un gobierno popular. Recrea un cuadro de concepciones y actuaciones que marcan un estilo de enseñanza de sujetos sociales integrados en una misión cultural, educativa y participativa de la vida comunitaria. El normalismo tiene un conjunto de axiomas cohesionados en el servicio al pueblo mexicano en torno a la educación integradora, estos constituyen el trabajo en:

 

  1. Educación primaria formativa para la vida, el trabajo y la cultura de hijos e hijas del campesinado.

 

  1. Contribución regular a elevar la cultura de la comunidad en jornadas y fomento de los saberes del pueblo.

 

  1. Conciencia social y organización de las comunidades sobre su rol transformador en la vida pública.

 

  1. Formación técnica para la producción comunitaria, promocionando actividades socio-productivas y el acceso a recursos necesarios.

 

  1. Solidaridad comunitaria y trabajo colectivo que enaltezcan las mejores cualidades del pueblo mexicano.

 

En la medida que esta enseñanza dejó de convenir a la clase dominante, se agravaron los problemas para el normalismo y sus centros de estudio, ello ocurrió en el largo proceso en que la burguesía retomó todas las riendas del Estado, consolidó sus tendencias e impuso el conjunto de sus relaciones de dominación incorporándose a la tutela del imperialismo.

 

La vieja conexión fue fracturada desde el poder, entonces se habló del normalismo rural en términos de lastre social, deficiencia educativa, alborotadores, costoso, al margen del progreso. Fueron muchos los calificativos, para encubrir el hecho de que el estado había renunciado a sus viejas metas de educación en el campo, llegaban otras épocas de transacción con la mano de obra barata y la privatización educativa. El panorama que la lucha campesina y popular estableció en periodos anteriores había sido disuelto y con esto venía la suspensión de antiguas conquistas embarradas de arsenales ideológicos contra los intereses de las mayorías. Las resistencias se explican por estos actos de recomposición de la dominación burguesa y no por la supuesta decadencia de los propósitos de justicia popular.

 

El normalismo ha contribuido a formar una visión social popular de los problemas del México rural tanto como otras instituciones surgidas del calor de las luchas en la enseñanza labraron rutas de explicación profunda de sus fenómenos. Es meritorio el esfuerzo de la enseñanza con todos sus avatares, sus desaciertos y sus logros palpables, no es tarea fácil, pero es labor que realizan en buena parte quienes pasaron por el normalismo rural.

 

También la burguesía supo cooptar cuadros del normalismo rural para sus oficios, muy lamentable, pero son hechos de la guerra de clases y como tales se deben ver. Lo que hace la diferencia es la masa mayoritaria que respondió y sigue respondiendo a los retos de una educación popular, que entrega sus mejores esfuerzos pese a los manejos de las políticas educativas y los amagues para privar al país de sus reservas culturales.

 

Las relaciones que el magisterio construye una y mil veces en la comunidad tienen una base emancipadora educativa que choca con los pilares del capitalismo, por esta razón su contradicción persiste, dado que se confrontan dos proyectos de educación. Educación burguesa o educación proletaria y popular es la constante, y tras ella están las ofensivas de nuestros días de evaluación punitiva, de privatización, de vaciamiento de contenidos en los programas de estudio y cierre de centros educativos que puedan servir de instrumentos a la liberación del pueblo.

 

Este campo visual de lo social que injerta el normalismo rural encuentra sus raíces históricas en las problemáticas del país, es obvio que conlleva replanteamientos en el marco del aterrizaje en la concreción de sus labores y en especial en los nuevos lazos y dinámicas en que ahora transcurre la sociedad. No se trata simplemente en redundar en torno a una idea misionera culturizadora, clasificadora de una percepción de lucha en el terreno educativo, magisterial y popular; sino en alcanzar a expresarse en los nuevos lenguajes de la lucha y sus amplios campos de acción.

 

Las clases dominantes y sus medios de organización penetraron profundamente el campo mexicano, por tanto las respuestas son ahora multilaterales, y de múltiples alianzas con los sectores urbanos, considerándose también el asimilar la profunda carga de conocimientos y aprendizajes que transcurren en los centros urbanos además de la complementación de nuevos instrumentales y recursos.

 

De alguna forma algo se ha realizado, es enorme la masa de maestras y maestros rurales que complementan sus aprendizajes en otros institutos y universidades a fin de aportarle más a su labor, ello es patrimonio de la intencionalidad de complementación progresiva que induce el propio normalismo desde sus bases formativas, pero hay mucho por hacer para que esto deje de ser esfuerzo personal y se coloque como prioridad colectiva dentro de las normales y el magisterio popular.

 

De forma unilateral como siempre las autoridades pretenden solventar los requerimientos con simples talleres de actualización que la mayoría de las veces están ausentes de las necesidades reales de la educación en México o bien se postulan sobre unas cuantas líneas superficiales y temporales, por si fuera poco, sometidas a la improvisación.

 

Tal es el valor del normalismo en el terreno de la lucha de clases frente al tema organizacional, entraña una crítica superadora en su accionar y su espiritualidad: poner por delante la colectividad en la resolución y el beneficio común de las clases y sectores que integran el pueblo, frente a muchas de las formas arcaicas de construir cacicazgos o instrumentos que favorecen a unos cuanto en la creación de grupos de poder.

 

Resultando un aporte de la visión normalista sumamente valioso para la lucha de clases general, defenderlo tanto como desarrollarlo es sumamente importante para el cambio democrático y revolucionario de nuestra sociedad. Este pilar sostiene y fecunda constantemente sus organizaciones y luchas a pesar de que se le contamine, distorsione o confronte con posturas políticas burguesas y pequeñoburguesas.

 

El pueblo construye su propia consciencia recuperando todas las visiones, en el contexto necesario, dada una acumulación de sus resistencias y luchas frente a la opresión generalizada y el despojo que ocasiona el capitalismo, pero necesita de instrumentos y sujetos que aporten y sostengan dicha labor.

 

Para obtener triunfos políticos no necesita encubrir sus fines, no importa cuán incómodos le resulten a la burguesía, la lucha exige claridad estratégica tanto como posicionamientos firmes frente a quienes desmantelan su educación, sus organizaciones, sus centros formativos y sus últimas conquistas.

 

Hemos expuesto algunas vivencias y procesos en que se fue haciendo clara la visión normalista al calor de la lucha educativa, en nuestra opinión el nuevo proyecto del Mexe debe ser recreado por sus actores, recoger las experiencias positivas desechando cuanto le perjudique en su más alta misión, ello sólo se logra al construir desde abajo en sus principales fundamentos.

 

[1] Este tema junto al papel del magisterio en el seno del pueblo constituyen parte de los ejes históricos de enseñanza normalista tal como se le concibió en sus proyectos fundadores en que el propio Estado estuvo comprometido; siendo vituperados por la educación burguesa y el normalismo privado de educación para la explotación, domesticación y dominación de las mayorías.

[2] Uno de los canales de aguas negras atraviesa el Internado justo por en medio, razón por la que algunas infecciones eran pan nuestro de cada día. Un canal abierto por mediación del poder y la fuerza, como en muchos otros temas las protestas en su contra para mejorar las condiciones sanitarias se nulificaron por la extrema necesidad de agua de riego y la intransigencia gubernamental en un territorio controlado política e ideológicamente por el priismo que disolvía por todos sus medios la condición de resistencia indígena de la región otomí.

[3] Con el tiempo aprenderíamos que estos conceptos de los segmentos sociales no se contraponen, permiten describir ese espacio social en que nos desenvolvíamos: a) clases sociales, por sus relaciones económicas de producción, b) sectores, por la sintonía con su actividad concreta, c) estratos, por su nivel socioeconómico, d) grupos, por las tendencias a la ligazón, intrínsecas a sus intereses, más la organización con que actuaban.

[4] De las más sonadas fue la expulsión del gran líder Misael Núñez Acosta por denunciar el robo de los recursos en la partida de alimentos, logrando terminar sus estudios en la Normal Rural de Tenería Edo. de México.

[5] Rememorando los acontecimientos, lo mismo hicieron tiempo atrás a los obreros de Ciudad Sahagún con “las reestructuraciones industriales”, los privaron de sus empleos para luego decir que era una ciudad del crimen.

[6] Indicadores del Gobierno del Estado de Hidalgo, Secretaria de Planeación y Desarrollo Regional del Estado de Hidalgo, y del Gobierno Federal, Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA)

https://www.alainet.org/es/articulo/174911
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