Discursos del poder

13/07/2018
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Se dice que el discurso es un recurso multidimensional de quien detenta o pretende detentar el poder, es como se confabulan los impulsos de éste, configurando los procesos por los que ha de desenvolverse. El discurso del poder se sustenta en textos, oratoria, el habla, gestos, imágenes, prédicas, videos, diálogos, acciones, u otras expresiones que motivan la relación de dominación bajo estructuras o formas de mando. Por tanto, hasta la política de descalificaciones o miedos, así como todo acto de poder en sí mismo y las relaciones de poder, en cuanto deben ser trasmitidas o comunicadas, necesariamente implican discursos de poder a cualquier nivel.

 

Estamos ante procesos donde el poder discurre por sus propios horizontes en medio de todo cuanto implica la vida social, de tal suerte que en su lógica, su discurso es una cuestión de recurso de procedimiento e instrumental que se adecúa a las circunstancias. Se debe observar que aunque deseamos extraer significados, las cosas no se reducen a aprendizaje puro, cada hecho de poder encierra más tramas y dramas, pero algo traen de enseñanza; siendo importante el ver cómo se está conjugando los discursos del poder para actuar contra nuestros pueblos.

 

Así entonces, los discursos del poder ahora se desarrollan bajo una lucha soterrada por posiciones, para desgastar, bloquear o recuperar el terreno perdido tras la victoria popular del 1J, el cual sigue provocando derrumbes. Especialmente la burguesía mediática cuenta con sus precedentes de continuidad, a ella se atribuye el hecho de que se haya instaurado durante décadas un marco social de receptores pasivos de sus postulados culturales y patrones mentales facturados en el manejo de las ciencias comunicacionales y la sicología social.1

 

Basta abrir su prensa, si no, pues ahí tenemos a Televisa y sus periodistas decadentes trasmitiendo imágenes en que presentan a distintos actores políticos y económicos opuestos en aparente unidad, afirmando con ello la nota editorial de que todo vuelve a lo mismo, así también les acosan bajo los viejos argumentos de culpabilizar de los males a la sociedad, de la educación a los maestros, del trabajo a las y los obreros, de la violencia a la juventud popular, de la violencia de género a las mujeres, de la corrupción a la cultura nacional, etc., esto es para crear unas realidades desde el imaginario del poder.

 

Los oligarcas hacen lo que les corresponden, gesticulan, exaltan el poder de su razón económica, práctica e ilustrada, de su deseo de igualdad, de su aspiración a la libertad y la democracia, aunque amenazan con turbulencias si no se les deja seguir en su santa paz, estigmatizando de maliciosa e incoherente a cualquier alternativa diferente. Reclutan y promueven a sus vasallos políticos para que monopolicen todas las estructuras del Estado y las decisiones del gobierno por venir antes de que éste pueda sugerir otras opciones. De esta manera caldean la atmósfera social haciendo imposible vislumbrar otra política que no sea la suya propia.

 

Una de estas características consiste en que, si bien la burguesía dirige el discurso con especial interés al pueblo en general para mantenerle sometido a su ideología, su alienación y adicción al sistema de dominación; quiere recuperar la confianza de las clases medias en conflicto con ella, a base de chantajes y el miedo a lo que vaya a pasar, porque les necesita para desparramar y re-articular el discurso de poder funcional al viejo “pacto social” con que había quebrado las resistencias más significativas en anteriores procesos.

 

Así andan los planteamientos de análisis políticos tradicionales de la derecha, en busca de afirmar consensos, tendencias, y un determinado ejercicio del poder. Donde la intención es que las mayorías seamos disuadidas respecto del proceso en marcha para abandonar cualquier otra perspectiva.

 

La intención se hará cada vez más clara, detrás de los discursos del poder hegemónico (el cual dista mucho de haber desaparecido), se encuentra la vieja y podrida política neoliberal en todos sus rubros para asegurarse la reconversión plena del país en una factoría más, desculturizada y sojuzgada como se venía haciendo; sustentándose bajo una legitimidad política, científica, económica, cultural e ideológica construida desde el mismo poder.

 

La burguesía y sus políticos aspiran a toda la riqueza del país, a una educación elitista, a una doctrina dependiente del imperialismo, a un desarrollo económico para sus monopolios, al control de los pueblos de México y la explotación redoblada de sus clases laboriosas, al manejo charro de sus sindicatos, a la inamovilidad social. Para lograrlo se estructuran los discursos del poder bajo conceptos falsamente purificados de cualquier referencia crítica, preñados de las buenas intenciones del gran capital.

 

Particularmente desentendiéndose de que aún existe su régimen peñista, se abocan contra las perspectivas del gobierno que encabezará AMLO incrementando la presión. La burguesía no acepta siquiera un gramo de corrimientos a un eventual gobierno más fuerte y de amplios consensos (para ella eso ya no va), su ideal son gobiernos débiles para con ella y fuertes para reprimir al pueblo. Hemos visto el rechazo constante a una amplia política social, a que el gobierno próximo se cuide las espaldas depositando el ejército en sus cuarteles, que pase a ejercer control de las policías, que restrinja los excesos de los poderes constituidos, que redefina presupuestos y recursos, más allá del discurso moral, por las implicaciones aristocráticas que revisten al gobierno mexicano.

 

Naturalmente de algunos actores de primer orden entre los convocados a ejercer secretarías de Estado vamos conociendo de sus antecedentes capitalistas y políticos, asimismo de sus afinidades tecnocráticas, lo que no es sorpresa, “es lo que hay” (convenido en negociaciones y forcejeos); es con lo que el proceso social de luchas por venir tendrá que lidiar sopesando los momentos, contextos, circunstancias y relaciones a que estaremos sujetos en la lucha de clases.

 

Vayamos ahora a cómo se arma una estrategia de mentiras para imponer sus verdades, de manipulaciones, de confrontación política y sicológica. Cada clase, actores, sectores y sujetos sociales están en una fase de reacomodos del discurso político, pero con mayor intencionalidad las oligarquías están desatadas en su juego de poder para reconstruir su discurso de cara a las nuevas condiciones en que pretenden caer con todo rigor a una perspectiva de derechización máxima, revirtiendo o capitalizando el consenso social que les ha sido arrebatado si logran maniatar a las fuerzas en pugna. Las auténticas tensiones políticas se cobijan en estas convenientes plataformas discursivas, se asientan y agudizan porque lo que hay en disputa afecta a las clases opulentas e interesa a los pueblos de México que observan con sospecha estas maniobras.

 

Así, la disputa inmediata en las altas esferas del poder todavía consiste en la línea a seguir en la integración del poder nacional, si éste con todo lo que representa se vuelve a concentrar en manos de la oligarquía, su política, sus empresas y el imperialismo en su particular estructuración, o si queda sujeto su diseño a una política desarrollista con desmantelamiento de privilegios, controles en el manejo de las políticas públicas, los recursos y las perspectivas sociales que esperan solución. Ante lo cual el discurso hegemónico, asevera que nada de esto último es posible ni se debe hacer.

 

La política desarrollista es a su vez una construcción del discurso de poder, dimensionada para determinados contextos y capas sociales interesadas en estas acciones que les lleven a fortalecerse con sus perspectivas, conllevando logros para los y las de abajo; sobre todo a la acción política necesaria para empujar procesos sociales. Es, a gusto y disgusto, una política estratégica implicada en controles, alianzas, enemigos, disputas, frentes, fuegos y horizontes que inevitablemente configuran un contexto en el cual la lucha de clases se replantea.

 

Ahí se desarrolla además una tendencia que no puede ser desdeñada, que involucra a la base de Morena, dirigencias y al mismo AMLO, entre dejar a la burguesía de manos libres y levantar los movimientos del pueblo, porque tarde que temprano las cuestiones inconciliables van retomando el escenario. Tanto por los jalones internos entre grupos y tendencias de derecha e izquierda, como por la cuestión de que los discursos del poder hegemónico no podrán archivarse, ni los intereses de poder que expresan algunos de aquellos grupos derechistas vagamente encubiertos. Las intenciones y promesas de Morena están siendo asediadas en el escenario social por cuanto entran en conflicto con los intereses del orden establecido2; llevando a rechazos, reclamos, cuestionamientos, presiones de diversa índole, la lucha de las bases y la reorganización popular para respaldar una política que asegure la satisfacción de demandas.

 

Sin embargo en esta batalla, pero con mayor fuerza en la batalla general en que está implicado todo el pueblo mexicano, va presentándose con pleno derecho de existencia, un replanteo de los problemas del poder, junto a la necesidad de desmontar el discurso dominante. A la acción popular en nuevos procesos de organización, debate y participación, va exponiéndose la urgencia de crear conciencia respecto del proceso actual y sus luchas, de sus acciones democráticas, de desenmascarar la política burguesa con todo el discurso con que hasta ahora nos sujetan, para impulsar desde miles de frentes, en todos los terrenos, un discurso contra-hegemónico de corte popular y revolucionario que luche frente a la racionalización y visión burguesa neoliberal que llevó a las mayorías a la penuria y la alienación.

 

El discurso de los pueblos, por su bienestar, por sus intereses, por su igualdad en todos los ámbitos, por recuperar el país, por ser protagonistas de su vida e historia; constituye un elemento de lucha para un poder libertario progresivo en la extensión y profundización de sus líneas, será el marco en que nuestra conciencia se abra camino en resistencia frente a los oligarcas y sus partidarios. De acción colectiva, en una recomunalización de la vida social, visibilizando las verdades del pueblo, construyendo y aprovisionándose de los medios necesarios para la solución de las reivindicaciones acumuladas.

 

 

1 Aunque cabe la acotación, nos rebasa en tiempo, historias y espacio, analizar el cómo al poder compete un destacado papel en el arrinconamiento sistemático y a veces el rechazo general a importantes procesos de lucha provocando el aislamiento y extravío de estos, cuestión que por otra parte no elude otras responsabilidades de los movimientos y sus actores sociales frente a los efectos del discurso del poder.

2 En salarios, derechos sociales, vivienda, control de los recursos naturales, demandas medioambientales, intereses corporativos, manejo de recursos públicos y privados, democracia participativa…

https://www.alainet.org/es/articulo/194086
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