Capitalismo, guerra y contrainsurgencia en Chiapas IV

21/10/2015
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1994: Límites de los Programas de Contención Social  y la Guerra Preventiva en Chiapas

 

La Guerra Contrainsurgente preventiva y la Política Social de contención  del Estado mexicano contra los pueblos indios y sus organizaciones en Chiapas, el trabajo pastoral de la Diócesis de San Cristóbal que abonó la tierra con la Teología de la Liberación, el activismo de las izquierdas en diversas regiones de la entidad y las jornadas de lucha de 1974 a 1983, hicieron que  el Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata de las Fuerzas de Liberación Nacional cayera como semilla buena en tierra fértil. La brutal represión del Estado mexicano y de los gobiernos PRIístas del general Absalón Castellanos Domínguez (1982-1988) y Patrocinio González Garrido (1988-1993) siguió abonando el terreno para que germinara la semilla armada. Una década después en la selva y montañas de Chiapas se había construido un enorme colectivo de Liberación Nacional.

 

La movilización nacional de protesta del 12 de octubre de 1992 en las diversas geografías indígenas de México sirvió de indicador a las FLN y su brazo armado EZLN para preparar el levantamiento. En Chiapas, las organizaciones agrupadas en torno al Frente de Organizaciones Sociales por los 500 años de Lucha y Resistencia del Pueblo Chiapaneco (FOSCH 500 años) se movilizaron en Bochil, Motozintla y Comitán; Venustiano Carranza, Salto de Agua, Simojovel, Tila, Sabanilla, Palenque, Oxchuc, Ocosingo. La más numerosa se registró en San Cristóbal de Las Casas. Participaron más de 10 mil indígenas de 20 organizaciones sociales y del Movimiento del Pueblo Creyente; cooperativas, ONGs, profesores y estudiantes. Fue la mayor articulación previa al levantamiento armado. Sin embargo, en menos de un año, la fragmentación se hizo presente.  

 

  El tiempo, la coyuntura nacional y local llevaron a las FLN al Congreso Nacional de enero de1993. Había pasado una década, las diferencias estaban presentes en sus territorios, las rupturas no eran menores y los pueblos se preguntaban “¿pa’ cuando?”… el horizonte no era el mejor. En medio de diferencias y rupturas, las FLN acordaron iniciar la guerra de liberación en México. Rodrigo sostuvo que el movimiento era débil en los demás frentes. Tenía razón, pero no toda. Marcos argumentó las fortalezas, debilidades y los riesgos que se corrían en Chiapas de posponer el levantamiento armado. Aun tenían la fuerza suficiente para hacer la guerra.  Tenía razón, pero no toda. En febrero se hizo la consulta y se levantaron las actas en las comunidades en favor y en contra del levantamiento armado. Las comunidades acreditaron su decisión de iniciar la guerra. El acuerdo trascendió las filas de las FLN-EZLN y se agudizaron las tensiones dentro y entre cada uno de los actores principales.

 

El gobierno federal actuó con rapidez en dos frentes: Militarizó las Cañadas en inició una ríspida campaña contra la Diócesis de Samuel Ruiz. En Marzo de 1993, zapatistas habían asesinado a dos militares al sur de la Ciudad de Las Casas. El Ejército federal realizó un operativo y detuvo a diáconos y catequistas que recibieron de inmediato el apoyo del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba). Las tensiones entre el Ejército y el obispo fueron mayúsculas. En Mayo, el despliegue militar en las Cañadas culminó con el choque de tres días con los guerrilleros en la Sierra de Corralchén. Además de sus muertos, los militares se llevaron presos a 8 indígenas de la ARIC que fueron acusados de “traición a la patria”. Esos indígenas también fueron defendidos por Samuel y el Frayba. El choque y los errores en Corralchén tensaron las relaciones entre los mandos del EZLN, agudizaron las tensiones en y entre las comunidades; las del EZ con la estructura diocesana y las del Ejército federal con todos esos actores. El 24 de noviembre de 1993, más de 10 mil feligreses se movilizaron en apoyo del obispo Samuel Ruiz, príncipe de la Iglesia en la diócesis de San Cristóbal.

 

Vale comentar que uno de los primeros beneficiados con la firma del TLC fue el EZLN. Era políticamente incorrecto que las fuerzas armadas de un país “primermundista” como México, anduviera persiguiendo, encarcelando indios y combatiendo guerrilleros en la víspera de la entrada en vigor del tratado comercial. Salinas tuvo que ordenar el repliegue de sus tropas. La suma de frentes y tensiones no favorecía a la rebelión armada. Sin embargo, las comunidades zapatista se habían preparado todo 1993 para el estallido de la guerra de liberación.

 

Los indios rebeldes hicieron añicos el proyecto de Salinas  

 

En 1994, al gobierno federal le tocó recibir la lección. El levantamiento del EZLN hizo evidente las limitaciones de las medidas de Seguridad Nacional, de la Política Social/PRONASOL e hizo añicos la imagen del México primermundista. Sin embargo, en pocos días, los operativos militares del Ejército federal contuvieron la rebelión. El Estado mexicano no se cruzó de brazos y a lo largo de 1994 reelaboró la Estrategia de Guerra Contrainsurgente. Carlos Salinas llevó a cabo la tercera fase de la militarización de Chiapas, cesó las hostilidades y dialogó con los rebeldes en la Catedral de San Cristóbal. Para aislar a los rebeldes apoyó la creación del Consejo Estatal de Organizaciones Indígenas y Campesinas (CEOIC).

 

Zedillo ocupó militarmente los territorios zapatistas, legalizó y “dialogó” con los rebeldes e intensificó la domesticación de los movimientos sociales: “El gobierno lleva adelante una estrategia de división, pretende diálogo y negociación con fuerzas fragmentadas, esto posibilita la corrupción, la deslealtad y la traición. Al establecer una negociación paralela a la de San Andrés, el grupo de claudicantes que ``dialogan'' con Dante Delgado se hace cómplice de la ofensiva política federal en contra del movimiento democrático chiapaneco y contribuye a la campaña de contrainsurgencia del gobierno en contra del EZLN.” (Sub Marcos. 1995). Siguió el incumplimiento de los acuerdos de San Andrés, el paramilitarismo y la masacre en Acteal. En 1997, la Política Social, de preventiva y de contención social, pasó a ser una de las herramientas más eficaces de la guerra  contrainsurgente para contener, aislar, cercar, reducir y aniquilar al EZLN.     

 

Con Fox, el Congreso aprobó una Ley Indígena racista y enterró los Acuerdos de San Andrés. En Chiapas, con Pablo Salazar, se consolidó la domesticación de los Movimientos Sociales y se recrudeció el hostigamiento de agrupaciones no zapatistas, antizapatistas y de ex zapatistas a los pueblos  y comunidades  rebeldes. Los conflictos menudearon en torno a la posesión de la tierra. Con Calderón la guerra se tornó nacional y en Chiapas  implementó el Programa Oportunidades.

 

Si el EZLN recibió a Zedillo con un despliegue político militar (Diciembre de 1994), a Salinas-Peña Nieto lo recibió con la movilización de 40 mil bases de apoyo en cinco cabeceras municipales (Diciembre 21 de 2012).  Parado en su realidad/deseos el jefe rebelde exclamó: “¿Escucharon? Es el ruido de su mundo derrumbándose y del nuestro resurgiendo”, y profetizó, poéticamente, el nuevo día. El PRIísta Salina-Peña Nieto dio continuidad a la Guerra del PANista Calderón. Miles son las víctimas de esa estúpida guerra. Una guerra que va de la mano con la Cruzada contra el Hambre. Cruzada que Salina-Peña Nieto lanzó en 2013 en el municipio de Las Margaritas Chiapas.           

 

Para entonces, las comunidades indígenas se movían al ritmo y cadencia que imponía el Estado del Capitalismo multinacional. Los pueblos habían sido des/estructurados y los tejidos sociales eran otros. Ex bases zapatistas nutrían las filas del Partido Verde. Las comunidades y pueblos indígenas eran una pieza de tejidos fragmentados, contrapuestos, confrontados.  

 

En 1997, Ivon Le Bot había advertido de dos peligros para el zapatismo. “Ambos ligados a ‘las tentaciones de pureza’: 1. El peligro del aislamiento, del repliegue, de la asfixia comunitarista. Afirmó que, si bien, el levantamiento armado en Chiapas no era una <<guerra del fin del mundo>>. (…) en La Realidad y en otros reductos zapatistas flota una discreta atmósfera de comunidad asediada, de comunidad de <<puros>>, que se traduce, por ejemplo, en la prohibición de alcohol y otras reglas espartanas; en la separación entre pobladores y visitantes extranjeros, en la preeminencia del discurso ético. Son estas conductas y expresiones las que, más allá de sus justificaciones prácticas, podrían alimentar desviaciones mesiánicas y milenaristas si se vinieran de pronto abajo todos los puentes con el exterior. El puente principal es el mismo Marcos. También es un factor de unión entre los diversos componentes del movimiento, y si llegara a desaparecer o esfumarse, no sería imposible que el movimiento estallara en grupos rivales según su pertenencia étnica y alrededor de jefes locales, o que cayera en arranques de violencia intercomunitarios como algunos que ya han sucedido en el norte de Chiapas. 2. El peligro de un alejamiento, de una desconexión de las realidades chiapanecas, (…)” (Ivon Le Bot, 1997. El Sueño Zapatista)

 

Trece años más tarde, Raúl Zibechi hizo notar: “En los últimos años, en toda América Latina, he podido comprobar, directamente, cómo las políticas sociales de los más diversos gobiernos dividen y neutralizan los movimientos antisistémicos. En Chiapas, donde cientos de comunidades eran sólidos bastiones de rebeldía, hoy campea la división porque el gobierno estatal, comandado por el gobierno centroizquierdista PRD, realizan donaciones a las familias que abandonan el movimiento rebelde.” (Raúl Zibechi. 2010. Contrainsurgencia y miseria. Las políticas de combate a la pobreza en América Latina.)             

 

El argumento de las “donaciones del gobierno” con el que se pretende explicar la división en los “sólidos bastiones de rebeldía” puede ser en extremo simple y superficial. Para entonces habían pasado 40 años de política social de contención sostenida: Se fortaleció el corporativismo con programas productivos, de salud, educación e infraestructura. Después le siguieron 16 años de Política Social francamente contrainsurgente. Para el 2010 las tensiones y contradicciones estaban desatadas. Unas venían de antes de la guerra en Chiapas.

 

En 2014 realice un recorrido de San Cristóbal de Las Casas a la comunidad de Nuevo Chapultepec. Este poblado se  ubica en el municipio de Ocosingo, al fondo de la Cañada de Patihuitz. Ese recorrido me permitió constatar la agresividad de los programas de combate a la pobreza y la división que priva en las comunidades indígenas.

 

A lo largo del camino saltan a la vista la cantidad de viviendas que el gobierno ha construido y donado en las comunidades de los municipios de Huixtán, Oxchuc y Ocosingo. Construcciones que explican la serie de puntos donde se fabrica el block de concreto y el transitar de camiones plataforma trasladando material de construcción. Casi todos los caminos secundarios han sido pavimentados. De Ocosingo, rumbo al fondo de la cañada, maquinaria pesada da mantenimiento a una terracería ampliada y construye ramales. Si la electrificación de pueblos se suspendió con Carlos Salinas y que en 1994 llegaba a Suschilá - a unos 8 kilómetros de Ocosingo -, ahora la red se internó unos 160 kilómetros y llega a San Quintín. Se han construido nuevas escuelas y clínicas comunitarias; sistemas de agua entubada y drenaje. Son visibles las instalaciones y  la circulación de los vehículos militares, como también, de camiones de 8 toneladas que llevan despensas de la Cruzada Contra el Hambre  a las comunidades. En todas y cada una de las comunidades podemos ver las casas que construyó el gobierno. El Estado mexicano se había apropiado de las demandas zapatistas: tierra, techo, trabajo, salud y educación. 

 

En ese territorio, la Aric Unión de Uniones, que tuvo su origen en la Quiptic Ta Lecubtesel (1976), es decir, una larga experiencia de luchase se ha fragmentado. Cuatro facciones están con el Partido Verde, una con el PRI y otra con MORENA. En una comunidad podemos encontrar hasta cinco agrupaciones de diferente denominación.

 

Ese es el paisaje social que se aprecia en las comunidades de esa cañada. Por mencionar algunas: Suschilá, Nuevo Suschilá, Nueva Morelia, San Miguel, La Garrucha (sede de un Caracol Zapatista), Patihuitz,  Prado Pacayal, La Sultana,  San Bartolo y Betania. Comunidades en las que se alternan las posiciones del Ejército federal que se establecieron desde 1995 y la amenaza de construcción de al menos una presa en el cause del río Jatate.

 

En Nuevo Chapultepec son pocas las viviendas donadas por el gobierno. El puente de hamaca dificulta el traslado de materiales de construcción. El paisaje social de fragmentación social lo complementan las denuncias de agresiones que han documentado las Juntas de Buen Gobierno, SIPAZ o el Frayba.  Es evidente que los Programas de Combate a la Pobreza son más intensos y agresivos en los territorios rebeldes. La tensiones… también.

 

Son las grietas que el Capitalismo ha abierto en todos y cada uno de los pueblos indígenas y que algunos pregoneros del pensamiento crítico que de cada en cuando vienen a Chiapas, se niegan aceptar…

 

Mmmmmmh… me temo que esto… Continuará

https://www.alainet.org/es/articulo/173155?language=es
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